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Todavía hay colonias en el siglo XXI PDF Imprimir Correo
Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH   
Sábado, 18 de Julio de 2015 18:42

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Para muchos, el colonialismo es cosa del pasado; un período histórico superado hace siglos. Esta opinión suele ser compartida por ciudadanos de los pueblos latinoamericanos que se constituyeron en naciones independientes, tras larga lucha librada en la primera parte del siglo XIX; siendo Haití la primera de ellas—una nación antillana y caribeña—proclamada el primero de enero de 1804.



Quienes piensan que el colonialismo es una relación de dominación—directa y absoluta—trascendida en el tiempo, pierden de vista que tan recientemente como a mediados del siglo veinte, gran parte de los pueblos de África y Asia estaban sometidos a la dominación colonial, así como buena parte de los pueblos antillanos.

La siguiente es una muestra de países independientes surgidos del colonialismo desde 1945, cuya importancia territorial, económica, política, demográfica y social en nuestros días es incuestionable:

independencia



Si bien es cierto que son cada vez menos las colonias que quedan en el planeta, es igualmente cierto que el gran objetivo de la humanidad debe ser la desaparición total de esa forma indigna e inhumana de dominación, que aún atenta contra los derechos fundamentales de millones de personas.

Las dos últimas décadas del siglo veinte y la primera del siglo veintiuno fueron proclamadas por la ONU como décadas por la desaparición del colonialismo. El balance ha sido desalentador. Más que resoluciones, se requiere voluntad y lucha, pues como sabemos ninguna potencia suelta prenda graciosa y voluntariamente.

Probablemente América sea el continente donde encontramos el mayor número de casos de colonialismo, lo que entre otras cosas es evidencia fehaciente de que Europa nunca ha abandonado este continente definitivamente, ahora con el acompañamiento de Estados Unidos.

Hay situaciones extremas, como Martinica, Guadalupe y la Guayana Francesa, que fueron anexados por Francia y convertidos en “departamentos de ultramar”; lo que convierte a Francia, para todos los efectos políticos, en un país caribeño. También en el Caribe insular ubican Puerto Rico, las Islas Vírgenes estadounidenses, las Islas Vírgenes británicas, las posesiones holandesas de Aruba, Bonaire y Curazao, Saba y San Eustaquio; la isla de San Martín dividida entre Francia y Holanda, y las posesiones británicas de Turcas y Caicos, Monserrat, Caimán, Bermudas y Anguila.

A estas colonias americanas debemos sumar las Malvinas, islas argentinas ocupadas ilegalmente por el Reino Unido desde hace casi dos siglos.
El interés de las grandes potencias capitalistas en poseer colonias en pleno siglo veintiuno adquiere un sentido geopolítico, como parte del desarrollo de áreas de influencia política, económica y militar. No se limita al interés de extraer riquezas de las mismas, sino de utilizarlas para imponer su presencia en la región y para amenazar e incluso agredir a naciones independientes.

Por eso, cuando los combatientes anticoloniales recaban solidaridad para sus luchas libertarias, la misma debe brindarse. Si no fuera razón suficiente la causa independentista planteada, entonces debe preocuparle a cualquier persona que desde esa colonia se diseñen e implementen acciones contra los países que ya han alcanzado su independencia; incluyendo el suyo.

Todos recordamos la denuncia que hacía el querido Presidente Hugo Chávez de la continua violación del espacio aéreo venezolano por aviones de guerra. Estos despegaban desde la muy cercana Aruba.

Parece absurdo, pero Brasil tiene frontera con Francia, la que divide su territorio de la Guayana Francesa, al norte de América del Sur.
Puerto Rico ha sido utilizado reiteradamente por el gobierno de Estados Unidos como un gran portaviones agresivo, como un centro activo de contrainteligencia, espionaje y contrainsurgencia y como eje de planes económico-político-militares contra nuestros pueblos. Desde suelo puertorriqueño ocupado militarmente se realizaron acciones agresivas contra Cuba en 1961, República Dominicana en 1965 y Granada en 1983. La isla-municipio de Vieques fue utilizada por más de seis décadas como campo de entrenamiento de tropas, buques y aviones que luego iban a agredir a otros pueblos en todo el mundo.

A propósito de Puerto Rico

Jon Lee Anderson, autor del libro Che Guevara, a Revolutionary Life, narra un episodio harto elocuente del encuentro sostenido entre el entonces vicepresidente de Estados Unidos Richard Nixon y el entonces Primer Ministro de Cuba, Fidel Castro, en la visita que hizo Fidel a Estados Unidos en abril de 1959:

“Sin tacto alguno, (Nixon) le había sugerido a Fidel que emulara las políticas del gobernador de Puerto Rico (Luis Muñoz Marín), que había promovido la inversión privada en su territorio para mejorar las condiciones económicas. La noción de que Cuba se pudiera beneficiar de lecciones sobre lo hecho en Puerto Rico, un pequeño territorio estadounidense (sic) altamente subsidiado, era insultante, y Fidel reaccionó diciendo a Nixon que los días de la Enmienda Platt, cuando Estados Unidos tenía el derecho (sic) de intervenir en Cuba, habían acabado.”

Poco después, cuando el presidente Kennedy creó la llamada Alianza para el Progreso, con el objetivo expreso de atacar a Cuba, designó a un puertorriqueño, Teodoro Moscoso, como director ejecutivo de la misma. Moscoso se había distinguido como uno de los artífices del Estado Libre Asociado, fórmula política que pretendió infructuosamente ocultar la real naturaleza colonial de Puerto Rico, y que a su vez sería mercadeado como modelo a seguir por los pueblos nuestroamericanos.

Puerto Rico es, junto con Palestina, el llamado Sahara Occidental y Las Malvinas, una de las colonias más importantes en nuestros días. Dicho con precisión, Puerto Rico es una nación caribeña y latinoamericana sometida al colonialismo por parte de Estados Unidos. Fue tomado como botín de guerra en el marco de la Guerra Hispano-cubano-americana e invadida militarmente el 25 de julio de 1898, hace casi 117 años. Previamente, había sido colonia de España por 405 años, de 1493 a 1898. Estamos hablando entonces de un pueblo que ha ido forjando su nacionalidad, cultura y personalidad propia, a contrapelo de más de medio milenio de colonialismo.

Desde hace cuatro décadas el modelo estado-libre-asociado con el que se pretendió conquistar a muchos pueblos del tercer mundo, ha entrado en una crisis progresiva y profunda, que se agrava aún más en el presente. La fundación del ELA en 1952—curiosamente el 25 de julio, cuando se conmemoraban 54 años de la invasión yanqui— coincidió con un profundo proceso de transformación de la economía colonial, que pasó de la monoproducción azucarera a la de enclave industrial.

El proceso de modernización del País a base de inversión de capital estadounidense impactó significativamente durante los primeros 25 ó 30 años de implantado. A mediados de la década de 1970 la entrada de capitales extranjeros comenzó a disminuir aceleradamente. Ya Puerto Rico había perdido su atractivo, mientras aparecían otros lugares más lucrativos para los inversionistas.

Lo peor de todo es que el ELA había puesto todos los huevos en la canasta de la inversión extranjera, que durante estas décadas ha acumulado montañas de dinero en ganancias y que ahora, o se va, o no viene. No existe, por así decirlo, un plan B.

Como consecuencia de esta profunda crisis estructural, las cifras de desempleados son cada vez más altas. Cerca de un millón de personas ha emigrado a Estados Unidos en las pasadas dos décadas, al punto de que ahora son más los boricuas que residen en ese país que los que viven en Puerto Rico. La economía subterránea legal e ilegal, sobre todo del narcotráfico, adquiere una relevancia creciente. El empobrecimiento generalizado y la dependencia en las dádivas gubernamentales completan el cuadro crítico que vive el País, unido a deudas públicas y privadas ascendientes a largas decenas de millones de dólares.

La deuda pública asciende a más setenta mil millones de dólares ($70,000 millones). El gobierno ha reconocido finalmente que la misma es impagable, sin tener a su alcance instrumentos ni poderes para enfrentar esta seria situación, dada la condición colonial de Puerto Rico.

El país que alguna vez pretendió presentarse como la vitrina de la democracia y el progreso, hoy es ejemplo elocuente de la ruta que no se debe seguir.

Esta situación de crisis estructural de la economía y la sociedad puertorriqueñas crea condiciones favorables para adelantar la lucha por la descolonización e independencia, habida cuenta de que es precisamente la ausencia de poderes soberanos para enfrentar con éxito problemas económicos y sociales, el impedimento más importante que debe ser superado. Ciento diez y siete años de colonialismo yanqui nos han traído hasta este callejón sin salida. Corresponde aplicar medidas distintas y superiores, que sólo las brinda la independencia nacional.

Ese es nuestro gran reto; librar, como lo hemos hecho por décadas, una lucha altamente desigual contra la potencia imperialista más poderosa del planeta. Lucha que se expresa de manera tangible en la figura de Oscar López Rivera, independentista puertorriqueño que lleva treinta y cuatro años preso en cárceles estadounidenses, por el único “delito” de ser un combatiente por la independencia de su Patria.

Por eso es tan importante que los pueblos, organizaciones y gobiernos de Nuestra América se sensibilicen sobre la justeza del reclamo que hace el Pueblo puertorriqueño, y le respalden activamente. De ahí el enorme valor que tiene la posición cada vez más firme asumida por la CELAC y la solidaridad consecuente de numerosos dirigentes latinoamericanos y caribeños con esta causa libertaria. La independencia de Puerto Rico y, más allá, la desaparición total del colonialismo de la faz de la Tierra, es responsabilidad indelegable de los pueblos que ya han roto las ataduras coloniales. La responsabilidad primaria, la batalla de todos los días, esa es nuestra. Pero la solidaridad internacional adquiere un valor extraordinario.

Ciento diez y siete años de colonialismo yanqui son demasiados. Más de medio milenio de colonialismo, sin haber tenido siquiera un instante para vivir libre y soberanamente, es inadmisible. Es hora ya que Puerto Rico se incorpore al concierto de países independientes  de América y el mundo. Es hora ya de que demos fin al colonialismo donde quiera que exista.

 

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