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Más claro no canta un gallo sobre la colonia PDF Imprimir Correo
Escrito por Julio A. Muriente Pérez / MINH   
Miércoles, 31 de Enero de 2018 06:10

Julio Muriente

Lo que sí podría estar sobre el escritorio de algún funcionario del Departamento de Estado estadounidense, es algún plan o propuesta para transformar a Puerto Rico en un protectorado neocolonial, presentado como formalmente independiente, aunque sometido al control económico-político-militar de aquel país. Mantener el dominio con menos responsabilidades.

 

 

Es cierto, como afirma Rafael Cox Alomar en su columna titulada Comisión Soberanista publicada recientemente en el periódico El Nuevo Día, que todo lo que hemos recibido del gobierno de Estados Unidos en los últimos tiempos es desdén, desprecio, indiferencia, negligencia, abandono, irresponsabilidad…

Ello adquiere una enorme trascendencia, pues han sido estos los tiempos en que hemos tenido que enfrentar el colapso del modelo político-económico que los propios Estados Unidos establecieron en Puerto Rico -ELA-enclave industrial-; en que estamos sometidos a la dictadura de una Junta de Control Fiscal federal que quiere llevarse hasta los clavos de la cruz; en que el impacto de fenómenos atmosféricos ha sacado a relucir la extraordinaria vulnerabilidad de la infraestructura eléctrica, de transporte, de vivienda y de comunicaciones en que se ha sostenido nuestra frágil modernidad; y en que el deterioro general de la calidad de la vida de nuestro pueblo ha alcanzado los niveles más alarmantes, al punto de provocar una estampida emigratoria.

Es decir, que estando en una de las situaciones en que más ayuda y solidaridad necesitamos, es cuando menos el gobierno de Estados Unidos ha mirado hacia acá. Ellos, que después de todo se adueñaron de nuestra tierra hace más de 119 años, lo que supondría algún grado de obligación o responsabilidad de su parte.

Así las cosas, coincido con Cox Alomar en que “no hay ambiente en Washington para concederle la estadidad a Puerto Rico”. Pero no desde ahora; desde hace décadas. Ellos se han aprovechado de nosotros como base militar o enclave industrial, como punto geoestratégico y eje de su política hegemónica caribeña y latinoamericana.

Le hemos servido bien como posesión colonial. Y si puede parecer que no están interesados en forzar la anexión de Puerto Rico, no debemos pensar que en cambio les interese deshacerse de nosotros. Es por eso que no debemos confiar -y en esto difiero con Cox Alomar- en que desde Washington se viene fraguando “la vía franca hacia la soberanía”.

Por lo pronto, esa expresión, aunque fuera de forma involuntaria, podría entenderse como una sugerencia para que nos sentemos a esperar confiados en que, así como unilateralmente se apoderaron de nosotros, unilateralmente nos van a soltar. Esa, simplemente, no es la naturaleza de los poderosos.

Lo que sí podría estar sobre el escritorio de algún funcionario del Departamento de Estado estadounidense, es algún plan o propuesta para transformar a Puerto Rico en un protectorado neocolonial, presentado como formalmente independiente, aunque sometido al control económico-político-militar de aquel país. Mantener el dominio con menos responsabilidades.

Después de todo, el imperialismo moderno no se caracteriza por poseer colonias -Puerto Rico es una excepción- sino por controlar la economía, el comercio y las vidas de pueblos formalmente independientes.

Pero eso sería humillante; más de lo mismo.

Se nos presenta la oportunidad -más aún, resulta ineludible- para unir las voluntades de todos y todas quienes rechazamos la deplorable situación política, económica, social y existencial en que se encuentra nuestra patria. Todos y todas, que somos la mayoría del pueblo puertorriqueño.

Desde la mayor diversidad como denominador común. No para implorar ni mendigar. Mucho menos para conformarnos con migajas. Para reclamar los poderes indispensables para edificar con nuestro esfuerzo un país mejor.

Luchar por la soberanía -es decir, por la recuperación del poder político nacional, indispensable para cualquier transformación- y cuando sea preciso, negociar en dignidad, respeto e igualdad. Así tendrán sentido y pertinencia las comisiones que sean.

Teniendo siempre presente que será el fruto de nuestro esfuerzo, no de ninguna oficina washingtoniana, desde donde se cimentarán la descolonización y la dignidad del pueblo puertorriqueño.

Asumamos el reto.

(endi.com)


 

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