Feria Internacional del Libro: Semblanza de Rafael Cancel Miranda Imprimir
Escrito por Héctor L. Pesquera Sevillano / Copresidente del MINH   
Viernes, 18 de Octubre de 2013 02:48

Pesquera«Ese es nuestro Rafael Cancel Miranda a quien esta noche rendimos homenaje. Patriota, revolucionario íntegro y solidario, poeta, músico y escritor, y que sobre todo, no ha perdido su capacidad de amar y reír. Un compañero de luchas que conoció desde su niñez lo que es vivir bajo el colonialismo del imperio estadounidense.»

 

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Buenas noches…

Tengo el privilegio de ser médico de Rafael Cancel Miranda. Pero no vengo a hablarles de su récord médico, sino de su Récord Patriótico.

Si hay algo que identifica a Rafaelito es su forma de relatar sus anécdotas. ¿Quién no ha reído con él ante su capacidad de minimizar su grandeza, como cuando llama ‘’tiritos’’ a la hazaña revolucionaria del ataque nacionalista al Congreso en Washington? Una de las anécdotas que muestran su valentía, compromiso y heroísmo se dio durante el juicio contra Lolita, Irving, Andrés y él mismo; Rafaelito narra el episodio así: “En Washington estaban presionando a Lolita en la silla de los testigos para que dijera quién compró las armas; y yo, que siempre he sido arrogante... me paré y le dije: ‘I bought the gun’, que yo compré las armas. Luego, cuando estamos en Nueva York, el juez me pregunta si podía describir a quién le compré las armas. Y yo, mirando el fiscal le dije ‘usaba los lentes así’, ‘se peina así’, y el fiscal se da cuenta de que lo estaba describiendo a él. Esa noche me cayeron encima, me vino Alcatraz y tres años extra”. 

Ese es nuestro Rafael Cancel Miranda a quien esta noche rendimos homenaje. Patriota, revolucionario íntegro y solidario, poeta, músico y escritor, y que sobre todo, no ha perdido su capacidad de amar y reír. Un compañero de luchas que conoció desde su niñez lo que es vivir bajo el colonialismo del imperio estadounidense.

“Pito”, nombre cariñoso con el que se le conoció en el Mayagüez donde nació el 18 de julio de 1930, creció en un hogar nacionalista.

Rafael Cancel Rodríguez, su padre, presidía el capítulo del Partido Nacionalista de Mayagüez; su madre de crianza Francisca Martínez (su madre Rosa Miranda falleció al nacer Pito) era miembro de Las Hijas de la Libertad, rama femenina del Partido Nacionalista.

Pito se crió entre mítines y reuniones. Sus padres lo llevaban con ellos a todas las actividades patrióticas.

Fue en una de esas actividades donde Pito supo el verdadero significado del colonialismo, de su brutalidad contra los puertorriqueños y patriotas y que definitivamente le convirtió en el hombre que es hoy: un revolucionario.

El 21 de marzo de 1937, casi por cumplir los siete años, fue testigo de la Masacre de Ponce el Domingo de Ramos. Sobre el sangriento y despiadado ataque nos dice: “Cuando vi a mi madre adoptiva regresar con su traje blanco ensangrentado, y conocer que los amigos de mi padre habían muerto por las órdenes del general estadounidense Blanton Winship supe que teníamos un enemigo mortal”.

A los pocos días de la Masacre y motivado por sus sentimientos patrióticos ahora más fortalecidos, Rafaelito sufrió en carne propia la represión. El niño se negó a saludar la bandera opresora en la escuela y de inmediato fue expulsado del salón de clase.

A esta primera acción revolucionaria le siguieron otras. Poco antes de graduarse de cuarto año participa en una huelga estudiantil en protesta por el uso del inglés en la escuela. Rafaelito fue expulsado y tuvo que mudarse a San Juan para finalizar sus estudios.

Pero esto no fue todo. El joven cadete nacionalista fue arrestado a los 17 años por negarse a inscribirse en el ejército de Estados Unidos. Fue sentenciado a cumplir dos años y un día en una cárcel en el Estado de Florida. Rafaelito recuerda de forma jocosa el episodio: “Me arrestaron camino a la escuela con mis libros. Fui condenado a dos años y un día y enviado a una prisión de Tallahassee, Florida, donde estuve desde 1949 hasta 1951. No pude tener rebaja, pues le jalé unos piñazos a un policía abusador. Salí de 20 años y al llegar a Puerto Rico los yanquis me quisieron encarcelar por lo mismo.”

Ante esta nueva represalia, la familia y amigos de Rafaelito deciden que vaya a Cuba bajo otro nombre: Rafael Rodríguez, el segundo apellido de su padre. Llega a la república hermana por Santiago de Cuba.

En la Cuba gobernada por Carlos Prío Socarrás, Cancel Miranda contactó con Pedrito, el hijo de don Pedro Albizu Campos que le consiguió alojamiento en la calle Obispo de La Habana. En La Habana comienza a trabajar en Obras Públicas, “dando pico y pala en las calles”.

Nuestro héroe pasó catorce meses picando piedras.

Participaba en la construcción del túnel de La Habana a Marianao, hasta que Fulgencio Batista toma el poder en Cuba y le llega la noticia de que un puertorriqueño revolucionario y buscado por el gobierno de Estados Unidos se encuentra bajo otro nombre en el país.

Rafaelito fue expulsado de Cuba y entregado a los yanquis. De ese momento recuerda: “En el 50 hubo una insurrección nacionalista en Puerto Rico, en la que participó mi padre, quien luego cayó preso. Desde entonces, el FBI me estaba buscando. En el 1951 yo publico en un periódico habanero un artículo rememorando, en el primer aniversario, aquel alzamiento. La embajada yanqui se enteró y le reclamó al gobierno de Prío Socarrás por mí y otro puertorriqueño, Reynaldo Trilla. Nosotros respondimos que no teníamos que ir a la embajada de Estados Unidos en Cuba, porque no era la nuestra. Después del golpe contra Prío Socarrás, la policía batistiana nos arrestó. Me metieron en Tiscornia, donde recluían a los extranjeros. A Trilla y a mí nos expulsaron en agosto del 52. Fíjate que honor, expulsado por Fulgencio Batista y luego abrazado por Fidel”.

De regreso a Puerto Rico lo encarcelan de nuevo, esta vez en la cárcel de La Princesa del Viejo San Juan en la cual tuvo el privilegio de compartir con la figura máxima del nacionalismo: don Pedro Albizu Campos, quien a la sazón cumplía condena allí. Esta sería la última ocasión en que ambos se encontrarían físicamente.

Al salir de la cárcel decide marchar hacia las entrañas del monstruo: Nueva York. Allí comienza una nueva etapa de compromiso y trabajo arduo por la independencia de Puerto Rico. Hasta que llega la orden.

El primero de marzo de 1954, cuatro puertorriqueños llegaron a Washington de paseo. Como turistas entraron a la mole del imperio, el Congreso. Lolita Lebrón, Irving Flores, Rafael Cancel Miranda y Andrés Figueroa Cordero vivían como tantos otros puertorriqueños en las entrañas del monstruo. Llegaron a la urbe por necesidad. Puerto Rico sucumbía bajo la bota colonizadora de Estados Unidos. Había que buscar trabajo donde fuera. Así comenzó la gran emigración hacia el Norte donde hoy viven en exilio económico más de 4 millones de compatriotas, sobrepasando la población actual que vive en Puerto Rico.

Es en la década del 50 que el Partido Nacionalista, dirigido por don Pedro Albizu Campos, decide que es hora de atacar al imperio en su propio territorio; allá en Washington. Había que enviarle un mensaje directo al mundo, a la comunidad internacional que se alineaba con Estados Unidos. Puerto Rico estaba en vías de convertirse en el Estado Libre Asociado. Una entelequia con la cual Estados Unidos pretendía eludir la acusación  de poseer una colonia a las puertas del Caribe. El país sería de ellos, gobernado por ellos, pero para el exterior, sería un país “autónomo”, con su propia Constitución; una constitución que ellos vetaron a gusto y gana y que a la postre, la de ellos prevalece.

Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero compraron un boleto de ida; sabían que de aquella acción revolucionaria no regresarían. El 1º de marzo de 1954, el comando boricua hizo saber al mundo que el llamado ELA era un fraude, un engaño.

Antes de que la policía cayera sobre él, Cancel Miranda disparó ocho tiros desde las gradas del Congreso. Por esta acción libertadora los cuatro estuvieron en el corredor de la muerte. Más adelante lo enviarían a la prisión de Alcatraz. Rafaelito estuvo recluido en siete prisiones de los Estados Unidos. Hasta le tuvieron en tratamiento para “modificar su conducta”, se ve que no conocían los esbirros contra quién estaban lidiando: con un boricua bragao.

El mismo Rafael narra su experiencia: “Por ejemplo, me enviaron directo a Alcatraz, una  isla por allá en San Francisco (California). A los 6 años me pasaron a Leavenworth, donde hubo una huelga de presos y dijeron que yo la organicé. Allí me aislaron, me tuvieron por 5 meses comiendo del piso, encalabozado, aislado, nos sacaban  una vez a la semana, los sábados, para bañarnos. Luego me sacan en cadenas y esposas a la prisión Marion, allí estuve solo, 9 años. Marion era la súper máxima cuando cerraron Alcatraz. En Marion, me tuvieron 18 meses en un programa llamado Behavior Modification Program, para modificar el patrón de conducta. Usaban droga valium, toradol y cincrolisi, entre otras, y si eso no funcionaba, la maceta. Antes de esto, en la cárcel del Bronx, me habían caído siete de ellos encima, uno de ellos grandísimo me tiró, yo lo esquivé, lo mandé y aparecieron seis  detrás de él, y ahí me rompieron a ‘patás’ los dientes. Me tiraron a matar. Cuando ya me tienen en el piso, me daban ‘patás’ en la cara y cuando creyeron que me tenían,  me cogieron  como un saco de papas, me pusieron en un camastro y me tiraron agua encima. Entonces abrieron  las ventanas, era octubre, tiempo frío... Querían que cogiera una pulmonía. Esto fue en el 54 y todavía en el 72 me dolía.”

Cancel Miranda soportó el encierro, los golpes y torturas de sus carceleros sin que amainara su entereza revolucionaria y menos aún, el amor a su Patria.

La lucha internacional por la excarcelación de los nacionalistas presos fue clave para su liberación. Tras 25 años encarcelado, regresa a Puerto Rico y es recibido junto a los otros nacionalistas con una gran celebración de pueblo. Nuestros héroes recibían el homenaje de la Patria.

Con su retorno, la lucha no termina para Rafael. Desde el momento en que pisa suelo boricua comienza a participar activamente en toda reivindicación de nuestra puertorriqueñidad e independencia.

Lo vemos en Vieques desafiando a la marina en la Isla Nena, dictando conferencias en y fuera de Puerto Rico donde se solicita su presencia, rechazando el pasaporte gringo, como autor de libros memorables, escribiendo artículos para la prensa y más que nada, siendo solidario con causas justas como la lucha por la excarcelación de los cinco antiterroristas cubanos, el bloqueo contra Cuba; la solidaridad contundente con la Revolución Bolivariana de Venezuela; concediendo entrevistas en donde explica la situación terrible que vive Puerto Rico bajo el imperio, denunciando golpes de Estado y guerras provocados por Estados Unidos en Nuestra América y el mundo, y muchísimo más.

Por su sacrificio revolucionario ha recibido varias condecoraciones internacionales como la Orden José Martí, y la Orden ‘’El Mehdi Ben Barka’’ instituida por el Secretariado Ejecutivo de la OSPAAAL en el año 1986.

Es un orgullo conocer a Rafael Cancel Miranda. Un patriota donde convergen todos nuestros héroes desde Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos, Pedro Albizu Campos, Filiberto Ojeda Ríos y tantos otros que levantaron el pabellón de la Patria.

Hoy estamos aquí homenajeando a este boricua “sin una cana gringa”, como él mismo se describe y añade: “La diferencia entre aquel joven de 23 años que entró al capitolio gringo con Lolita, Andresito e Irving, la única diferencia, es que estoy más convencido de lo que estaba luchando a los 23, y cuando fui preso a los 18 por no querer matar coreanos. Hoy estoy más convencido de la razón de mi lucha, de que yo estaba correcto en ese momento y lo sigo estando…”

Gracias Rafael por tu vida, tu valor, tu sacrificio; por tus risas, tus anécdotas. Patriota, revolucionario, íntegro, ícono de lucha y resistencia de la nación puertorriqueña.

Honrándote, honramos la Patria.

*La XVI Feria Internacional del Libro de Puerto Rico (FIL-PR) honró el jueves 17 de octubre de 2013 la figura del exprisionero político Rafael Cancel Miranda al dedicarle la Feria y otorgarle el Gran Premio Nacional Ricardo Alegría 2013. El Dr. Héctor L. Pesquera Sevillano, copresidente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano de Puerto Rico ofreció la semblanza sobre nuestro héroe.

Semblanza de Rafael Cancel Miranda
Héctor L. Pesquera Sevillano

Buenas noches…

Tengo el privilegio de ser médico de Rafael Cancel Miranda. Pero no vengo a hablarles de su récord médico, sino de su Récord Patriótico.

Si hay algo que identifica a Rafaelito es su forma de relatar sus anécdotas. ¿Quién no ha reído con él ante su capacidad de minimizar su grandeza, como cuando llama ‘’tiritos’’ a la hazaña revolucionaria del ataque nacionalista al Congreso en Washington? Una de las anécdotas que muestran su valentía, compromiso y heroísmo se dio durante el juicio contra Lolita, Irving, Andrés y él mismo; Rafaelito narra el episodio así: “En Washington estaban presionando a Lolita en la silla de los testigos para que dijera quién compró las armas; y yo, que siempre he sido arrogante... me paré y le dije: ‘I bought the gun’, que yo compré las armas. Luego, cuando estamos en Nueva York, el juez me pregunta si podía describir a quién le compré las armas. Y yo, mirando el fiscal le dije ‘usaba los lentes así’, ‘se peina así’, y el fiscal se da cuenta de que lo estaba describiendo a él. Esa noche me cayeron encima, me vino Alcatraz y tres años extra”.  

Ese es nuestro Rafael Cancel Miranda a quien esta noche rendimos homenaje. Patriota, revolucionario íntegro y solidario, poeta, músico y escritor, y que sobre todo, no ha perdido su capacidad de amar y reír. Un compañero de luchas que conoció desde su niñez lo que es vivir bajo el colonialismo del imperio estadounidense.

“Pito”, nombre cariñoso con el que se le conoció en el Mayagüez donde nació el 18 de julio de 1930, creció en un hogar nacionalista.

Rafael Cancel Rodríguez, su padre, presidía el capítulo del Partido Nacionalista de Mayagüez; su madre de crianza Francisca Martínez (su madre Rosa Miranda falleció al nacer Pito) era miembro de Las Hijas de la Libertad, rama femenina del Partido Nacionalista.

Pito se crió entre mítines y reuniones. Sus padres lo llevaban con ellos a todas las actividades patrióticas.

Fue en una de esas actividades donde Pito supo el verdadero significado del colonialismo, de su brutalidad contra los puertorriqueños y patriotas y que definitivamente le convirtió en el hombre que es hoy: un revolucionario.

El 21 de marzo de 1937, casi por cumplir los siete años, fue testigo de la Masacre de Ponce el Domingo de Ramos. Sobre el sangriento y despiadado ataque nos dice: “Cuando vi a mi madre adoptiva regresar con su traje blanco ensangrentado, y conocer que los amigos de mi padre habían muerto por las órdenes del general estadounidense Blanton Winship supe que teníamos un enemigo mortal”.

A los pocos días de la Masacre y motivado por sus sentimientos patrióticos ahora más fortalecidos, Rafaelito sufrió en carne propia la represión. El niño se negó a saludar la bandera opresora en la escuela y de inmediato fue expulsado del salón de clase.

A esta primera acción revolucionaria le siguieron otras. Poco antes de graduarse de cuarto año participa en una huelga estudiantil en protesta por el uso del inglés en la escuela. Rafaelito fue expulsado y tuvo que mudarse a San Juan para finalizar sus estudios.

Pero esto no fue todo. El joven cadete nacionalista fue arrestado a los 17 años por negarse a inscribirse en el ejército de Estados Unidos. Fue sentenciado a cumplir dos años y un día en una cárcel en el Estado de Florida. Rafaelito recuerda de forma jocosa el episodio: “Me arrestaron camino a la escuela con mis libros. Fui condenado a dos años y un día y enviado a una prisión de Tallahassee, Florida, donde estuve desde 1949 hasta 1951. No pude tener rebaja, pues le jalé unos piñazos a un policía abusador. Salí de 20 años y al llegar a Puerto Rico los yanquis me quisieron encarcelar por lo mismo.”
Ante esta nueva represalia, la familia y amigos de Rafaelito deciden que vaya a Cuba bajo otro nombre: Rafael Rodríguez, el segundo apellido de su padre. Llega a la república hermana por Santiago de Cuba.

En la Cuba gobernada por Carlos Prío Socarrás, Cancel Miranda contactó con Pedrito, el hijo de don Pedro Albizu Campos que le consiguió alojamiento en la calle Obispo de La Habana. En La Habana comienza a trabajar en Obras Públicas, “dando pico y pala en las calles”.

Nuestro héroe pasó catorce meses picando piedras.

Participaba en la construcción del túnel de La Habana a Marianao, hasta que Fulgencio Batista toma el poder en Cuba y le llega la noticia de que un puertorriqueño revolucionario y buscado por el gobierno de Estados Unidos se encuentra bajo otro nombre en el país.

Rafaelito fue expulsado de Cuba y entregado a los yanquis. De ese momento recuerda: “En el 50 hubo una insurrección nacionalista en Puerto Rico, en la que participó mi padre, quien luego cayó preso. Desde entonces, el FBI me estaba buscando. En el 1951 yo publico en un periódico habanero un artículo rememorando, en el primer aniversario, aquel alzamiento. La embajada yanqui se enteró y le reclamó al gobierno de Prío Socarrás por mí y otro puertorriqueño, Reynaldo Trilla. Nosotros respondimos que no teníamos que ir a la embajada de Estados Unidos en Cuba, porque no era la nuestra. Después del golpe contra Prío Socarrás, la policía batistiana nos arrestó. Me metieron en Tiscornia, donde recluían a los extranjeros. A Trilla y a mí nos expulsaron en agosto del 52. Fíjate que honor, expulsado por Fulgencio Batista y luego abrazado por Fidel”.

De regreso a Puerto Rico lo encarcelan de nuevo, esta vez en la cárcel de La Princesa del Viejo San Juan en la cual tuvo el privilegio de compartir con la figura máxima del nacionalismo: don Pedro Albizu Campos, quien a la sazón cumplía condena allí. Esta sería la última ocasión en que ambos se encontrarían físicamente.

Al salir de la cárcel decide marchar hacia las entrañas del monstruo: Nueva York. Allí comienza una nueva etapa de compromiso y trabajo arduo por la independencia de Puerto Rico. Hasta que llega la orden.

El primero de marzo de 1954, cuatro puertorriqueños llegaron a Washington de paseo. Como turistas entraron a la mole del imperio, el Congreso. Lolita Lebrón, Irving Flores, Rafael Cancel Miranda y Andrés Figueroa Cordero vivían como tantos otros puertorriqueños en las entrañas del monstruo. Llegaron a la urbe por necesidad. Puerto Rico sucumbía bajo la bota colonizadora de Estados Unidos. Había que buscar trabajo donde fuera. Así comenzó la gran emigración hacia el Norte donde hoy viven en exilio económico más de 4 millones de compatriotas, sobrepasando la población actual que vive en Puerto Rico.

Es en la década del 50 que el Partido Nacionalista, dirigido por don Pedro Albizu Campos, decide que es hora de atacar al imperio en su propio territorio; allá en Washington. Había que enviarle un mensaje directo al mundo, a la comunidad internacional que se alineaba con Estados Unidos. Puerto Rico estaba en vías de convertirse en el Estado Libre Asociado. Una entelequia con la cual Estados Unidos pretendía eludir la acusación  de poseer una colonia a las puertas del Caribe. El país sería de ellos, gobernado por ellos, pero para el exterior, sería un país “autónomo”, con su propia Constitución; una constitución que ellos vetaron a gusto y gana y que a la postre, la de ellos prevalece.

Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero compraron un boleto de ida; sabían que de aquella acción revolucionaria no regresarían. El 1º de marzo de 1954, el comando boricua hizo saber al mundo que el llamado ELA era un fraude, un engaño.

Antes de que la policía cayera sobre él, Cancel Miranda disparó ocho tiros desde las gradas del Congreso. Por esta acción libertadora los cuatro estuvieron en el corredor de la muerte. Más adelante lo enviarían a la prisión de Alcatraz. Rafaelito estuvo recluido en siete prisiones de los Estados Unidos. Hasta le tuvieron en tratamiento para “modificar su conducta”, se ve que no conocían los esbirros contra quién estaban lidiando: con un boricua bragao.

El mismo Rafael narra su experiencia: “Por ejemplo, me enviaron directo a Alcatraz, una  isla por allá en San Francisco (California). A los 6 años me pasaron a Leavenworth, donde hubo una huelga de presos y dijeron que yo la organicé. Allí me aislaron, me tuvieron por 5 meses comiendo del piso, encalabozado, aislado, nos sacaban  una vez a la semana, los sábados, para bañarnos. Luego me sacan en cadenas y esposas a la prisión Marion, allí estuve solo, 9 años. Marion era la súper máxima cuando cerraron Alcatraz. En Marion, me tuvieron 18 meses en un programa llamado Behavior Modification Program, para modificar el patrón de conducta. Usaban droga valium, toradol y cincrolisi, entre otras, y si eso no funcionaba, la maceta. Antes de esto, en la cárcel del Bronx, me habían caído siete de ellos encima, uno de ellos grandísimo me tiró, yo lo esquivé, lo mandé y aparecieron seis  detrás de él, y ahí me rompieron a ‘patás’ los dientes. Me tiraron a matar. Cuando ya me tienen en el piso, me daban ‘patás’ en la cara y cuando creyeron que me tenían,  me cogieron  como un saco de papas, me pusieron en un camastro y me tiraron agua encima. Entonces abrieron  las ventanas, era octubre, tiempo frío... Querían que cogiera una pulmonía. Esto fue en el 54 y todavía en el 72 me dolía.”

Cancel Miranda soportó el encierro, los golpes y torturas de sus carceleros sin que amainara su entereza revolucionaria y menos aún, el amor a su Patria.

La lucha internacional por la excarcelación de los nacionalistas presos fue clave para su liberación. Tras 25 años encarcelado, regresa a Puerto Rico y es recibido junto a los otros nacionalistas con una gran celebración de pueblo. Nuestros héroes recibían el homenaje de la Patria.

Con su retorno, la lucha no termina para Rafael. Desde el momento en que pisa suelo boricua comienza a participar activamente en toda reivindicación de nuestra puertorriqueñidad e independencia.

Lo vemos en Vieques desafiando a la marina en la Isla Nena, dictando conferencias en y fuera de Puerto Rico donde se solicita su presencia, rechazando el pasaporte gringo, como autor de libros memorables, escribiendo artículos para la prensa y más que nada, siendo solidario con causas justas como la lucha por la excarcelación de los cinco antiterroristas cubanos, el bloqueo contra Cuba; la solidaridad contundente con la Revolución Bolivariana de Venezuela; concediendo entrevistas en donde explica la situación terrible que vive Puerto Rico bajo el imperio, denunciando golpes de Estado y guerras provocados por Estados Unidos en Nuestra América y el mundo, y muchísimo más.

Por su sacrificio revolucionario ha recibido varias condecoraciones internacionales como la Orden José Martí, y la Orden ‘’El Mehdi Ben Barka’’ instituida por el Secretariado Ejecutivo de la OSPAAAL en el año 1986.

Es un orgullo conocer a Rafael Cancel Miranda. Un patriota donde convergen todos nuestros héroes desde Ramón Emeterio Betances, Eugenio María de Hostos, Pedro Albizu Campos, Filiberto Ojeda Ríos y tantos otros que levantaron el pabellón de la Patria.

Hoy estamos aquí homenajeando a este boricua “sin una cana gringa”, como él mismo se describe y añade: “La diferencia entre aquel joven de 23 años que entró al capitolio gringo con Lolita, Andresito e Irving, la única diferencia, es que estoy más convencido de lo que estaba luchando a los 23, y cuando fui preso a los 18 por no querer matar coreanos. Hoy estoy más convencido de la razón de mi lucha, de que yo estaba correcto en ese momento y lo sigo estando…”

Gracias Rafael por tu vida, tu valor, tu sacrificio; por tus risas, tus anécdotas. Patriota, revolucionario, íntegro, ícono de lucha y resistencia de la nación puertorriqueña.

Honrándote, honramos la Patria.