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La segunda vuelta en las elecciones presidenciales de Colombia: el triunfo del presidente Juan Manuel Santos PDF Imprimir Correo
Escrito por Alejandro Torres Rivera / MINH   
Sábado, 21 de Junio de 2014 04:33

colombiaEn la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Colombia, salió electo presidente de este país suramericano su actual incumbente, Juan Manuel Santos. Contradictoriamente a lo que es y ha sido su postura ideológica, Santos fue reelecto en alguna medida, gracias al apoyo de sectores de la izquierda colombiana que vieron en este presidente de ideología burguesa y neoliberal, un detente en el ascenso al poder en Colombia del candidato de la extrema derecha neofascista Oscar Iván Zuluaga.



Contrario a la primera vuelta electoral efectuada el 25 de mayo, en la cual Zuluaga superó en número de votos a Santos en una proporción de 29.3% de los votos frente a 25.7% de un total de participación de un 40% de los electores capacitados para votar; en esta segunda vuelta, con un incremento de la participación electoral de un 40% a un 47.89% de los votos, Santos alcanzó el 50.95% de los votos emitidos frente a un 45% de su rival Zuluaga. En Colombia, el número de electores habilitados para esta consulta era alrededor de 32 millones. Si bien la segunda vuelta significó un incremento en el número de participantes de 13.2 millones en la primera vuelta a casi 15.8 millones en la segunda vuelta, lo cierto es que más de 15 millones de colombianos se mantuvieron fuera del proceso electoral.

De acuerdo con expresiones de Santos al ser reconocido como ganador de las elecciones, su triunfo fue el triunfo de la unidad. ¨Millones de compatriotas votaron por la ilusión de cambiar el miedo por la esperanza¨, fueron sus reacciones iniciales. ¨Lo que estaba en juego no era el nombre del candidato sino el rumbo del país¨, indicó más adelante. Juan Manuel Santos se expresó también en aquel momento a favor de la continuación y ampliación de las negociaciones de paz, de la libertad y la justicia social para los colombianos.

Se ha discutido mucho sobre las razones por cuales Santos, que hace unos meses en encuestas realizadas antes de la primera vuelta se colocaba sobre Zuluaga por un margen de casi 10% en los votos, sucumbió al avance de este último en esa primera vuelta. Se mencionan entre otros factores, el agotamiento de la figura de Santos como Presidente; el apoyo que representaba el respaldo abierto y directo del ex-Presidente Álvaro Uribe a Zuluaga; elementos mediáticos relacionados con la manera equivocada de Santos hacer su campaña, anteponiendo su nombre de pila ¨Juan Manuel¨ al nombre por el cual se le ha conocido históricamente en la política colombiana de ¨Santos¨; la diversidad de los partidos que participan de una primera vuelta frente a las opciones del elector, a cuando en una segunda vuelta concurren solo dos candidatos; y claro está, el apoyo económico y financiero colocado por los sectores oligárquicos y del narcotráfico a disposición del candidato opositor sobre Santos.

A favor de Santos, en esta segunda vuelta se mencionan como factores decisivos, la aspiración del pueblo colombiano al cese de más de cincuenta años de guerra civil; la esperanza que  representa para el objetivo de la paz en Colombia, las negociaciones que desde hace dos años se desarrollan en Cuba entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); y la eventual integración en los diálogos de paz del Gobierno al Ejército Liberación Popular (ELP), la segunda fuerza guerrillera más importante hoy día en Colombia, después de las FARC.

A favor de Santos también se encontraba su proyección como Jefe de Estado y su rol a favor de los procesos de integración en América Latina; su política de distensión hacia su país vecino, la República Bolivariana de Venezuela; y los riesgos que representa el ¨uribismo¨ como fenómeno de la extrema derecha de la oligarquía colombiana para el futuro de Colombia. A lo anterior, puede sumarse, además, que en una segunda vuelta, donde ya no participan otras agrupaciones políticas y candidatos, se materializa el apoyo de sectores que antes no participaron o participaron desde otras entidades políticas a uno de los dos candidatos que finalmente concurren a elecciones como parte de una segunda vuelta electoral dentro del marco de políticas de alianzas de diversos sectores y clases sociales.

Si bien no puede decirse que todos los 2.5 millones adicionales de electores que participaron en la segunda vuelta provengan del centro izquierda o de la izquierda colombiana, ciertamente en los días que precedieron la segunda votación, cada vez, más personalidades y organizaciones se pronunciaban a favor de Santos como única opción frente al regreso del uribismo a la presidencia de la República.

En un escrito anterior, discutido en el programa radial Ventana al Mundo desde Puerto Rico, se indicaba con toda razón que tampoco deberíamos llamarnos a engaño pensando en que un voto por Santos frente a Zuluaga, era un voto por un candidato de la izquierda o centro izquierda frente a uno de derecha. Como ocurre en Estados Unidos y Puerto Rico con la existencia de dos partidos principales que en alternancia comparten en el poder, la gestión política de los partidos y candidatos en este tipo de elecciones, en no pocas ocasiones proyectan sus propuestas desde la perspectiva de una misma clase social, ocultando así algunas de sus principales diferencias. En otras ocasiones, sin embargo, por encima de tales similitudes, se identifican diferencias o posiciones que llevan a los electores a  optar, incluso coyunturalmente, por una u otra alternativa electoral.

Ciertamente, tanto Santos como Zuluaga, representan los intereses del capital y de la oligarquía colombiana. Ambos coinciden en tener como aliado y sostén de sus gobiernos el vínculo existente con Estados Unidos, incluyendo el  Plan Colombia. Ambos rechazan desde el punto de vista de la ideología y de la economía la propuesta socialista. Pero incluso, aún bajo tal realidad, el ejercicio del poder político en uno y otro caso, y las manifestaciones y consecuencias  sociales en sus discursos, son distintas en la manera en que uno y otro proyectaba lo que sería su mandato de haber sido electos.

Sí, hay variaciones importantes entre Santos y Zuluaga en el tratamiento de la búsqueda de la paz en Colombia; sí hay diferencias en sus posiciones ante la Revolución Bolivariana y la manera de relacionarse Colombia con Venezuela en el plano de la política internacional; sí, hay visiones diferenciadas en los métodos propuestos por ambos candidatos para la búsqueda de acuerdos políticos y económicos dentro del marco de la integración latinoamericana y caribeña; y sí, en alguna medida, también hay diferencias entre ellos en materia de derechos humanos.

Como Ministro de Defensa bajo el gobierno de Álvaro Uribe, Santos fue clave en el rescate de la prisionera de las FARC, Ingrid Betancourt, y en la liberación de otros prisioneros de guerra capturados por la guerrilla colombiana, incluyendo algunos estadounidenses. Sin embargo, contrario a lo que habría sido el curso de acción de Uribe durante su mandato, y consciente de que en Colombia, a pesar de la intervención estadounidense a través del Plan Colombia, no hay una salida militar al conflicto armado, Santos optó por la búsqueda de una salida política.

La realidad es que las conversaciones llevadas cabo en Cuba han ido mucho más allá que la firma de un mero armisticio o  de un Acuerdo de Paz. En ellas, a instancias de las FARC, también se ha entrado a examinar los temas de la tierra y reforma agraria; la vigencia de los derechos políticos; y el tema de los derechos humanos. Ciertamente estas negociaciones también abren la posibilidad de llegar, en su momento, a los temas de la paz; de la desmovilización de los destacamentos y unidades guerrilleras; a la depuración de las fuerzas armadas y la policía; al restablecimiento de un clima de respeto y tolerancia hacia la presencia de agrupaciones políticas de izquierda en la vida colombiana; al mejoramiento de las condiciones de vida de la población en lo que hasta ahora han sido las zonas de guerra; al tema de la repatriación de los refugiados; y otros tantos temas, sujetos a acordar entre las partes, sin los cuales cincuenta años de conflictos armados en Colombia no cesarían.

Para un país de las dimensiones físicas de Colombia, su población, su apertura a dos Océanos y su ubicación geopolítica, la solución del conflicto armado interno es esencial para su eventual desarrollo y progreso. Ciertamente Colombia es una pieza clave en la estabilización de América del Sur y América Latina en su conjunto.

El partido por el cual concurrió Zuluaga a las elecciones presidenciales es un partido, que si bien es muy joven en su desarrollo, durante las pasadas elecciones legislativas, demostró su empuje y avance político capturando un número importante de escaños legislativos, incluyendo la elección del expresidente Álvaro Uribe como Senador. No hay quien falte en decir que la postulación de Uribe al Senado no fue sino una toma de la temperatura política que le orientara a presentarse, una vez más, habiendo transcurrido el actual mandato de Santos, como candidato a la presidencia de Colombia en las próximas elecciones de 2018. Por lo pronto el país tendrá a Santos como presidente, claro está, por los próximos cuatro años si sus dificultades de salud así se lo permiten.

Son muchas las situaciones que le tocará enfrentar a Juan Manuel Santos en este segundo mandato. El apoyo recibido a su candidatura desde diversos sectores de la izquierda no es ni debe ser en adelante considerado por Santos un cheque en blanco. Por el contrario, ese voto que desde el centro izquierda e izquierda aseguraron el triunfo de Santos, es el mejor recuerdo al presidente reelecto de que para gobernar, deberá contar con esos mismos sectores como nuevos interlocutores de la política colombiana, incluyendo una postura consecuente en pro de la paz en el país y del desarrollo real de una política de integración latinoamericana y caribeña. Habrá que ver si sus palabras a los efectos de que estamos ante el fin de más de 50 años de violencia en Colombia es una expresión retórica electoral o un compromiso político que habrá de ser cumplido durante su mandato de los próximos cuatro años.

 

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