Antonia Martínez Lagares: Hija de la Libertad Imprimir
Escrito por José M.. Santos Valderrama / JH   
Domingo, 06 de Marzo de 2016 18:27

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La historia de nuestro país, enmarcada en un rompecabezas colonial desde hace siglos, ha sido testigo de muchos eventos dolorosos que sin importar el tiempo transcurrido y las condiciones particulares de cada momento histórico, permanecen intactos en la conciencia de muchos puertorriqueños y puertorriqueñas.

 

 

 

Ahora bien, hoy más que nunca, bajo la tiránica maquinaria imperialista del gobierno de Estados Unidos y la colaboración de una clase política colonialista que cada cuatro años se intercambia la administración de la colonia. El momento histórico al cual nos enfrentamos como pueblo, exige que al igual que Antonia, canalicemos nuestra rabia individual en un grito colectivo de denuncia y acciones concretas para que de una vez y por todas expulsemos este repugnante régimen colonial de las entrañas de nuestra tierra. Toñita, como también le conocían, es un claro ejemplo de la altura a la cual hay que aspirar para vivir nuestras convicciones más allá de predicas y consignas que en ocasiones contribuyen a la inmovilidad. Ahora bien, no empece a las condiciones en las cuales el plomo apagó su dulce, tierna y hermosa mirada; su valentía, sensibilidad, solidaridad y amor por la patria, son un digno ejemplo para los y las que nos adentramos en el complejo, pero transformador sendero de la lucha por la independencia de Puerto Rico.

Antonia, no titubeó en denunciar la injusticia y la opresión, no le impuso condiciones a sus palabras o sus acciones, y como un roble escribió en los anaqueles de la historia, un capítulo que permanecerá por siempre en la conciencia del pueblo puertorriqueño.  Esta digna mujer arecibeña, no solo merece que hoy conmemoremos su vida, sino que más allá de estos actos, el momento histórico nos impone la necesidad de trascender las paredes de este campo santo e inundar las calles con su legado de amor y esperanza, cuya consigna está proscrita en una gesta de profundo patriotismo y solidaridad. Hace 46 años, la injusticia y el odio engendrados por la colonia, nos arrebataron el cuerpo, pero no así el espíritu de esta extraordinaria mujer puertorriqueña. De modo que, su grito de libertad contra el asesino que presionó el gatillo y los que ordenaron y/o contribuyeron a la consecución de este vil crimen, debe recordarnos la importancia de comprender y perdonar, pero nunca olvidar los hechos y la impunidad.

No podemos permitir por más complejo que pueda ser; que el odio o el rencor embarguen nuestros corazones, porque de nuestra conciencia debe gestarse el genuino amor que inspiró a que Antonia, decidiera hacerle frente a la represión y luchar por la justicia y la libertad. Ese amor que construye y no divide, el amor que cuestiona lo injusto y crea las condiciones necesarias para que pueda gestarse la solidaridad, ese amor que no impone condiciones; pero que exige el deber de ser útil a la sociedad y al bien común. Antonia, nos enseña que la voluntad de acción es necesaria para que nuestras convicciones puedan plasmar un detonante de organización, concienciación y movilización colectiva. Dicho esto, ¿Cual es el significado que deja Antonia a la juventud puertorriqueña?

Antonia, encarna la imperiosa necesidad de que las presentes y futuras generaciones de jóvenes puertorriqueños rompan las cadenas del miedo que en múltiples dimensiones: políticas, económicas, sociales, psicológicas y espirituales, han sido impuestas por el colonialismo. Ser indiferentes al dolor y a la miseria que sumergen a nuestro pueblo a la esclavitud colonial, es indigno. La neutralidad nos lleva a actuar en complicidad con las fuerzas del imperio. Resistir en la militancia e integrarnos a la lucha por adelantar la justicia social y la independencia de Puerto Rico desde diversos espacios organizativos, en conjunto con la concienciación crítica y política, son el arsenal necesario para construir el camino hacia un nuevo amanecer. Antonia, nos invita a manifestar y utilizar nuestra rabia e indignación individual y colectiva; no como un amuleto de la suerte, sino  más bien como el instrumento definitivo desde el cual se gesta la nueva patria. Hace mucho tiempo mientras desayunaba junto a su familia Antonia dijo: “¡Por favor Mami!, pídeme que te prometa cualquier cosa menos eso. No puedo ser indiferente a lo que pasa en la Universidad. Si tú estuvieras allí, comprenderías lo que quiero decir. Si me toca morir, que sea luchando por mi patria, contra la injusticia. Y si tengo algún día que agarrar un fusil, lo haré. Cuando muera, que cubra mi cuerpo una bandera de Puerto Rico...”. La vida de Antonia, propone a la juventud puertorriqueña realizarse dos preguntas cruciales: ¿A qué aspiramos? y ¿Cómo construir el camino?

El dramaturgo puertorriqueño Roberto Ramos Perea, en una carta dirigida a Antonia, expone: “Antonia fue la que nos enseñó a gritar la rabia. Antonia nos enseñó que los pueblos no perdonan ni olvidan. Antonia es una historia de un pueblo que busca y se halla en sus finos labios que nos besan en huracán. Antonia es tantas cosas del alma ungida de revolución, que recordarla todos los años, más que una obligación, será un privilegio para el alma. Bella mujer puertorriqueña, patriota entera, ovario fuerte y generoso, que da a luz al retoño de la esperanza, tú, querida amiga y compañera, me quedo con tu imagen reluciente, me quedo con tu grito, me quedo con tu rabia, porque sí, tu rabia es útil. Ha sido útil porque nos trae aquí a recordarte. A recordarte la falta que hoy nos hacen puertorriqueños como tú.

Por favor, guerrera, renace en los vientres de nuestra nación, sigue gritando tan alto como pueda tu memoria, porque esa rabia, querida mía, ¡es santa!

Y si la República ha de vivir en el corazón del grito, que sea tuyo el grito en furia la que la proclame. ¡Viva la República, abajo los asesinos!”


Dicho esto, continuemos trabajando para preservar, difundir y defender a capa y espada el legado de esta insigne patriota que vivirá eternamente en la conciencia, el corazón y las acciones de todos y todas los y las que nos sentimos orgullosos de los hijos e hijas que ayer, hoy, mañana y siempre, defienden y luchan por el derecho a la libre determinación e independencia de nuestro pueblo.

¡Que viva Antonia Martínez Lagares!



Ponencia presentada en la Conmemoración de Antonia Martínez Lagares, en el cementerio La Santa Cruz, ubicado en el pueblo de Arecibo, P.R.

Referencias:
Muriente Pérez, J. (1985). Antonia Martínez. Julio A. Muriente Pérez. La palabra comprometida (1979-1999). San Juan. Publicaciones Gaviota.
Ramos Perea, R. (2014). Carta a Antonia Martínez Lagares.