Leonard Weinglass, Filiberto Ojeda y la Revolución cubana Imprimir
Escrito por Elma Beatriz Rosado   
Viernes, 25 de Marzo de 2011 02:34

elmabeatriz“Puerto Rico, no podemos esperar a ser libres.” Ése era el nombre del panel al cual había sido invitada a participar.



Ha pasado un año desde que participé en el panel que se llevó a cabo en el “Left Forum”, en la ciudad de Nueva York. El 20 de marzo de 2010, hablé en Pace University, contando fragmentos de nuestra historia de lucha por la libertad; de la lucha libertaria de Puerto Rico. Conté una historia política, que también resultaba ser una historia personal. La historia de Filiberto Ojeda Ríos, el Revolucionario puertorriqueño asesinado por el FBI el 23 de septiembre de 2005. Filiberto era compañero de lucha, y era también mi esposo.

“Filiberto fue un revolucionario. Creía en el derecho inalienable de los pueblos a su libertad, a ser los dueños de su propio destino. Siendo esa lucha libertaria la máxima que rigió su vida, no estaba dispuesto a renunciar a ningún mecanismo de defensa para proteger y defender su patria. En su guía revolucionaria, Filiberto combatió a través de todas las maneras posibles, excluyendo el terrorismo. Su práctica era una de Humanidad, piedra angular de su formación revolucionaria. Constantemente expresaba que no permitiría el atropello de una hermana o un hermano puertorriqueño, sintiendo a sus compatriotas como a su familia misma.”

Esas son algunas palabras de mi presentación. Cuando hago referencia a su formación revolucionaria, me refiero a la Revolución Cubana, en la cual se inspiró, y fue su motivación para aprender sobre la Historia de Puerto Rico y concebir la Revolución Puertorriqueña. Su historia es la historia de la perenne lucha de liberación de nuestra nación, Puerto Rico.

El 21 de marzo yo estaría asistiendo a otro panel, esta vez como espectadora en el panel “Liberen a los prisioneros políticos puertorriqueños”. La compañía teatral de Chicago, “Batey Urbano” presentó la obra “Crímenes contra la humanidad.” Me conmovió la presentación de nuestros compañeros puertorriqueños de Chicago, en su campaña por la liberación de los prisioneros políticos puertorriqueños encarcelados injustamente por el gobierno de Estados Unidos.

Hice una petición inusual a mis anfitriones. ¿Podríamos quedarnos al próximo panel? No está en mi naturaleza solicitar acomodo especial, pero esta sola vez estaba dominada por mi afán de asistir a un panel de especial significación para mí: “El terrorismo en contra de Cuba y el Caso de los 5 Cubanos”. Sentía una necesidad de estar allí, en apoyo de nuestros compañeros, y también necesitaba ver a Leonard Weinglass, abogado de Los Cinco Cubanos, quien estaba programado como uno de los conferenciantes. Sentí un enorme agradecimiento hacia mis anfitriones, por su entendimiento.

Asistimos al panel, y yo tuve la muy especial -y que ahora se ha convertido en única- oportunidad de saludar al Sr. Weinglass y dejarle saber sobre los profundos sentimientos de aprecio que Filiberto había expresado hacia él. Filiberto solía referirse a Lenny con tan altos elogios y solía rememorar acerca del gran respeto que Lenny profesaba hacia los demás, y sobre las extraordinarias conversaciones que ambos tuvieron.

Todavía conservo la preciada memoria de la mirada de Lenny. Miró profundamente en mis ojos, como tratando de hacer contacto con Fiiberto, y, por un instante, vi un brillo en sus ojos que pareció confirmar que lo había logrado. Nunca olvidaré a Lenny, ni su sonrisa.

La Revolución Cubana nos llevó a encontrarnos; ambos estábamos ahí por este vínculo muy especial con Cuba y con la Justicia. Estoy inmensamente agradecida de haber tenido la oportunidad de conocer a Lenny y dejarle saber el alcance de lo que significaba para Filiberto. A Lenny, estas palabras de una amada revolución; palabras que seguramente le diría Filiberto: “Hasta la victoria siempre”.