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Un independentista puertorriqueño llamado Ricardo Alarcón de Quesada PDF Imprimir Correo
Escrito por Rafael Anglada López / Programa de mano de 50 años de la Misión   
Sábado, 11 de Junio de 2016 16:57

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A mis 66 años de edad, puedo afirmar que soy un independentista con mucha buena suerte. Tuve, en años tempranos, dos grandes maestros en el recabo de la solidaridad internacional con nuestra causa libertaria, Juan Mari Brás y Ricardo Alarcón de Quesada.



Cuando lo conocí en Naciones Unidas en Nueva York, yo tenía 22 y Ricardo algunos 34. Yo estaba de tránsito de San Juan a Praga y Ricardo era, ya hacía algunos años, el embajador de Cuba ante Naciones Unidas y el embajador que más joven había presentado credenciales ante el Secretario General U-Thant. Yo andaba en los zapatacones de entonces y no debo haberle causado una buena impresión.

En septiembre de 1973 Juan Mari Brás me envió a Naciones Unidas para cabildear, a tiempo completo, de lunes a viernes, lo que ahora llaman 24/7, a favor de la independencia de Puerto Rico. En agosto de 1972 el Comité Especial de Descolonización aprobó el primer texto sustantivo relativo a Puerto Rico, y en agosto de 1973 escuchó por primera vez a los peticionarios independentistas Juan Mari Brás y Rubén Berríos Martínez. La instrucción que me dio Juan era obvia, “mantente cerca de Ricardo”. Como diríamos en el baloncesto, cerca de la bola y el canasto, y si posible, en el área de los tres segundos.

Son muchas las anécdotas que tuve el honor de compartir con Ricardo. Una que nunca olvidaré fue en diciembre de 1974. Cuba no era miembro del Comité de Descolonización. Eso limitaba nuestros esfuerzos. La Venezuela de Carlos Andrés Pérez era miembro.

El embajador de aquella Venezuela era descendiente de puertorriqueños y solidario con nuestra lucha, Leonardo Díaz González. Ambos se idearon que Venezuela renunciara al escaño y Cuba solicitara su admisión al Comité de Descolonización de la ONU. Se entendía entonces que el Comité podía tener solo 24 miembros. El nuevo nombramiento se haría, conforme al documento que le dio vida al Comité, “por designación” del Presidente de la Asamblea General de la ONU, un experimentado jefe guerrillero argelino, Abdelaziz Bouteflika, que hoy preside a Argelia. La amistad de Ricardo y el argelino era, y es, privilegiada.

Los ardides de Washington fueron interminables. Cuando llegó la discusión al plenario, el candidato de Washington era el régimen dictatorial guatemalteco. Se le acercó un experimentado diplomático africano anticomunista de mucho prestigio, Medounne Fall de Senegal, y le dijo a Ricardo: “somos ideológicamente contrarios, pero no voy a permitir que tus legítimos reclamos anticolonialistas sean puestos en entredicho por esta farsa de Occidente”.

El cuento largo corto, es que Ricardo, Cuba y Puerto Rico triunfaron. Recuerdo que cada trago de celebración me costó $3.90, que en aquella época era como el salario de una semana.

La admisión de Cuba ante el Comité de Descolonización me costó tener que posponer mi boda en Nueva York. La pudimos celebrar días después en la alcaldía de Nueva York, el sello municipal me costó cinco dólares, Ricardo pagó los tragos y yo todavía estoy casado.

Meses después , en marzo de 1975, se celebró una Conferencia Ministerial del Movimiento de Países No Alineados en la playa habanera de Santa María del Mar. Nuestra delegación estuvo integrada por Fermín Baltasar Arraiza Miranda, Pedro Baigés Chapel, Carlos Rivera Lugo y quien suscribe. Como a las dos de la madrugada, no teníamos los votos para prevalecer, Ricardo nos dijo: “esperemos algunas horas, la noche es temprana”. A eso de las seis de la mañana aparecieron los votos. Siempre recuerdo la ayuda de Salim Ahmed Salim de Tanzania y de un kuwaití que era muy amigo de Ricardo. Historias parecidas podrían hacer Norman Pietri Castellón durante la Segunda Cumbre de los No Alineados en el Cairo en 1964, o Florencio Merced Rosa durante la Conferencia Ministerial de Georgetown en Guyana en 1972. En el Cairo en 1964, cuando todo estaba derrotado, Ricardo le increpó al liderato conservador de los No Alineados (India, Indonesia, Egipto, Yugoslavia) lo siguiente: “vergüenza deben sentir ustedes en no dejar participar a esa dama puertorriqueña”. Se refería a la doctora Ana Livia Cordero. Así fue admitido el Movimiento Pro Independencia (MPI) de Puerto Rico ante el No-Alineamiento. Los otros integrantes de la delegación fueron Gabriel Vicente Maura y Norman Pietri Castellón.

Tengo que afirmar que Ricardo siempre se ha sentido felizmente acompañado de los independentistas puertorriqueños. Las tertulias nocturnas en la residencia de la querida Carmen Puigdollers en el West Side de Manhattan muy cerca del Río Hudson eran una buena oportunidad para conversar, planificar nuevos combates en la ONU y los No Alineados, y terminar leyendo poesía de Miguel Hernández, Juan Antonio Corretjer y León Felipe.

Ricardo siempre se encargaba que su amada esposa Margarita Perea, de quien siempre estuvo absolutamente enamorado, le escribiera a los Héroes Nacionalistas encarcelados en Estados Unidos, particularmente a nuestra Lolita Lebrón.

Ricardo siempre ha sido muy ágil en el tema puertorriqueño. Puerto Rico había sido derrotado en el Comité de Descolonización. Ricardo reconoció por las fotos de prensa a Hernández Colón en el Delegates Lounge en 1977. Ricardo le dijo al exgobernador: “felicidades, ustedes ganaron, nosotros perdimos”, y Hernández Colon le contestó: “no, ambos perdimos”. Se volvieron a ver en 1978. Cuando ambos quedaron viudos se intercambiaron mensajes de condolencia. Cuando Hernández Colon visitó La Habana para 2005, Ricardo entendió que había sido un acto valiente. Otros políticos no independentistas han visitado Cuba, como Ramón Luis Rivera, padre y más recientemente David Bernier en 2010.

Cuando Rubén Berríos Martínez habló recientemente como integrante de la delegación de Nicaragua ante la CELAC en Costa Rica en 2015, hubo sus marejadas en la política exterior latinoamericana y caribeña. Ricardo defendió la valiente postura Sandinista.

Me comentaba días después que no olvidaba cuando él había llegado a Naciones Unidas en Nueva York a mediados de los 1960, y quien “ le entregó” la embajada cubana a Ricardo, desde la cama de un hospital en Nueva York, había sido Juan Juarbe y Juarbe, nacionalista puertorriqueño que formaba parte destacaba de la joven diplomacia revolucionaria cubana.

Una vez en el Comité de Descolonización en el examen del caso colonial de Puerto Rico, nuestra querida Isabelita Rosado llevaba hablando aproximadamente una hora. Le transmití a Ricardo que algunos delegados estaban molestos. Me dijo: “no te preocupes, que aprendan estos delegados lo mucho que han sufrido los luchadores independentistas”.

Estuve en la ONU de 1973 a 1978, y posteriormente, en menor medida, de 1982 a 1989. En el periodo de julio de 1999 a octubre de 2011 estuve activo en el equipo de defensa de los Cinco Héroes Cubanos, liberados el 17 de diciembre de 2014. Durante esos doce años me tocó, nuevamente, estar muy cerca de Ricardo. Un honor que no merezco.

En la visita anterior de Ricardo a Puerto Rico, allá para 1982, apenas pude saludarlo. Juan me envió a Bagdad para una tarea importante. Me perdí a Ricardo en nuestra patria, pero así son las cosas.

Ricardo, bienvenido a tu segunda patria, ¡bienvenido a tu segunda patria!

 

*Texto en el programa de mano del 50 aniversario de la Misión de Puerto Rico en Cuba Juan Mari Brás.

 

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