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El papa Francisco, Fidel Castro y la corrupción PDF Imprimir Correo
Escrito por Luis Manuel Arce Isaac   
Miércoles, 24 de Enero de 2018 03:54

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El papa Francisco calificó la corrupción de “virus social” que infecta los cimientos de la democracia en la región. Fidel indicó que en esa batalla anticorrupción no habrá tregua con nadie, cada cosa se llamará por su nombre, y apelaremos al honor de cada sector.



El papa Francisco cerró su visita apostólica por Chile y Perú con un urgente llamado a eliminar la corrupción que asfixia a América Latina, la debilita y la hace vulnerable a todos los males que se derivan de esa lacra.

El sumo pontífice hizo la observación en una reunión con obispos peruanos unas horas antes de tomar el avión de regreso a Roma.

Trece años antes, en un histórico y descarnado discurso en el Aula Magna de la Universidad de la Habana en el año 2005, Fidel Castro advirtió a los cubanos de las potenciales consecuencias devastadoras que la corrupción podría significar para la primera revolución socialista de este continente.

El papa dijo que América Latina está inmersa en una profunda crisis de corrupción, con una política “muy enferma” en la mayoría de los países de la región.

Francisco fue casi apocalíptico: “Creo que la política está en crisis, muy en crisis, en América Latina por corrupción”, afirmó. “Hoy podemos hablar que gran parte de Latinoamérica sufre en su política una gran decadencia debido en parte a la corrupción. El caso Odebrecht es simplemente una anécdota chiquita”.

Botones de muestra son los casos del Brasil actual que, con Michel Temer tiene el gobierno más corrupto e inmoral que registre la historia del país, o del Perú con cuatro expresidentes de una moral podrida, o Honduras con un gobierno de facto indignante al cual ya apoya la OEA, el ente más corrupto sobre la faz de la Tierra.

Fidel fue dramáticamente directo y sincero al alertar que el país puede autodestruirse a sí mismo y la revolución autodestruirse. De allí su afirmación de que la batalla contra la corrupción es de vida o muerte, de ¡Patria o Muerte!

El papa Francisco calificó la corrupción de “virus social” que infecta los cimientos de la democracia en la región. Fidel indicó que en esa batalla anticorrupción no habrá tregua con nadie, cada cosa se llamará por su nombre, y apelaremos al honor de cada sector.

El santo padre concluyó que “la política está enferma, está muy enferma. Y hay excepciones. Pero, en general, está más enferma que sana”. Ambos, él y Fidel, no enseñan que la corrupción es una bestia a la que todos los días hay que matar por su desgraciada capacidad de recuperación.

Es un Alien que goza de un aparato de adaptabilidad y sobrevivencia perfecto y un portentoso sistema de reproducción para establecer colonias hasta en aquellos lugares en los que parece imposible medrar por la escasez, pobreza y penuria reinantes, o estar más resguardados ideológicamente.

Su expansión es erosionante como la metástasis del cáncer y puede acabar con dignatarios, quebrar gobiernos, demoler estructuras políticas y sociales y hacer estragos en proyectos y programas populares tan graves como los huracanes más feroces que con tanta frecuencia azotan el Caribe.

Sus efectos son tan dañinos que avariciosos de poder la han usado engañosamente como arma política contra líderes de limpia trayectoria, para sacarlos del poder echando mano a su dominio mediático y financiero. Ejemplos actuales sobran.

Las causas de la corrupción son conocidas pero no combatidas como deben hacer el Estado y la sociedad, y en muchas ocasiones se dejan sobrepasar y hasta justificar su condición delictiva, pero entre tantas malas y perversas están la ausencia de una conciencia social y la falta de educación o de una cultura del compromiso.

La corrupción tiene potencialidades de expandirse porque se ceba de debilidades humanas como la avaricia, el egoísmo, la apariencia de prestigio, el egocentrismo y otros antivalores del ser social. Pero no todo está perdido.

Fidel lo dijo, aunque en un tono muy crítico y aleccionador: “De algo estamos seguros: de que en cada ser humano hay una alta dosis de vergüenza. Cuando él se queda consigo mismo, no es un juez severo, a pesar de que, a mi juicio, el primer deber de un revolucionario es ser sumamente severo consigo mismo”. (ALAI)

 

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