Hay hombres y mujeres que como decía Hostos, viven su vida como viven los enfermos del ideal. Así ha vivido Oscar López. Por eso su rostro proyecta una paz inconmensurable que estremece a quien tiene el privilegio de verlo y escucharlo.

Nunca le he oído, en diecisiete años de conocerlo, una queja o un reproche, contra ningún compañero independentista, ni contra ningún puertorriqueño, incluyendo aquellos que él conoce que han pretendido hacerle mal. Su palabra edifica para que el optimismo de los que luchan no cese. Él sabe que mientras haya un independentista que crea en la libertad de su patria, el ideal de que mandemos en nuestra tierra no morirá. El ansia de libertad es como una semilla que en la sequía más inmensa, guarda para si una gota de rocío, lista para reproducirse cuando vengan mejores tiempos para los que la salvaguardaron. Los que sojuzgan a un pueblo y le niegan su libertad, tienen el castigo eterno de la historia, porque lo único que ha probado no ser inmortal, es la existencia de los imperios. Todos han resultado ser perecederos. No así la pertinencia y el valor de los que luchan por la libertad de los pueblos y por la construcción de una sociedad más justa, donde la dignidad del ser humano prime sobre toda conveniencia cortoplacista y sobre el afán de lucro.

Oscar se solaza recordando a las mujeres que lucharon a su lado y dice que tenemos que aprender a confiar en el valor que la mujer sabe demostrar en situaciones extremas. El lo vivió, cuando vio a una mujer de apariencia frágil, levantar de la silla a un burócrata para que atendiera los reclamos de justicia de varios latinos discriminados en la ciudad de Chicago. Del susto, el funcionario que era grande y pesado, se sacó un jipío que todavía es memorable para los que lo presenciaron. A sus setenta años, Oscar que ama tanto la libertad, que ha entregado la suya por lograr la de nuestro pueblo, quiere estar con su familia y su gente. Sin embargo, no está dispuesto a renunciar a sus ideales ni a poner en vergüenza su patria, que lo tiene como uno de los grandes iconos de la entrega y el pundonor de los que viven al nivel de los enfermos del ideal. Una vieja canción dice: No niego, que te quise locamente, como se quiere a un ideal. Así es la entrega de los que se enfrentan sólo con la fuerza de su espíritu, al imperio más poderoso de la historia, con el valor de saber que no tenemos las armas para derrotarlo, pero sí la fuerza moral para echar a pique su prestigio en el mundo, (Pedro Albizu Campos).

Hace quince años, el pueblo se levantó en digna resistencia contra el sistema que permitió la muerte de David Sanes en Vieques. Hoy, se va coaligando una resistencia similar contra el sistema que pretende la ejecución diferida del patriota Oscar López. Sectores religiosos, sindicales, políticos, figuras y organismos internacionales, de la más amplia variedad ideológica, expresan al Presidente de Estados Unidos, el clamor inequívoco de que les escuchen y confiera el perdón presidencial a quien tiene por delito, el reclamo del derecho de su pueblo a la autodeterminación e independencia, conforme lo consagra el derecho internacional en la Resolución 1514 XV. El 6 de abril lo visité en su mazmorra de Terre Haute. Allí me expresó su agradecimiento al pueblo que, por encima de diferencias ideológicas o de intereses, lucha unido por su excarcelación. Por la ventana de su celda, Oscar ve los verdores de su patria y vive avizorando el día en que la nación puertorriqueña, digo yo, se junte a recibirlo en su tierra como uno de sus hijos más preclaros y entregados a su causa. Barack Obama le debe ese acto de justicia a nuestro pueblo.


* El autor es portavoz de la Comisión Pro Derechos Humanos de Puerto Rico.

(Fuente / Claridad)