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Novena carta de Oscar López Rivera a su nieta PDF Imprimir Correo
Escrito por Oscar López Rivera / Preso político, 32 años encarcelado en EEUU   
Domingo, 10 de Noviembre de 2013 04:13

oscarQuerida Karina, Hace unas noches, quizá porque te escribí antes de acostarme, tuve un sueño con tu madre y contigo. Estábamos los tres frente al mar, ese que anhelo ver más que ninguno, que es el que rompe contra la Cueva del Indio.

 

 

 

Te preguntarás, ahora que te cuento esto, con qué sueñan las personas que han estado durante tantos años privadas de la libertad. Es posible que, aunque estemos encerrados, nos obstinemos en soñar con las calles y la luz, y con los rostros que nos están vedados.

Para mí fue así: durante los primeros tiempos mi patrón de sueño era esencialmente el mismo que antes de ser encarcelado. Pero todo cambió cuando me colocaron en régimen de «privación sensorial». Entonces los sueños se tornaron nerviosos, entrecortados, fugaces. El aislamiento y el encierro absoluto alteraron la calidad de mi descanso. A partir de aquella experiencia, casi nunca he vuelto a dormir un sueño relajado o profundo.

Si tú o tu madre Clarisa aparecen en mis sueños, usualmente es por corto tiempo. De vez en cuando hay algo de conversación y lo mismo sucede con otros miembros de la familia y con mis compañeros.

En la oscuridad de la celda, la soledad golpea doblemente. Es triste el no poder compartir mis ideas, pensamientos y tribulaciones con otros que están en la misma situación que yo. ¿Sabes lo que echo de menos? No poder dialogar acerca de un libro que acabo de leer. Parece algo insignificante, algo banal con tantas penas que trae la soledad, pero no lo es.

Hace años, yo disfrutaba mucho resolviendo problemas de matemáticas y leía cuanto libro podía conseguir sobre ese tema. De vez en cuando me encontraba a un prisionero que también lo había leído, y era motivo de regocijo para ambos, pero eso no ocurría con frecuencia. Ahora paso las horas pensando cómo se resolverán otros problemas: los de la violencia en las comunidades; la deserción escolar, la corrupción… Es difícil intercambiar ideas a través de las cartas, porque uno ansía reacciones inmediatas, el diálogo fecundo con los demás.

Toda mi vida disfruté de la lectura, del placer de leer a solas. Quizá por esa razón me resultó más fácil enfrentar los rigores del confinamiento, en especial eso que llaman solitaria. Con el tiempo me di cuenta de que la única manera de sobrevivir es mantenerse ocupado. Por supuesto que hubo y hay momentos de melancolía, que es la soledad que muerde. Pero rápido alejo esos nubarrones de mi mente y pienso en otra cosa. El simple hecho de que me dejen hacer una llamada breve, o mandar un correo electrónico, o recibir una visita, hacen de la prisión actual algo más llevadero que en aquellos años de aislamiento.

En cuanto a esa pregunta que me hiciste sobre mi futuro, te diré que en las noches, en esos baches de insomnio, miro al techo de la celda y medito en las cosas que quisiera hacer. El futuro para mí es algo impredecible, pero el miedo no es parte de un futuro fuera de este gulag. Ni siquiera me planteo si voy a sentirme cohibido, o si la realidad me será extraña, o si me encogeré frente a un mundo que me costará reconocer. Puerto Rico ha cambiado. El Chicago de mi adolescencia también. Esas noches en que me desvelo pensando en mis proyectos, me animo diciéndome que, al fin y al cabo, he sobrevivido 70 años y he caminado bajo la sombra de la muerte en muchas ocasiones.

Si un hombre ha podido sobrevivir a eso, ¿cómo le va a temer al aire de la libertad cuando le dé en el rostro?

En resistencia y lucha, tu agradecido abuelo,

Oscar López Rivera

 

Otras cartas a Karina:

Una callada sombra
La razón detrás de toda lucha
Donde respira el mar
Las manos en el cristal
La historia de “Jíbara Soy”
Un camino diferente

Séptima carta

Octava carta

 

El Nuevo Día publica periódicamente los sábados las cartas que el preso político Oscar López Rivera le envía desde prisión a su nieta Karina, a la cual solo ha conocido a través de los barrotes de la cárcel. López Rivera lleva 32 años encarcelado.

 

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