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Presencia de Mandela: Carta de Oscar López Rivera a su nieta PDF Imprimir Correo
Escrito por Oscar López Rivera / Preso político, 32 años encarcelado en EEUU   
Jueves, 19 de Diciembre de 2013 08:50

oscarQuerida Karina: Hay sucesos que, en cuanto ocurren, se graban en la mente con los detalles más insignificantes, con las circunstancias que nos rodean, y componen una imagen de soledad y dolor que no se borra nunca.

 



Ahora sé que en mi mente jamás se borrará ese instante en que me dijeron que Nelson Mandela había muerto. Me encontraba retocando un retrato que le estoy haciendo al cineasta Jacobo Morales y el pincel se quedó detenido en el aire.  Aun así, no me tomó por sorpresa. Era obvio que, por su edad y sus achaques, el final se acercaba. Ese día, en la celda, estuve oyendo las noticias. Escuché a varios hipócritas lamentarse de que hubiera partido un hombre tan valioso. Algunos de los que se lamentan hoy fueron los mismos que no levantaron un solo dedo en defensa del Congreso Nacional Africano, que era el partido que proponía el fin del apartheid. Por el contrario, solían referirse a Mandela como un terrorista y nunca hicieron nada para sacarlo de la cárcel

Me asaltaron los recuerdos de situaciones que viví por la época en que me hice consciente de la lucha que sostenía Mandela.

En 1970, un joven seminarista que estaba a punto de convertirse en sacerdote entró a trabajar en el mismo lugar en que yo trabajaba. Días más tarde, entablamos un diálogo sobre la represión y la violencia en Sudáfrica. Me preguntó si estaba enterado de lo que pasaba y le confesé que en realidad no sabía mucho. Siempre he desconfiado un poco de esa gente que habla sin cesar de los problemas que se sufren en lugares lejanos, pero son incapaces de mirar las injusticias que ocurren en su propio país.

Mi principal preocupación era el viacrucis que vivía entonces la diáspora puertorriqueña y también el estatus colonial de Puerto Rico.

Aunque lo escuché con atención, le expliqué al seminarista que no podía volcarme de lleno en la lucha contra el apartheid, desde Estados Unidos, porque tenía las manos llenas con las vicisitudes de mis compatriotas. Sin embargo poco a poco me fui empapando de los acontecimientos en Sudáfrica.

Durante esos años, el activista, educador y poeta sudafricano Dennis Brutus enseñaba en la Universidad Northwestern y en una ocasión acudí a oírlo. Dio un discurso memorable sobre el apartheid y, de ahí en adelante, cada vez que tenía algún tiempo libre asistía a las actividades que se organizaban para apoyar el Congreso Nacional Africano y a su figura principal, que era Mandela.

Hacia fines de los años 80, la tensión en Sudáfrica llegó a su punto más candente. Para entonces yo estaba en prisión y leía todo lo que me caía en las manos sobre el juicio que le habían hecho a Mandela. Como él había sido acusado y convicto por los mismos delitos que me atribuían a mí, intenté averiguar cómo sus abogados habían llevado el caso y cómo Mandela había enfrentado la prisión. Estaba profundamente conmovido por la palabras que él había pronunciado en la corte y su postura ante los que intentaban aplastarlo.

A partir de aquellos años, he sacado fuerzas y esperanza de las palabras de Mandela; de sus escritos y de su posición insobornable en favor de los oprimidos. He leído mucho sobre su vida y sobre la de Winnie, Steven Biko y tantos otros que se levantaron contra aquel gobierno de segregación racial.

Cada revolucionario es diferente. La manera en que creció Mandela, su formación política y hasta su lucha es diferente a la mía y de la de cualquier otro individuo en el mundo. Lo que a todos nos hace semejantes es nuestro amor por la libertad y la justicia. Es en definitiva ese amor lo que nos permite avanzar, y lo que impide que nuestros corazones y nuestras mentes se envenenen de odio, o se rompan por el miedo.

Tú, Karina, también recordarás por siempre el momento en que Mandela dijo adiós; lo que hacías y lo que pensabas en el instante en que te dieron la noticia. Dentro de muchos años podrás contárselo a tus hijos y a tus propios nietos. Espero que lo hagas con orgullo.

En resistencia y lucha, tu abuelo,

Oscar López Rivera

 

 

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(Fuente: El Nuevo Día)

 

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