Carta abierta a la comunidad universitaria Imprimir
Escrito por Wilfredo Mattos Cintrón   
Sábado, 25 de Diciembre de 2010 05:04

uprcienciasmedRecientemente, un grupo de profesores de la Facultad de Ciencias Naturales –en su gran mayoría, extranjeros-, sometió un documento de endoso y respaldo a las autoridades universitarias por su decisión de instalar diversos destacamentos de la Policía de Puerto Rico, dentro del campus universitario de Río Piedras.

 

 

 

Aducen en su comunicación que dicha presencia “asegura los derechos básicos de todos los que deseen trabajar y estudiar en un campus pacífico, obediente de las leyes, al mantener un ambiente orientado a la investigación intensiva”. Es de sospechar que los eventos acaecidos el 20 de diciembre habrá demostrado la falsedad de dicha premisa. El hecho es que la presencia policíaca dentro del recinto lo que hace es no sólo exacerbar la situación excepcional por la cual atraviesa la universidad, sino precisamente vulnerar aún más el ambiente necesario para el trabajo docente e investigativo.

 

Como la mayoría de los firmantes son extranjeros, seguramente desconocen cuál ha sido el historial de la presencia de la policía dentro de la universidad; seguramente desconocen que en nuestra historia reciente, a partir de los años sesenta, la Policía de Puerto Rico y entidades asociadas a ella han estado involucrados en casos de fabricación de delitos, provocaciones, e incluso acciones conducentes a la criminalización y persecución de aquellos que de una forma u otra han protestado dentro de la universidad y fuera de ella. Estas intervenciones han llegado a la muerte de personas en uno u otro bando. Los pocos profesores puertorriqueños que firmaron el documento les debieron aleccionar sobre esos extremos.

 

Sin embargo, esa ignorancia no exime a los firmantes extranjeros de la responsabilidad que han asumido. Han operado contrario al método que debería prevalecer en sus estudios y en su labor docente: el método científico que exige el conocimiento del conjunto de datos accesibles sobre una situación, o fenómeno, antes de emitir un dictamen. Estamos, otra vez, ante esa triste conducta que aqueja a tantos científicos naturales que tan pronto abandonan sus laboratorios caen presa de las ideologías precientíficas y del pensamiento acrítico y ahistórico. Quienes son extranjeros, deberían por lo menos, tener el recato de guardar silencio ante hechos cuya evolución ignoran, por mínimo respeto del país que los acoge. Tampoco se trata de poner sus proyectos personales por encima del bien común de los estudiantes y, mucho menos, dejar que sean éstos las masas de maniobra que sufraguen dichos planes con sus vidas y su integridad física.

 

Por importante que sea, por ejemplo, la labor investigativa, esa no es la primera función de la universidad. La primerísima función de la universidad es crear ciudadanos conscientes; algunos serán investigadores, otros serán maestros, abogados, médicos, pero todos deberán tener conciencia plena de los problemas enormes que aquejan a nuestra sociedad y sentir un compromiso por contribuir con la solución de éstos. Una universidad que se instala plenamente en la educación pública y accesible, tiene el derecho de exigirle ese compromiso a sus egresados. Para que esa labor se cumpla, el educador, a su vez, tiene que ser educado en ella.

 

Lamentablemente, eso no es lo que vemos. Como secuela de los tristes incidentes del lunes 20, hemos recibido un informe de los hechos vistos a través del peculiar prisma del decano de Ciencias Naturales, el Dr. Brad Weiner. Es un asombroso documento tendencioso que magnifica los males del escrito señalado más arriba. Al relatar el fuego que ocurrió en la biblioteca, nos revela que desde antes del evento, circulaban por la facultad “individuos sospechosos”; que ya durante la tarde se sabía que algo iba a pasar en ese día en el cual se había programado un examen departamental de Cálculo para unos 450 estudiantes. Sin afirmarlo, el decano nos insinúa que los individuos sospechosos formarían parte de una avanzada de los estudiantes en su plan conspirativo. No falta tampoco, el empleo macartista de los epítetos y esterotipos que señalan a los estudiantes como extremistas. Sospecho que en su labor profesional, el Dr. Weiner exige más rigor antes de lanzar ese tipo de teorías. Igualmente, se podría decir que los individuos sospechosos eran parte del contingente de encubiertos que vimos, por las cámaras televisivas, arrestando y golpeando a estudiantes, hipótesis que en vista del historial de las fuerzas policíacas, tiene igual, o incluso, mayor solvencia que la suya. Se debe suponer que si el decano cita los sucesos del Dupont Plaza, algo de la historia reciente de este país debe saber. Pero reza el dicho castellano, “calumnia que algo queda”.

 

Sin embargo, lo que más impacta del “Memo” del Dr. Weiner, es la revelación de cómo con su anuencia se utiliza como carne cañón a estudiantes obligados a asistir a la universidad ocupada por la policía para tomar un examen; el estudiante tiene que optar entre aceptar una mala calificación por su ausencia, o exponerse al peligro de un clima inestable y azaroso. Se pretende con esta imposición crear la ilusión de que en la universidad prevalece la normalidad. Aquí se revela el alto grado de irresponsabilidad de este tipo de convocatoria y de las altas esferas de la dirección universitaria que lo promueven y permiten.

 

Afortunadamente, quedan en la Facultad de Ciencias Naturales gente consciente que no se deja marear por el discurso de una ciencia aséptica y marginada del país que la sufraga y la requiere. Es agradable saludar la contestación que le dio un grupo de estudiantes graduados del Programa de Ciencias Ambientales al apoyo que dio el grupo de profesores ya mencionado a la presencia de la policía en el recinto. Son los herederos de una larga tradición de científicos que a lo largo de muchos siglos batallaron, y a veces perdieron la vida, en contra de la superstición y del poder de las ideologías reaccionarias y del Estado.

 

La universidad con su función amplia de educación y conciencia, habrá de prevalecer.

 

Atentamente

 

Wilfredo Mattos Cintrón