La idea de juntarnos Imprimir
Escrito por Félix Ojeda Reyes   
Sábado, 01 de Febrero de 2014 00:49

betances-hostosLos sectores más alertas de nuestra América, particularmente los de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil y Uruguay consideran indispensable formar un cuerpo –que Bolívar comenzó a llamar anfictiónico, capaz de defender los intereses de todas las naciones que siglos antes habían sido colonias españolas. La gente del Caribe no puede quedar al margen de lo que acontece.

 



Puertorriqueños y dominicanos debemos evocar el pensamiento unificador de Bolívar, el caraqueño famoso, defensor del derecho de América a ser libre. En este momento histórico evoquemos, unos y otros, la trayectoria antillana de Fernando Arturo de Meriño, un hombre que ocupó los más altos cargos de la sociedad dominicana durante la segunda mitad del siglo diecinueve: Presidente de la República y Arzobispo de Santo Domingo. Quede aquí constancia que junto al Dr. Ramón Emeterio Betances, Meriño procede de una estirpe de hombres comprometidos con la independencia y la solidaridad de las Antillas.

Escritor de alto vuelo, orador excelente, patriota íntegro, siempre fiel a la amistad, Meriño se ordenó de sacerdote, fue electo al Congreso y sirvió en la Catedral dominicana donde los feligreses admiraban su palabra fogosa y persuasiva.

Betances, un libre pensador de ideas radicales, conoció a Meriño mucho antes del Grito de Lares, cuando el religioso predicaba en Puerto Rico luego de ser expulsado de su país por condenar la anexión de la República a España. En carta a José Francisco Basora esto escribe Betances:

“Hombre de una virtud sin mancha, de sentimientos puramente evangélicos, de influencia, tanto o más que cualquiera de nosotros…, de firmeza probada con Báez, de talento superior, este hombre está con nosotros porque nos quiere, porque estamos oprimidos y porque sus ideas, que son las del siglo, no pueden estar de acuerdo con la dominación española. Lo estimo y lo quiero sobremanera. Ya ves que un cura que obtiene de mí semejante declaración, debe tener algo que merezca ser considerado. Dispuesto a desembarcar con nosotros. Cuando queramos. El arrastra a todos los clérigos, criollos y a alguno que otro extranjero. Todos han tenido que ser sus admiradores”.

Y cuando Segundo Ruiz Belvis muere en Valparaíso, el Dr. Betances compromete a Meriño en una misión muy particular: averiguar si fue natural su fallecimiento, pues algunos creían que el revolucionario de Hormigueros había sido asesinado por agentes españoles. Lamentablemente aquellas gestiones nunca se materializaron.

A veces una pequeña acción, noble, digna, hace conocer mejor a un personaje de nuestra historia. En 1867 Fernando Arturo de Meriño se integra como nuevo miembro del Comité Revolucionario de Puerto Rico. Es decir que Meriño, uno de los presidentes más distinguidos de la nación dominicana, intervino en la alta dirección del movimiento independentista puertorriqueño. Mucho más, Meriño estuvo dispuesto a llegar en expedición militar contra el coloniaje en Puerto Rico cuando Betances se lo ordenara.

Igual que en las campañas cubanas del siglo diecinueve, las armas y los dineros del movimiento independentista puertorriqueño también se utilizaron para combatir la dictadura de Buenaventura Báez cuando Quisqueya iniciaba, en 1869, su guerra contra la anexión a los Estados Unidos. No extraña, entonces, que a principios de la década de 1880, durante la presidencia de Meriño, a Betances se le nombrara Primer Secretario de la Legación de la República Dominicana en Francia y encargado de sus negocios en las ciudades de Londres y Berna.

Las voces de Félix Collin de Paradís, plenipotenciario de la República Dominicana ante la Santa Sede, junto a la de nuestro Betances, se hicieron sentir en el Vaticano mientras se gestionaba la designación de Meriño como Arzobispo de Santo Domingo. En 1885 quedó cerrado el capítulo cuando el Papa León XIII oficializó la designación. El amigo de Betances ostentaría la mitra hasta el momento mismo de su muerte.

En enero de 1883, procedente de San Thomas, llegaba Betances a Santo Domingo. Meriño escribe enfático: “Soy providencialista: la venida del Dr. Betances ha producido algunos bienes reales. Aquí ha salvado a Ml. Pina de una muerte cierta, y allá a la madre de Lilís (Ulises Heureaux, presidente de la República), amén de otros muchos a quienes ha librado de sufrimientos. ¡Llegó el doctor oportunamente!”

En Santo Domingo, Betances promueve el proyecto que establecería un puerto franco y ciudad comercial en la Bahía de Samaná. Ferdinand de Lesseps, promotor del proyecto que había culminado con la apertura del Canal de Suez, en Egipto, presentaba en París, en 1879, sus planes interoceánicos orientados a conectar el Atlántico con el Pacífico por el Istmo de Panamá. Los buques europeos con destino al Pacífico tendrían que pasar delante de la Bahía de Samaná.

Betances había calculado que no menos de la mitad de las embarcaciones que transitaran por el Canal vendrían a abastecerse o a descargar en Samaná. La entrada diaria de 12 ó 14 navíos en un puerto dominicano sería prueba más que suficiente de la prosperidad de la nación. Además, a lo que llegue a la República había que agregar las mercancías que de ella salieran. Ese proceso ayudaría a abrir nuevos mercados donde se venderían los productos nacionales.

Samaná era, sin lugar a dudas, una rica bahía codiciada por los grandes poderes de aquellos tiempos. Las riquezas dominicanas no podían ser disfrutadas exclusivamente por empresas estadounidenses. De ahí el interés del Dr. Betances por involucrar capital francés a los efectos de neutralizar los apetitos de las empresas estadounidenses.

En junio de 1887, por los servicios diplomáticos que le había prestado a la República Dominicana en Europa, el gobierno de Francia le confiere al Dr. Betances una alta condecoración que los franceses rara vez otorgan a un extranjero. El Dr. Betances será el primer puertorriqueño en recibir la cruz de Caballero de la Orden Nacional de la Legión de Honor.

Hijo y nieto de dominicanos, el Padre de la Patria puertorriqueña luchó siempre por ligar a nuestros pueblos en un curso común. Para Betances el concepto confederativo pretendía añadir fuerzas locales débiles en una unidad superior, capaz de detener el avance de las fuerzas desgraciadas que afloraban por el Norte. Así, su concepto asociativo se hallaba dirigido a mezclar fuerzas dispersas de países pequeños y frágiles, a fin de asegurar la independencia de las Antillas dentro de un Caribe amenazado por los grandes poderes de aquellos tiempos.

Lamentablemente, la gente del Caribe parece desconocer el valor político que tiene la idea de la antillanidad, ese sentimiento de solidaridad entre las naciones del archipiélago, tan hábilmente promovido, entre otros, por Betances, Martí, Hostos, Meriño, Gómez, Firmin y Luperón. Todo parece indicar que hemos perdido de vista la idea de juntarnos estrechamente.

En Cuba, en Puerto Rico, en la República Dominicana, en Jamaica o en Haití, nunca vemos manifestaciones populares promoviendo el enlazamiento de los pueblos de las Antillas. Nunca vemos siquiera una pequeña pancarta llamando a crear mañana la Confederación de las Antillas. Parece que le estamos dando la espalda a los mejores sueños de los grandes libertadores de nuestra región.

 

(Tomado de Claridad)

 

 

Ojeda Reyes: Doctor en Historia de América en la Universidad de Valladolid, España. Ha publicado, entre otros, los siguientes títulos: La manigua en París, correspondencia diplomática de Betances 1982, Betances entre nosotros 1989, Peregrinos de la libertad 1992, El desterrado de París. Biografía del doctor Ramón Emeterio Betances 2001 (Premio Instituto de Literatura Puertorriqueña), y Simplemente Betances 2003. Junto al Dr. Paul Estrade, profesor emérito de la Universidad de París, Ojeda Reyes publica: El anciano maravilloso 1995 y Pasión por la libertad 2000. Actualmente, en colaboración con el Dr. Estrade, Ojeda Reyes se encarga de la publicación de las Obras Completas de Ramón Emeterio Betances.