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Oscar López vive con la esperanza de ver a la Isla libre PDF Imprimir Correo
Escrito por José A. Delgado / El Nuevo Día   
Jueves, 29 de Mayo de 2014 02:36

oscar«Mientras exista un solo ser en una nación ocupada dispuesto a luchar, sigue la esperanza de que Puerto Rico sea libre. Somos puertorriqueños aquí y allá. Amar la patria no cuesta nada, lo que sí costaría es perderla.» Oscar López Rivera



WASHINGTON- Anhela estar con su familia y en su Isla, pero después de 33 años en prisión,  Oscar López Rivera  no se sienta a imaginar cómo  será recuperar su libertad.

Por toda una generación, su visión del mundo exterior ha estado limitada a lo que puede ver desde la prisión, cuando está en el patio de la cárcel de turno o, en los últimos años,  la ventana en su celda.

El resto lo dibuja de lo que le cuentan sus familiares, abogados y amigos que le visitan a la prisión de Terre Haute, Indiana, así como de los recortes de periódicos que le envían.

Ha hablado de su intención de irse a vivir a su natal San Sebastián luego de una visita a Chicago (Illinois), de las inmensas ganas de recobrar el tiempo perdido con su hija y nieta, de ver la playa y ayudar a jóvenes en la Isla. Pero, asegura que no dedica tiempo a pensar en ello.

Hace tres  meses, López Rivera afirmó estar muy consciente de como el calendario electoral estadounidense -ahora se aproximan las elecciones legislativas-, puede retrasar las posibilidades de que el presidente Barack Obama acceda a la petición de clemencia que presentó hace 3 años.

“No puedo darme el lujo de pensar en la libertad”, dijo López Rivera, en una nueva entrevista telefónica hace unos días en previsión del 33 aniversario de su arresto,  imputado de sedición por su vinculación con el grupo clandestino Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN).

Hoy se cumplen los 33 años de su encarcelamiento. Desde hace más de dos es  el prisionero político puertorriqueño que más tiempo ha estado encarcelado.

A menos que se le otorgue clemencia, López Rivera, de 71 años, puede estar todavía otros 9 años tras las rejas.

En los últimos meses ha habido una mayor apertura de la jefatura de la cárcel de Terre Haute a permitir visitas de abogados que se han asociado con la campaña a favor de su liberación, que rebasa líneas ideológicas.

A López Rivera no le gusta hablar de sus penurias, pero sus allegados dicen que cada vez que pueden los carceleros todavía buscan estremecerle y que, entre otras cosas,   le retrasan tremendamente la mucha correspondencia que recibe.

El día de la entrevista, a los prisioneros de su unidad, debido a algún evento en la institución carcelaria, se les mantuvo sin salir al patio.

Para la entrevista -la tercera en 11 meses que le hace El Nuevo Día por teléfono, pues volvieron a rechazar que fuera en persona en Terre Haute-, le llevaron al salón de un consejero de su misma unidad, un sitio que visita en busca de correspondencia, pero desde el cual antes no había participado de llamadas telefónicas.

“Me obligan a estar mirando contra la pared”, dijo, antes de enganchar, después de conversar por  50 minutos.

¿Cómo está en estos días?

—Vivito y coleando. Siempre con buen ánimo y esperanzado.

Recibe más visitas que nunca. Después de recibir a líderes del Partido Independentista Puertorriqueño le visitaron Quique Ayoroa Santaliz y César Hernández Colón. Luego Wilma Reverón y Alejandro Torres Rivera, copresidentes del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano.

—Abre un diálogo y me da la oportunidad de llegar a una apreciación mejor de la realidad puertorriqueña, de lo que está pasando y cómo va la campaña (de excarcelación).

Son gente de diferentes organizaciones. ¿Qué les dice?

—Que lo más importante es mirar las posibilidades y hacia el futuro. Que sí se puede. Hablo de la importancia de trascender lo que he llamado el “quiosquismo”. Nos corresponde a todos descolonizar la patria.

Hace unos días, el presidente de Uruguay, José Mujica, dio a conocer  que intervino  a su favor.

—Tiene una sensibilidad única, su vida, la experiencia de haber estado preso y haber sido víctima del gobierno de este país, que impulsó que los militares dieran el golpe de estado en Uruguay. Mujica me recuerda hasta cierto punto a Nelson Mandela, sin ninguna sed de venganza.

El presidente Barack Obama resaltó el historial de Mujica a favor de los derechos humanos. Se le escucha hablar de Mujica, Mandela y se preguntan muchos cómo no decide liberarlo ya a usted.

—A veces uno puede leer a las personas. No tengo una idea clara de cómo es el presidente Obama.

Se cumplen 33 años y han ocurrido múltiples manifestaciones de apoyo. Hoy cierran las caminatas del 33 aniversario, frente al edificio federal en San Juan.

—Me entusiasma especialmente el recorrido por la región central. La parte más esencial de Puerto Rico es fuera del área metropolitana, la cordillera.

¿Qué hará (hoy)?

—Ayuno. Me levanto tempranito a hacer mis ejercicios”.

¿Por qué ayuna?

—Introspección. Es importante que mi espíritu esté incólume y mi moral alta, sentirme digno de mi pueblo.

Poco a poco más y más gente se identifica con su caso.

—Cuando las cosas se hacen con amor dan fruto. Me parece muy interesante que la Parada Nacional de Nueva York (el 8 de junio) me vaya a incluir en su actividad. Mi hija va a estar allí.

¿Cómo se percibe el concepto de la libertad, tras las rejas?

—No puedo darme el lujo de pensar en la libertad. El futuro es muy impredecible y no tengo una idea clara de cuándo puedo salir de la prisión. No me gusta el optimismo ilusorio.

¿Cómo cambió ese concepto, al comparar su realidad hoy con los 12 años de encierro 24 horas o de mayores restricciones?

—Es un cambio positivo. Por ejemplo, la posibilidad de dialogar con otros presos, los puertorriqueños, que tienen buen sentido de humor, poderse uno mover, aunque en un espacio reducido. El poder tener acceso a la pintura. Me gusta mucho la naturaleza y aquí en (Terre Haute) hay pájaros, puedo mirar al cielo y ver las estrellas, mirar la diferencia del día y la noche. Cuando estaba encerrado (todo el tiempo), las luces eran muy fuertes y ese cambio del día y la noche no se notaba. Aquí cerca hay un río. (En otro dormitorio) estuve siete años dándole comida a unos pájaros “ravens” (cuervos). Empecé alimentando uno y al final venían como 40. Había uno con una pluma blanca, que cuando me ponía a correr me gritaba. Ponía a otros a ofrecerle comida y no bajaba. Lo hacía yo y venía. Me puse a leer y aprendí que identifican a las personas.

¿Tiene una ventana?

—En el dormitorio actual tengo dos. Vivo con tres presos más, todos puertorriqueños. Uno es del Bronx y dos de Chicago, más o menos del mismo barrio en que vivía. Es un dormitorio para personas de 45 años o más.

¿Por qué ellos están ahí?

—Los tres son casos relacionados con drogas. Cada cual tiene sus propias características e identidad.

¿Conocen su historia?

—Lo saben. Desconocen de política, su historia, pero poco a poco, cuando toman interés, voy compartiendo información con ellos, dándoles lecturas.

¿Tiene momentos de felicidad?

—Nunca he sentido resentimiento, ni amargura, aún en las peores condiciones. Cuando uno tiene una causa justa y noble no hay tiempo para eso. Es difícil, porque es un entorno lleno de hostilidad y deshumanizante, pero desde mi entrada a la prisión decidí también que el tiempo iba a ser mío. Lo importante es mantenerme haciendo algo, escribiendo o leyendo. Mi madre me dijo,  que siempre hay que ser servicial y aún dentro de la prisión lo hago. Cuando ayudo me siento bien.

¿Cómo compara con su vida fuera de prisión?

—Antes de ser encarcelado tuve una vida plena, de grandes experiencias. Disfruté y celebré esa vida. En la prisión, a pesar de ser el ambiente más deshumanizante, tóxico y hostil que cualquier humano puede experimentar, todavía tengo una vida y puedo celebrar mi vida por todas las cosas que me ha dado. No tengo odio o temor en mi corazón y yo quiero salir de la cárcel con mi honor, mi dignidad y mi espíritu intacto, sano y salvo.

¿En estos 33 años, qué momentos le han dolido más?

—La pérdida de seres queridos, cuando perdí a mi madre en 1997. He perdido a muchos seres queridos, compañeros de lucha. Uno tiene que trascender esos momentos, no dejar que lo abrumen y aceptar la realidad.

¿Cómo percibe en estos momentos el proceso a favor de su liberación?

—Se siente el corazón del pueblo boricua, valiente y compasivo. La campaña ha logrado sembrar esperanzas en mucha gente. Podemos llegar a hacer un mejor Puerto Rico.

¿Qué rol le ve a la diáspora?

—Tenemos que aprovecharla. Es un factor  importante. Vive la estadidad todos los días, tiene un conocimiento bueno de esta nación y sabe cómo se bate el cobre en este país”.

¿La estadidad es una posibilidad real o un fantasma, como ha dicho Rubén Berríos Martínez?

-Cualquier cosa es posible. No es que en este momento Estados Unidos esté abierto a la posibilidad de la estadidad. Pero, a los puertorriqueños les digo que deben visitar alguna reservación de indios americanos. Recomiendo la de los Navajo o Dakota, donde se puede ver lo que significaría perder la patria, cómo de marginados podemos quedar. En este país la asimilación es muy fuerte. La mayor parte de las reservaciones han perdido mucho de su cultura.

¿Qué le quiere decir (hoy) a Puerto Rico? (Esta respuesta la envió después  por escrito, como parte de una declaración).

—Soy creyente de que la verdad sobrevivirá y prevalecerá tal como nuestra batalla y noble causa han podido hacerlo durante siglos. Soy puertorriqueño y no quiero ser ninguna otra cosa. Pero también me considero un ciudadano de este universo en que vivimos. Creo que es posible un mundo mejor y más justo y es por tal una de las razones que elijo luchar por la independencia de mi patria.

Le he preguntado antes, pero le repito la pregunta ahora que cumple 33 años de cárcel. ¿Ha valido la pena?

—Mientras exista un solo ser en una nación ocupada dispuesto a luchar, sigue la esperanza de que Puerto Rico sea libre. Somos puertorriqueños aquí y allá. Amar la patria no cuesta nada, lo que sí costaría es perderla.

 

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