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Escrito por Rafael Cancel Miranda   
Martes, 03 de Junio de 2014 07:37

rcmAyer regresé de Colorado, a donde fui invitado para participar en un panel y otras actividades en recordación de Los Seis de Bolder, así como de Ricardo Falcón, Carlos Zapata y Luis Martínez, nueve jóvenes activistas chicanos, quienes en la década de 1970 fueron asesinados por defender los derechos de la comunidad chicana en  los llamados Estados Unidos.



Colorado, al igual que lo que hoy es Texas, Nuevo México, Nevada, California y Utah es territorio mexicano usurpado por el imperialismo yanqui. De las compañeras y compañeros chicanos escuché sobre los muchos crímenes que cometieron los militares estadounidenses —entre ellos la quema de poblados enteros— para quedarse con más del 50 por ciento del territorio mexicano.

Al llegar a Puerto Rico, me entero de que el gobierno estadounidense, con la complicidad del llamado departamento de Justicia de Puerto Rico, había asignado a un expolicía militar como “custodio” de los derechos civiles de los puertorriqueños.  

La noticia me trajo a la mente el joven militar estadounidense que acaba de ser canjeado por cinco supuestos terroristas afganos, y lo que escribió a sus padres en su  último mensaje electrónico antes de desaparecer en Afganistán.  Relataba cómo le dolía ver a los niños afganos aplastados bajo los tanques militares estadounidenses y cómo sus compañeros en armas comentaban sobre estos acontecimientos sin pena alguna.  Esto, a su vez, me recordó,  lo que años atrás me contó una poeta panameña, quien había visto horrorizada los tanques del ejército estadounidense aplastar a niños panameños durante la invasión a Panamá en 1989.

También recuerdo aquella macabra fotografía de militares yanquis orinándose sobre los cuerpos de afganos muertos.  ¿Acaso no fueron esos mismos militares los torturadores en las infames cárceles secretas del ejército yanqui?

Recuerdo a aquel almirante de la marina yanqui que publicó un libro en el cual expresaba que la marina  había cometido más actos de pillaje en el Caribe por los intereses financieros estadounidenses que los que había cometido el mafioso Al Capone en toda su historia. Recuerdo a aquel general William Westmoreland que dijo que si para salvar a los vietnamitas había que destruirlos, los destruirían.  Recuerdo también a los miles de dominicanos que en 1965 fueron asesinados por militares estadounidenses.

El 12 de mayo de 1898, el almirante William T. Sampson de la marina de guerra estadounidense dirigió la flota militar que bombardeó a San Juan, Puerto Rico, cayendo en las calles mujeres y hombres puertorriqueños.

¿Quiénes fueron los autores de la Masacre de Río Piedras y la Masacre de Ponce? Dos militares:  el coronel Elisha Francis Riggs y el general Blanton Winship. Fueron militares también los que perpetraron la masacre contra los indios de Norteamérica en Wounded Knee. No es casualidad  que ésta fue comandada por el mismo general que el 25 de julio de 1898 comandó las tropas que invadieron a Puerto Rico:  general Nelson A. Miles.

Recuerdo al militar y médico estadounidense Cornelius P. Rhoads, quien en 1931, en el hospital Presbiteriano de San Juan, inyectó células cancerosas en pacientes puertorriqueños. En carta a un amigo, el mismo Rhoads delata su crimen: Yo he hecho lo mejor que he podido para adelantar el proceso matando a 8 y trasplantándoles el cáncer a varios más.

Podría seguir recordando los crímenes cometidos por estos militares estadounidenses.  La lista es larga.

Es un militar de estos, supuestamente “puertorriqueño”, y quien le ha servido a los intereses militares estadounidenses en Latinoamérica y otros países, al que nos envían como “custodio” de los derechos civiles de los puertorriqueños. Me pregunto, recordando a aquel exagente del FBI que nos enviaron como superintendente de la policía, Héctor Pesquera, y quien se llevó un buen saco de billetes del pueblo puertorriqueño, ¿cuánto le irán a pagar a este Arnaldo Claudio por su claudicación y servilismo? Me pregunto, cuánta sangre nuestra llevará en sus manos este personaje pues de seguro no se pasó los 30 años que estuvo en la milicia yanqui predicando la Biblia y tirando flores.

 

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