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Los costos de los conflictos bélicos PDF Imprimir Correo
Escrito por Martha G. Quiñones Domínguez / MINH   
Viernes, 22 de Agosto de 2014 10:23

guerraCon el anuncio del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en torno a los ataques selectivos sobre Irak se ha desatado la polémica de si en estos momentos de crisis económica se deberían efectuar. Se sabe que los conflictos son costosos, se requieren préstamos para subsidiarlos y se puede señalar que en estos momentos existen otras prioridades en los Estados Unidos.

 

 

 

Fuera de las consideraciones políticas y humanitarias, referente a si se debe o no intervenir en Irak, desde la perspectiva económica sabemos que los procesos económicos son los determinantes en ese tipo de intervenciones. Varios economistas han estudiado la relación economía-guerra y han demostrado que las guerras o conflictos son una actividad económica que se planifica (nunca es arbitraria) y que se justifica inicialmente como una acción que estimula la economía. Toda guerra o conflicto armado requiere de inversiones, mucha fuerza de trabajo (civil y militar), industrias de vanguardia, investigación y desarrollo, también financiación a largo plazo, entre otras.

El Instituto de Estudios Internacionales Watson de la Universidad Brown realizó un estudio de “los costos de la guerra” que analiza el presupuesto asignado al Pentágono y al Departamento de Seguridad Nacional, el dinero gastado en contratistas y en asistencia a los países en guerra, los “gastos ocultos” que mide la atención médica y los beneficios otorgados a los veteranos heridos en la guerra, además del pago en intereses por los préstamos que contrajo para las guerras, lo que alcanza cifras billonarias. “Los costos humanos y económicos de estas guerras continuarán por décadas, con algunos costos elevándose hasta mediados del siglo”.

Pero quiénes están detrás de los conflictos, un claro ejemplo lo daba la película Lord of War que muestra los que están detrás de provocar estos conflictos diversos en el mundo, es decir, los contratistas de armamentos. Lo cierto que en cada conflicto o guerra siempre gana la industria armamentista estadounidense (en este caso de Irak) y en menor grado los contratistas de la reconstrucción. Estas personas, en la mayoría de los casos forman parte del Gobierno y determinan la política exterior del país. Los grandes contratos multimillonarios para armamentos esperan con ansias, pues si tomamos de ejemplo el costo de cada misil ‘Tomahawk’, su costo es aproximadamente un millón de dólares, podemos entonces imaginar las ganancias. Lo triste es que la redistribución de estas ganancias no van para todos los ciudadanos sino para unos pocos.

Pero cuál es el costo real para el pueblo. Lo podemos separar por partes. El primero que sentimos es el precio del petróleo que puede subir, y por lo tanto subirán los precios de la gasolina. Si tenemos que gastar más dinero en gasolina, tendrán que reducir gastos de otras cosas, además de que aumentan los precios de muchos bienes y servicios. Por consiguiente la economía continuará en su estancamiento, desacelerando el crecimiento productivo.

Los costos de la guerra o conflictos son muchos, tiene costes explícitos que están vinculados a la destrucción, a la obtención del armamento y tiene gastos implícitos (costos de oportunidad) que son los que equivalen a la renuncia a conseguir otros objetivos alternativos. Esto es, que en vez de dedicar esa inversión a actividades más productivas y con efectos multiplicadores como educación o cultura, los dedicamos a una actividad coyuntural, con menor efecto multiplicador, improductivos (pues no generan nuevas empresas) y al tener muy poca distribución equitativa de las riquezas efectivas, a la postre deprime la vida económica. Y lo peor es que se toma prestado para financiar la guerra y lo pagamos todos a través de la deuda y sus intereses.

Pero si dura mucho el conflicto, por un lado podemos decir que genera un aumento coyuntural de la actividad económica, creando empleos y generando inversiones. Aunque es coyuntural, pues solamente dura lo que dure el conflicto.

Pero toda guerra o conflicto bélico no afecta solo a los aparatos militares, tiene costos sociales ya que es sufrida por la sociedad civil. En el caso de los países intervenidos, se suman los costos por las infraestructuras que no están directamente vinculadas a objetivos militares, escuelas, hospitales, etc., además de efectos directos en sus economías que quedan destruidas y desarticuladas. Los costos sociales y emocionales son los costos no revelados, además de la deuda y el déficit que genera, las muertes, los daños ambientales y a la salud. Todos ellos se multiplican cuantitativa y cualitativamente a lo largo de los años, subestimando el precio del conflicto.

Por eso señalamos que los conflictos bélicos no son agradables. Por eso algunos economistas preocupados por los costos sociales, económicos y ambientales de la guerra han decidido buscar opciones pacíficas. Una de las economistas destacadas en ese campo es Alice Tepper Marlin, que para la  década de 1970 (en el conflicto de Vietnam), como analista de inversiones diseñó, para un fondo de pensiones de Boston la “Cartera para la Paz”, que recomendaba invertir en un conjunto de empresas que no fueran proveedoras y tuvieran muy poca relación con la guerra de Vietnam. Este modelo se sigue utilizando para fomentar inversiones que sean éticas, que no promuevan los conflictos, respeten el ambiente, la diversidad, la seguridad en el trabajo y no apoye el trabajo infantil, además de impulsar el consumo responsable y justo.

Como economista yo le digo no a la guerra, no a los conflictos bélicos y no a la violencia que genera más violencia. Debemos buscar opciones que aboguen por la paz, construyendo ambientes de paz para un mundo mejor. Cambiemos con nuestro trabajo y acciones la violencia por la paz. Pensemos en los costes reales de esta aventura, tanto para los estadounidenses como para los puertorriqueños, se medirá en deuda y déficit, la destrucción de la riqueza y sus ingresos y muchos costos no contemplados (los ocultos) que afectarán significativamente al nivel de vida de las familias. Las prioridades deben estar en invertir en la sociedad, en educación, en salud y mejorar la economía de forma permanente fortaleciendo nuestra economía local, buscando y creando ambientes de paz y construyendo solidaridad.

Fuente: 80grados

 

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