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Escrito por Mari Mari Narváez / En Rojo   
Miércoles, 10 de Diciembre de 2014 14:23

enrojo¿Qué significa tener historia? Cumplir 40 años como los que cumple el En Rojo, que son unos cuarenta gordos, intensos, una vida rica, llena de aciertos y de contratiempos, de incógnitas, pero una vida abundante al fin.



Ya otras veces muchos, muchas, hemos escrito sobre el En Rojo. Sobre su espacio crucial en el periodismo cultural en Puerto Rico, sobre su supervivencia y desarrollo cuasi milagrosos, sobre su historia, sobre los mejores (y no tan mejores) escritores y escritoras y artistas y periodistas e intelectuales que han dejado su huella en estas páginas.

Creo que hay algo que no he dicho, y es que desde hace mucho tiempo, En Rojo tiene vida propia más allá de CLARIDAD. Obviamente está ligado, espero que de por vida, al Periódico. Pero siempre ha sido distinto. Como el hijo –o hija, o mejor dicho, un hermano menor– que sale un poco más rebelde, un poco más lanzado, un poco más desobediente.

Tal vez por su naturaleza cultural, el En Rojo es, sin duda, una institución que se permite salirse de la línea más de lo que se lo permite CLARIDAD. La revista ha tenido varios directores y directoras y cada uno ha afianzado su estilo. Pero mientras a CLARIDAD se le ha hecho un tanto difícil experimentar política y estilísticamente, y por eso a veces puede dar la impresión de que no ha cambiado demasiado su discurso en los últimos 40 años, En Rojo siempre ha tenido que actualizarse. La cultura no espera por nadie, cambia, se transforma, vuelve a los orígenes o se separa súbitamente. En Rojo ha tenido que experimentar, balancearse mucho más en esa especie de cuerda floja que puede ser una línea editorial. Lanzarse río abajo digamos, por una corriente de aventuras estéticas, discursivas e ideológicas; por el río mismo de las incertidumbres.

Siempre hay razones para celebrar el parto de un En Rojo, un producto hermoso que se hace casi sin recursos. Es decir, sin reporteros, con un personal mínimo, con el ánimo y esfuerzo de un grupo a veces reducido y a veces expansivo de colaboradores y colaboradoras que todas las semanas sigue dándole vida y profundidad a la revista. Al igual que con el Periódico, es motivo de celebración saber que ese espacio histórico ha podido sobrevivir las peores crisis.

Sin embargo, si bien siempre estoy abocada a la celebración por mi particular naturaleza festiva, cuando me he dedicado a pensar en En Rojo durante estos días desde que Alida, su directora, nos pidió una colaboración, he pensado mucho en la nostalgia o sobre-recordación del pasado versus la indigencia del presente. El ahora es un fenómeno que la izquierda suele presentar desnudo, sin estruendo ni mucha invocación.

“La historia debiera enseñarse al revés”, dice Tertuliano Máximo, maestro de Historia, en la novela El hombre duplicado de José Saramago. “Hablar del pasado es lo más fácil que hay. Todo está escrito. Mientras que hablar de un presente que cada minuto nos explota en la cara, hablar de él todos los días del año al mismo tiempo que se va navegando por el río de la Historia hasta sus orígenes… esforzarnos por entender cada vez mejor la cadena de acontecimientos que nos ha traído donde estamos ahora, eso es otro cantar… exige constancia en la aplicación, hay que mantener siempre la cuerda tensa, sin quiebra”.

Pienso en el Estrecho de Bering, esa franja de mar que luce tan breve y llana en los mapas, separando a Alaska de Siberia. Cómo pueden dos continentes estar tan lejos y tan próximos; separadísimos y casi unidos. Solo un desliz de la naturaleza puede pretender unir a Asia con América del Norte.

Las maestras de Historia siempre empezaban por ahí: “Los primeros pobladores de América llegaron por el Estrecho de Bering”. Luego entraban en el tema que estimo era su favorito: las civilizaciones precolombinas y la Conquista, una especie de pantano temático del que ya nunca más se salía en todo el semestre. Pero no se hablaba de cómo todo eso nos seguía marcando en el hoy, en el ahora. No se conversaba sobre nuestra condición histórica de explotados, sobre la gente que quiso transformar esa realidad tan tétrica, sobre el país que a nosotros también nos explotaría en la cara.

No es que hablar del pasado sea, en efecto, lo más fácil. Ese acceso siempre será un campo minado y espinoso, lleno de dudas, presunciones, imaginación. Hay quien cree imposible acceder al pasado. Pero hoy pienso, ya no en la inaccesibilidad del pasado sino en la del presente. La imposibilidad de alcanzar íntegramente el presente reside en ese otro que siempre lo construye con nosotros, que se nos erige como una columna que sólo podemos bordear, interpretar, sentir, nunca penetrar cabalmente. Entonces pienso que aunque hablar del pasado no sea “lo más fácil” como dice Tertuliano tan categóricamente, sí demasiadas veces, aquí mismo en CLARIDAD pero también en otros muchos ‘lugares patrióticos’, se nos hace más fácil hablar del pasado, reinterpretarlo, recordar, volver a documentar. Porque allá en el pasado hay algo que ya no hay. O esa es la percepción general, que hubo una militancia, unas luchas, una gente incluso, épocas memorables que ya no se repiten. El presente tiene un tono, es un desastre. Parece escuálido, consumido, un estado casi de supervivencia al menos desde la izquierda política. Todo esto tiene su ficción, por supuesto, su sentido de percepción, su subjetividad. Pero, en este aniversario de nuestros 40 (porque son de todos nosotros, los que hemos pasado por allí, los que hemos escrito, leído, querido a este periódico) lo difícil, lo realmente desafiante, es hablar del presente y del futuro. De En Rojo, de CLARIDAD, pero -sobre todo- del independentismo. Porque, en última instancia, si yo quiero más a En Rojo y a CLARIDAD que a otras buenísimas publicaciones que también existen y hacen buen trabajo, no es solo porque ese haya sido mi primer trabajo. Es porque este es el único periódico independentista de este País. Eso por sí solo vale un futuro inmenso.

 

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