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En defensa del Padre de la Patria puertorriqueña PDF Imprimir Correo
Escrito por Felix Ojeda Reyes   
Sábado, 27 de Junio de 2015 23:28

betances

«A la verdad es que no ha sido fácil sortear tantos embustes y medias verdades sembradas en reciente artículo publicado en 80 grados sobre el Dr. Ramón Emeterio Betances.»

 

 

 

Deseo que mi entierro sea de pobre y laico,

que no se moleste a nadie con invitaciones

y si no ha de ser doloroso para mi Señora

que me entierren en el foso común,

al lado de los pobres que han sido mis mejores amigos.

Betances.[i]

A la verdad es que no ha sido fácil sortear tantos embustes y medias verdades sembradas en reciente artículo publicado en 80 grados sobre el Dr. Ramón Emeterio Betances. Se trata del trabajo titulado “Betances, un empresario sin dios”. Lleno de horrores, ironías, mala voluntad y repugnancias, el escrito comienza como si fuera un episodio confesional: “Yo, Amado Martínez Lebrón, escribí el ensayo que leerán, para explicar este dibujo:” (acto seguido aparece una imagen de mala calidad) y continúa diciendo: “Si Betances existiera trabajaría en el Banco Popular. Tinta sobre papel 12” X 9” de Amado Martínez Lebrón”.


El protagonismo se inicia con un insólito yo y termina con nombre y apellidos. Por favor, no se asuste si maldecimos el protagonismo estéril, pues preferimos el mérito de la humildad. Y “el doctor de larga barba”[ii] pudo transformar la humildad en una categoría revolucionaria.

 

Pero hay que ser bien cínico para decir que si Betances viviera estaría trabajando en la empresa de Richard Carrión. El 16 de agosto de 1895, desde París, esto escribía Betances: “En estos días todos los cubanos ricos están en las playas marítimas y de Suiza, gozando alegre y vergonzosamente de su fortuna rodeados de todos los placeres y siento tener que decir que aún cuando estuvieran aquí, muy pocos entre ellos son los que se prestan a dar alguna miseria…”.[iii]

 

Algunos días más tarde, el 22 de agosto, dice: “...pero no hay que hacerse ilusiones; los ricos de aquí son o indiferentes o enemigos de la revolución”.[iv] Y refiriéndose con toda probabilidad al multimillonario banquero cubano, Antonio Terry, “cuyas locuras por su querida, la soprano norteamericana Sibyl Sanderson eran conocidas por la alta sociedad de París[v] Betances lo marca al rojo vivo usando duras palabras: “tal individuo que gasta miles y miles por una hembra, rehúsa dar hasta para los presos y los heridos; y para obtener cien pesos, es necesario pasar cien veces mil vergüenzas”.[vi]

 

Puntualicemos ahora un asunto importante. Betances se preocupaba, incluso, hasta de la suerte de la mujer negra de Saint Thomas, se alarmaba de la explotación que sufrían “las carboneras” de la aledaña isla. “Tendría mucho que decirle” –acota, “y cuento con hablar un día de la piel de esas mujeres, a quienes la carbonilla sirve de velludillo; de sus andrajos dantescos, de sus movimientos, de sus danzas…” Acto seguido, recordando sus días de prisión y destierro en Saint Thomas escribe: “Prisionero de los españoles a bordo de un barco de vapor, tuve, hace algunos años, la oportunidad de observarlas tres veces en veinticuatro horas, de día bajo el fuego del sol, de noche al fulgor de las hogueras fantásticas…[vii]

 

Aquí estamos demostrando que si Betances vivió como un burgués, su ideal de vida, sus intereses materiales y políticos, no eran los que promulgaba una burguesía nacional. Alguien que piense como él pensaba sobre los ricos, la mujer negra explotada y la revolución, ¿cree usted que tendría cabida en una institución bancaria como la de Richard Carrión? ¡Por favor, más respeto! Pero antes de entrar en materia, aclaremos que Betances nunca aspiró a ser dependiente de ningún banco privado, aunque se apode “Popular” –como informa la vulgar diatriba que comentamos.

 

Betances quiso establecer en la República Dominicana un Banco Nacional para asegurar la independencia financiera del hermano país. Roberto Cassá informa que como consecuencia de la relación cambiante en los valores de las monedas fuerte y nacional se producía una gran inestabilidad en los precios, los salarios, las rentas y los impuestos. Añádase a lo anterior la actuación de las llamadas “juntas de crédito” que funcionaban como auténticas instituciones de usura, exigiendo intereses claramente abusivos cada vez que otorgaban un préstamo en la nación.

 

Frente a esa compleja situación se promueve en París la fundación del Banco Nacional de Santo Domingo. El contrato se suscribe entre el general Gregorio Luperón, Ministro Plenipotenciario de la República Dominicana en Europa, y el ingeniero francés Auguste Blondot. Mientras, en Santo Domingo, se desarrolla una fuerte oposición al establecimiento del banco. Pero la oposición la dirigen los portavoces de las “juntas de crédito”, que controlan el movimiento de capital de préstamo y estaban conectados a los sectores dominantes de la nación.

 

A principios de 1883 el revolucionario boricua viaja por última vez a la República Dominicana donde participa activamente en la polémica que rodea la institucionalización del banco. En sus escritos tilda a las juntas de crédito de ser verdaderas “juntas de ruina” que le han “echado un lazo al cuello de la República” y pronto acabarán por estrangularla.[viii]

 

Algunos años tuvo que esperar el pueblo dominicano para instalar, con el apoyo de capital francés, el Banco Nacional de Santo Domingo. En 1889 los esfuerzos de Betances y Luperón se vieron materializados.

 

El primer párrafo

 

Si el inicio del trabajo de Amado Martínez brilla con mala voluntad y repugnancia, en el primer párrafo del escrito encontramos tres medias verdades que debemos criticar:

(1) En 1848 Betances vuelve a Puerto Rico, por poco tiempo y regresa a Paris “… para encontrarse –dice-- con el estallido revolucionario de 1848”. Aclaremos lo que se tapa, lo que se esconde: No es que Betances se encuentra con el estallido revolucionario, sino que en 1848 inicia su práctica sediciosa participando en la revolución contra la monarquía que implanta la Segunda República Francesa. Con humildad, pero con firmeza, escribe en sus años postreros: “Yo soy también un viejo soldado de la República francesa. En 1848 cumplí con mi deber. Cuando se trata de la libertad todos los pueblos son solidarios”.[ix] Betances es un hombre de la generación del ’48.

 

(2) En el desacertado párrafo inicial se dice que a partir de 1856 Betances “se ausenta” de Puerto Rico “por períodos breves”. Una vez más, aclaremos lo que se tapa, lo que se esconde: No es que se ausenta, fue desterrado tres veces de Puerto Rico. Posteriormente sería echado dos veces de San Thomas y en una ocasión de Santo Domingo. El galeno boricua era uno de los hombres que más dolores de cabeza le propina al gobierno español durante la segunda mitad del siglo diecinueve. Repito, no es que se ausenta de su patria por breves períodos, aquí no hay vacaciones políticas, Betances fue expulsado de la región, contra su voluntad, un total de seis veces en espacio de muy pocos años.

 

(3) El autor de la diatriba desconoce la fecha de muerte de María del Carmen Alacán, madre de nuestro Héroe Nacional. El desliz nos da la oportunidad para hacer los siguientes comentarios. Si Amado Martínez hubiera hecho su asignación se hubiera internado en al Archivo General de Puerto Rico a examinar el extenso manuscrito titulado Testamentaría de Da. Carmen Alacán vecina de Caborrojo, depositado en el Fondo Judicial de Mayagüez, serie del Departamento de San Germán. En el testamento se declaran por bienes de fortuna una casa de dos pisos en la que vive toda la familia y otra casa con una prensa de empacar algodón. Hay una tercera propiedad que tiene alquilada a Justino Enrique (tasadas las tres en 5,000 pesos). En el testamento figura, además, una estancia de 60 cuerdas con su casa de madera y otra estancia de 16 cuerdas. María del Carmen también era propietaria de cientos de caballos, reses, cerdos y ganado lanar. Y si lo anterior fuera poco, también era prestamista y dueña de una funeraria.

 

No sería arriesgado pensar que María del Carmen poseía una pequeña dote de esclavos. En 1836 tenía 14 esclavos (varones y hembras). Mucho más, cuando prestó declaración ante las autoridades coloniales aseguraba: “que además de los esclabos nombrados existe la esclavita Francisca de la esclusiva pertenencia de mi hija Anita, por provenir de donación i regalo especial que a ella se hizo”.[x] María del Carmen Alacán era mujer de mente ágil, extremadamente inteligente y, sin embargo, los documentos de la época revelan que ignoraba “el arte” de la escritura. Resulta irónico pensar que la madre de Betances tuviese una buena dote de esclavos. Nada tenemos que ocultar al hacer esas revelaciones.

 

En carta que dirige al farmacéutico José Carlos do Patrocinio (1850-1905), abolicionista del Brasil, relativa a la emancipación de la esclavitud en el estado de Ceará, esto dice el Padre de la Patria puertorriqueña:

 

“La esclavitud ha sido y es en todas partes la obra de los soberanos; la abolición es obra de los pueblos libres. Y cuando los soberanos dicen, para acallar sus remordimientos: ‘¡es una herencia!’, los pueblos responden: ‘cuando un padre lega en herencia un crimen a su hijo, el deber del hijo no es continuar el crimen, sino lavarlo’”.[xi]

 

El proyecto con Silvie

 

Volvamos a citar a Amado Martínez: “Decía el ‘caborrojeño’ estando en la República Dominicana y trabajando en la planificación de un gran proyecto empresarial desde la península de Samaná: ‘Yo consagraría gustoso mi vida a salvar este pedazo de tierra de la codicia extranjera…’” Un poquito más adelante, añade: “Antes del ensayo del gran negocio que fue Samaná

 

Pregunta obligada: ¿cuál fue el gran negocio de Betances en Samaná? Busqué, releí el texto, volví a las notas al calce para dar con el “gran proyecto empresarial” –de Betances—“desde la península de Samaná” y nada encontré. Lamentablemente este señor no sabe de lo que habla. Mucho más, desconoce el proyecto económico Betances–Silvie en la bahía de Samaná.

 

Ya hemos dicho que Betances viaja a la patria de Duarte, Sánchez y Mella en 1883. Pero regresaba a la tierra de sus antepasados con el propósito de establecer un puerto franco en la Bahía de Samaná.

 

Mientras, Ferdinand Marie de Lesseps (1805-1894) se proponía abrir el torrente que a través de Panamá conectaría al Pacífico con el Atlántico. Samaná sería el punto donde irían a descargar o abastecerse buena parte de los buques que cruzaran el Canal de Panamá. Fernando Arturo de Meriño endosó el proyecto de Betances. En abril de 1883 el gobierno dominicano aprueba la ley que establecería el puerto franco y ciudad comercial frente al mar de la bahía de San Lorenzo.

 

No voy a citar las resoluciones del Poder Ejecutivo ni las condiciones bajo las que se otorgaba la concesión. Me limitaré a decir que sería irreal desconocer la existencia de una contradicción práctica entre el bienestar de la nación dominicana y la explotación de unos recursos naturales en beneficio de la empresa creada por Betances y el ingeniero francés Feréol Silvie. Hay, no obstante, un elemento conciliador. La bahía de Samaná era una extensión geográfica codiciada por los grandes poderes internacionales. De ahí que Betances postule su interés en conseguir un balance entre distintas inversiones de capital. Las riquezas dominicanas no podían ser usufructuadas exclusivamente por las grandes empresas norteamericanas. Betances involucra el capital francés, a manera de lograr un balance tendiente a neutralizar los apetitos estadounidenses.

 

Ése es el proyecto del Doctor Betances. Al señor Amado Martínez le debería dar vergüenza hablar de asuntos por él desconocidos. El admirador del “Popular” no puede explicar el proyecto Betances-Silvie porque no tiene la información historiográfica.

 

Los hermanos Rothschild

 

Veamos ahora lo que dice este señor de los banqueros franceses Gustave y Edmond de Rohschild:

 

“Claramente Betances era sobre todo un empresario y en París ‘…luchó por el progreso de Santo Domingo, contribuyendo a fomentar las ideas expansivas en aquella República…’ Luis Bonafoux además, hace referencia inclusive a que Betances se carteaba con los barones Gustave y Edmund de Rothschild, en el contexto del antisemitismo francés, invitándolos a establecerse en la República Dominicana. Rothschild es el apellido de una poderosa familia de grandes banqueros judíos que en la época ya amasaban obscenas fortunas, así que debemos aclarar que cuando Betances les ofrece que hagan de ‘…la Republique une patrie’ está con el intento, buscando la entrada de capital financiero y de inversión al lado dominicano de la Española”.

 

Parece que estamos frente a un sujeto que bajo las lonas del circo se traga atropelladamente las espadas. Martínez cita mal a su fuente principal, a Don Luis Bonafoux, y lo hace de forma burda. Bonafoux dice: “las cartas que escribió (Betances) a los barones Gustave y Edmond de Rothschild, invitando a los judíos a establecerse en la República Dominicana… (p. XXIII). No obstante, irresponsablemente, Amado Martínez asegura que Betances invitó a los dos banqueros franceses “buscando la entrada de capital financiero y de inversión al lado dominicano de la Española”.

 

Tratando de fomentar el progreso económico de Santo Domingo, Betances le escribe a los Rotschild haciendo un llamando a los judíos franceses a establecerse en la República Dominicana. Si la memoria no me falla, esa es la única misiva que Betances dirige a los Rothschild, carta que Martínez no ha leído, y citando a Bonafoux nos hace creer que es una abultada correspondencia la existente.

 

El contexto histórico es el de los pogromos de Rusia. En 1882, año de la carta del Doctor Betances, ningún judío francés pensaba abandonar el país. Estamos hablando de la matanza y robo de gente indefensa, en especial, el asalto a las juderías, causando estragos con linchamientos que fueron tolerados por las autoridades de la Rusia zarista. Se calcula en cientos de miles los judíos rusos que emigraron hacia Estados Unidos como consecuencia de aquella barbarie. En Francia el antisemitismo que va naciendo no aparece en realidad sino diez o quince años después. A partir de 1894 Francia viviría una época de antisemitismo pedestre que desembocaría en la controversia histórica que eventualmente separaría la iglesia del estado francés: el caso Alfred Dreyfus, un joven capitán de artillería, de religión judía, acusado irresponsablemente de actos de traición al estado.

 

Resulta interesante la invitación que el boricua cursa a los banqueros franceses. La carta de Betances está fechada el 22 de febrero de 1882, se publicó en Le Moniteur des Consulats el 11 de marzo de ese año, y ha sido traducida al español por el distinguido amigo Salvador Arana. Dice así:

 

Respondiendo al deseo que ustedes (los Rothschild) han tenido a bien expresar al señor general G. Luperón, ex Presidente de la República Dominicana, de obtener algunos datos sobre ese país, tengo el honor de enviarles, en su nombre, la actual reseña histórica, que presento tan brevemente como es posible.

 

Tendremos mucho gusto en atraer su atención hacia la República Dominicana, que ofrece hoy asilo a los israelitas perseguidos... y nos sentiremos muy recompensados si conseguimos estimular suficientemente el interés de gente de bien, para que deseen, de la manera que sea, asociarse o asociar a sus amigos a su destino, en la certeza de que la encontrarán en lo sucesivo abierta a grandes cosas, a grandes quehaceres, a grandes empresas, a todas las grandes explotaciones honestas”.[xii]

 

Sin tardanza, la misiva habla de la geografía, los principales cultivos, sus bosques inagotables, el clima, las costas, los productos mineralógicos, la flora, las minas de cuarzo y del carácter afable de los dominicanos. Ya para finalizar Betances propone formar comités en cinco puertos principales de la República. Acto seguido, añade:

 

Esos comités deben saber a qué puntos pueden ser dirigidos los inmigrantes, de manera que éstos queden el menor tiempo posible a su cargo y que encuentren, tan pronto lleguen, el trabajo remunerado que debe colocarlos en el camino de la prosperidad. Así hemos actuado con la inmigración cubana que se ha dirigido a Santo Domingo durante los diez años de revolución que ha sostenido Cuba, y, podemos decirlo claramente, ni un emigrante ha tenido que sufrir un solo día de hambre”.[xiii]

 

Ya casi al terminar la misiva, Betances acota: “Esperamos poder actuar igualmente con los israelitas que deseen venir a nuestro país, donde encontrarán hermanos en todos nosotros y una patria en la República”.[xiv]

 

El 21 de agosto de 1884 embarcó en el puerto de Saint-Nazaire un pequeño grupo de obreros y agricultores. Iban a acampar en pleno bosque dominicano, en la parte sur de la bahía de Samaná, donde formarían una colonia de trabajadores. Eran 14 y serían seguidos muy pronto por flujos migratorios más numerosos. Es deseable, escribe Betances: “que el gobierno francés no pierda de vista esos valientes peones, cuya gloria será la de haber formado un centro de civilización llevando lejano el recuerdo sagrado y el amor de su patria grande y poderosa”.[xv]

 

Recordemos que durante esos años Betances había sido nombrado primer secretario de la Legación de la República Dominicana en París y encargado de sus negocios en Londres y Berna. No obstante, insistimos en que hay mucha maldad en ese individuo que se ha dado a la tarea de atosigar tantos embustes en un trabajo que el califica de “ensayo”. Para concluir este apartado reiteramos que Betances no invitó a los Rothschild para que invirtieran “capital financiero y de inversión” en la República Dominicana, como alega, malintencionadamente, Amado Martínez.

 

Betances y Dos Passos

 

Del tema de los banqueros y las altas finanzas no queremos separarnos, pero los lectores nos tienen que perdonar si abordamos una conexión nunca antes tratada: Betances y John Randolph Dos Passos. El estadounidense era un hombre elegante, simpático e inteligente. Hablamos del padre del famoso novelista John Dos Passo (1896-1970). Sí, aquel que había cultivado estrecha amistad con Hemingway, pero hubo un momento cuando “el cubano sato” –como él mismo se designaba-- le propinó un histórico pescozón por sostener posturas extremadamente reaccionarias durante los días de la guerra civil en España.

 

El padre del novelista era autor de importantes textos jurídicos. En 1867, dos años después de terminada la guerra civil en Estados Unidos, John Randolph se muda a la ciudad de Nueva York donde ejerce como abogado criminalista. De forma gradual, su práctica privada se fue deslizando hacia el derecho corporativo.

 

Durante los años de 1880 a 1890, bajo la iniciativa de Henry Osborne Havemayer, las empresas refinadoras del azúcar, particularmente aquellas ubicadas en el este de Estados Unidos, se transforman en un trust poderoso. Combinando un total de 19 refinerías y aportando del 70 al 90 por ciento del azúcar refino que se consumía en Estados Unidos, la American Sugar Refining Co., el llamado Trust del Azúcar, se convierte en una realidad dentro del mercado estadounidense del azúcar cubano.[xvi]

 

La operación para establecer la gigantesca empresa la planean fríamente. Y es Mr. John, como llamaba Betances a Dos Passos, el asesor legal de la poderosa industria. A partir de aquellos años, muchos ciudadanos de Estados Unidos compraban y operaban ingenios azucareros en la isla hermana de Cuba. El propósito es claro: obtener el azúcar crudo que le serviría de materia prima al monopolio del refinado en Estados Unidos.

 

Se ligan así, dice Julio Le Riverend, los intereses de la industria refinadora con los intereses particulares de los inversionistas estadounidenses en territorio cubano, “de modo que éstos vienen a ser aliados y apéndices de aquellos”. Ya para este momento, a mediados de la década del 1890, se calcula que la inversión de Estados Unidos en Cuba asciende a unos 50 millones de dólares. Sin embargo, es difícil llegar a un cálculo exacto del monto total de tales inversiones porque entonces no se llevaban bien las estadísticas.[xvii]

 

Estamos, casualmente, en 1897. Durante esos días, John Randolph Dos Passos zarpa del puerto de Nueva York en misión confidencial. El representante del trust del azúcar parte hacia París autorizado por un contrato suscrito con la cúspide del Partido Revolucionario Cubano. El estadounidense se comprometía entregar a la República de Cuba en Armas, en un plazo determinado y de una sola vez, la cantidad de 500 mil pesos en efectivo como equivalente de los bonos cubanos para cuya venta se le había autorizado.

 

El letrado llegó a la residencia de París del Dr. Betances con un mensaje muy discreto del abogado cubano Gonzalo de Quesada, representante diplomático del PRC en Washington.[xviii] Sin tardanza, Betances le ofrece sus servicios, dándole carta de recomendación para Leonce Bloch, director del Banco Trasatlántico de París.

 

En la reunión que Dos Passos sostuvo con el banquero francés, aprovechó la ocasión para proponer negociaciones con los españoles sobre la base de la autonomía. Sin tardanza, Bloch le informó a Dos Passos que tales asuntos se tenían que tratar en presencia del Doctor Betances. Un día más tarde, Betances fue invitado y almorzaron juntos los tres.

 

“Se habló –le dice Betances a Estrada Palma-- de las negociaciones propuestas por el Sr. Dos Passos que emitió la idea de Cuba ampliamente autonómica con Estrada Palma de gobernador civil i Martínez Campos de jefe militar. El proyecto no me pareció desde luego mui estudiado porque Dos Passos hablaba al mismo tiempo de la evacuación de Cuba por el ejército español. Bloch ofreció ver a Cánovas, con quien tiene relaciones; pero yo observé que, en mi concepto, ni Cánovas ni Estrada Palma aceptarían el arreglo. En todo caso, dije, sería preciso para entablar esas negociaciones, pedir poderes suficientes a la Delegación de New York”.[xix]

 

Vale la pena traer a colación una importante observación que hace Betances sobre Dos Passos, a quien se le escapó esta exclamación y el caborrojeño la supo registrar y comunicar a los cubanos de Nueva York: “¡Mac Kinley me daría un abrazo! ¡Y los hombres de las finanzas!… oh!”.

 

Tal exclamación le hace pensar a Betances que Dos Passos había llegado a París comisionado por Estrada Palma para la venta de los bonos cubanos y por las altas finanzas (llámese la industria del refinado azucarero) para trabajar un arreglo entre España y Cuba. Betances advierte que esos Señores no conocen bien a la gente que está en la revolución.

 

Dos Passos estaba empeñado en que el asunto de las negociaciones quedase secreto entre él, Bloch y Betances. No obstante, el acuerdo lo violenta el médico de Cabo Rojo al informarle de las mismas al PRC en Nueva York, y a José de Zayas y Usatorres, en Londres. Mientras, a Betances le parece que Dos Passos conseguiría colocar los bonos cubanos entre los banqueros de París y de Londres. Y en esa comisión se compromete en hacer todo lo posible por ayudarle. Era el dinero que se necesitaba para derrotar a España militarmente.

 

Aquí sería bueno informar que Betances, diplomático experimentado, argumentaba sus puntos de vista con mucho tacto, sin polemizar abiertamente con Estrada Palma, pero dejando asomar su posición inquebrantable: las negociaciones se harían únicamente sobre las bases de “la independencia absoluta”.

 

La Emulsión de Scott

 

Amado Martínez dice que Betances “especuló tanto en la industria de la salud como en la de la publicidad y vendió hasta su imagen para que fuera utilizada en anuncios de la Emulsión de Scott. Betances consistentemente fue un empresario, un hombre de negocios capitalista y un muy buen burgués emprendedor”.

 

Retamos al investigador de pacotilla a que diga, que demuestre públicamente cuánto dinero recibió el Padre de la Patria puertorriqueña por vender “hasta su imagen” a los propietarios del brebaje preparado en Nueva York. Aseguramos aquí que ese embuste no lo podrá probar.

 

A principios de 1895 en el periódico La correspondencia de Puerto Rico aparece un cintillo publicado bajo el título “Habla la Ciencia”, en el que Betances aparece promoviendo la Emulsión de Scott.

 

El Doctor Ramón Emeterio Betances goza en París de bien merecida fama. Este eminente facultativo refiriéndose a la Emulsión de Scott, dice: “No es de hoy que yo he recetado esta preparación. La Emulsión de Scott –que los enfermos aceptan con la mayor facilidad—es un medicamento excelente que rinde los mejores servicios en todas las enfermedades en que se acostumbraba recetar el aceite de hígado de bacalao. La Emulsión de Scott restituye las fuerzas perdidas, crea carnes y provee sangre rica y saludable”.[xx]

 

Hay además un segundo anuncio publicado en La correspondencia los días 9, 16, 23 y 30 de marzo de 1895. (Durante aquellos días la censura no se manifestaba con la misma saña de otros tiempos). El anuncio lee así: “La Emulsión de Scott es tolerada con gran facilidad por todos los enfermos, ya sean hombres, mujeres o niños. Es una excelente medicina que rinde los mejores servicios en todas las enfermedades en que se recetaba el aceite simple de hígado de bacalao. Dr. Betances, París, Francia”.[xxi]

 

Y usted, ¿acaso no ha probado la Emulsión de Scott?

 

El médico de Cabo Rojo fomentó siempre la utilización de aguas, jarabes, aperitivos y reconstituyentes medicinales. Hubo un momento cuando, con la ayuda de boricuas y dominicanos decide fundar un establecimiento médico de “aguas azoadas” que ayudarían al proceso digestivo y servirían, además, como reconstituyente. Para el “empresario” de Cabo Rojo su producto era refrescante, suave y podía mezclarse con vinos, licores o jarabes. Los elementos químicos de las aguas se analizaban en el Laboratorio Municipal de París. Químicos, fisiólogos y doctores en medicina colaboraban con el Doctor. Las aguas se pondrían a la venta en los principales cafés, restaurantes y licorerías de París. A principios de mayo de 1890 empezaron a fijarse los anuncios en los quioscos y en las murallas de la ciudad. Lamentablemente, como otras tantas empresas betancinas el negocio de las aguas se fue a la quiebra. Y “el célebre doctor Betances” (como decían los anuncios de la Emulsión de Scott), tuvo que prometerle a cada santo una misa y devolver a los socios dominicanos y puertorriqueños la cantidad de capital que habían aportado.

 

A nosotros nos gustaría saber cuántos francos, cuántos dólares (oro americano) recibió Betances de los laboratorios que elaboraban la Emulsión de Scott. La gente que lee 80 grados tiene el soberano derecho de saber quién es el especulador: ¿Betances o Amado Martínez?

 

Simplicia Isolina Jiménez Carlo

 

La mujer que acapara la vida sentimental de Betances siempre ha sido María del Carmen Henry. Lamentablemente, la fiebre tifoidea fue minando su delicada constitución física y tras trece días de enfermedad María del Carmen fallece en Francia el 23 de abril de 1859. Meses más tarde, Betances traslada sus restos a Puerto Rico y el 13 de noviembre María del Carmen es enterrada en la ciudad de Mayagüez.

 

Sin ella, sin María del Carmen, la vida se detenía por un instante. Nosotros no negamos la intensidad del sufrimiento, sin embargo, alrededor de la muerte de Lita se han tejido muchas leyendas.[xxii] Efectivamente, María del Carmen Henry, su sobrina, natural de Cabo Rojo, de apenas 21 años y con quien pensaba contraer matrimonio, es la que prevalece en su vida sentimental. Pero hubo otra mujer, la que fue su esposa y estuvo casada con él durante 35 largos años. Una mujer que le siguió al exilio y, víctima de la represión del coloniaje, toleró largas ausencias y fue lo suficientemente valerosa para convertirse en auxiliar de sus proyectos sediciosos. El general Calixto García Íñiguez, figura emblemática de las luchas revolucionarias cubanas durante la segunda mitad del siglo diecinueve, llamaba a la compañera de Betances: “la mambisa”, un calificativo digno de honor y de alabanza.

 

Pero en el trabajo que criticamos se dice lo siguiente: “Según su testamento, Betances no poseía propiedad inmueble en Puerto Rico... El revolucionario sin embargo, sí poseía tierras en La Española, y según el punto 17 de su testamento, le deja a su esposa Simplicia, los títulos de unos terrenos en la Romana, Santo Domingo”. ¿Por qué Amado Martínez no se fue a La Romana a descubrir las extraordinarias riquezas que el Padre de la Patria le dejaba a su compañera? Amado Martínez lanza lodo y no aporta nada nuevo a la historiografía puertorriqueña. Bueno sería informarle a este señor que existe un documento fechado en la República Dominicana el 19 de noviembre de 1916, que dice: “Recientemente los Sucesores del Doctor Ramón E. Betances han enviado a esta para hacerlos inscribir en la mensura y partición... 8 títulos que aquel poseía con un valor total de 220 pesos...”[xxiii]

 

Ese es el gran capitalista, el gran burgués, el gran empresario del que habla Amado Martínez. Ahora tenemos que decir que el “investigador” de marras es un izquierdoso que viene a ser cómplice, como dice Paul Estrade, de los que desean demoler al Padre de la Patria, porque el mismo concepto de padre y de patria les desagrada.

 

En el matrimonio Betances-Jiménez no hubo descendencia. Sabemos, sin embargo, de una hija adoptiva llamada Magdalena Caraguel. Lamentablemente, es muy poca la información que tenemos a tales efectos. En el primer inciso de su testamento, fechado en Neuilly el 8 de agosto de 1898, esto escribe Betances:

 

“Deseo o dispongo, que de mi póliza de seguro de vida por 50,000 francos en la Sociedad de ‘Assurance Générale’ después de cobrada, se reintegre a la señorita Magdalena Caraguel los diez mil francos que ella pagó por la póliza, según consta en la liquidación. El resto, 40,000 francos serán entregados a mi esposa.”[xxiv]

 

Simplicia Isolina Jiménez Carlo nació en Cabo Rojo el 28 de julio de 1842 y murió en San Juan el 10 de junio de 1923. El Acta de Defunción revela que falleció en el Hospital Municipal de Santurce a consecuencia de arteriosclerosis.[xxv] La Agencia Funeraria de Don Ramón Fournier se encargó de los funerales, siendo sepultada en el Cementerio Municipal de San Juan, localizado en la Avenida Eduardo Conde de Villa Palmeras. Posteriormente los restos de Jiménez Carlo fueron trasladados al Cabo Rojo de su niñez.

 

A manera de recapitulación

 

Ya hemos probado que Amado Martínez es un farsante. Mucho más, en su escrito dice que Betances es un racista, especulador, cínico, burgués liberal, secesionista, que fracasó como amante, como empresario y como revolucionario. Ninguno de estos asuntos los vamos a comentar. Tampoco vamos a comentar temas muy importantes: blancura de sangre, el ramio, la hoja de la coca, el vino Mariani, religiosidad, masonería, Betances el santo, el francés puertorriqueño, el republicano cosmopolita, la confederación antillana, las proclamas incendiarias, el tráfico de armas, la mujer, Meriño, Tapia, Goyco, Schoelcher, patria, Padre de la Patria u otros. En todos esos asuntos podemos golpear bien fuerte al escritor que habla del Banco Popular.

 

Ahora bien. Bolívar fue vilipendiado antes y después de su fallecimiento. Fugitivos cubanos han dicho que Martí era un suicida. El maestro Albizu Campos, el comandante Ernesto Guevara, Fidel, todos han tenido múltiples detractores, pero todos se han erguido como símbolos supremos en la lucha por aquella consigna tan Betances: Patria, Justicia, Libertad. Y desde Ciales los de la Cresta nos recomiendan que si queremos que nos respeten, tenemos que respetar a nuestros mayores. Amén.



[i] Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Ramón Emeterio Betances. Obras completes. Escritos íntimos. Vol. II, p. 188. Se trata del primer testamento de Betances, fechado en París, 16 de noviembre de 1895.

[ii] Juan José Hernández y Sebastián Andrés. “Yo soy libre”. En Betances suena así. Banda Sonora “El Antillano”, dos discos.

[iii] Correspondencia diplomática de la Delegación cubana en Nueva York durante al guerra de independencia de 1895 a 1898. La Habana: Archivo Nacional de Cuba, 1945. Tomo III. Francia. Carta número 16,657. De Betances a Tomás Estrada Palma, 16 de agosto de 1895. En lo adelante nos referiremos a este fondo por la sigla CDDC seguido del número de la carta.

[iv] CDDC. Carta número 16,658. De Betances a Tomás Estrada Palma, 22 de agosto de 1895.

[v] Paul Estrade. Solidaridad con Cuba libre, 1895 – 1898: la impresionante labor del Dr. Betances en París. San Juan: Universidad de Puerto Rico, 2001, p. 209.

[vi] Paul Estrade. Op. cit., p. 204.

[vii] Le XIXe Siècle. París, 26 de julio de 1876.

[viii] El eco de la opinión. República Dominicana, Santo Domingo, 9 de marzo de 1883.

[ix] La Revue Diplomatique. Francia, 10 de octubre de 1897. Traducción de Wanda Arrufat. Véase además a Carlos M. Rama. Ramón Emeterio Betances. Las Antillas para los antillanos. Sn Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1975. Recomendamos, además, el valioso trabajo del profesor Francisco Moscoso, “Betances y la revolución de 1848”. Claridad, 30 de marzo de 2015.

[x] Archivo General de Puerto Rico. “Testamentaría de Da. Carmen Alacán vecina de Caborrojo”. Fondo Judicial de Mayagüez, serie del Departamento de San Germán.

[xi] El manuscrito original, puño y letra del Doctor Betances, fechado en París el 25 de marzo de 1884, puede consultarse, microfilmado, en el Instituto de Estudios del Caribe de la Universidad de Puerto Rico.

[xii] Carta de Betances a los Barones Gustave y Edmond Rothschild, 22 de febrero de 1882. En Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Ramón Emeterio Betances. Obras completas. Escritos politicos, proclamas, discursos, estudios. Vol. IV. San Juan: Ediciones Puerto, 2013, pp. 303-310.

[xiii] Ojeda Reyes y Estrade. Ibid., p. 310.

[xiv] Ibid. p. 310. Subrayado nuestro.

[xv] El porvenir. Nueva York, 27 de septiembre de 1884.

[xvi] Philip S. Foner. Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos. Tomo 2. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1988, p. 324.

[xvii] Foner. Op. cit., p. 328.

[xviii] CDDC. Francia, carta número 16,737.

[xix] CDDC. Francia. Ibid.

[xx] La correspondencia de Puerto Rico. San Juan, 10 de enero de 1895.

[xxi] La correspondencia de Puerto Rico. San Juan, 9, 16, 23 y 30 de marzo de 1895. El anuncio tiene, además, dos inserciones en mayo, tres en junio y otras dos en julio y agosto de 1895.

[xxii] En vez de los párrafos repugnantes y despreciables sobre María del Carmen Henry, publicados en 80 grados, recomendamos el ensayo que sirve de introducción a los Escritos íntimos de Betances, redactado por el Dr. Arcadio Díaz Quiñones. En Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Ramón Emeterio Betances. Obras completas. Escritos íntimos. Vol. II. San Juan: Ediciones Puerto, 2008, pp. 25-37.

[xxiii] Biblioteca de Derecho. Universidad de Puerto Rico. Colecciones especiales. Bufete Peynado y Peynado. Contiene los siguientes documentos: Copias simples títulos del Dr. Betances.

[xxiv] Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade. Ramón Emeterio Betances. Obras completas. Escritos íntimos… p.189.

[xxv] Simplicia Isolina Jiménez Carlo. Acta de defunción cortesía Dr. Adolfo Pérez Comas.

 

(Tomado de Claridad)

 

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