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Una sola nación PDF Imprimir Correo
Escrito por Manuel de J. González   
Viernes, 30 de Octubre de 2015 11:02

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La Declaración General del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), aprobada el 28 de noviembre de 1971, comienza con la siguiente oración: “Puerto Rico es una nación latinoamericana con cuatro y medio millones de nacionales, de los cuales 2,700,000 residen en la Isla y el resto (más de una tercera parte) se concentra en Nueva York y otros lugares de Estados Unidos”.



Con esa afirmación el PSP asumía una postura novel entre los partidos políticos puertorriqueños de la época: que los boricuas emigrados, y su descendencia, siguen formando parte de la nación puertorriqueña con todos los derechos y responsabilidades que emanan de ese hecho. El planteamiento partía de un enfoque estratégico que la dirección del PSP tenía muy claro, a saber, que en la lucha por un Puerto Rico soberano los puertorriqueños que residen en Estados Unidos deberán tener un papel preponderante.

En la actualidad, 44 años después de haberse aprobado aquella Declaración, han variado los números, las proporciones y los lugares donde viven los puertorriqueños en Estados Unidos, pero el planteamiento político central sigue inalterado. El futuro de Puerto Rico está en las manos de todos sus hijos, incluyendo destacadamente al enorme porcentaje de éstos que se han visto obligados a emigrar.

Ahora somos muchos más los boricuas que residen tanto en la Isla como en Estados Unidos, y el área metropolitana de Nueva York ya no tiene el peso que tuvo en el pasado. Pero la afirmación del PSP de que los puertorriqueños residentes en Estados Unidos son parte integral de la nación puertorriqueña sigue siendo correcta y, sobre todo, muy pertinente. Ese planteamiento, que constituyó una aportación importante al pensamiento político puertorriqueño, nació de la realidad objetiva creada tras la gran ola migratoria de los años ’50 y ’60 del pasado siglo. Ahora que vivimos una nueva oleada, resulta muy pertinente replantearnos el tema.

Al momento de su constitución en noviembre de 1971, el PSP ya contaba con una estructura organizada en Estados Unidos, con núcleos y comités en casi todas las comunidades donde se concentraban los boricuas. La fortaleza de aquella organización dirigida desde Nueva York, donde radicaban las oficinas de la “Seccional”, quedó evidenciada en octubre de 1974, cuando miles de puertorriqueños llenaron a capacidad el Madison Square Garden en un evento que se llamó “Día de Solidaridad con la Independencia de Puerto Rico”.

Aquella Seccional, en cuyo cuerpo de dirección había muchos jóvenes de la llamada “segunda generación” (nacidos en Estados Unidos, hijos de emigrados) produjo a principios de 1973 un documento titulado Desde las Entrañas donde se analiza con profundidad la realidad de la comunidad boricua y se resumen los objetivos de su lucha. Veamos un segmento:

“La comunidad puertorriqueña en Estados Unidos tiene unas peculiaridades que la distinguen de las llamadas minorías nacionales asentadas en este país. Estas son, en resumen, las siguientes:

  • Un movimiento migratorio continuo de puertorriqueños entre la isla y Estados Unidos y viceversa, facilitado por el puente aéreo establecido entre San Juan y Nueva York.
  • Una continua interacción entre los individuos, las familias y comunidades boricuas de aquí y de allá, facilitada por el flujo constante de viajeros, correspondencia, e informaciones de prensa y televisión,
  • Ambas porciones del pueblo puertorriqueño, la que reside aquí y la que está en la Isla, se enfrenta a un mismo sistema de agresión cultural continuo que, aunque en grados distintos, tiene el mismo propósito genocida de destruir la nacionalidad puertorriqueña.
  • Los puertorriqueños de la isla y de aquí estamos igualmente sujetos a la superexplotación capitalista de la clase dominante norteamericana, tanto en términos de nuestra fuerza de trabajo como en el ámbito comercial.
  • El aislamiento social y político (o “ghetoización”) respecto al resto de la sociedad a que ha sido condenada la comunidad boricua en las distintas ciudades de Estados Unidos por virtud del racismo y la discriminación nacional.
  • Los trabajadores puertorriqueños de la isla y de Estados Unidos han seguido un proceso similar de proletarización en la formación de clases, acelerada durante los últimos 30 años”.

 

Esas peculiaridades, intima la Declaración, han hecho posible que la nacionalidad puertorriqueña se mantenga viva no sólo entre los emigrados, sino también entre sus hijos y nietos.

La realidad material y política actual, en esta segunda década del siglo XXI, es distinta en algunos aspectos a la que sirvió de base a la declaración que se hizo pública en Nueva York en 1973. Pero la afirmación central de que constituimos “una sola nación” tal vez sea ahora más pertinente que antes. Aun cuando la dispersión geográfica es mayor y ya no se da la enorme concentración que antes había en los barrios de Nueva York, también es mayor y más frecuente el intercambio entre los dos segmentos de la nación puertorriqueña. Esa interacción mantiene viva la nacionalidad, generando influencias mutuas que incrementan el sentimiento de pertenencia a un mismo cuerpo.

A nadie debe sorprenderle, por tanto, que ante la grave situación actual de Puerto Rico, sean los puertorriqueños de allá los que se hayan colocado a la vanguardia para requerirle a Estados Unidos que asuma su responsabilidad con nuestro país. Desde Nueva York, Orlando o Chicago se escucha una misma voz reclamando un trato justo para la Isla que, empujados por la necesidad, abandonaron en algún momento y a la que esperan regresar. Esas voces pueden manifestarse en uno u otro idioma, pero siempre representan al mismo pueblo.

 

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