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Una solución sin Washington PDF Imprimir Correo
Escrito por Carlos Gallisá   
Martes, 17 de Mayo de 2016 18:26

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El problema fiscal de Puerto Rico tiene un lado económico y otro político. El gran error de los gobernantes de Washington y los de aquí es no reconocer que el lado político es lo que genera la crisis. Negar el elemento político en la solución es reincidir en la política del parche.



En lo estrictamente económico la solución reside en incentivar la economía, hacerla crecer, con las miras puestas en pasar del crecimiento al desarrollo, que significa salir de la dependencia y establecer bases propias de sustento. El crecimiento puede significar más recaudos y, por lo tanto, aliviar el problema fiscal de forma tal que el gobierno tenga mayores recursos para cumplir con sus obligaciones.

La pregunta que sigue es, ¿cómo se logra ese crecimiento de nuestra economía? Ahí es inescapable la discusión del lado político que se pretende ignorar. Si Puerto Rico no tiene control ni autoridad sobre los principales factores que operan en la economía de la Isla, ¿cómo puede incentivar y hacer crecer la economía? Nos podrían decir que hubo crecimiento en la década del 50 y en los años de la 936 sin los poderes políticos que reclamamos como necesarios para un crecimiento económico en el 2016.

Respondemos. Debemos comenzar por decir que los años 50 y los años de las 936 han sido los únicos períodos de crecimiento económico en los 118 años de dominación colonial bajo Estados Unidos. Ambos períodos sumados no sobrepasan los 20 años. Son dos momentos únicos por las circunstancias y coyuntura política en que se dieron. El de los 50 se dio dentro del marco del fin de la Segunda Guerra Mundial con gran parte del mundo destruido, sin competencia de los países asiáticos que se encontraban en el quinto mundo, Europa en ruinas y un gran capital acumulado en Estados Unidos buscando inversiones. El crecimiento económico de Puerto Rico estaba en los intereses de Estados Unidos en la Guerra Fría que comenzaba. Había que presentar a la colonia como modelo de lo bueno que era “asociarse” a Estados Unidos. Hay quienes dicen que la Operación Manos a la Obra fue un diseño de la inteligencia yanqui. Aún así el elemento principal para el crecimiento en los años cincuenta fue la expulsión al norte de medio millón de boricuas. No hay duda que en aquel momento las estrellas de Estados Unidos y los que administraban la colonia estaban alineados. Sin olvidar que en ese alineamiento estaba el objetivo de destruir el movimiento independentista que se había convertido en el segundo partido electoral en 1952, por no hablar de la insurrección nacionalista de 1950. Ahora no hay alineamiento alguno de las estrellas. Ni hay Guerra Fría, ni hay un interés geopolítico y estratégico militar debido a los cambios tecnológicos en el arsenal de guerra.

La otra etapa de crecimiento, segunda y última, fue la de las corporaciones 936 que se establecieron en la Isla a partir de 1976. El proyecto de las 936 se aprobó en el Congreso obedeciendo a unas necesidades de Estados Unidos de repatriar los miles de millones de dólares depositados en bancos fuera de Estados Unidos. Se necesitaba ese dinero en suelo estadounidense para incentivar la economía yanqui que se encontraba en dificultades. Permitirle a las compañías internacionales repatriar sus ganancias sin pagar contribuciones era el incentivo para el regreso de ese capital. Puerto Rico no estaba presente para nada en la formulación de las 936. De rebote caímos beneficiados cuando la ley dispuso que el retorno del capital tenía que hacerse a través de los territorios.

En resumen, ninguno de los factores que proporcionaron ambos crecimientos se encuentran ahora. Como tampoco hay a la vista un nuevo y gran interés nacional de Estados Unidos, geopolítico o económico, que aunque sea de rebote, como en el pasado, pueda servirnos para incentivar la economía isleña.

El presente nuestro es producto de un pasado que ya no puede esconderse bajo el falso discurso de “lo mejor de dos mundos”, la autonomía fiscal y todas las cosas “comunes”. El lado político es el que produce la crisis en la parte económica del problema, agravado éste por la irresponsabilidad de los que han administrado la colonia.

Aceptar que el problema es estructural y no cíclico por parte de la actual administración al hacer suyo el Informe Krueger y reconocer que la deuda es impagable bajo las estructuras actuales (a pesar del culipandeo con que se hace) es un paso de avance. Hay que trabajar los dos lados de la ecuación. De inmediato lo económico, pero con miras de futuro. Detrás del manejo de la crisis tiene que haber una visión de futuro, un proyecto de país. Lo que propone Washington con su Junta de Control Fiscal es un mecanismo que sólo persigue garantizar el pago de la deuda, en total desprecio del desastre que el cumplimiento de ese pago ha de ocasionar en la vida puertorriqueña.

Contrario a lo que dice la mentalidad colonial, los problemas que genera el pretender pagar la deuda son infinitamente mayores que el impago. Por tal razón, la única salida es el impago, para obligar a una reestructuración que conlleve una reducción de la deuda en no menos de un cincuenta por ciento. Sólo falta el valor para hacerlo, y lo podemos hacer sin la indignante intervención de Washington.

 

Fuente: Claridad

 

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