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En Memoria: Alberto Pérez Pérez Canto a la Verdad PDF Imprimir Correo
Escrito por Egidio Colón Archilla   
Domingo, 30 de Octubre de 2016 08:00

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''Al llegar me enfoqué con una gigante foto enmarcada de Fidel, Mari Brás y un joven, que resultó ser nuestro anfitrión. Lo reconocí por sus grandes ojos negros y su sonrisa amplia. En el otoño de su vida todavía conservaba esa brillantez de mente y esa riqueza de verbo que subyuga a su interlocutor''.

 

Era una de esas tardes mojigatas, de esas que dan ganas de bostezar, cuando acudimos gozosos al reclamo de Emma Rodas, amiga de Armindo,(Núñez) a tertuliar en su casa. Yo realmente iba medio achongado, pues no conocía a esos amigos que habían compartido vivencias, en un mundo que yo apenas había atisbado. Al llegar me enfoqué con una gigante foto enmarcada de Fidel, Mari Brás y un joven, que resultó ser nuestro anfitrión. Lo reconocí por sus grandes ojos negros y su sonrisa amplia. En el otoño de su vida todavía conservaba esa brillantez de mente y esa riqueza de verbo que subyuga a su interlocutor. A la tertulia se unió Tito Meléndez, otro amigo del grupo. Yo solo miraba y escuchaba a Emma, Alberto, Tito y Armo compartir sus vivencias, las cuales, de alguna manera, Armo se las había reservados calladitas en un rincón de sus recuerdos. Nunca había participado de una conversación política y al principio se me hizo difícil seguirles. Eso si, advertí de inmediato que se desplegaba ante mis oídos un trozo de la historia de una Patria a quienes ellos trataron de liberar. También reconocí en la voz de Alberto un tono patriarcal, a veces conciliatorio, pero claro y brillante. Desde ese momento, quedé atrapado en sus redes.

Desde ese día han pasado muchos años, muchas cenas, muchas tertulias en que Alberto me fue contando sus hazañas. Conocí la ferocidad de Alberto si alguien tocaba algún miembro de su familia, fueran estos su esposa o sus hijos Marcos y Lola; la generosidad con que compartía lo suyo con sus amigos; su amor por Emma y su Patria. Poco a poco la figura de ese hombre se me fue transformado en El Patriarca.

Siempre estuve maravillado por su verbo locuaz y brillante, capaz de transformar la situación más sencilla en un evento visual y de sensaciones. Pasé largas horas en su balcón escuchándole contar las más increíbles anécdotas de su vida.

Fruto de sus historias y de la maravillosa memoria de Emma quiero compartirles este homenaje a sus relatos.

Sus padres eran de Utuado, del Bo. Mameyes. Su familia tenía tierras, pero al casarse, las cosas estaban muy malas y tuvieron que emigrar a la República Dominicana donde su papá administró un aserradero en la zona de la Vega, al centro norte de la isla. Mientras trabajaba, nacieron tres de sus hermanos mayores. La dictadura hizo que su papá tuviera que salir corriendo y dejar allí a su esposa e hijos, quienes enfermaron de una de esas condiciones que mataban a todos en este trópico pobre, y los varones murieron, sobreviviéndoles su hermana. Regresaron a Puerto Rico y se ubicaron en Vega Baja cuando su hermana mayor tenía ya cinco años. Ya su papá trabajaba en una central y allí nacieron él y su hermana menor. De un día para otro, una hermana de su mamá, dueña de un hospedaje en el Viejo San Juan, decide emigrar para Estados Unidos. En poco tiempo le surge la posibilidad de administrarlo. El hospedaje estaba al frente del hoy estacionamiento de Doña Fela. Con cuanta nostalgia me contaba como se escuchaban el alboroto de los trabajadores de los muelles en la madrugada y los pitos de los barcos entrando y saliendo. Aunque sus padres eran pobres fueron los muchos jóvenes de su familia a quienes les daban cama y comida para que pudieran ir a la UPR. Otros llegaban de los campo a buscar trabajo.

Nunca olvidaré cuando me contó como los marinos americanos surcaban las calles adoquinadas, formando una oleada salvaje y desordenada en la búsqueda de alcohol y mujeres, creyéndose amos de nuestra Isla. San Juan era un barrio mezclado en cuanto a clases. Por mucho tiempo estuvo lleno de vecindades, hacinándose familias enteras en un cuarto . No es el sitio que es hoy. Los ricos no vivían allí. No es hasta que se “descubre” su valor histórico que empieza a cambiar y a convertirse en el sitio de moda, desapareciendo la población más pobre. Cuando él vivía allí había profesionales o comerciantes pero eran los menos. Al irse desarrollando las urbanizaciones, la gente sencilla se fue.

Sus años escolares no estaban desprovistos de las escapadas a los cines donde las aventuras de Tarzán, los vaqueros y de las rumberas cubanas con cuerpos contoneantes, poblaron sus sueños. Recuerda los bares donde los abogados del Tribunal Federal compartían anécdotas con el pueblo, que siempre locuaz, juzgaba cual togados.

Aunque su papá Antonio trabajaba como carpintero, siempre sacaba tiempo para llevarlo todos los días a la Biblioteca Carnegie. Mientras el hacía lo suyo, su padre leía periódicos, revistas y sacaba libros sobre historia y otros temas internacionales. Me recalca que su padre siempre fue independendista, pero nunca militó en ningún partido, aunque siempre votó por el PIP.

El estudió en la Academia Católica un año. Luego lo llevaron a la José Julián Acosta y de ahí a la Intermedia en la Baldorioty, lo mueven a la Lincoln y de allí pasó a la Central High. Bajo los ojos preocupados de sus padres floreció en el espíritu patrio. En sus años centralinos llegó a ser editor del periódico escolar y fundador de la Federación de Estudiantes Pro Independencia (FEPI), Ya para ese entonces también participaba de actividades del Movimiento Pro Independencia (MPI), donde conoce a su gestor y guía Don Juan Mari Brás.

Una maestra de escuela superior cuenta, que Alberto se distinguía porque corregía la información que tenían sus maestros de historia y otras materias. Ella le tenía terror cada vez que levantaba la mano en clase, y tuvo que pedirle que no lo hiciera porque la desmoralizaba frente a los demás alumnos”, comentó Emma. Alberto le aclara que “ si, lo hacía en todas las clases que me interesaban pero que lo hacía de una forma respetuosa”, riéndose aclara que “no era a modo de polémica sino para corregir data incorrecta.”

Así llega a la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras motivado por sus fuertes convicciones y su espíritu crítico, forma parte de la Comisión Política del MPI, siendo el miembro más jovencito. En el 1996 preside la FUPI . Sus posiciones se las ganó con “trabajo y sufrimiento.” Pero más sufrieron sus padres, quienes lo acompañaban cada vez que lo arrestaban. “Nos metían en la CARED de la Parada 8, por cualquier cosa: llevar una bandera de PR, pasquinar, estar reunidos.” Eran los tiempos de la Guerra de Vietnam. Alberto se negó a ir y lo arrestaron en su casa. “Mis padres querían que estudiara y sufrieron mucho.”

Su tozudez y tu amor por su Patria, le valieron múltiples suspensiones hasta que “ Abraham Díaz Gonzalez me expulsó por lo del fuego al ROTC.”

“Desde entonces se entrega en cuerpo y alma al PSP, ocupando varios cargos”, rememora Emma, “fue Presidente de la Juventud, Secretario de Relaciones Internacionales, Secretario de Prensa y Propaganda y

Miembro de la Comisión Política. Su primera misión fue viajar a Praga, por medio de Paris. El pobre no sabia ni inglés ni francés y solo tenía el teléfono de su contacto, Pinchi Méndez y su box en el Correo. Trató de llamarlo pero lo contestaban en francés. Se tuvo que sentar en las escaleras del Correo Central a esperar que éste fuese a buscar sus cartas. “Si no llega Pinchi, me muero de hambre pues no me dieron dinero para el viaje. Yo tenía 20 años y era mi primer viaje fuera de Puerto Rico”.

“Alberto formó parte del Cuerpo Diplomático del PSP, me explica Emma, “Su rol era de mediador Eso fue lo que más me atrajo de el: su capacidad de buscar el lugar del centro!”

Háblame de esta histórica foto que con tanto celo guardas: “Estábamos en una mansión del sector del Laguito, a las afueras de Miramar, Julio Vives, Mari Brás y yo. Ibamos para Chile cuando Mari recibe un llamada de Fidel quien lo quería ver en algún momento. ¡Y el momento fue de inmediato! Tuvieron que detener el avión mientras El Comandante charlaba con nosotros y nos felicitaba por la labor hecha y la que ¡íbamos a hacer!”

Al terminar esta charla, Emma me explica que al abandonar el partido, Alberto comienza la carrera de leyes, se gradúa en el 1983 y monta su oficina privada. Sin embargo, siempre colaboró con CLARIDAD. Luego se incorpora al servicio público en su Patria, en el Departamento de Justicia. “Recuerdo cuando me llamaron para ser el encargado de recibir a Alarcón cuando nos visitó en el 1979 y estar a cargo de todo lo relacionado con su visita, acepté la encomienda.”

Alberto, ¿qué mensaje les enviarías a los jóvenes de hoy? : “Cada quien aprende por cabeza propia.”


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