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Unidad del pueblo para traer a Oscar a casa PDF Imprimir Correo
Escrito por Luis V. Gutiérrez / Claridad   
Viernes, 10 de Junio de 2011 02:13

oscarOscar López Rivera es mucho más que un prisionero político. Oscar López es un ser humano que siente y padece, como todos nosotros. Ya es tiempo de traerlo a casa.

 

Nuestro pueblo es noble y generoso. Y a pesar de estar dividido acerca de cómo debemos enfrentar el problema colonial que tanto oprime a esta Isla, existe un consenso general de que se debe cambiar ese sistema colonial. Muchos puertorriqueños –pienso que una gran mayoría de nosotros– está de acuerdo que el sistema colonial es injusto e inaceptable.

Y es precisamente esa convicción, ese compromiso con dar fin a la injusticia que es el colonialismo, junto a su amor por su gente y por su pueblo, lo que llevó a Oscar López a dedicar su vida a la lucha por sus principios, que incluye la independencia de Puerto Rico.

Siempre he pensado que para caminar hacia adelante como pueblo, debe existir la reconciliación entre los puertorriqueños. Debemos unirnos en todo aquello que podamos unirnos. Y pienso que no se puede avanzar en la ruta de la descolonización de Puerto Rico mientras tengamos personas en la cárcel por haber luchado contra el colonialismo.

Todos los 19 años que llevo sirviendo como miembro del Congreso representando al cuarto distrito de Illinois he dedicado tiempo y esfuerzos a lograr la excarcelación de los prisioneros políticos puertorriqueños. De los 15 prisioneros políticos puertorriqueños de Chicago que comenzaron a servir sentencias a finales de los años ‘70’s y principios de los ‘80’s y luego de treinta años en la cárcel, Oscar López es hoy el único que permanece encarcelado.

Ésta es una situación que debe tocarnos en lo más profundo de nuestros corazones y nuestra alma.

A los puertorriqueños nos disgusta el abuso y la injusticia, y no existen otras palabras para describir la situación de Oscar.

Caminando por el barrio de Chicago o por las calles de las ciudades, pueblos y campos de Puerto Rico he visto cómo gente común y corriente se acerca a los prisioneros políticos liberados y les abrazan, les estrechan sus manos, les expresan su aprecio y cariño.

He escuchado cuando personas les han relatado que bautizaron a una hija con el nombre de Alejandrina, ó Lucy, o Dylcia o a un hijo con el nombre de Elizam, Luis, ó Carlos Alberto, en honor a estos exprisioneros políticos. He visto las caras iluminadas, alegres y llenas de orgullo de algunos de estos niños y jóvenes así bautizados cuando conocen a estas personas en honor a quienes sus padres les dieron sus nombres.

Y he visto con gran alegría cómo estos compatriotas se han integrado a la vida, tanto a la vida de sus familias y sus amigos y de su pueblo, pero también a sus propias vidas, donde se envuelven en sus trabajos o sus talleres de arte o artesanías y a sus actividades libremente escogidas.

El pueblo puertorriqueño les ha recibido a todos con los brazos abiertos.

A todos, menos uno. Al que todavía mantienen injustamente en prisión. A Oscar López.

A través de todos estos años, he tenido la oportunidad de visitar a Oscar en la prisión en muchas ocasiones.

He visto cómo su cuerpo comienza a mostrar el paso del tiempo.

Pero, también he visto cómo ante las peores adversidades, como cuando falleció Doña Mita, su señora madre, o su hermana Clara, en ambas ocasiones en que se le negó el derecho humano básico de asistir a sus entierros, a pesar de esto su espíritu se crece y se fortalece. A través de todos estos años he visto cómo su compromiso con su Patria y con su pueblo nunca ha dado la menor señal de debilitamiento o disminución.

De hecho, a Oscar lo convencieron amigos, familiares y compañeros de que saliendo Carlos Alberto Torres de la prisión aceptara participar de la audiencia para considerar su libertad condicional, o “Parole”.

Sencillamente, luego de 30 años de prisión, no tiene sentido que Oscar siga encarcelado.

Desafortunadamente, esta petición de libertad bajo palabra fue recientemente denegada de manera cruel e injusta. Oscar nunca fue acusado, y mucho menos encontrado culpable de hacerle daño a persona alguna. ¿Cómo es posible que veamos a asesinos, violadores, y traficantes de drogas salir de la cárcel luego de 5, 10 o 20 años, mientras mantienen a Oscar preso luego de servir 30 años?

Basta pensar por un momento acerca de nuestras propias vidas por los últimos 30 años para darnos cuenta de que es sencillamente inhumano e inaceptable todo lo que le siguen negando a Oscar al mantenerlo encerrado.

¿Cuántas veces hemos podido tocar y acariciar a nuestros hijos y nietos, secarles lágrimas de sus ojos cuando se pelaron las rodillas corriendo bicicleta, o hemos celebrado con ellos cuando sacaron buenas notas o su equipo ganó el juego que los llevamos a ver?

Pensemos las veces que despedimos el año con nuestros seres queridos, fuimos a la iglesia con nuestros vecinos, fuimos a una boda o a un bautismo, o besamos a nuestras esposas o esposos…

Sencillamente, la situación de Oscar es cruel e inhumana y no podemos seguir tolerando este abuso contra él.

En 1999 el Presidente Clinton entendió que su sentencia fue excesiva al delito por el que se le acusó. Si Oscar hubiese aceptado la oferta del Presidente para salir con condiciones de la cárcel ya estaría entre sus familiares y entre su pueblo. Pero en ese momento Oscar entendió que no podía aceptar la oferta mientras quedaran otros de sus compañeros en prisión.

Pero ya no cabe duda de que sea tiempo de traer a Oscar de regreso a su casa.

Por eso, quiero hacer un llamado a todo el pueblo generoso y noble de Puerto Rico a que nos unamos, como lo hicimos para lograr la paz para Vieques, como lo hacemos en momentos de tragedia, para hablar con una sola voz y exigir la excarcelación de Oscar López.

Es momento de trabajar para lograr que toda la sociedad civil de Puerto Rico, todas las organizaciones cívicas y religiosas, todos los cuerpos de gobierno se expresen claramente a favor de la excarcelación de Oscar.

Debemos estar todos pendientes a las indicaciones de los buenos amigos que dedican tantos esfuerzos en la campaña para lograr la excarcelación de Oscar para saber cómo y cuándo proceder.

Pero no tenemos que esperar para comenzar a hablarles acerca de este caso a nuestros amigos, vecinos, familiares y compañeros de trabajo y de organización, en nuestras iglesias, centros de trabajos y donde quiera que compartimos con otros boricuas, acerca de la necesidad de actuar para corregir esta injusticia que tanto hiere nuestra sensibilidad de pueblo.
Sigo y seguiré comprometido con hacer todo lo que esté a mi alcance para colaborar con los esfuerzos para lograr su libertad.

Espero que todos los buenos puertorriqueños lo hagan también.

 

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