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En memoria: Don Pedro Albizu Campos PDF Imprimir Correo
Escrito por Vilma Soto Bermúdez / MINH   
Miércoles, 29 de Junio de 2011 05:52

albizu

Aun después de muerto decir su nombre a boca de jarro pone a temblar al imperio.

 

 

 

Así se demostró cuando el 11 de junio de 2000, la diáspora boricua, obligada a emigrar a los Estados Unidos en busca de lo que le han usurpado en su propio suelo decidió dedicar su desfile anual en las calles neoyorquinas al ilustre patriota, símbolo de la dignidad del pueblo que rezume sangre aprisionado en el puño yanqui hace más de un siglo. El monstruo lanzó su ataque contra los organizadores, hubo zarandeos y amenazas; la palabra boicot salió a relucir… pero no pudieron contra la historia.

Ese día salió a la calle el pueblo portando miles de banderas… y no era la enseña gringa. Era la monoestrellada; la surgida allí mismo, en esa ciudad gris, bajo el ala de los patriotas exiliados, porque eso somos, pueblo de patriotas a la deriva reclamando tierra, nuestra tierra, nuestro lugar en las Antillas y en la América bolivariana. La estrella de nuestra bandera fija el camino. Ese mismo astro que trazó la ruta del Maestro: Don Pedro Albizu Campos. El mismo hombre a quien los yanquis temen… y tienen razón para temer, porque este hombre fue Puerto Rico encarnado, el caribe a flor de piel, Latinoamérica unida.

Don Pedro nació en Ponce, el 29 de junio de 1893 o el 12 de septiembre de 1891, según las distintas fuentes revisadas, años antes de la invasión de Estados Unidos a Puerto Rico. Hijo de negra puertorriqueña y vasco residentes en la caribeña ciudad de Ponce. Fiel reflejo del mestizaje que él mismo describiera como la carta de ciudadanía de nuestra América. Poseedor de una inteligencia admirable, la nívea Harvard le abrió sus vetustas puertas a aquel joven becado. De otra manera no hubiera podido estudiar. Estaba marcado por la pobreza, por su negritud, por su procedencia. La Logia Aurora de la ciudad sureña dispuso una beca para que esa inteligencia no quedara marginada. Y así fue. Primero se dirigió a la Universidad de Vermont donde se graduó en ciencias, especializándose en el campo de la química y de la ingeniería; luego ingresó en Harvard en 1913. En ella coronó sus estudios en Literatura, Ingeniería Química, Ciencias Militares y Derecho con altos honores en 1921.

Pero estando en Harvard vino la I Guerra Mundial. Albizu se integró a la Infantería y fue asignado a un batallón de descendientes afro-americanos. En las filas del ejército yanqui conoció el racismo en su más cruda manifestación, hecho que predispuso más su ánimo en contra del opresor de su pueblo.

Su retorno a Harvard en 1919 dejó otras huellas en su conciencia. Se solidarizó con las luchas de liberación de Irlanda y de la India. Hizo amigos entre los separatistas de ambas naciones, entre ellos: Subhas Chandra Bose, líder nacionalista de la India quien acompañara a Gandhi en su gesta libertadora; Rabindranath Tagore, el poeta hindú de gran trascendencia internacional; asimismo estuvo junto a Albizu, Eamon de Valera, político irlandés promotor de la independencia de su país. Albizu discutía con ellos sobre la intervención política de Estados Unidos en su patria y sobre la situación colonial de países muy semejantes a pesar de la distancia. Tan convencido estaba, que sin reservas, organizó el Movimiento Estudiantil Republicano Irlandés en 1918 mientras estudiaba en aquella univers idad y más tarde colaboraría en la redacción del borrador de la Constitución de una Irlanda libre.

Las estructuras de poder en Estados Unidos reconocieron la valía del prócer (además de sus haberes como estudiante, Albizu hablaba y escribía en inglés, español, francés, alemán, portugués, italiano, latín y griego) y trataron de comprarle. Le ofrecieron puestos muy bien remunerados en el Tribunal Supremo y en el Departamento de Estado. Albizu no aceptó, sabía que detrás de los ofrecimientos se agazapaba el sometimiento a la política del imperio. Regresó a Puerto Rico y rápidamente se integró al Partido Nacionalista de Puerto Rico (PNPR) en 1924. Fue elegido vicepresidente de la colectividad y se le encomendó viajar por la América en busca de solidaridad a la causa separatista.

Es en ese tiempo que lo vemos recorrer la República Dominicana, Haití, Cuba, México, Panamá, Perú y Venezuela; trata de establecer vínculos con Argentina. Se reúne con los más preclaros pensadores antiimperialistas de nuestra América. Pronuncia discursos (como el que dio en Cuba contra la dictadura Machado y que le obligó a refugiarse en la embajada mexicana y abandonar el país rumbo al país azteca), expone el caso colonial de su Isla y la lucha centenaria de su pueblo en aras de la libertad.

Recordando la estadía del “último libertador de América” al decir del Che, en Cuba, Juan Marinello escribió:

“Era frente a las masas cuando se agigantaba aquel hombre menudo y frágil, y a los pocos instantes quedaban todos presos en la arenga. El razonamiento poderoso y original, en el que se descubrían muchas lecturas, meditaciones y vigilias, venía sustentado en la dicción apasionada. La voz, que era en lo íntimo apacible y sugerente, adquiría en la tribuna un tono metálico y vibrante que llegaba al oyente más lejano como un clarín de órdenes al que no podía sustraerse. Y por largo que fuese el discurso el tono se mantenía el mismo, como un clamor que arrancaba de más allá del cuerpo en que nacía.”

En 1926 ya Albizu era reconocido como uno de los primeros en identificar a Estados Unidos como imperialista y para la América y el Caribe no ve otra salida que la de la integración. La lucha de Puerto Rico está vinculada a la de las Antillas y la América.

Sobre ello dice:

“Puerto Rico y las otras Antillas constituyen el campo de batalla entre el imperialismo yanqui y el iberoamericanismo. La solidaridad iberoamericana exige que cese toda injerencia yanqui en este archipiélago para restaurar el equilibrio continental y asegurar la independencia de todas las naciones colombinas. Dentro de esta suprema necesidad es imprescindible nuestra independencia.

“Nuestra situación dolorosa bajo el imperio de Estados Unidos es la situación que pretende Norteamérica imponer a todos los pueblos del continente. Nuestra causa es la causa continental. Los pensadores iberoamericanos ven claro el problema conjunto de la América Ibérica frente al imperialismo yanqui. Si triunfa la absorción norteamericana en nuestra tierra, el espíritu de conquista yanqui no tendrá freno...

“Si triunfa el imperio en nuestro ambiente sería un golpe fuerte para la raza iberoamericana. Se lesionaría gravemente su prestigio y se atraería una invasión yanqui, sin medida y sin cuartel...

“La preocupación iberoamericana no es defender a México, a Colombia, a Venezuela, o a otras repúblicas de nuestra sangre. La preocupación continental es arrancar la bota yanqui de todas las posiciones que ocupa en el Caribe.”

Y Marinello reafirma:

“Fue en verdad singular coincidencia de nuestras virtudes esenciales, una exaltación superior, pero orgánica, del perfil de nuestras tierras. Había nacido para encarar, en su enfrentamiento erguido y radical, el destino de sus islas en una de las más decisivas coyunturas americanas: la liberación del imperialismo.”

A su regreso a Puerto Rico, Albizu es elegido presidente del Partido Nacionalista. En 1930 pronuncia estas palabras que definirían de ahí en adelante el método de lucha del pueblo puertorriqueño:

“La nación no puede existir sin la posesión de toda su riqueza material. La agricultura, la industria, el comercio, las comunicaciones, franquicias y toda forma de riqueza tiene que estar en manos nativas para poder asegurar la vida de la nacionalidad. Las compañías de seguro, las instituciones bancarias, y todo organismo dedicado a la movilización de la riqueza, forzoso es que pertenezca a intereses nacionales.

“Si para adquirir independencia económica dentro del coloniaje, hay que imponer la independencia política, por las armas si fuera necesario, cuando la nación goza de su plena soberanía, para garantizar su existencia como Estado independiente, tiene que nacionalizar su riqueza y no permitir que elemento extranjeros se adueñen de ella.”

Más adelante dirá:

"A ningún imperio conviene ejercer la tiranía abiertamente, y siempre usa para el ejercicio de su despotismo a los naturales de la nación intervenida...Como ningún imperio puede mantenerse sin la cooperación de los naturales del país ocupado por la fuerza, se sirven de ellos pero los desprecian".

“Puerto Rico presenta el cuadro de un naufragio de los valores humanos más preciados: el honor, el patriotismo, el sacrificio. El imperialismo yanqui en lo moral, nos ha concluido el desprecio de nosotros mismos; en lo material, de propietarios nos ha convertido en peones, y de peones en mendigos sentenciados a muerte.

“El nacionalismo es la única salvación porque hace renacer en cada uno de nosotros la conciencia de un hombre libre para quien la dignidad humana no tiene precio, y quien no pueda concebir porque no tenga él el derecho a regir los destinos de sus hijos o de su patria.”

El pensamiento albizuista se va aclarando cada vez más. Es el tiempo de tomar las armas. De vencer al tirano por sus mismos medios. Así comenzó a organizar a los Cadetes de la República, hombres y mujeres integrados a un ejército de liberación en ciernes. Se prepara para la guerra contra el imperialismo: “El despotismo no tiene sanción y se ridiculiza cuando la invoca. El despotismo es sólo respetable cuando habla por boca de sus cañones”.

Pero el invasor no descansa y menos cuando sabe que el pueblo está dispuesto a golpearle. Comienzan en el 1935 los asesinatos impunes de nacionalistas. Primero la Masacre de Río Piedras. Sobre este capítulo escribió el Dr. Manuel Maldonado Denis:

“Estamos en 1935. El coronel Riggs, jefe de la policía colonial, hace saber que los nacionalistas tendrán ‘guerra y más guerra' bajo su incumbencia. El 24 de octubre de 1935 se cumple su profecía. Existe gran agitación en la Universidad de Puerto Rico con motivo de una asamblea estudiantil que habrá de celebrarse. La policía tiende un cerco a la Universidad. Cerca de la calle Brumbaugh de Río Piedras un grupo de nacionalistas es interceptado por la policía. El carro en que viajan es acribillado a balazos. Mueren como resultado de lo que más tarde habría de designarse como "la matanza de Río Piedras" cuatro nacionalistas: Ramón S. Pagán, Pedro Quiñones, Eduardo Rodríguez Vera y José Santiago. Otro, Dionisio Pearson, resulta gravemente herido. Aparte de ello muere en la balacera un ciudadano que era ajeno a los hechos. La policía alega defensa propia y muestra a uno de sus hombres heridos. Ni uno solo de los policías que participan en el ametrallamiento es acusado. Al contrario, muchos de los oficiales envueltos son ascendidos. Albizu Campos concurre a despedir el duelo de los cuatro nacionalistas. Sus palabras revelan con mediana claridad su compromiso: ‘La escuela del heroísmo conminará eternamente a la escuela de la fuerza y la aplastará... Juremos que cuando llegue el momento sabremos morir como héroes, porque el heroísmo es la única salvación que tienen tanto los individuos como las naciones'. (El Mundo, 25 de octubre de 1936).

“Era, en efecto, la guerra. La guerra desigual entre un imperio en el apogeo de su poderío y un pequeño grupo de patriotas que sólo podían mostrar ante el mundo su valor y su sentido de sacrificio.

“El 23 de febrero de 1936 dos jóvenes nacionalistas, Hiram Rosado y Elías Beauchamp, ejecutan al coronel Riggs en respuesta a la Masacre de Río Piedras. Llevados al cuartel de la policía de la calle San Francisco de San Juan son allí acribillados a balazos por la policía, que alega defensa propia. Ante la tumba de los héroes puertorriqueños pronunciará Albizu Campos uno de sus más memorables discursos. Escuchémosle:

“El valor más permanente en el hombre es el valor. El valor es la suprema virtud del hombre y se cultiva como se cultiva toda virtud y se puede perder como se pierde toda virtud. El valor en el individuo es un supremo bien. De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta el valor. De nada vale un pueblo estar lleno de vitalidad, y de sabiduría si le falta el valor. Porque el valor es lo único que permite la transmutación del hombre para fines superiores. El valor es lo que permite al hombre pasearse firme y serenamente sobre las sombras de la muerte y cuando el hombre pasa serena y tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es que el hombre entra en la inmortalidad.”

Para entrar en la inmortalidad hay una sola entrada: la puerta del valor que conduce al sacrificio por una suprema causa. Hay que sacrificarse por la independencia de la patria.”

Estados Unidos acusa a Albizu de sedición y es condenado junto a otros nacionalistas a largos años de cárcel en Atlanta. En espera de su traslado a la prisión, los yanquis asestan otro golpe: La masacre de Ponce de 1937. Por órdenes del gobernador yanqui la policía títere dispara a mansalva contra una marcha pacífica. Mueren más de 20 nacionalistas y los heridos suman más de cien.

Don Pedro es recluido en Atlanta donde pasa once años; regresa el 15 de diciembre de 1947. Para callar su voz se aprobó la llamada “ley de mordaza”. Su propósito era encarcelar a cualquiera que se sospechara ser comunista o estar contra el régimen. Albizu retó la ley en Jayuya. El pueblo se dio cita para defender a su líder y evitó el arresto del prócer.

A su regreso del exilio, Albizu se encontró en medio de un país convulso. Estados Unidos se disponía a glorificar la colonia ante los ojos del mundo con la creación del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en 1952. Los yanquis preparaban una Convención Constituyente a la que Albizu llamó “convención constituyente de la esclavitud”. Ante este dilema, don Pedro dirigió a su pueblo a la insurrección. Las armas se guardaban en la casa de la nacionalista Blanca Canales. El día fue el 30 de octubre de 1950. Estalló la Revolución de Jayuya . Tres días le tomó al ejército invasor derrotar a los insurrectos a pesar de haber bombardeado varios pueblos desde aviones militares. El 70 % del pueblo de Jayuya fue destruido. En San Juan, don Pedro junto a otros nacionalistas, entre ellos Isabel R osado, resistían a la policía que solo los pudo someter cuando utilizaron gases lacrimógenos.

Estados Unidos bloqueó la información al mundo sobre la revolución y el entonces presidente Harry Truman indicó que se trataba de peleas entre puertorriqueños quitándole con su comentario el peso político de la acción. Entonces vino la respuesta nacionalista: El ataque a la Casa Blair el 1º de noviembre de 1950. Don Pedro envió a Griselio Torresola y a Óscar Collazo a decirle al mundo por medio de las armas lo que verdaderamente sucedía en el país. Ambos atacaron la casa en donde residía temporalmente el presidente Harry S. Truman (la Casa Blanca estaba en reparación). Torresola falleció en la batalla y Collazo fue herido, apresado y condenado a la silla eléctrica. Esa sentencia luego le fue conmutada por cárcel.

Como resultado de estas acciones libertarias, Albizu vuelve a ser encarcelado. No es hasta el 1953 que regresa de nuevo a la patria al ser indultado. Llegó con pruebas en su cuerpo de las torturas radioactivas que sufriera. Sus piernas estaban quemadas y con llagas… hinchadas. El prócer sufrió en prisión el atropello yanqui, pero no se amilanó. El 1º de marzo de 1954 , cuatro héroes puertorriqueños: Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero entraron al Congreso de Estados Unidos y gritando ¡Viva Puerto Rico Libre! dispararon contra los representantes del gobierno interventor.

El efecto en la colonia yanqui fue inmediato. Se instituye la ley marcial y se arresta a cientos de independentistas.

Frente a la casa de Albizu, el tiroteo fue intenso contra los nacionalistas en Puerto Rico que defendían a don Pedro en su convalecencia; el prócer fue arrestado por órdenes del gobierno de Estados Unidos.

Justificando el ataque al Congreso en Washington dijo:

“Nuestra patria ha venido sufriendo la intervención militar de Estados Unidos hace más de medio siglo. La intervención militar es la guerra en todos sus aspectos: económico, político, cultural, etc., porque las intervenciones militares se llevan a cabo con un solo fin que es destruir la nacionalidad ocupada y convertirla en colonia del imperio, explotable en todas sus formas...

“Nuestra fe en el derecho nos dio una infinita paciencia para resistir los desmanes del poder ocupante norteamericano. Esa paciencia nuestra ha confundido a los dirigentes de Estados Unidos que nos catalogaron entre los pueblos pasivos de la tierra y los llevó hasta la insolencia de que, siendo víctimas de su imperio, pretenden reclutar a nuestros hijos por la fuerza para servir a sus fines imperialistas en el mundo entero...”

Ya en ese momento, Albizu no soportaría más la cárcel. El cuerpo del hombre que enfrentó al imperio y le llevó la guerra a su casa al invasor no podía más. Fueron 25 años de su vida en prisión, años de tortura física. Don Pedro Albizu Campos, “El Maestro”, “el último libertador de América”, pasó a la inmortalidad el 21 de abril de 1965.

"En la cárcel o frente a la muerte renovamos nuestros votos de consagración a la causa de la independencia patria."

 

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