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Construyendo una Fundación para Mari Brás PDF Imprimir Correo
Escrito por Marcos Pastrana Fuentes / Claridad   
Martes, 29 de Noviembre de 2011 16:37

fjmbImpresionaba la cantidad de información que acompañaba su oratoria. Aquellos discursos brillantes sólo podrían compararse con los tiempos y movimientos de una sinfonía clásica.

 

Eran didácticos, vibrantes, podían enternecer o encender emociones. Con sus escritos ocurría exactamente lo mismo. ¿Cómo podía Juan Mari Brás acumular tantos conocimientos y expresarlos de manera tan estructurada? Es necesario, para comenzar, contar con una mente portentosa y memoria excepcional. Lo vimos escuchar. Oía con paciencia, sin interrumpir, y esa característica le debió haber brindado buena cantidad de información. Los estudios y la lectura, los intercambios de ideas eran elementos que también debían aportar. Pero tenía que haber algo más.

En su casa, enclavada en un cerro al este de Mayagüez, pueden encontrarse algunas claves.

Situada en el barrio Rosario de Mayagüez, está su última residencia, una estructura de madera y cemento de dos pisos. Desde uno de sus costados la vista lleva al Monte del Estado y al cerro Montoso, del que, según cuenta Mari Brás en sus Memorias, cuando niño, le oía decir a un vecino que aquella era “la montaña más alta del Mundo entero”. Al otro lado, desde el balcón, se ve la costa oeste, y dice Raúl que en días despejados se divisa Isla de Mona. Adentro, la casa está llena de papeles.

Mari Brás guardaba infinidad de documentos, de todo tipo. Hay centenares de libros, cartas con fechas lejanas y recientes, affidávits y escritos jurídicos, recortes de periódico, artículos de él y de otros, ponencias, miles de documentos. Algunos almacenados, al parecer, con cierta urgencia en tiempos recientes, sin mucha organización, pero la mayoría separados por temas y fechas, tal como comenzó a ordenarlos Lolita Aulet décadas atrás. Allí debió alimentar su memoria. De allí debió haber sacado muchos de los datos que utilizaba en sus análisis y discursos. Cajas de documentos revelan un comportamiento metódico y organizado, que debieron respaldar su inteligencia.

Guardó las notas escolares de sus hijos, las cartas desde Oklahoma escritas por Chagui, su hijo asesinado; las de su familia cuando residió en España a finales de la década de 1960, cartas de amigos; retratos, pasajes, obsequios, distinciones y medallas. Más allá de algunas obras de arte de pintores puertorriqueños, no parece haber nada de gran valor monetario, es la casa típica de alguien sencillo que aprecia y colecciona aquello que enriquezca el conocimiento.

Nuestro país necesita preservar la obra de uno de los principales actores sociales en la segunda mitad del pasado siglo. Difundir su pensamiento, rendir tributo a su memoria y propiciar el debate de sus ideas son algunas de las tareas que tiene que proponerse el independentismo. Con ese fin, el pasado sábado 19 de noviembre, un grupo de amigos, compañeros y familiares inició los trabajos formales de la Fundación Juan Mari Brás. Desde hacía algunos meses, convocados por Rosi Mari Pesquera, algunos de los asistentes a esa reunión habían visitado periódicamente la casa de Mayagüez –por donde había que comenzar–, para clasificar documentos, guardar y asegurar otros y hacer inventario preliminar de los objetos y artículos en la residencia. A través de los meses fue tomando forma y sentido la Fundación. También fue definiéndose su agenda.

Esa casa del Rosario será su museo, esa es una de las propuestas.

Se compilarán sus escritos y algún día podrá publicarse su Obra Completa. A sólo días del inicio de la Fundación, la tarea de reunir toda esa información, recoger sus conferencias y discursos, cartas y artículos periodísticos, parece monumental, pero es posible y ya dio comienzo. Se cuenta con sus libros ya publicados, que serán relanzados eventualmente en nuevo formato. Están disponibles sus archivos y la colección de Claridad, que contiene, entre otros escritos suyos, la columna titulada Comentario Político, que se publicó por décadas, y en un periodo, a diario. La columna, de prosa luminosa, que constituye posiblemente una de las mejores crónicas de su tiempo será, con toda probabilidad, uno de los volúmenes más importantes de la Obra.

Ya la Fundación opera una página en Internet (www.juanmaribras.org) con información, fotos, datos y documentos del dirigente independentista. También acaba de publicar, en versión digital, la segunda edición del libro Memorias de un ciudadano, al que se le añadió un nuevo prólogo, escrito por el licenciado Juan Santiago Nieves.

Los trabajos están encaminados para que la actual y próximas generaciones conozcan y juzguen el pensamiento de uno de los más importantes personajes puertorriqueños de todo el siglo XX.

Las memorias de Juan Mari Brás

Juan Mari Brás
Foto por: Archivo CLARIDAD
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Perfil de Autor     

Por Juan Santiago Nieves

Publicado: lunes, 28 de noviembre de 2011

Nota
Este es el prólogo de la nueva edición electrónica (ebook) de Memorias de un ciudadano,  que pronto estará disponible  y podrán comprar en www.juanmaribras.org.


“El Movimiento Pro Independencia de Puerto Rico se constituye para luchar por la liberación de Puerto Rico: liberación política, por la vía de la independencia y la democracia; liberación económica, mediante el establecimiento de un sistema eficaz de producción y de participación equitativa en la riqueza; liberación social, luchando por eliminar todo prejuicio y fomentando la más completa fraternidad de la familia puertorriqueña; y liberación cultural, procurando sincronizar el desarrollo de nuestra cultura con los más sólidos aportes de la cultuta universal”.
Memorias de un Ciudadano, pág. 148.

Fundado en el Tratado de París, el gobierno norteamericano determinó, unilateralmente, cuáles serían los “derechos civiles” de los habitantes de Puerto Rico:

“...respecto a los naturales, su condición y sus derechos civiles se reservan al congreso, quien hará las leyes para gobernar los territorios cedidos...”.

Y los tribunales norteamericanos conceptualizaron, a finales de siglo XIX, este “nuevo poder” del soberano en los siguientes términos:  

“El poder del Congreso sobre los territorios... es general y pleno ... surge y deriva ... del poder otorgado por la Constitución para establecer todas las reglas y reglamentos necesarios ... El poder de adquirir territorio por conquista, por tratado y por cesión es un corolario de la soberanía nacional.”

La recreación de este proceso histórico nos permite entender el esquema de dominio implantado en nuestro territorio. La pretensión norteamericana de que Puerto Rico y su población “le pertenecen” ha estado en vigor desde entonces. Se trata nada menos que la concepción de un discurso que atribuye la condición de mercancía –propiedad– a los seres humanos en el tráfico y comercio de las naciones. He ahí la coordenada de la relación colonial. La metrópolis es “soberana”, y ejerce los poderes, como estado nacional, en el territorio ocupado o conquistado.

La población civil “adquirida” disfruta la condición de siervos –súbditos– del gobierno central que le impone, a su vez, una constitución y leyes. Todo este proceso de esclavitud en masa –colonialismo– se da a contrapelo de las luchas internas libradas en las naciones en el siglo XIX para abandonar la organización económica fundada en la esclavitud, que dio paso al trabajo asalariado.

Así, la lucha por la independencia de Puerto Rico ha estado matizada por la soledad y el sacrificio. Decenios de opresión, de humillación, de esclavitud y servidumbre han marcado la historia de nuestro régimen colonial que ya ha alcanzado la edad de los siglos.  La historia oficial  excluye al movimiento de independencia y lo condena al ostracismo de las masas mediatizadas por el espectro del colonialismo.

Multiplicidad de sacrificios, incomprensión, martirio, exilio, persecución, penurias y profunda soledad caracterizan la ruta.1 Como alzar la voz y articular las acciones para contrarrestar esta ofensiva de la metrópolis ha sido un reto inmenso a lo largo del tiempo.  El amor a nuestro pueblo ha sido el norte de la lucha. Se trata de un amor inconmensurable que nos vincula aun bajo el espectro del silencio.  Nuestro pueblo respeta, aunque ello no se traduzca aún en una clara conciencia política, a nuestros luchadores y luchadoras por la independencia, a quienes distingue por su honestidad, verticalidad y voluntad de sacrificio. Juan Mari Brás es uno de ellos.

Enfrentar con sensibilidad la fuerza bruta de los imperios, sin deshumanizarnos, ha constituído un gran desafío. Hemos tenido que crecer y evolucionar para preservar nuestra humanidad frente a los que violentan la paz de nuestro espacio nacional. ¡Qué riqueza de seres humanos hemos producido!

NOTAS

“Esta de pie... no le arredó el silencio... no le duele la herida”.  Memorias... págs 133-134 de la primera edición.
 

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