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Sueño con compartir vida contigo PDF Imprimir Correo
Escrito por Clarisa López Ramos   
Jueves, 27 de Junio de 2013 04:59

clarisa-oscarPonencia de Clarisa López Ramos, hija del preso político Oscar López Rivera, encarcelado por el gobierno de Estados Unidos en 1981, presentada ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, en las vistas sobre Puerto Rico el 17 de junio de 2013.



Para los que luchan la victoria será su recompensa (Oscar López Rivera)

Nací en Chicago, Illinois un 18 de enero de 1971, pero a muy corta edad mi madre se trasladó a vivir a Puerto Rico junto a mi hermana materna. Conocí a mi papá, el preso político Oscar López Rivera en mayo de 1981. Nuestro primer encuentro fue en el Metropolitan Correctional Center, (MCC) en Chicago, Illinois. Tenía diez años de edad. Desde ese primer encuentro no he dejado de soñar con él. A través de los años hemos desarrollado una relación de padre e hija basada en el amor y el respeto que nos tenemos. Soy su única hija y mi hija Karina es su única nieta. Nunca he conocido una persona más libre que mi padre. Es sensible, inteligente, humilde y extremadamente cómico.

Doce de esos 32 años mi papá estuvo bajo un programa de Unidades de Control, en Marion, Illinois y luego en ADX en Florence, Colorado. En estos programas no le era permitido el contacto físico, no tenía acceso al aire fresco, su sueño era interrumpido. Según mi padre me describe la celda en Marion medía unos 6' por 9' y la de ADX era un poquito más grande; durante la primera fase del programa, y luego era de 6' por 9' durante la última fase del programa; me tenían encerrado por 22 horas y 45 minutos al día en Marion. En ADX me sacaban de la celda por dos horas, tres veces a la semana. Ello quiere decir que él estuvo más tiempo encerrado en ADX durante la primera fase del programa que en Marion.

Por doce años la familia lo visitó sin poder tener ningún tipo de contacto físico con él, sentados en dos sillas en un cubículo, rodeados de cámaras de seguridad; una mesa con un cristal a prueba de balas, dos teléfonos y papi al otro lado del cristal a prueba de balas con un teléfono. Recuerdo que en Marion lo traían con una escolta de cuatro guardias, esposado de manos. Las esposas se las removían frente a nosotros, luego que entraba al cubículo, él introducía sus manos por un espacio de la puerta para que le removieran las mismas. En ADX lo traían encadenado, con esposas en pies y manos, y en las primeras visitas nunca le removieron las cadenas. Aunque en las Unidades de Control mi papá no tenía ningún tipo de contacto físico con nosotros, antes y después de las visitas era sometido a registros al desnudo.

Mi familia y yo utilizábamos vestimenta de colores brillantes en las visitas para que los ojos de papi no perdieran la sensibilidad al color. Según me decía mi papá, las visitas a Marion y a ADX me traían rayitos de alegría y felicidad que me sacaban de los dos sitios. Eran los mejores momentos que podía experimentar en tan tóxicos y deshumanizantes sitios. Pero las despedidas eran más duras.

Así transcurrió mi niñez, mi adolescencia y mi adultez visitando a mi papá en estas unidades de control. Hoy, a 32 años de ese primer encuentro, sigo soñando con él. Sueño con fundirme con él en un abrazo, sin tener un guardia que me llame la atención por haber abrazado a mi papá en más de una ocasión durante la visita. Sueño con ir a la playa juntos, sentarnos frente al mar, ése que es tan libre como él. Sueño con celebrar juntos un cumpleaños; la única vez que eso sucedió él estaba en el teléfono a miles de millas de distancia y fue en mi cumpleaños número 40. Sueño con pasar unas navidades juntos con la familia en Puerto Rico. Sueño con despedir un año y recibir un nuevo año juntos.

Mi abuela Andrea no pudo despedirse, ni abrazar, ni besar a su hijo antes de morir de Alzheimer en febrero de 1997. A mi padre, el Buró de Prisiones no le permitió asistir al funeral, ni al entierro de su madre en Puerto Rico. Esto a pesar de que mi familia hubiera costeado el viaje y el traslado de mi padre a Puerto Rico.

Sueño con cocinar para mi papá; mi abuela Andrea dejó una vajilla específicamente para esa cena. Sueño con verlo pintar en un ambiente agradable y propicio para la pintura, no como ahora que el área que tiene la prisión designada para pintar no tiene ni calefacción. Sueño con hacer una lectura juntos mientras disfrutamos una taza de café; antes podíamos tomar el café de una maquina ubicada en el salón de visitas de la prisión, pero cuando remodelaron el mismo hace alrededor de tres años, eliminaron la máquina. Sueño con verlo mecerse en la hamaca del balcón de mi apartamento mientras escucha su música favorita de fondo. Sueño con ver a papi en sus funciones de abuelo con mi hija Karina. Sueño con caminar por las calles de Puerto Rico de la mano de mi padre. Sueño con el día de su excarcelación. Tengo tantos sueños con él.

Pero mis sueños son compartidos, desde la Prisión de Marion, Illinois. En el año 1991 papi me escribe: Admito que me haces mucha falta y que cada vez que te despides se me hace más dura la despedida. Creo que esta vez el nudo en la garganta era más grande porque eran dos las que se despedían. Quisiera más que nada compartir vida contigo y con Karina. Quizás sea un sueño que nunca logre, pero por lo menos les lego a las dos un ejemplo de lo que es el precio que se paga por querer vivir con dignidad en un mundo donde el ser humano pueda actualizarse.

En el año 1998 mi padre es trasladado a la prisión de máxima seguridad de Terre Haute, Indiana, es entonces cuando, luego de doce años, pude abrazar a mi padre. Mi hija Karina, apenas tenía siete años de edad, y ya ella estaba acostumbrada a no poder tocar a su abuelo: ya era costumbre colocar sus manos en el cristal a prueba de balas. Así que Karina, hizo lo que estaba ya acostumbrada a hacer, se paró frente a su abuelo y colocó sus manos frente a él. Aunque no estaba el cristal, ella no se atrevía a tocarlo. No fue hasta que le dije que lo podía abrazar que ella lo hizo.

El 29 de mayo de 2013, día en que se cumplieron 32 años de su arresto, mi padre me escribe: Te he dicho siempre que eres mi mundo, pero ello comienza desde que te vi por primera vez. Y eres ese mundo sin que haya habido una relación física entre los dos. Quizás algún día pueda explicarte lo de la separación física y así podrás tener una mejor apreciación de lo que es una relación que es un sueño y una relación que la hace la biología. Es al caer preso que oigo tú voz por primera vez. Aunque había sido a una distancia cómoda, había podido verte sin que tú, ni nadie lo supiera. Pero no había oído tu voz. Me acuerdo lo nerviosa que te veía la primera vez que nos vimos y la decepción en tu mirada. Traté de ponerme en tu lugar.

Una persona vestida con una vestimenta como la que usamos los presos, con el pelo revuelto y en un entorno tan deshumanizante y tóxico como el que prevalece en estos lugares, tiene que crear una malísima impresión en una niña de diez años. Con tu mirada me comunicabas mucho. Pero ello me sirvió para entender mejor lo mucho que tenía que hacer para irme acercando a ti. Poco a poco las visitas se fueron haciendo más fáciles. Cada vez que te veía estudiaba tus facciones y tu mirada. Verte llegar era super-grato y de mucha felicidad. Verte ir era dolor para un corazón ya partido.

La comunicación nunca fue fácil. Qué podía yo decirte que hiciera sentido para ti. No conocías mi mundo, no sabías nada de mi voto de vida por servir lo que para mí era y siempre será la causa más justa y noble para un boricua servir, y sin poder explicártelo bien. Cada visita notaba un cambio y de niña pasaste a adolescente y sabía que ésa iba a ser una etapa dificilísima para ti, porque lo es para todos. Quería darte buenos consejos. Pero nunca me ha gustado hacer sugerencias sin darle a la persona un ejemplo concreto. Y yo no era ese ejemplo, ni estaba en condiciones para hacerlo.

Quería que estudiaras y te prepararas bien porque estabas viviendo en un mundo de muchísimas desventajas para las mujeres. Quería que lograras sentirte fuerte y con mucha confianza en ti misma. Pero sabía que ello no iba a ser nada fácil. Fue en Marion que recibí la carta informándome que estabas encinta. Sabía que ibas a enfrentar retos enormes. Sabía que la relación no iba a durar. Sabía que ibas a terminar siendo una madre soltera. Y lo peor era que sabía que no te podía ayudar en nada. El día que llegaste con Karina a Marion fue de mucha alegría. Pero noté un cambio en ti. Me recordó del primer día que te había visto. Eran dos y sabía que había pocas posibilidades de compartir vida contigo y la Karina. Cómo iba a relacionarme con las dos. He sido un hombre que siempre he sufrido de preocupaciones. Nunca he dejado de preocuparme por ti, ni por ella. Pero en aquel momento que tuve la oportunidad de verlos a las dos, sentí una preocupación super-honda.

Dicen que el nacimiento de un nieto o nieta es el mejor regalo que un abuelo puede recibir. La Karina es el mejor ejemplo de ello. Tiene que ver con un vacío y con el momento. A mí la Karina me ha dado la oportunidad de ver todo el proceso evolutivo, desde que era una bebé, que es algo que no pude ver contigo. Creo que lo más precioso para los padres es poder ver todo el proceso evolutivo de sus hijos. Como yo sólo te tengo a ti y como no pude oír tu voz hasta que tenías diez años, ello quiere decir que no pude disfrutar de la experiencia de verte pasar por todos los cambios que el proceso evolutivo trae o produce.

A medida que la Karina iba pasando por las diferentes etapas de su niñez, tú ibas pasando por las etapas de madre. Ella se veía bastante dinámica y energética. Fue bien interesante oírla hablar, reír y comenzar a hacer juegos y a recordarse hacerlos con cada visita.

La Karina nació un día que cuando estaba afuera lo celebraba, porque representaba uno de los más gloriosos de la historia de la clase trabajadora. Y cuando supe que la Karina había nacido el 1 de mayo, el regalo se hizo más significativo. Tú naciste en enero y tú día es mi día. Creo que por eso tenemos un temperamento bastante parecido. Y ella es primavera. En Chicago, para mayo ya las plantas y las flores están llenas de vida. Y así la veo a ella.

Si tomo en consideración las horas que ella ha compartido conmigo no llegan a seis semanas en sus 22 años. Pero vicariamente los 22 los he celebrado todos, como he celebrado tus 42. Siempre con mucho, muchísimo amor. Al ser trasladado aquí, a Terre Haute y recibir la primera visita con la Karina, ella tenía en su rostro una mirada muy parecida a la tuya cuando me visitaste por vez primera. Sabía que eventualmente la Karina iba a trascender sus miedos. También el cambio a este lugar me ofrecía más llamadas telefónicas y ello me permitía más contacto contigo.

Las llamadas tenían un significado bien especial. Oír tu voz me aliviaba las preocupaciones. También me daba la oportunidad de poder hacer más arte de las dos. Creo que nuestra relación ha ido mejorando a medida que ha ido pasando el tiempo. Admito que sigo preocupándome, pero los cambios que tú has dado durante los últimos años han sido bien positivos y que te han ayudado a fortalecerte y a tener más confianza en ti misma. Sabía que cualquier meta que tu escogieras podías lograrla.

La fortaleza que hay en ti, me ayuda mucho a mí. Lo más interesante es que en lo emocional somos bien parecidos. Hay muchas cosas que tenemos en común y que están en los genes. Por 32 años no ha pasado un día que no haya estado pensando en ti, algunas veces sintiendo hondas preocupaciones y en otras ocasiones sintiendo rayitos de felicidad, pero siempre enviándote mucho amor y energías positivas.


Para que tengas una mejor idea de las mariposas que acompañan las pinturas de Karina y tuya a través de los años. La mariposa monarca vuela desde la frontera de Canadá con Minnesota hasta la parte central de México. Desde que eras bebé hasta ahora he soñado con hacer el viaje de la mariposa monarca -incluyendo a la Karina- en un Volkswagen Beetle, parando en una reservación de los nativos (Lakotas o Navajos) y luego hasta el sitio donde van a parar las mariposas. Si un insecto puede hacer esa travesía, entonces vale la pena hacer ese viaje juntos. (Fuente: El Nuevo Día)

 

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