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La mujer ante el dolor de la patria PDF Imprimir Correo
Escrito por Julia de Burgos   
Lunes, 16 de Febrero de 2015 14:54

julia

(Julia Constancia Burgos García (17 de febrero de 1914 - 6 de julio de 1953) Discurso pronunciado por Julia de Burgos en el Ateneo Puertorriqueño, la noche del 24 de octubre de 1936. Julia Burgos era en ese momento Secretaria General del Frente Unido Femenino Pro Convención Constituyente de la República de Puerto Rico. Su mensaje fue publicadoen el periódico nacionalista "La Acción", editado en San Juan de Puerto Rico por el patriota Paulino Castro.

 

 



La mujer ante el dolor de la patria

Conciudadanas de la nación puertorriqueña:


Me dirijo a ustedes desde esta tribuna de la Independencia Patria, con el alma puesta en esa hermosa Bandera Puertorriqueña que no tardará mucho en flotar triunfante sobre nuestra República y sobre los traidores de la libertad. Nuestra Bandera se tiende hoy más gloriosa que nunca porque cuando una mujer se abraza a sus pliegues tendrá que pasar por encima de su cuerpo todo aquel que intente profanarla y ultrajarla. Nuestra Bandera se tiende hoy más divina que nunca, porque la nación ha palpado un logro divino, el encuentro natural de la mujer, que es el símbolo de la Patria Libre y pura, con la Bandera monoestrellada, que es el símbolo de la nacionalidad potente y poderosa.

Vuestras almas deben estar en este momento junto a la mía en los pliegues de esa gloriosa enseña, que es la única que exige el concurso de la mujer puertorriqueña, ya que representa la Dignidad y la Virtud de todo un pueblo. Y ante esa Bandera me dirijo a todo mi pueblo.

Nuestra organización surgió, no por puro capricho accidental, sino por necesidad histórica. Y no sólo como necesidad histórica, sino como consecuencia lógica y natural del proceso de la creación de los pueblos libres de la tierra. Surgió porque tenía que surgir y cuando tenía que surgir, para decirle al imperio que nos usurpa el derecho a ejercer nuestra soberanía, que la Nación Puertorriqueña tiene mujeres que saben ser madres que están dispuestas a derramar la última gota de sangre en defensa del territorioi patrio, y que no permitirán que se mancillen los valores patrios, ya sean éstos monumentos, símbolos u hombres. Que estamos dispuestas a ir al sacrificio que la libertad impone, para demostrarle al mundo la herencia de nuestra tradición heroica, que en estos momentos ha florecido en las valientes mujeres españolas que marchan, fusil en mano, junto a los hombres, a defender una causa que ellas creen justa y noble.

Y vuelvo a repetir, como he dicho en varias ocasiones, movida tal vez por un presentimiento terrible, que glorioso y bendito el día en que caiga una mujer puertorriqueña defendiendo el santo ideal de nuestra libertad, porque ese día habrá Revolución en cada alma, y en cada hogar puertorriqueño, y la tiranía se estremecerá ante el resurgimiento pleno de nuestra conciencia nacional del derecho de Puerto Rico a constituirse en una nación libre, soberana e independiente. Y estaba próximo a comenzar el proceso de Estados Unidos de América contra el Dr. Pedro Albizu Campos, don Juan Antonio Corretjer y seis líderes nacionalistas más, acusados de conspirar para derrocar por la fuerza el gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico.

Ambos hechos estaban directamente relacionados entre la nación interventora y la nación intervenida.

De la Convención Nacional surgieron dos organizaciones femeninas. Cruzada Roja Puertorriqueña y el Frente Unido Femenino Pro Convención Constituyente de la República de Puerto Rico, cuyos postulados principales son: laborar por la Convención Constituyente, el retraimiento electoral y la defensa de los presos políticos.

Mucho se ha hablado en Puerto Rico sobre la Convención Constituyente. Existiendo el derecho a constituirse en nación soberana e independiente, solo restaba el reconocimiento de ese derecho por el poder interventor. Una vez reconocido ese derecho en los proyectos de ley del senador Tydings y del representante Vito Marcantonio, con el apoyo de la Administración sólo procedía la Convención Constituyente de la República, cuyo reconocimiento se veía obligado a hacer Estados Unidos de América.

Y desde luego, huelga decir que eran indignas y vergonzosas unas elecciones coloniales. Queremos detenernos en este punto, en estos momentos en que parece inminente esa nueva deshonra para nuestra patria. Las elecciones partidistas sólo han servido para dividir la familia puertorriqueña. La mujer ha sido creada por Dios como símbolo de la unidad sagrada de la vida, que fecundiza en la maternidad. Ella es el centro del hogar, que irradia su amor, su abnegación y su ternura a todos lados. Pero no olvidarse de los principios de confraternidad humana; que hacen de la nación el hogar común. Así mismo debe ser ella el centro de la patria, irradiando su amor y su verdad por todas partes.

Por lo tanto, no debe ella contribuir a dividir la patria, porque con ello está dividiendo su propio hogar. Se está faltando el respeto a sí misma y a la gracia divina que creó en ella la pureza de la maternidad. Y sobre todo, está ultrajando esa Bandera Nacional que es el símbolo de la unidad de la Patria. Toda mujer que deposite su voto en estas elecciones coloniales, es indigna de tocar esta Bandera Puertorriqueña, porque sentirse esclavo es una profanación. Y servir de ridículo en estas elecciones coloniales es ofrecerse voluntariamente a cargar las cadenas de la esclavitud.

En nombre de la Maternidad, que es la consumación de lo divino; en nombre de la BANDERA monoestrellada que se acoge a la mujer como última esperanza de la dignidad patria; en nombre de esos mártires de nuestra causa, como son las esposas, madres e hijas de los ocho patriotas que en estos momentos duermen tras las rejas de una cárcel por querer ofrecernos una patria libre, digna de una mujer virtuosa, pedimos a nuestras hermanas puertoriqueñas que se abstengan de depositar sus votos en estas elecciones coloniales que son una herida más en el corazón sangrante de la patria y una vergüenza más para los hijos de esta tierra.

Y a ti, oh mujer de América, de la América nuestra, la hispánica, a vosotras, oh mujerse de nuestra raza, savia espiritual del Nuevo Mundo, también nos dirigimos con el alma henchida de fe y esperanza en que haréis de nuestra causa la vuestra, de nuestro dolor vuestro dolor, de nuestros sacrificios, los vuestros más abnegados y puros. Oíd el clamor de un pueblo que anhela su libertad.

Porque tenemos un gran dolor, no basta vuestra simpatía. Porque Albizu Campos, hombre de América y nuestro Apóstol de la Independencia patria está encarcelado, no basta con vuestros votos de adhesión. Tenéis un deber supremo como mujeres de la raza.

Tenéis que consagraros a esta magna obra. Necesitamos vuestra ayuda espiritual y vuestra ayuda material. Uníos de lleno a nosotras y arrastraremos al continente entero. Acordáis que somos parte de vuestra propia alma.

Y me dirijo de nuevo a las mujeres más puras de mi patria para dar un toque final a sus almas. Acción, acción, acción es lo que necesitamos. Tiene que terminar el mero sentir y el mero pensar. Hay que consagrarse a la idea, hay que hacerla carne, pura carne, pura sangre de nuestra sangre.

Necesitamos recursos, recursos materiales. Hay que darlo todo. Es un deber darlo todo. Es un imperativo. Tus alhajas, mujer, nos son necesarias, tu dinero es imprescindible. No podemos detenernos en la lucha por falta de un recurso material. El mundo entero se avergonzará de nosotras si se entera de que por falta de recursos materiales, la lucha por la libertad de nuestros patriotas y por la libertad de nuestra patria, (causa que van hermanadas una a la otra), se detiene. Que nunca se diga jamás que eso ha sucedido en Puerto Rico. Vida y hacienda es preciso dar. Hay que salvar nuestros hombres y hay que salvar nuestra patria. Da tu concurso entero, mujer. Da tu concurso pleno, hombre. Y que sea toda esa consagración un goce santo, un goce inmenso, el goce hondo, del alma, que significa el haber cumplido con nuestro deber de dignas hijas e hijos de esta sagrada tierra.

Y, finalmente, para cerrar estas sinceras palabras, que las decimos a modo de mensaje puro y preciso para nuestra mujer, quiero lanzar en las ondas del espacio, hacia todo el mundo americano, un saludo fervoroso y la gratitud más sentida de nuestra mujer, a las adhesiones nobles y sinceras que han venido de todo ese continente, y especialmente, de la gran República del Plata, la Argentina generosa, a la causa de nuestra libertad y a la liberación de nuestros patriotas encarcelados. A toda la intelectualidad del mundo que tan desinteresadamente se unió a nuestro dolor y lanzó peticiones en favor de nuestros hombres preclaros en prisión, nuestro agradecimiento eterno. Sabíamos ya cómo se admiraba y cómo se apreciaba en la América entera, el patriotismo y la alta mentalidad de nuestro símbolo: don Pedro Albizu Campos; lo sabíamos y no nos extrañó la reacción la reacción continental a nuestra causa. Pero ante la realidad sublime de su cristalización en mensajes fervorosos, nuestro corazón vive desbordado del sentimiento de la más pura gratitud para todos esos grandes valores de la América y del mundo que tan gallardamente han cumplido con su deber ante la causa de la libertad de América, que será cumplidamente terminada con la emancipación total de Puerto Rico. He dicho.

Fuente: uprh.edu

 

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