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Filiberto Ojeda Ríos en el recuerdo PDF Imprimir Correo
Escrito por Luis F. Abreu Elías   
Lunes, 07 de Septiembre de 2015 02:45

filiberto

En el 1970 conocí a Filiberto Ojeda Ríos en la Cárcel La Princesa ubicada entonces en el Viejo San Juan. Hacía aproximadamente un año en que había jurado, como abogado, ante el Tribunal Supremo de Puerto Rico.



Filiberto había sido arrestado, junto a otros tres compañeros luchadores por nuestra independencia, en la casa de Don Tuno Laboy, en el barrio Charcas de Quebradillas.

En dicha casa no se ocupó material delictivo alguno, pero la Policía, encargada entonces de perseguir y carpetear a los independentistas, se encargaría de someterle cargos fabricados de ley de armas, conspiración y otros.

Desde que le conocí me impresionó su inteligencia, su reciedumbre y, sobre todo, su inquebrantable compromiso de lucha por la independencia de Puerto Rico. Tenía una pasmosa tranquilidad, aun en los momentos más difíciles, como lo es estar encarcelado.

Me dijo que cuando fueron arrestados, la policía política encargada de perseguir a los independentistas lo había amenazado con asesinarlo si salía libre bajo fianza. Me dijo una frase cuyo significado comprendí a plenitud en arrestos posteriores a los que fue sometido en intervalos de 15 años. La frase fue la siguiente “A mí no me van a asesinar sin yo defenderme.”

Me indicó, además, que frente a “La Princesa” había siempre dos autos de agentes policíacos locales y del FBI, velando por si salía bajo fianza. Como excelente estratega que era, me indicó de un plan que tenía para evadir que lo siguieran esos agentes cuando saliera en libertad bajo fianza. Ese plan lo llevó a cabo magistralmente y algún día podrá plasmarse en un escrito. Desde el Ateneo Puertorriqueño ya los agentes locales y los federales perdieron su rastro.

Estaría en el clandestinaje 15 años, hasta que en el 1985, un contingente de agentes federales, de una fuerza elite del FBI, intentaría asesinarlo. Los casos que le radicaron tras el arresto en Casa de Don Tuno, se caerían por absoluta falta de prueba, aunque se vieron sin la presencia de Filiberto y de dos de sus compañeros. La historia de ese caso no será narrada en éste, uno de muchos recuerdos que tengo de uno de los grandes luchadores por nuestra libertad, que fue Filiberto.

Filiberto hizo suyo, hasta su muerte, el ideario de otro gigante, Don Pedro Albizu Campo, que dijo “La Patria Es Valor y Sacrificio”. Filiberto, al igual que Albizu, fueron vivos ejemplos, prácticamente inigualables, de cuánto valor tuvieron, y cuánto sacrificaron por esta Patria aún irredenta. Sacrificaron, no sólo su libertad, sino que ofrendaron su vida por la independencia de esta Patria.

Algún día, en una patria libre, se enseñará, en el sistema de instrucción pública, la vida de valor y sacrifico supremo de estos dos PATRIOTAS nuestros.

No sé por qué cada arresto subsiguiente hasta el día de su asesinato, ocurrió en intervalos de 15 años; desde que regresaba al clandestinaje; luego de sus arrestos.

Estando en el clandestinaje, y aun a pesar de que no pendía sobre él acusación o denuncia estatal, la Policía de Puerto Rico seguía carpeteándolo, y tratando de seguirle sus pasos. De hecho, sería la Policía de Puerto Rico quien, un 11 de enero de 2005, le entregaría la carpeta que guardaba de Filiberto y con cuya información se le localizaría y asesinaría por el FBI.

En el año 1985 sería arrestado por el FBI en Luquillo, Puerto Rico, en el apartamento donde residía, luego de que fallara el intento de asesinarlo. Fiel a lo que me había dicho en el 1970 de que no lo asesinarían sin luchar y defenderse, cuando estas fuerzas especiales de la policía Yanqui irrumpieron a tiros en su casa, se enfrentó a ese inmenso contingente con una ametralladora UZI y una pistola, y los agentes se tuvieron que replegar y atender a un FBI que resultó herido. Con el tiroteo y una fogata que hizo Filiberto para destruir papeles, se llenó el vecindario de gente, incluyendo bomberos y policías estatales. La presencia de tanta gente evitó que se consumara el plan de asesinarlo. También pudo comunicarse con su gente antes de rendirse.

Se le imputarían falsamente ocho cargos federales que incluía el de alegadamente tratar de asesinar a 8 agentes federales que trataron de subir al segundo nivel de su apartamento. Esa entrada para asesinarlo la detuvo su valor y su UZI.

En el 1989 finalmente es acusado de esos cargos en la corte imperial de los EE UU ubicada en San Juan, Puerto Rico. Se levantaría, exitosamente, la defensa propia contra las falsas acusaciones. Prevalecería esa defensa. Junto a él estuvimos en su defensa, como sus ayudantes abogados, los letrados Julio Eduardo Torres, Nelsa López, Luis Camacho, QEPD; y el que suscribe este recuerdo.

En el 1990, le regaló al periódico CLARIDAD un cepo electrónico que tenía que llevar en su pierna para permanecer en libertad bajo fianza.

Regresó al clandestinaje, donde estuvo hasta su asesinato ocurrido un 23 de septiembre de 2005. Exactamente quince años después de regresar al clandestinaje. Ese día un gran contingente de agentes elite del FBI, usando helicópteros, aviones, armas largas y francotiradores, consumaría el asesinato, hiriéndolo primero con una bala que atravesaría parte de un pulmón y dejándolo desangrar. Filiberto murió desangrado, no sin antes cumplir con sus palabras de que no se dejaría asesinar sin luchar.

Ese día sólo tenía una pistolita y con ella se enfrentó a decenas de agentes que tenían armas largas. El FBI aprendió de su fallido intento de asesinarlo que trataron en el 1985 en Luquillo.

Esta vez, con la complicidad del gobierno del ELA, cortaron la luz del barrio y cerraron una escuela por donde había una carretera que conducía a la casa de Filiberto. Con la ayuda de la policía local, cerraron todo acceso a las carreteras de entrada y salida al barrio, ocuparon todos los perímetros de terrenos alrededor de la casa de Filiberto hasta más de 500 metros de distancia.

Luego de los tiroteos iniciales, cuando trataron de entrar a la casa y asesinarlo, Filiberto logró herir a un agente, e impactó con las balas de su pistola el chaleco, a prueba de impactos, de otros agentes.

Luego, los agentes disparan a través de la puerta principal, desde donde no los veía Filiberto, y a través de una ventana de la cocina. Estos últimos disparos impactan su hombro y traspasan áreas de un pulmón. Cae gravemente herido y desangrando profusamente frente a la puerta principal de su casa. La sangre se cuela por la parte baja de la puerta, lo cual era claramente visible por los agentes que lo hirieron, y por los que estaban afuera. Murió desangrado. 24 horas más tarde, el FBI entregaría la escena, ya alterada, a los fiscales estatales y forenses. El FBI no le permitió al Departamento de Justicia de Puerto Rico entrevistar a los asesinos, quienes ya se habían acogido, en una investigación, administrativa del FBI, al derecho a guardar silencio y a no incriminarse.

Filiberto murió solo, vestido con el uniforme del Ejército Popular Boricua y librando su última y desigual batalla. Cumplió su palabra que me dijo en 1970 “A mí no me matarán sin defenderme”.

Como última reflexión, Filiberto, no sé si será cierto lo que dice el TOPO en su canción Antonia, a los efectos de que “los pueblos no perdonan”, refiriéndose al asesinato de Antonia Martínez Lagares. Yo, al menos, nunca perdonaré ni olvidaré tu vil asesinato, y tampoco tu sueño de que este país despierte de este letargo colonial y de que algún día, como pueblo, llevemos el ataúd del ELA al cementerio y le demos cristiana sepultura, logremos nuestra independencia y empecemos a construir ese pueblo que se ha caído en pedazos.

¡Hasta La Victoria Siempre, Comandante!

 

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