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Filiberto Ojeda Ríos: La persistencia de la memoria PDF Imprimir Correo
Escrito por Carlos Rivera Lugo / Especial para Claridad   
Martes, 15 de Septiembre de 2015 16:36

filiberto

Recuerdo aún la noche en que conocí a Filiberto Ojeda Ríos. Un compañero me había notificado del lugar y hora de la reunión solicitada originalmente por él, si bien yo también tenía cosas que compartirle, sobre todo acerca de su familia en Cuba. En ese momento, a mediados de la década de los setenta, era yo representante en La Habana del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), a cargo de la Misión Permanente que desde ese hermano país realiza un importante trabajo de relaciones internacionales en solidaridad con nuestra histórica causa independentista.



Nos reunimos en Río Piedras. Era temprano en la noche. Me había tomado las debidas precauciones para asegurarme de que no había sido seguido por algún agente policial, federal o estatal. Eran tiempos en que las autoridades coloniales mantenían, desde sus instituciones represivas, una violenta campaña de persecución contra la oposición independentista y socialista en general. Incluso, en la oscuridad de la noche operaba un Escuadrón de la Muerte dirigido contra el movimiento obrero y revolucionario en el País. Eran tiempos en que estaba trabada una batalla, entre silenciosa y abierta, entre el régimen colonial-capitalista y la pluralidad de fuerzas comprometidas con la liberación nacional y social de Puerto Rico, desde el PSP al Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), desde los Comandos Armados de Liberación (CAL) hasta el Ejército Popular Boricua, popularmente conocido como Los Macheteros.

Confieso que lo que más me impresionó del compañero Filiberto Ojeda Ríos fue la humildad de su mirada y la sencillez de su verbo. Al pan, pan, y al vino, vino. El ya legendario comandante y líder máximo de los Macheteros, hablaba sin estridencias ni retóricas rimbombantes. Le animaba, a todas luces, un amor profundo por su pueblo y su Patria. Al poco rato, me sentía conversando en plena confianza, como si nos conociésemos hace ya un tiempo. A través de los años pude comprobar cómo dicho encuentro había dejado en mí una imborrable memoria.

De ahí que cuando me enteré aquel 23 de septiembre de 2005 que los esbirros del Buró Federal de Investigaciones (FBI) lo tenían cercado en su residencia clandestina de Hormigueros, acudí de inmediato en solidaridad a las inmediaciones. Su escandalosa ejecución extrajudicial finalmente quedó impune, aunque la heroicidad de su combate final lo haría objeto del más masivo sepelio de un líder independentista puertorriqueño desde el celebrado por ese otro mítico combatiente de la Patria, Pedro Albizu Campos, en abril de 1965. El pueblo sabe reconocer a aquellos que viven y mueren, sin claudicar ni transigir en los principios que apalabran.

La crisis como oportunidad

En agosto de ese año, Filiberto había concedido una entrevista radial al periodista José Elías Torres de WPAB-Ponce, la que tuvo un gran impacto por la claridad y pertinencia de su pensamiento. Dicen que en la puerta de la muerte, a veces los seres humanos alcanzamos una claridad excepcional acerca de nuestras circunstancias. De ahí, tal vez, el sentido casi providencial de las ideas y la sabia propuesta compartida por el líder Machetero por medio de dicha entrevista. Resultó ser su testimonio final, a sus 72 años de edad. Sobre dicha propuesta he tenido la oportunidad de escribir y hablar en numerosas ocasiones, desde artículos en Claridad hasta charlas y conferencias en contextos universitarios y comunitarios, entre otros.

En resumen, el compañero habló de la crisis grave que iría arropando a Puerto Rico, como expresión a su vez de la crisis histórica del capitalismo. El statu quo colonial resultará por ello desestabilizado. Las medidas paliativas con las que responderá el gobierno colonial sólo victimizará más al pueblo. Al respecto señaló: “En otras palabras, el pueblo es el que es victimizado, como consecuencia de esta crisis económica global del capitalismo. Ahora, dentro de eso, ¿qué podemos hacer nosotros? Porque, por ejemplo, muchas personas dicen ‘no tenemos nosotros la posibilidad de superar esta crisis’. ¿Cómo vamos a salir nosotros?, ¿qué vamos a hacer nosotros los puertorriqueños? Lo primero es no sentirnos inferiores, crecer, madurar como seres humanos”.

Ante ello, la independencia se presenta por vez primera no como capricho de una elite ilustrada, sino como una necesidad histórica. La viabilidad de la independencia queda además potenciada como nunca antes por el nuevo contexto latinoamericano y caribeño oxigenado por la Revolución Bolivariana de Venezuela y los visionarios procesos de integración solidaria de la región iniciados por Hugo Chávez Frías. Ello le presenta una oportunidad histórica al movimiento de liberación nacional y social en nuestro País.

El peligro reformista

Sin embargo, seguidamente advierte que el movimiento liberador no está a la altura de los retos del momento. En primer lugar, no tiene una presencia política decisiva como oposición verdadera al orden actual. A ello ha contribuido una nefasta tendencia reformista en su seno caracterizado por cierta condescendencia y falsa expectativa hacia el autonomismo como proyecto político. Insiste en que no es reformando la colonia que se va a salir finalmente de la crisis que se avecina. Tampoco se trata de servirles de achichincles a éstos. Puntualiza: “Nosotros no pensamos que la autonomía sea una solución, ni transitoria. Pero esto exige determinación y decisión, luchar de verdad por la independencia”. Subraya que tanto el Partido Popular Democrático (autonomista) y el Partido Nuevo Progresista (anexionista) son co-responsables de la crisis como intermediarios que han sido del Imperio y promotores activos de unas relaciones de dependencia colonial-capitalista cuya obsolescencia se hace cada día más evidente.

Ojeda Ríos denuncia en ese sentido la manipulación ideológica de la que ha sido objeto cierto sector del independentismo, bajo la falsa ilusión de que la autonomía nos llevará a la independencia. Con toda honestidad no se sabe hacia dónde nos lleva la autonomía, insiste.

A lo que habría que darle la razón, digo yo, si nos atenemos a los sentidos contradictorios del llamado estado libre asociado, plagado por sus funestas confusiones e indeterminaciones que a ratos parecerían encaminadas, sin querer queriendo, a una incorporación de facto; o, en la alternativa, hacia una alegada renegociación de los términos de nuestra actual dependencia colonial-capitalista que no rompería, en lo fundamental, con la desigualdad inherente a la presencia imperial estadounidense en nuestro País. Además, habría que advertir que dicha renegociación hacia un supuesto nuevo arreglo de “libre asociación” no parecería generar el más mínimo interés en el Congreso yanqui.

Una ruptura anticolonial y anticapitalista

En la alternativa, afirma Filiberto, lo que corresponde es la articulación de un movimiento liberador, aun dentro de su pluralidad constitutiva, con capacidad de decisión propia, unidad en la acción y con un proyecto histórico propio. Ello no está reñido con otra propuesta lanzada originalmente en julio de 1990 para la organización de un Frente Popular para la Salvación Nacional, un esfuerzo de carácter pluralista cuyo objetivo es agrupar a todas las luchas, de carácter patriótico o clasistas, que se libran por nuestro pueblo en busca de superar las injusticias propias de las relaciones sociales, económicas y políticas bajo el sistema colonial-capitalista vigente. Son dos expresiones de una misma lucha.

Ahora bien, la salida de la actual crisis requiere que “el pueblo tome conciencia de su realidad” y que, consiguientemente, tome las calles en reclamo de sus derechos y en afirmación de su libertad inalienable. Y abunda: “Ahora, ¿cómo se da ese tipo de presión? La crisis va a forzar esa situación, porque los pueblos, cuando están en una situación tan dramática, como se va a ir encontrando el pueblo puertorriqueño en la forma en que se está creando la situación, tenemos que darnos cuenta de que no hay alternativa a esta situación, la única alternativa, la verdadera alternativa, es la independencia de Puerto Rico. Entonces tenemos que romper con todos estos estigmas que hemos cargado durante tantas y tantas décadas, tenemos que romper con ellos, sentirnos autosuficientes y (…) tenemos que estar dispuestos a sacrificarnos durante algunas décadas para la reconstrucción del País”.

¿Para qué la independencia? La ruptura propuesta es anticapitalista. La patria tiene que liberarse tanto del imperio como también del capital. El futuro “no puede y no tiene que ser capitalista”, subraya, lo que no impedirá que se pueda utilizar “algunos medios del capitalismo de transición, en transición, pero realmente tienen que existir otras normas para poder nosotros establecer un sistema que sea justo para todo el pueblo y que tome en consideración primordialmente el bienestar del pueblo”.

La negación obtusa de una salida radical


A veces pienso que con la propuesta de Filiberto Ojeda Ríos todo está dicho, aunque a su vez todo ha sido ignorado. De ahí que se nos ha condenado a una eterna repetición de la crisis, sin visos de hallarle una salida radical. Como consecuencia, hemos dejado de ser sujetos de nuestra historia para reducirnos a ser objetos de la falsa situación bajo la cual se nos presenta la realidad inmediata. Y ante ello se puede perder la oportunidad histórica que se nos presenta, como bien advirtió Filiberto.

Por ejemplo, me alarma escuchar a viejos compañeros repetir como papagayos las seudoverdades del imaginario colonial-capitalista. Que si la propuesta del IVA, es decir, el modelo tributario regresivo propuesto como panacea por la administración colonial del gobernador Alejandro García Padilla, es la norma en prácticamente todo el planeta y, por ello, es lo más conveniente. Para éstos, un modelo tributario progresivo y redistributivo de la riqueza, como se ha practicado bajo el socialismo y aun el Estado social o de bienestar, constituye cosa del pasado.

Hubo quien, en días pasados, tachó como un disparate mi insistencia en que entre las políticas fiscales y económicas neoliberales que se pretendían imponer para paliar la crisis estaba una llamada reforma laboral que buscaría quitarle a la clase obrera puertorriqueña derechos económicos y sociales fundamentales conquistados durante el Siglo XX. En sus mentes ya no existe la lucha de clases, sino que tan sólo la pretendida comunidad de intereses de la “gran familia puertorriqueña”. Han comprado las seudo-razones que propaga a diestra y a siniestra el capital bajo el neoliberalismo, con las cuales pretende asegurar la reproducción continuada del actual modelo de acumulación por desposesión de los de abajo, es decir, la creciente expropiación de los ingresos y demás beneficios de la inmensa mayoría que vive de su fuerza de trabajo. Es como si hubiesen dejado de creer en la existencia de otra posibilidad histórica más allá del capitalismo, como la despertada especialmente a través de Nuestra América durante las primeras dos décadas del Siglo XXI.

El reformismo actual pretende dormirnos con la eterna promesa de una asamblea constituyente que, como bien sentenció Filiberto, es otra funesta ilusión que no lleva a ninguna parte ni tiene las más remotas posibilidades de realizarse pues requeriría, como pre-condición, la disolución de las trincheras político-partidistas en aras de un genuino consenso descolonizador. Si hay que hacer una Asamblea Constituyente, nos sugiere, que sea para constituir soberanamente un nuevo país y una nueva sociedad.

Un nuevo proyecto de país y de sociedad

El imaginario colonial-capitalista pretende castrarnos la mirada y la voluntad, sin hablar de la capacidad para soñar y proponer una nueva posibilidad histórica, es decir, un nuevo proyecto de país y de sociedad. “Y nosotros tenemos que romper con eso –decía Filiberto- saber que valemos igual que cualquier otro pueblo, y que tenemos que tomar las decisiones en estos momentos para salir de esta situación, que no es consolidando sistemas colonialistas, no es a través de los mecanismos que ya existen, no es con el PNP, no es con los Populares, eso es más de lo mismo, no cambia en absolutamente nada nuestra realidad”.

Confieso que me inquieta el olvido a que, desde los cómodos nichos ideológicos y partidistas de unos y otros, se ha pretendido condenar la magistral propuesta política lanzada hace precisamente diez años por el líder y comandante Machetero, Filiberto Ojeda Ríos. Todo allí estaba básicamente dicho. Sin embargo, todo fue ignorado en lo fundamental. Cada cual prefirió seguir en lo suyo. El resultado ha sido una década esencialmente perdida que ha tenido como consecuencia mantener al movimiento de liberación, en su conjunto, en una situación de relativa marginalidad para poder incidir decisivamente en la profundización de la actual crisis y en la proposición de un proyecto alternativo de país y de sociedad.

En ese sentido, haría falta volver a la propuesta del compañero Filiberto Ojeda Ríos, cuya persistente vigencia está dictada por unos hechos que no cesan de retarnos continuamente a emprender nuestra reinvención para no seguir errando, con el propósito de situarnos en condiciones de aprovechar la oportunidad brindada por la actual crisis para adelantar la única opción históricamente viable, por lo históricamente necesaria. Se trata nada menos que de la transformación del País hacia su independencia con el objetivo de construir una nueva sociedad que materialmente garantice el bien común, producto de la más plena participación democrática del pueblo soberano en los procesos de toma de decisiones para la reconstrucción radical de todos los ámbitos de nuestra vida colectiva.


* El autor es abogado, profesor universitario y miembro de la Junta Directiva de CLARIDAD.

 

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