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Burj El-Barajneh, entresijos de un letal atentado PDF Imprimir Correo
Escrito por Ulises Canales   
Sábado, 14 de Noviembre de 2015 01:30

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Beirut, 14 nov (PL) El aplazamiento indefinido del diálogo entre Hizbulah y Mustaqbal parece la consecuencia menos perjudicial del atentado en el barrio capitalino Burj El-Barajneh, del que emanan hoy, amén del desconsuelo, preocupantes lecturas de la realidad libanesa y regional.

 

La decisión del movimiento chiita Hizbulah (Partido de Dios) y del sunnita Mustaqbal (Futuro) se asoció a la realización de la sesión del parlamento -la primera tras un año de inactividad debido a rivalidades políticas- y al doble ataque suicida que el jueves mató a 44 personas e hirió a otras 239.

Pese a que los dos mayores enemigos políticos cerraron filas frente al peor atentado terrorista sufrido por El Líbano desde el fin de la guerra civil en 1990, prefirieron suspender el viernes la que sería su 21 ronda de pláticas, en medio de llamados a la cohesión nacional frente al terrorismo islamista.

La seguridad fue el primer elemento de inquietud para autoridades, cuerpos de seguridad y vecinos de Burj El-Barajneh, una barriada habitada básicamente por chiitas y colindante con el campamento de refugiados palestinos homónimo, donde residen personas que en su inmensa mayoría son de confesión sunnita.

Los terroristas a los que, según el Estado Islámico (EI), se encomendó la carnicería humana lograron infiltrarse y violar los sistemáticos controles de vigilancia que efectúan la policía libanesa y la de Hizbulah en el densamente poblado suburbio sur del Dahiyeh, tanto en sus accesos como en su interior.

El mismo día del doble ataque se reportó el lanzamiento de una bomba de sonido cerca de una casa en Kherbet Dawoud, y la captura de un hombre con un cinturón con explosivos listo para detonar en Koubba, en Batroun (norte).

La policía reportó, además, el arresto el día antes de un hombre al que describió como peligroso terrorista llamado Mohammad Ibrahim Hujeiry, alias Abou Ibrahim o Kahroub, tras allanar su casa en Arsal, una aldea limítrofe blanco frecuente de ataques del EI y el Frente Al-Nusra desde Siria.

También el Ejército informó el jueves que un experto en explosivos desactivó un artefacto de 10 kilogramos conectado a cuatro detonadores en el vecindario Jabal Mohsen, de mayoría chiita en la urbe portuaria de Trípoli.

El comisionado del gobierno ante la corte militar, juez Saqr Saqr, no descartó que un hombre apresado en Trípoli tuviera nexos con las explosiones en Burj El-Barajneh, pues confesó que planeaba inmolarse en un café de Jabal Mohsen simultáneamente al ataque de Beirut.

Dicho detenido reveló que uno de los suicidas de Burj El-Barajneh era un palestino llamado Abou Khaled que había arribado con él a El Líbano desde Siria, y las autoridades hallaron similitudes en el modus operandi y posibles conexiones entre esa acción y la del 5 de noviembre en Arsal.

Aquel día, cuatro personas murieron en una deflagración perpetrada por un suicida que irrumpió a bordo de una motocicleta en una reunión del comité de clérigos musulmanes sunnitas del Qalamoun.

Hechos aparte, se refuerzan las hipótesis de que los tentáculos del terrorismo islamista, léase Al-Qaeda, Frente Al-Nussra (su filial en Siria), y DAESH, se ramifican de modo peligroso y subrepticio dentro del territorio libanés, donde esos grupos podrían enredarse en una lucha de liderazgo.

Nadie duda que la unidad ante lo ocurrido en el Dahiyeh no es óbice para que persista la polarización no sólo de la sociedad y la clase política libanesa, sino -sobre todo- entre chiitas, afines a Bashar Al-Assad, y sunnitas, partidarios de quienes luchan por derrocarlo.

Desde el estallido de la crisis siria a comienzos de 2011, El Líbano registró un significativo deterioro de su seguridad, con enfrentamientos armados esporádicos entre ambas sectas, asesinatos, explosiones de bombas y carros bomba, e infiltraciones y ataques en poblados fronterizos.

El Frente Al-Nusra y otros grupos extremistas ligados a Al-Qaeda se atribuyeron 12 de los 15 atentados con explosivos ejecutados de julio de 2013 a enero de 2015, básicamente contra sitios y personas chiitas libanesas en represalia por el apoyo militar de Hizbulah a Al-Assad.

Por su lado, el EI "reapareció" en Beirut, para sorpresa de muchos, luego de que la acción violenta de mayor envergadura que reivindicó en El Líbano fue la detonación de un carro bomba que en enero de 2014 mató a cuatro personas cerca de la embajada iraní en el sur de la capital.

Como regla, los atentados se justifican como golpes a Hizbulah por su rol en Siria y presión al gobierno de Beirut para que libere terroristas sunnitas presos en el país, tal como hicieron Al-Nusra y sus aliados.

Analistas estiman que el DAESH actuó ahora no sólo por esos móviles contra el Partido de Dios, e incluso al anunciar su autoría no admitió posibilidad de clemencia, sino que empleó un tono meramente teológico contra los "Rafida" (apóstatas o infieles).

En consecuencia, algunos ven en la matanza de Burj El-Barajneh un mensaje del EI a Al-Nusra y otros fundamentalistas sunnitas de que no tienen el monopolio de Beirut y que tendrán que disputar con otros "mujahidines" el protagonismo de sus acciones sangrientas en El Líbano.

Otros, con un tino más directo, leen el atentado como una frustración del DAESH ante los reveses indiscutibles que sufre en Siria por la conjunción de fuerzas del Ejército leal a Damasco, los combatientes de Hizbulah, el apoyo iraní y recientemente la intervención aérea de Rusia.

Los más optimistas auguran que los hechos violentos del viernes en París, causantes de más de 120 muertos, podrían cambiar el curso de la reunión de hoy en Viena sobre Siria y acercar la solución de una guerra a todas luces regional que tiene una larga lista de víctimas colaterales libanesas.

 

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