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Thelma Mielke: La radical de Greenwich Village PDF Imprimir Correo
Escrito por Elma Beatriz Rosado   
Domingo, 24 de Julio de 2016 09:49

thelmamielke"Thelma Mielke –“la radical de Greenwich Village”– fue una estimable amiga de Puerto Rico y abanderada de su lucha por la independencia desde la década de 1940. A pedido de don Pedro Albizu Campos, Thelma asumió la génesis de la representación del Partido Nacionalista de Puerto Rico en Naciones Unidas, como observadora oficial de la organización puertorriqueña".

 




A Oscar López Rivera

Hermano puertorriqueño encarcelado por el gobierno colonialista de Estados Unidos,

que lo ha exiliado de su patria, de su pueblo, de sus compañeros, de su familia por más de 35 años.

A Clarisa, su hija, y a Karina, su nieta, quienes lo esperan con el alma en vilo...

A Thelma Mielke, con sus 35 años de vida...



“Yo me muero como viví.”
Silvio Rodríguez, en su canción “El necio”.



Entre los años de 1996 a 2000, Thelma Mielke escribió algunas menudencias a la sección “Metropolitan Diary”, del New York Times. Los neoyorquinos citadinos solían escribir incidentes u observaciones cotidianas las cuales compartían a través del diario, en la citada columna. Aunque Thelma había nacido en Rochester, la mayor parte de su vida tuvo su hogar en Manhattan y como tal se unía a los residentes de la gran manzana, quienes acostumbraban comenzar su relato con el convencional saludo “Querido Diario”.

Una tarde en junio de 1999, ya cayendo la noche, Thelma abordó un autobús cerca del Museo de Historia Natural. Sentada al frente, conversaba a ratos con la conductora. Al llegar al renombrado parque Madison Square Garden, un gentío salía del parque y aunque el autobús se detuvo, nadie se subió. Al inquirirle a la conductora, esta contestó que ese autobús transitaba por Greenwich Village y SoHo, y esas personas –decía ella–, no frecuentaban el Madison Square Garden. “Ellos van a Lincoln Center”.

La conductora le pregunta a Thelma hacia dónde se dirige y ella le responde: “Calle 12”. Entonces la conductora, mirando a Thelma de arriba a abajo, le dice: “Usted nunca ha estado en el Madison Square Garden”.

“He ido a varias exhibiciones de gatos”, dice Thelma.

“Eso no cuenta”, objeta la conductora.

“Bueno, hace mucho tiempo estuve en un gran mitin a favor de George McGovern.”

McGovern, un historiador que había sido representante y senador en el Congreso estadounidense por el Partido Demócrata, se había postulado como candidato a la presidencia de Estados Unidos en la campaña de 1972. El senador McGovern sería derrotado por el candidato republicano, un abogado en cuyo historial se alojaba bajo las sombras una solicitud de empleo a un puesto como agente especial del FBI. Luego de asumir la presidencia, Richard Nixon, se vería obligado a renunciar al cargo en vergüenza por el escándalo Watergate y sus mentiras al pueblo estadounidense. McGovern se distinguía de Nixon por sus ideas liberales, en particular por su reticencia con respecto a la participación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Sus opositores lo calificaban como “extremista” o “radical”, denominación con la cual estamparían también a sus simpatizantes.

“Usted es una de esas radicales de Greenwich Village”, le dice la conductora, a la vez que ofrecía a su viajera una amplia sonrisa, mientras Thelma se disponía a bajarse del autobús.

“Ella estaba en lo correcto”, escribiría Thelma sobre la conductora del autobús, al finalizar su relato al “Querido Diario” neoyorquino de ese lunes 21 de junio de 1999.

Thelma Mielke –“la radical de Greenwich Village”– fue una estimable amiga de Puerto Rico y abanderada de su lucha por la independencia desde la década de 1940. A pedido de don Pedro Albizu Campos, Thelma asumió la génesis de la representación del Partido Nacionalista de Puerto Rico en Naciones Unidas, como observadora oficial de la organización puertorriqueña.

Las relaciones de Albizu Campos con pacifistas estadounidenses que apoyaban firmemente la causa de la independencia de la India habían anudado lazos de solidaridad muy intensos. Reconocer la causa de la independencia de India como una justa derivaba del hecho de reconocer el derecho colectivo de un pueblo a su libertad, el cual era tan merecido y necesario para la India como para el pueblo puertorriqueño. A ello apeló Albizu Campos en sus entrevistas con el grupo de estadounidenses. El derecho de los pueblos a su autodeterminación e independencia constituía un denominador común entre ambos.

Esa era la base de los diálogos que Albizu Campos mantenía con ellos, mientras convalecía en el Hospital Columbus en Nueva York, durante los años de 1943 a 1945. El líder nacionalista hubo de ser ingresado de urgencia al hospital tras su salida de la prisión federal de Atlanta, donde había sido sometido por el gobierno de Estados Unidos a un corrosivo encarcelamiento durante seis años. Todavía en el hospital, no disfrutaba de una libertad plena. Había cumplido la sentencia estipulada de confinamiento y todavía debía permanecer en Estados Unidos hasta completar la totalidad de la sentencia impuesta.

Esas pláticas e intercambios fueron cristalizando y devengaron en acciones de solidaridad formal y consecuente aun cuando las partes no avalaban una misma visión sobre los métodos de lucha. El grupo de estadounidenses liberales –como se describían a sí mismos–, seguía los postulados de las enseñanzas de Gandhi, manteniendo con entereza la línea de la no violencia, mientras que Albizu Campos no renunciaría a la opción que tenía el pueblo de luchar con las armas contra la potencia colonizadora.

Una gran contradicción se presentaba como punto de discusión central para el grupo estadounidense. ¿Cómo era posible aceptar que Estados Unidos se comportara como una potencia colonialista? ¿Cómo era posible que ello ocurriera en un país que pretendía ser ejemplo y portaestandarte de las libertades fundamentales; un país que proclamaba la independencia de la nación como uno de sus valores cimeros?

No era posible consentir al hecho de que el gobierno de su propio país fuera la potencia colonizadora que mantuviera sojuzgado a Puerto Rico. Es así como llega para ellos el momento de su definición. Aceptan el “reto” que les presenta su interlocutor y toman la sólida determinación de apoyar la lucha por la independencia de Puerto Rico. El 19 de diciembre de 1944 fundan la Liga Americana por la Independencia de Puerto Rico (American League for Puerto Rico’s Independence) en la cual la pacifista Ruth Reynolds es una de las principales figuras. Estrenando sus recién cumplidos 30 años de vida, Mielke acepta el reto y se constituye como parte de la Liga. También formaron parte de la organización el reconocido pintor Rockwell Kent, autor del controversial “Mural de Puerto Rico” (Mail Service in the Tropics) comisionado por el servicio de correos estadounidense, y la novelista Pearl Buck, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1938, ambos solidarios con las causas justas.

Al momento de producirse las conversaciones con Albizu Campos todavía no existía la Organización de Naciones Unidas (ONU). Se vislumbraban iniciativas para reparar las precarias relaciones entre las naciones del mundo, particularmente intentando evitar situaciones similares a las que produjeron los estragos causados por la monumental guerra iniciada en 1939. Entre los esfuerzos de Albizu Campos se destacan los vínculos que desarrolló con otros pueblos colonizados para intentar constituir un frente común provisional de naciones sometidas a otras potencias, o naciones dominadas. Estos esfuerzos asomaron durante el mes de abril de 1945, previo a la formación de las Naciones Unidas, que se bosquejó en lo que se llamó la Conferencia de San Francisco.

En octubre de 1945, cuando se establece formalmente la ONU, Puerto Rico permanecía invisible. No se habían producido resultados concretos de los esfuerzos iniciados. Albizu Campos, todavía hospitalizado, no se rinde. Pertinaz, mantiene su empeño de llevar el caso de Puerto Rico ante las Naciones Unidas y se propone lograr el reconocimiento de la ONU para el Partido Nacionalista como una organización no gubernamental, con un puesto de observador.

En su estrategia, Albizu Campos veía al Partido Nacionalista convertirse en la única organización de América Latina –no gubernamental y no estadounidense– reconocida por la ONU. Anticipando el momento, Albizu Campos le había propuesto a la joven estadounidense representar al Partido Nacionalista de Puerto Rico en la función de observador en la ONU. Ya desde “el otoño de 1946”, menciona Ramón Medina Ramírez, delegado del Partido Nacionalista en Nueva York, Mielke –en funciones para el partido–, cubría las reuniones en la ONU y se desempeñaba como corresponsal de la “Revista Puerto Rico”, órgano oficial del partido.

En 1947, el Partido Nacionalista es reconocido oficialmente por Naciones Unidas como una organización no gubernamental. Mielke se integra formalmente para cumplir su misión, ratificando su compromiso solidario con la independencia de Puerto Rico en el terreno internacional.

Precisamente, en ese año Estados Unidos imponía la Ley de Seguridad Nacional y reestructuraba su aparato de inteligencia, designando como pieza principal un Consejo de Seguridad Nacional y creando además la Agencia Central de Inteligencia. Mientras tanto, en el terreno internacional, ya las Naciones Unidas trabajaba un borrador de la Declaración Universal de Derechos Humanos, proponiendo una nueva visión de fraternidad entre las naciones del mundo.

Para fines de año, Albizu regresa a Puerto Rico, y seis meses más tarde se aprueba en el país la Ley de la Mordaza, presagiando y enfatizando un ambiente de represión mucho más riguroso. La vigilancia y persecución contra los militantes y simpatizantes de la independencia se tornó más intensa. Los discursos pronunciados por Albizu eran grabados y mecanografiados, según consta en las carpetas que la policía de Puerto Rico mantenía para documentar sus pasos, información que compartía con el FBI. Las palabras de Albizu serían tildadas de delito posteriormente, y el gobierno lo arrestaría alegando violación a la Ley de la Mordaza. El fervor nacionalista se encontraba en plena ebullición.

El lunes 30 de octubre de 1950 estalla en Puerto Rico la insurrección nacionalista. Cuarteles de la policía son tomados por los sublevados. Encontronazos, reyertas, incendios y tiroteos se producen en varios pueblos. Las autoridades destacan las fuerzas policiacas y militares para intentar controlar la situación. La persecución contra los nacionalistas, comunistas e independentistas es desmesurada. Miles son arrestados arbitrariamente.

Justo al día siguiente, desde su hogar en Nueva York, Thelma Mielke cumple el sagrado deber de la solidaridad jurada a Puerto Rico y escribe al Secretario General de las Naciones Unidas, Trygve Lie, para que se investigue con urgencia el caso de Puerto Rico. La isla es un caos y el diario The New York Times da cuenta del estallido de la insurrección nacionalista y de 23 muertes.

En la tarde del día siguiente se produce el ataque nacionalista a la Casa Blair, residencia temporal del presidente de Estados Unidos. Dos nacionalistas puertorriqueños son acusados por el atentado contra el presidente Truman. Ese día, la causa independentista puertorriqueña deja de ser invisible en Estados Unidos y se convierte en un asunto de suma relevancia para el gobierno y para los medios de comunicación.

Al atardecer del 2 de noviembre se establece un Gran Jurado para investigar si hubo una conspiración para asesinar al presidente, mientras el diario The New York Times –en su edición vespertina– explaya el titular: “ASSASSINATION OF TRUMAN FOILED IN GUN FIGHT OUTSIDE BLAIR HOUSE”.

Durante el día, la valerosa Mielke cumplía una misión impostergable. Abriéndose camino hasta las oficinas de las Naciones Unidas, Mielke llegaba hasta la división que atiende a las organizaciones no gubernamentales portando una copia de la carta que enviara al Secretario General. Hace entrega del documento e insiste en obtener una respuesta.

En la carta, Mielke requiere de Lie una contestación inmediata a la urgencia de atender el caso de Puerto Rico a nivel internacional. Afirma que la condición colonial de Puerto Rico no es meramente un asunto doméstico de Estados Unidos y argumenta que el caso debe ser examinado por el organismo internacional. Insta al Secretario General a que lo asigne al órgano “que estime adecuado en Naciones Unidas”.

Tras su visita a la ONU, agentes de la policía y del gobierno se personan a la residencia de Mielke. En esos momentos ella vivía en la calle Horatio, también en Greenwich Village. Su dirección completa había sido publicada por The New York Times en su edición del 2 de noviembre.

Llegado el 6 de noviembre, el jefe de la sección de Organizaciones No Gubernamentales de la ONU, J. B. Orrick, firma la carta en la cual informa a Mielke sobre la cancelación de su credencial como observadora en la ONU por el Partido Nacionalista de Puerto Rico.

“Your pass is no longer valid”, reiteraría.

La anulación de su credencial no detendría el compromiso de solidaridad que la joven norteamericana había asumido con Puerto Rico. El 1 de diciembre Mielke sería visitada nuevamente por agentes del FBI, pero ella se mantendría firme en su apoyo solidario. Luego de que la Liga fuera disuelta, Mielke participó en otras organizaciones como la Americans for Puerto Rico's Independence y el Committee for Justice to Puerto Ricans.

Además, no permitía que la ONU se arrogara el derecho de arrebatarle su credencial; batallaba para recuperarla. En noviembre de 1952, Mielke le escribe al Presidente de la Asamblea General de la ONU solicitándole que su credencial sea restaurada, insistiendo en mantener la representación del Partido Nacionalista mediante su función de observadora, según se había delegado en ella. Mielke resultaba ser una vehemente defensora de la causa puertorriqueña.

Al momento de presentar su carta del 31 de octubre de 1950 en Naciones Unidas, Thelma Mielke contaba sus 35 años de edad. Había completado un bachillerato en sociología en Elmhurst College, una maestría en filosofía en Rochester University y había realizado estudios posgraduados en filosofía en el Union Theological Seminary, adscrito a Columbia University. Posteriormente, completaría una maestría en Estudios Liberales, también en Columbia University, y conocía los idiomas inglés, alemán, español y francés. Sobre todo, el idioma de la diplomacia.

Las capacidades y funciones de Mielke en los asuntos de relaciones internacionales del Partido Nacionalista fueron de gran estimación para Albizu Campos y para el partido. Su actitud arrojada y firme al marchar directamente hasta las Naciones Unidas en la pura candencia del momento es impresionante. Esas huellas dejadas por Mielke en Naciones Unidas son huellas históricas en el longevo e inconcluso “Caso de Puerto Rico en las Naciones Unidas”. Thelma Mielke es la génesis del caso de Puerto Rico en la ONU, semilla sembrada por Albizu Campos.

El espacio que Mielke ocupa en la historia del Partido Nacionalista de Puerto Rico no es del todo conocido. De acuerdo a la información obtenida hasta el momento, Mielke ha sido la única persona que ha ocupado la posición de observador oficial reconocido por las Naciones Unidas como representante de Puerto Rico y con credenciales emitidas por el flamante organismo internacional.

Al día de su fallecimiento, en diciembre de 2007, Mielke continuaba residiendo en la calle 12 del Village. Murió como vivió, tal como dice la canción de Silvio. Nunca dejó de ser “la radical de Greenwich Village”.

Notas y referencias disponibles, de ser solicitadas.

*La autora es historiadora.

 

Fuente: En Rojo

 

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