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Uribismo y su naturaleza populista: Una reconstrucción de sus condiciones de posibilidad PDF Imprimir Correo
Escrito por Álvaro I. López Bayona   
Domingo, 18 de Julio de 2021 12:09

 

INTRODUCCIÓN.

El uribismo es un movimiento fundamentalmente populista.  ¿Cómo se puede definir el populismo?  El populismo es en sí mismo un término neutro: al margen de la ideología, se puede aplicar a cualquier régimen que declarativamente pretenda trabajar a favor de las vastas mayorías empobrecidas y apela directamente a ellas por encima de las instituciones.  El peronismo[1] fue seguramente el primer régimen populista de América Latina con sus tres rasgos: 1) movilización vertical de masas, 2) tendencia a privilegiar la demanda social por encima de las energías de la nación, y, 3) culto al líder (caudillo).  El peronismo alentó a las masas a formar el bastión del Estado.  No parecería muy distinto al régimen mexicano de los años 30 (Lázaro Cárdenas).  Pero el peronismo lo hizo sin apelar a ninguna ideología o vocación de izquierda.  Fue un programa vertical de distribución alentado por la propaganda oficial y el resentimiento social.  Distorcionó en cientos de miles de personas el sentido mismo de la responsabilidad económica.  Inoculó una mentalidad becaria.  El caudillismo concentraba todo el poder en un hombre y en una mujer dotados de carisma.

¿Cómo nace el populismo?  La proliferación de demandas populares que no se pueden neutralizar por el marco de poder estatal existente es una de las condiciones fundamentales para la emergencia y consolidación de un movimiento populista.  Colombia, al finalizar el siglo XX e iniciar el XXI, experimentó este tipo de crisis: deterioro progresivo de la situación de orden público y el debilitamiento institucional.  Creció la desconfianza hacia los dos partidos políticos tradicionales, el Liberal y el Conservador.  Las demandas populares desbordaban la capacidad institucional del Estado.  Sobrepasaron su capacidad de respuesta.  De entre esas demandas estaban: 1) la búsqueda de la paz, 2) reparar el orden constitucional, y, 3) la recuperación de la economía y la generación de mejores condiciones de vida.  Esta coyuntura produjo dos nuevos movimientos o partidos políticos: El Polo Democrático Alternativo (PDA), de izquierda, y Primero Colombia, de ideología imprecisa a principios, pero que se creó únicamente para respaldar la aspiración presidencial de Álvaro Uribe Vélez en el 2002 y 2006. Al ganar ambas elecciones, Primero Colombia se convirtió en el grupo medular dentro de la sociedad colombiana.  Esto es, un grupo que logra su unidad a través de la diferencia: es decir, una alianza temporal y contingente a varias fracciones de diferentes grupos sociales que conforman su unidad a través de alianzas y no de coincidencias ideológicas.  Logra obtener el liderazgo político, moral e intelectual dentro de una determinada formación social por un tiempo definido.  (Peronismo, priísmo).  El uribismo es el resultado de un proceso articulatorio de diferentes grupos y demandas sociales que se posicionaron alrededor de una demanda popular, la recuperación de la patria, la cual se instauró como nuevo centro aglutinador de dichas diferencias; una articulación a través de la diferencia.  Una reconstrucción más o menos radical de un “nuevo orden”: condición de todo movimiento populista.  Los dos elementos fundamentales de ese nuevo orden fueron la seguridad y la gobernabilidad.

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL NEOLIBERALISMO.

El modelo neoliberal en Colombia comenzó a construirse durante la década de 1990 bajo la presidencia de César Gaviria Trujillo (1990-94).  Gaviria fue Ministro de Hacienda bajo la presidencia de Virgilio Barco Vargas.  Durante su presidencia, Gaviria logró reducir el poder del Cártel de Medellín, hasta la captura y muerte de su líder Pablo Escobar en noviembre de 1993.  Igualmente, se promulgó una nueva Constitución en 1991.  Por lo demás, tomó una serie de medidas claramente neoliberales: flexibilizó la jornada de trabajo, privatizó los bancos estatales, reestructuró la educación superior, clasificó la salud como un servicio, no como un derecho, sustrajo del Estado la función social y económica que él mismo debía cubrir.  Todo ello con miras a lograr 5 puntos fundamentales del neoliberalismo: 1) reducir los costos de la fuerza del trabajo, 2) impulsar el flujo de capital productivo y especilativo, 3) explotar libremente los recursos naturales, 4) expandir el capital funanciero, y, 5) desregular.

Todo eso sucedía mientras Estados Unidos estrenaba una nueva política experior para América Latina.  Ya el comunismo no era el enemigo principal.  Ahora era el narcotráfico, la corrupción, la ineficiencia del Estado, la politiquería y el terrorismo.

Desde 1989 regía el Consenso de Washington: un programa político conjunto de propuestas de política neoliberal.  Una especie de recetario mediante el cual se regresaría al capitalismo primitivo.  Ese Consenso de Washington fue el programa político de Gaviria en Colombia, 1990-94. Esta fórmula produjo crecimiento económico, pero un orden socioeconómico desequilibrado e inequitativo.  En esas circunstancias Gaviria entregó el poder a su compañero liberal Ernesto Samper (1994-98).

LA DESINSTITUCIONALIZACIÓN DEL ESTADO COLOMBIANO.

Samper comenzó su presidencia “con el pie izquierdo”.  Un escándalo temprano apuntaba a que el Cártel de Cali había financiado su campaña.  Se le formuló acusación en el Congreso colombiano, pero este se negó a atenderla.  A Samper le tocó gobernar rodeado de sospechas.  El Estado se debilitó, perdió legitimidad y no logró unir a la sociedad ni a la dirigencia política en torno a algo que se asemejara a un propósito nacional.  Guerrillas y paramilitares (vigilantes gobiernistas) intensificaron sus acciones.  El país se dirigía a ser un Estado fallido.  Samper le dio a los neoliberales el mejor ejemplo y pretexto de que el Estado no sirve.  El desprestigio internacional del Estado colombiano galopaba como nunca antes.  Y lo que faltaba: Estados Unidos redujo la cuota de ayuda económica para atajar el narcotráfico debido a la incapacidad del Estado colombiano.

Mientras tanto, se desarrollaba un progresivo escalonamiento del conflicto armado.  Samper ripostaba militarmente contra las guerrillas, pero su gobierno no tenía credibilidad.  Su debilidad eventualmente lo llevó a hacer concesiones para  terminar el cuatrienio como mejor se pudiera.  Las guerrillas se intensificaron como nunca antes y Samper llegó al final de su periodo con una bajísima aceptación popular.  El próximo candidato tenía que ser más proclive a la paz.  Ese era el conservador Andrés Pastrana, apoyado por las propias FARC, que querían la paz.

DE LA ESPERANZA DE PAZ AL RECUDECIMIENTO DE LA GUERRA.

Una de las primeras medidas que tomó Pastrana como presidente (1998-2002) fue intentar el diálogo con la guerrilla.  Decretó el despeje militar.  Pero pronto comenzó a  sufrir la presión de los empresarios y los militares.  Para estos sectores, la negociación con la guerrilla amanezaría la soberanía nacional.  Propendería a ceder una parte del territorio nacional al control de un grupo armado irregular y llevar un mensaje de incapacidad del Estado para vigilar, controlar y mantener el orden público en toda la geografía colombiana.

Las negociaciones de paz no prosperaron.  El Estado colombiano todavía estaba muy débil y las guerrillas habían avanzado demasiado.  El ambiente entre el ejecutivo y las fuerzas militares estaba tenso.  A partir del 11 de septiembre de 2001, se consideró a la guerrilla colombiana como parte del enemigo “terrorista” al que había que combatir globalmente.  La única salida de Pastrana sería redireccionar los recursos estatales y modernizar las fuerzas armadas.  Así comenzó el Plan Colombia.

El gobierno de Colombia se dispuso a obtener recursos económicos, técnicos y humanos para preparar a las fuerzas militares a una lucha simultánea contra la insurgencia y el narcotráfico que, a estas alturas del juego, estaban tan involucrados que hacía difícil identificar la diferencia.  Para ello Estados Unidos invirtió recursos económicos a tal grado que convirtió a Colombia en el tercer país subsidiado (superado por Egipto e Israel) y el primero en América Latina para combatir el narcotráfico.  Se trababa de un Plan Marshall colombiano, un proyecto ambicioso socioeconómico y de desarrollo y construcción de infraestructura, principalmente en áreas de importante influencia de la guerrilla y el narcotráfico, con algunas migajas para el desarrollo social.  Pero los voceros oficiales de la administración Bush, Jr., (2001-2008) reconocían cada vez con mayor franqueza el propósito antiguerrillero del Plan Colombia.

Pero todo ello no hizo sino impedir al gobierno de Pastrana alcanzar su propósito central de conseguir una salida negociada al conflicto armado.  Se profundizó aun más la crisis social, política y económica, lo cual hizo propiciara la emergencia de un movimiento populista, el uribismo.

DE LA CONQUISTA DE LOS CORAZONES A LA CONQUISTA DEL ESTADO.

Álvaro Uribe Vélez irrumpió en el siglo XXI con un mensaje a los colombianos tan retórico como efectivo: “la recuperación de la Patria”.  Para ello llamaba, no a la izquierda ni a la derecha, sino al “pueblo patriótico”.  Apelaba a la patria como símbolo de unidad: aparentemente el único que le quedaba a los colombianos.  El propio Uribe se vendía como un político “diferente”, alejado de la esfera “tradicional”.  Su discurso era anti status quo. Eventualmente logró una lógica por medio de la cual diferentes demandas y sectores sociales distintos se articularon alrededor de una demanda popular que los congregaría a todos.  Esa demanda popular se llamó “la Patria”, sobre la cual se asentó el uribismo, conviertiéndose en el grupo medular-hegemónico durante el periodo 2002-10.

¿A DÓNDE FUE A PARAR EL URIBISMO?

Al terminar la presidencia de Uribe (2010), Juan Manuel Santos se convirtió en Presidente de Colombia por el partido uribista.  Santos (sobrino del Cura guerrillero Camilo Torres) había ejercido cargos en gobiernos anteriores:  Ministro de Comercio Exterior (1991, bajo Gaviria) y Hacienda y Crédito Público (2000, bajo Pastrana).  Con Uribe (2002-10) fue Ministro de Defensa y firme impulsor de las políticas neoliberales y represivas contra las guerrillas del Presidente.  En 2005 fundó la organización uribista Partido Social de la Unidad Nacional, una coalición de partidos conservadores y liberales.  Con ese partido Uribe repitió en 2006.  En las elecciones de 2010, Santos se postuló y ganó la presidencia, con el respaldo de Uribe.  Pero pronto comenzó el distanciamiento.  Uribe se desvinculó del “Partido de la U” y fundó Centro Democrático.  Santos repitió débilmednte en 2014, con la oposición de Uribe, y muy pronto se enfrascó en la parte final de las negociaciones de paz con la FARC, proceso que culminó en 2016 y que le mereció a Santos el Premio Nobel de la Paz.

El proceso de paz incluyó un referendum al Pueblo que debería impartirle un “Si” o un “No”.  El Pueblo votó que NO.  No lo hizo porque no deseara la paz, sino porque esta incluía amnistía a matadores de civiles.  La negativa popular obligó al gobierno de Santos a renegociar los términos de la paz con los promoventes del No.  Al concluir la negociación, en lugar de regresarlo al Pueblo mediante otro referendum, el gobierno envió el tratado renegociado a las cámaras legislativas.  Estas dieron su aprobación a un acuerdo que incluía desmovilización de insurgentes, entrega de armas a la ONU,  reformas sociales y económicas menores y la reintegración a exguerrilleros a la sociedad.  [2]

No obstante la ratificación, el acuerdo de paz no satisfizo a toda la población y trajo profundas divisiones en la sociedad colombiana.  Muchos cuestionaron su legitimidad y, de hecho, el conflicto armado ha continuado en menor intensidad.  Los llamados “disidentes” de la paz han continuado el conflicto en que militares y paramilitares no desmovilizados han llevado el grueso de la ofensiva.  Al día de hoy la paz en Colombia es francamente incierta.

Mientras tranto, Uribe continúa en las sombras como un patriarca populista, manejador de hilos del poder.  Con ese manejo logró que su protegido Iván Duque ganara las elecciones de 2018.  Duque es un incondicional uribista y crítico moderado de los acuerdos de paz.  De hecho, durante la campaña desconoció partes del acuerdo y prometió renegociarlos, dejando así abierta la herida de un conflicto de más de 50 años.  Ya en la presidencia, Duque ha sido el alter ego de Uribe en toda su política neoliberal, conservadora, anticomunista y alineada incondicionalmente a Estados Unidos.  A casi dos años de su mandato, la situación social y económica en Colombia se ha hecho insoportable.  El 28 de abril de 2021 estalló el conflicto social que desembocó en un paro nacional indefinido que ha durado hasta entrado el verano.  Expertos coinciden en que el conflicto tiene nombre y apellido: Álvaro Uribe Vélez.  Se puede resumir en lo siguiente:

  1. Los acuerdos de paz (Santos, 2018) tuvieron un signo “uribista”: no tocaron para nada el modelo económico; continuó la acumulación de tierras en pocas manos (cero reforma agraria); se entronizó el populismo de derecha y el clientelismo, que es el subsidio estatal a los informantes y delatores en contra de “subversivos”.
  2. Continuación del terrorismo de Estado: asesinatos a campesinos y líderes sociales y sindicales.  Falsos positivos: militares regulares secuestran a campesinos y paisanos de barrios populares, los visten como guerrilleros, los asesinan a mansalva y los reportan como “subversivos muertos en combate”.  Este tipo de bajas reportó 6, 402 casos durante 6 años de gobierno uribista, 2002-2008: 1,067 por año, 88 mensuales.
  3. Persecusión de firmantes de los acuerdos de paz.  Bajo el gobierno de Duque se han asesinado a más de 1,000 firmantes del acuerdo y se han desaparecido a más de 500.
  4. Mal manejo de la pandemia.  Solo 4 millones de vacunados, en un país de 50 millones, 374 mil habitantes.  Solo poco más del 12% de la población.

Todo el descontento social se agudizó cuando en abril de 2021, el gobierno neoliberal de Duque presentó un proyecto de reforma contributiva.  Como siempre, esta contenía aumentos tributarios, nuevos impuestos a la clase media y excenciones a las clases privililegiadas.  Todo ello, unido a las políticas neoliberales (privatizaciones, etc.) que ya llevan más de 20 años, hizo que gran parte del Pueblo fuera a las calles a exigir al gobierno de Duque retirara el proyecto.  El Presidente en un principio se negó a retirarlo alegando que ello enviaría un mal mensaje al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional.  A ello se le unió una cierta narrativa del uribismo de intentar hacerle creer al pueblo de que ellos (los uribistas) son los únicos que pueden y saben salvar al Pueblo, que son una clase dirigente e intelectual conocedora de gobernanza efectiva, que recela todo intento de que sean “otros” los que puedan gobernar a Colombia.  Con todo, el gobierno de Duque accedió a retirar el proyecto de reforma contributiva.  Sin embargo, el Pueblo ha continuado la lucha, demostranto de que esta va más allá de aquel proyecto de legislación.  A la continuación de la lucha le siguió la continuación de la represión.  Los ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios), más los tradicionales métodos policiacos y militares, han causado decenas de muertes de manifestantes y civiles.[3] Reprimen a defensores de derechos humanos, nacionales e internacionales, e impiden el paso de ambulancias para socorrer heridos.  Cali ha sido la ciudad con mayores espisodios de violencia estatal, a pesar de la valiente oposición del arzobispo de esa ciudad, Mons. Darío Monsalve.  No obstante, en toda Colombia se han reportado unos 20 casos de tortura y 12 casos de violencia sexual por parte de autoridades estatales.[4] Añádanse 1,246 heridos, 2,808 detenidos (muchos de ellos arbritrariamente), 106 mujeres víctimas de violencia sexual y 74 ojos perdidos

Los manisfestantes se constituyeron en el “Comité Nacional del Paro” y estuvieron haciendo una serie de reclamos inmediatos, a la luz de los disturbios desde el 28 de abril de 2021.  Estas reclamaciones son: Desmilitarización, no uso de asistencia militar para las protestas, autonomía de las autoridades locales para el manejo de las protestas, no uso de armas de fuego, límites para las ESMAD y conversaciones para una reforma policiaca.  Inclusive, han solicitado del gobierno de EU que no envíe más ayuda militar al gobierno de Colombia.  Nótese que estos reclamos no son propuestas políticas de fondo o a largo plazo.  Estas más bien están contenidas en un pliego de la oposición que data de 2020 y que incluye reclamaciones sobre renta básica, salud, empleo, educación, desarrollo agropecuario, etc.   El gobierno colombiano ha usado la estrategia de la lentitud, el desgano y el desprecio, apostando al desgaste de las masas populares como única solución a la crisis.  No obstante, el paro nacional sostenido ha logrado, entre otras cosas, la renuncia del Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, la canciller Claudia Blum y el Comandante de la Policía Juan Carlos Rodríguez.  Se trata de 3 de los más estridentes voceros del conservadurismo represor.

CONCLUSIÓN Y ESPERANZA.

El comentarista colombiano Abilio Peña[5] sostiene que las manisfestaciones desde el 28 de abril de 2021 constituyen el primer ataque sustancial al uribismo desde que se fundó a principios del siglo XXI.  Interesantemente, el caso de Colombia, como probablemente el de El Salvador, constituye un ejemplo de lo que podría ser la “Nueva Derecha”, ideologías que se inscriben en las nuevas cruzadas a favor de la “seguridad” de la población y en contra de la criminalidad general, aparentemente desbocada,  pero que mantienen en la mira a los siempre vigentes reclamos de cambios progresistas, desde la equidad, justicia social y democracia participativa, hasta las luchas revolucionarias y anti-imperialistas.  El uribismo muestra un gran poder de mutación y camaleonismo político, suceptible de impactar otros sectores de la sociedad colombiana, más allá de la derecha tradicional.

Frente a esto se impone una cultura de alianzas políticas.  En colombia hay elecciones presidenciales en mayo de 2022 y el uribismo, por primera vez, se siente seriamente amenazado y cree que puede perder.  En el proceso de resistir su probable derrota puede seguir haciendo mucho daño.  Existen organizaciones de izquierda: Unión Patriótica, Polo Democrático Alternativo, y de centro: Coalición de la Esperanza. El líder de la izquierda mejor aspectado es Gustavo Petro, derrotado por Duque en el 2018, pero con mejor acomodo político en la oposición.  De otra parte, fuerzas sociales progresistas como sindicatos, organizaciones estudiantiles e indígenas, organizan microcélulas deliberativas que a lo largo de este proceso del “paro nacional” intentan negociar con el gobierno.  Este a su vez arrastra los pies, desprecia, hace caso omiso y alega, lo de siempre, que se trata de “conspiraciones subersivas desde el exterior”.  No hay duda de que ya para julio de 2021 el Paro Nacional ha perdido intensidad.  Pero igual de cierto es que, en el proceso, ha obtenido éxitos, ha llamado la atención internacional como nunca antes (más allá del narcotráfico y las guerrillas) y le ha asestado un duro golpe al uribismo, el más importante desde su creación.  Y la lucha sigue.

Otras fuentes recomendadas:

  1. El Uribismo: Un fenómeno político de cuatro dimensiones. John Jairo Rey Ortiz (Trabajo de grado para obtener el título de Magister en Estudios Políticos e Internacionales, Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Facultad de Ciencias Políticas y Gobierno, Colombia, 2015.  (209 páginas).
  2. Las cosas como son: ¿cómo puede ser el uribismo una ideología, si no hay homogeneidad coherente dentro de los uribistas? Mariana Fajardo, Universidad de los Andes.
  3. Elecciones parlamentarias en Colombia: ¿reconfiguración del espectro político colombiano o reafirmación del proyecto político uribista? Jorge Andrés Rave, Universidad de Quebec, Montreal (mayo 2006).
  4. Lo que representa el uribismo – Regis Bar, octubre 2013.
  5. (Libro) De Uribe, Santos y otras especies políticas: Comunicación de gobierno en Colombia, Argentina y Brasil – Omar Rincón y Catalina Uribe, Universidad de los Andes, 2015.
  6. (Des)orden y signos políticos dominantes del expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez – Felipe Cárdenas Támara, Estudios Políticos, 42 Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, pp. 85-111.
  7. (Video) Duque y Uribe: así funcionan los tiranos en Colombia – La Pulla.

[1] Artículo Eva Perón: La madona de los descamisados, en Redentores, Enrique Krauze, Debolsillo, México, 2019.

[2] Antiguos miembrtos de las FARC, hoy desmovilizados, han formado un partido político denominado “Comunes”.

[3] Para el 2 de junio se habían reportado 71 muertes a manos del Estado colombiano.

[4] GRANMA, 4 de junio de 2021.

[5] Entrevistado por Gabriela Ortiz y Juan A. Hernández en el foro-conversatorio virtual de CLARIDAD el 13 de mayo de 2021.

 

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