El año 2014 se ha caracterizado en Puerto Rico por la manera como se ha acentuado el deterioro del modelo económico, político y social establecido hace más de seis décadas, en el marco de la Operación Manos a la Obra y el Estado Libre Asociado.
Hay unos indicadores que muestran de manera elocuente este proceso de descomposición social, que se ha manifestado con fuerza singular durante los pasados treinta años. Uno de ellos tiene que ver con la inseguridad social y la violencia. Otro se relaciona con la inestabilidad económica, el desempleo y el encarecimiento de la vida. Otro más se relaciona con asuntos tan importantes como lo son la educación formal y la salud.
Una consecuencia dramática de esta compleja y deteriorada situación del País, es la emigración masiva. Alrededor de un millón de compatriotas ha abandonado Puerto Rico durante las pasadas dos décadas; desalentados, cansados e inseguros, buscando ansiosos alguna seguridad personal y familiar. Otra consecuencia igualmente seria del desgaste indetenible del ELA es el sentido peligrosamente generalizado en nuestra población, de que no hay nada que hacer ni buscar; que todo se desploma inevitablemente y que no hay salida o luz al otro lado del túnel.
Un sector golpeado contundentemente por este cuadro desalentador es la juventud. Le ha tocado a nuestros jóvenes heredar un país en crisis creciente, con un porvenir incierto, sin importar si se tienen destrezas de trabajo o incluso si se va a la universidad. Esto no fue lo que prometieron los promovedores de la modernidad en el capitalismo colonial, que participaron en la conversión de Puerto Rico en un enclave industrial estadounidense. Tampoco fue lo que padres y madres de miles de niños y jóvenes querían dejar en herencia a sus hijos e hijas.
Una crisis estructural
La responsabilidad histórica de toda esta situación va más allá de los partidos políticos y las diferentes administraciones que han controlado el gobierno colonial. No se trata de Alejandro o Fortuño, de Sila o Rosselló, de Ferré o Muñoz. Claro que cada una de esas administraciones tiene una dosis de responsabilidad en lo que ha sido el Puerto Rico de las pasadas décadas que hoy se nos presenta maltrecho y sin oxígeno. Pero el origen del problema va más allá.
Si hoy se dispara el desempleo, si la gente se va del País, si la insolvencia se apodera del discurso gubernamental, si el parasitismo cuponero es opción única para muchas familias, si la violencia y la droga campean por sus respetos, si las escuelas están manga por hombro, si el desasosiego es la orden del día; todo ello es en mayor o menor medida consecuencia de un sistema político, económico y social montado sobre la ausencia absoluta de poderes, sobre el enriquecimiento de unos pocos—sobre todo extranjeros—a costa del endeudamiento y el empobrecimiento de la mayoría, sobre la dependencia en el capital externo y la ausencia de desarrollo propio, sobre el consumismo desenfrenado y enfermizo, sobre la mediocridad y la incompetencia en la gestión administrativa y gubernamental. No es el gobierno de Alejandro García Padilla y el PPD el que está en crisis en 2014, con todo y lo incompetente que pueda ser. Es el Estado Libre Asociado, que ya no aguanta más. Es la colonia, que hace agua. Es el modelo de industrialización por invitación, que ya no logra atraer inversionistas extranjeros. Es el abandono de la tierra, en un país en el que menos del 2 por ciento de la actividad económica proviene de la agricultura, mientras más del 85 por ciento de todo cuanto consumimos viene de afuera. Es el deterioro del tejido social, plagado de violencia, droga e infelicidad.
Creer en el porvenir
Pero no se trata de meramente proyectar una visión catastrófica de la situación del País. No es cuestión de flagelarnos o sentir que todo está perdido. No. Este es el momento preciso de evaluar cómo y de qué manera hemos llegado hasta aquí y de considerar seriamente cómo habremos de seguir adelante como sociedad.
El discurso de colonialistas y anexionistas es el discurso de la impotencia, de la imposibilidad, de la dependencia y la subordinación. No acaban de reconocer que la fiebre no está en la sábana. Unos y otros están en negación sobre la real naturaleza de la crisis económica, política y social que enfrenta Puerto Rico en 2014.
Nuestro discurso, en cambio, tiene que ser distinto, profundamente distinto. Nosotros y nosotras creemos en el porvenir en libertad. Creemos que tenemos la capacidad de generar riqueza para toda la población. Nos sentimos más que preparados para mandarnos a nosotros mismos, tras más de cinco siglos de que nos manden otros. Estamos dispuestos a trabajar la tierra, a producir alimentos, a organizar una economía autogestionaria y próspera, a comerciar libremente con el mundo, a imponer la eficiencia y la solidaridad social.
Nosotros y nosotras creemos, a diferencia de los colonialistas y anexionistas, que otro Puerto Rico es posible, en libertad y felicidad. En todo caso son ellos, los colonialistas y anexionistas, quienes han fracasado, quienes nos han traído a este callejón sin salida y ahora no saben qué hacer.
2014 puede ser un año que marque diferencias, una suerte de parteaguas entre el ayer, el hoy y el mañana. Pocas veces ha estado tan clara en nuestra historia la incapacidad de colonialistas y anexionistas, de construir un País para beneficio de todos. Pocas veces como ésta la historia nos ha provisto a quienes creemos en la plena libertad nacional, de la posibilidad de avanzar decididamente en la ruta de un Puerto Rico mejor.
Fuente-Periódico Compartir es Vivir
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