Este ha sido un año de enorme importancia para América Latina y el Caribe. Nuestros pueblos van forjando una ruta nueva y distinta de desarrollo económico y social y de organización política, cada vez más distante de los controles y los dictados de las grandes potencias.
“El desdén del vecino formidable, que no la conoce,/ es el peligro mayor de Nuestra América;/ y urge… que el vecino la conozca, pronto, para que no la desdeñe./ Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia./ Por el respeto, luego que la conociese,/ sacaría de ella las manos”.
José Martí
Nuestra América
Este ha sido un año de enorme importancia para América Latina y el Caribe. Nuestros pueblos van forjando una ruta nueva y distinta de desarrollo económico y social y de organización política, cada vez más distante de los controles y los dictados de las grandes potencias.
En el plano electoral, son altamente significativas las victorias alcanzadas por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Bolivia, el Frente Amplio (FA) de Uruguay y el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil.
Se han fortalecido instituciones como la CELAC -Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe- la Unasur, el Caricom, el Grupo de Países de la Alternativa Bolivariana de Nuestra América (ALBA) y otras.
Avanzan procesos de transformaciones profundas en Venezuela, Ecuador, Brasil, El Salvador, Nicaragua y Bolivia. A los que se unen pequeñas islas-naciones caribeñas como Granada, San Cristóbal y Nevis, Dominica, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda y Santa Lucía.
Este esperanzador proceso se ha visto coronado por el anuncio del inicio de la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, que ha venido acompañado por el intercambio de prisioneros y la disposición por parte de Washington de dar fin al bloqueo económico y comercial impuesto sobre la Antilla Mayor desde hace décadas.
Esta trascendental decisión, para cuya materialización han intervenido importantes dirigentes políticos y religiosos, ha estremecido al planeta entero. Varias generaciones han nacido y se han desarrollado acostumbradas a la animosidad entre ambos países como una normalidad. Ha terminado siendo uno de los últimos símbolos de la Guerra Fría.
Hoy, tres de enero, se cumplen cincuenta y cuatro años de que Estados Unidos rompiera unilateralmente relaciones diplomáticas con Cuba. Apenas dos días antes se conmemoraba el segundo aniversario de la Revolución Cubana. Pocos meses después, a mediados de abril de 1961, se desató una agresión armada contra Cuba, organizada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), bajo las administraciones de Eisenhower y Kennedy. La invasión por Playa Girón / Bahía de Cochinos fue un fiasco, en medio del cual se proclamó el carácter socialista de la Revolución Cubana y precipitó el quiebre definitivo y antagónico entre Estados Unidos y Cuba.
La táctica de aislamiento, acoso y rendición por hambre impuesta por Estados Unidos contra Cuba ha fracasado. Así lo ha admitido el propio presidente Barack Obama. Mientras tanto, el resto del planeta, incluso los socios económicos y políticos de Estados Unidos, mantienen excelentes relaciones diplomáticas y comerciales con el gobierno de la Mayor de las Antillas.
Estados Unidos mantiene el mismo interés en que desaparezca la Revolución Cubana. Solo que su táctica de medio siglo falló, e intenta aplicar una nueva táctica, de apertura diplomática y comercial.
En Cuba y en América Latina y el Caribe, mientras tanto, las cosas han cambiado mucho. Pasaron los tiempos en que el gobierno estadounidense podía actuar a su antojo en lo que consideraba una propiedad privada. La defensa de la soberanía y el desarrollo propio son la orden del día. Cuba no está sola. Cualquier acción del vecino del Norte tiene que pasar por el respeto a la dignidad de cientos de millones de latinoamericanos y caribeños. Esa va siendo la nueva realidad de Nuestra América.
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