La celebración en Puerto Rico de primarias presidenciales de los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos está concebida como un instrumento anexionista, dirigido a insertar a nuestro Pueblo en la dinámica político-partidista estadounidense, como si Puerto Rico fuera parte/estado de ese país.
Esto es así, sin importar quiénes sean los precandidatos de esos partidos, sus virtudes o defectos, sus pronunciamientos u opiniones sobre el tema que sea, su género, edad o color de piel.
Dichas primarias forman parte del proceso electoral de la potencia colonial que nos invadió hace casi 118 años y nos somete a su control absoluto. Es la manera formal como ellos han decidido seleccionar a sus candidatos o candidatas a la presidencia. La persona que finalmente sea presidente de Estados Unidos se encargará de dar continuidad a la dominación colonial, unilateral y arbitraria de ese país contra nuestro Pueblo, como ha sucedido desde 1898 a la fecha.
Las primarias estadounidenses en Puerto Rico son organizadas por dos entidades virtualmente inexistentes en nuestra Nación—partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos-- excepto por un puñado de miembros del PNP y el PPD que asumen su representatividad, y que utilizan cientos de miles de dólares de nuestro presupuesto para seleccionar unos delegados que asistirán las convenciones de esos partidos políticos.
El movimiento independentista ha rechazado resuelta y categóricamente la celebración de esas primarias presidenciales en Puerto Rico y las ha denunciado como un ejercicio anexionista, colonialista y antinacional.
Naturalmente, desde Puerto Rico tenemos la responsabilidad política de analizar el proceso electoral que ocurre en Estados Unidos, pues se trata de la principal potencia capitalista e imperialista mundial, cuyas ejecutorias afectan a la humanidad entera, incluyéndonos de manera particular a nosotros. Y, además, tenemos que tomar en cuenta el hecho de que más de cuatro millones de compatriotas viven en ese país, asunto al que me referiré más adelante.
En lo esencial, es decir, en lo que tiene que ver con las relaciones de poder y dominación, no tenemos por qué esperar una actitud particularmente distinta de uno u otro candidato estadounidense hacia Puerto Rico. Así ha sido desde 1898 y no tenemos por qué pensar que sea distinto en el futuro.
En lo fundamental, la política imperialista y colonial de Estados Unidos contra Puerto Rico no la decide ningún presidente o presidenta de ese país. Es política de Estado. Trasciende las administraciones gubernamentales o las opiniones de tal o cual incumbente. Como otros tantos asuntos en los que se inmiscuye ese país en distintas partes del mundo, su política sobre Puerto Rico está determinada por los centros de poder político, económico y militar de eso que se conoce como el Gobierno Invisible de Estados Unidos, que nadie elige y que no celebra primarias, pero que es el que realmente gobierna en esa potencia capitalista imperialista.
La precandidatura de Bernie Sanders
Ha llamado la atención el discurso, denominado por algunos como socialdemócrata, del precandidato del partido Demócrata, Bernie Sanders. Expresiones suyas sobre temas importantes como salud, educación, derechos civiles y otros, han provocado la simpatía de ciertos sectores del electorado de ese partido que participa en las primarias presidenciales. Su discurso, que en países con tradición efectivamente socialdemócrata--España, Francia, Alemania--no pasaría de caracterizar una propuesta reformista tradicional, ha causado sensación en la política estadounidense, tan afectada por el conservadurismo y el anticomunismo acumulados por décadas. Asimismo, ha impactado a algunos independentistas en Puerto Rico. El discurso “subversivo” de Sanders podría parecer más amenazante al “establishment” que los exabruptos, en el fondo inofensivos al sistema, del muy capitalista y conservador Donald Trump. El hecho de que Sanders provoque simpatías por sus ideas y no por el color de su piel, su género, edad o carisma, es un indicador que nos permitiría comprender mejor por dónde andan las preocupaciones políticas y sociales de una parte significativa de la sociedad estadounidense, y en qué medida el conservadurismo y el anticomunismo históricos van cediendo ante corrientes ideológicas de avanzada en sectores del pueblo estadounidense, sobre todo en los jóvenes.
Muchos en el planeta—incluso nosotros-- le siguen el rastro a las ideas de Sanders y el impacto que podría tener en la política electoral estadounidense.
Pero, cuidado, los independentistas no debemos confundir el interés que puedan generar las ideas de tal o cual candidato primarista estadounidense, con la decisión de integrarnos a su campaña en Puerto Rico como consecuencia inevitable, pasando por alto la naturaleza colonial, asimilista y antinacional de esas primarias extranjeras. El independentista que tome semejante decisión, por mejores que sean sus intenciones, corre el riesgo de ser manipulado por unas instituciones que no son otra cosa que la representación electoral del enemigo imperialista y colonialista.
Porque, contrario a lo que puedan pensar algunos—y como lo hemos podido experimentar una vez más durante los pasados meses-- el enemigo imperialista sigue vivito y coleando, en Puerto Rico y en todas partes, con vocación de mandar y dominar hasta la eternidad.
Bernie Sanders no es un aliado de la causa de la autodeterminación e independencia de Puerto Rico. No es anticolonialista. No se trata del “compañero” Sanders. Es más bien lo que se conoce en la política estadounidense como un liberal. Es un estadounidense miembro del senado de ese país quien, como precandidato a la presidencia, tiene inevitablemente como bandera los intereses de la nación que pretende presidir. Eso es así, por más que diga algunas cosas interesantes y atractivas, las que, en todo caso, a quien corresponde evaluar electoralmente, es al pueblo estadounidense.
En cambio, sus posiciones ideológicas podrían abrir un espacio para conversaciones de igual a igual y sin ningún compromiso electoral entre él y nosotros, sobre la condición política de Puerto Rico, sobre el reconocimiento de nuestro derecho inalienable a la autodeterminación e independencia y la urgencia del fin de la dominación colonial, sobre la gran responsabilidad que tiene el gobierno de Estados Unidos con la precaria situación económica y social que enfrenta nuestro Pueblo, sobre las condiciones de vida de la población puertorriqueña residente en Estados Unidos y sobre otros tantos asuntos importantes.
Sanders podría, si se lo propusiera y si creyera en ello, ser un interlocutor entre el gobierno de Estados Unidos y el Pueblo puertorriqueño, para adelantar nuestra causa libertaria. Pero esto no tiene que ocurrir, insisto, a cambio de nada que no sea el respeto entre las partes y el reconocimiento de que existe un conflicto más que centenario entre dos naciones, Estados Unidos y Puerto Rico, cuya trascendencia va más allá de primarias y elecciones.
Elecciones presidenciales y puertorriqueños en Estados Unidos
Entre las muchas aportaciones que hizo el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) a la lucha de independencia de Puerto Rico, una de ellas fue la organización de la Seccional del PSP en diversos estados y ciudades de Estados Unidos. Centenares de compatriotas residentes en Estados Unidos se vincularon al PSP durante las décadas de 1970 y 1980 y encabezaron importantes luchas a favor de la independencia nacional y la justicia social.
El primero de abril de 1973 se celebró el Primer Congreso de la Zona del PSP en Estados Unidos. En el mismo se aprobó una Declaración Política, que se publicó con el título Desde las entrañas… Entre los numerosos asuntos considerados en ese Congreso se atendió la relación de la población puertorriqueña residente en Estados Unidos con el pueblo y en general con la sociedad estadounidense. La posición asumida entonces por la Seccional tiene vigencia hoy, casi medio siglo después:
“…el desarrollo y profundización de la lucha de clases en Estados Unidos acelera el desarrollo de las luchas de liberación en todo el tercer mundo.” (p. 35)
(El pueblo puertorriqueño) “Tiene ante sí la posibilidad—y la responsabilidad—de contribuir al proceso revolucionario de toda la humanidad, incluyendo al pueblo norteamericano, trasladando al seno de las ciudades norteamericanas la guerra de liberación del tercer mundo.” (p. 35-36)
“…tenemos que participar, con todos los riesgos, los deberes y los derechos, en la transformación revolucionaria de esta sociedad. La mayor contribución que podemos hacer a ese proceso es desarrollar exitosamente nuestra lucha de liberación nacional dondequiera que nos encontremos, vinculando nuestras luchas y nuestras conquistas con las luchas y las conquistas de la clases trabajadora norteamericana toda.” (p. 36)
“El Partido debe poner a su disposición todas las formas de lucha que sean necesarias en un momento dado. Es en este contexto que hay que ubicar la participación electoral. El problema de la participación y/o abstención electoral es táctico y no hay envuelto en el mismo cuestiones de principios.” (…) (11) Lo que en el contexto nacional puertorriqueño es un asunto de principio—el rechazo a la imposición colonial de primarias presidenciales—en el contexto nacional estadounidense adquiere una dimensión táctica—la posibilidad o conveniencia de participar en esos procesos para adelantar determinadas causas sociales y nacionales--. Lo que era cierto en 1973 lo sigue siendo en 2016: la población puertorriqueña residente en Estados Unidos tiene el deber, la responsabilidad y, sobre todo, la necesidad, de luchar tanto por sus condiciones de vida en aquel país, como por el porvenir de su País.
Por eso, para un compatriota residente en Estados Unidos con preocupaciones políticas y sociales, adquiere pertinencia tanto su aportación a la lucha por un Puerto Rico mejor, como su aportación a mejores condiciones de vida para sí y los suyos en el extranjero; y su aportación a la transformación de aquella sociedad en favor del pueblo estadounidense, que en el fondo ha de ser su aliado.
Eso puede incluir la participación en las elecciones de Estados Unidos, incluyendo las primarias presidenciales. También la radicación de candidaturas para cargos electivos y el respaldo a candidatos y candidatas que, aunque formalmente aparecen bajo la insignia de algún partido, se distingan por su honestidad y disposición a trabajar a favor de la población puertorriqueña y latinoamericana residente en Estados Unidos.
Precisamente en ese sentido es que valoramos el respaldo continuo de nuestros compatriotas a la candidatura de Luis Gutiérrez al Congreso. Asimismo, el apoyo a las numerosas candidaturas de gente buena y comprometida a alcaldías, gobiernos municipales y gobiernos estatales. Y también podría suponer el respaldo a la candidatura de Sanders.
Pero el contexto es otro. Las acciones políticas ejercidas en nuestra Nación tienen un significado o alcance; en la diáspora tienen otro significado o alcance; aunque los objetivos principales que buscamos aquí y allá sean similares.
Somos los primeros en reconocer la enorme importancia que tiene la creciente población puertorriqueña en Estados Unidos, para adelantar la causa de la autodeterminación y la descolonización definitiva de nuestra Patria. Esa ha de ser una tarea compartida. Nunca como ahora ha sido cierto que somos una nación dividida. Los escenarios más relevantes sin duda no serán los procesos electorales, sino las luchas sociales en la calle, las comunidades, las escuelas y universidades y los centros de trabajo.
Tendrá que ser un esfuerzo a la vez autogestionario y solidario, en el que converjan sectores de otras nacionalidades, incluso estadounidenses.
Pero no debemos permitir, mucho menos promover, la inserción de Puerto Rico en la dinámica política electoral estadounidense. Esa ruta, diseñada por los enemigos de la Nación, no nos ayuda en nada a salir del colonialismo. Todo lo contrario.
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