“Regalos que te unen con los tuyos.” “Dar cariño en Navidad es gratis.” “Escoge el tuyo con 2 meses gratis.” “Nuestras navidades son las más poderosas.” “Puerto Rico se levanta con entretenimiento.” “La que no te falla en caso de tormenta o huracán.” “El sin contrato más brutal.” “Llévatelos 2 X 50.” “Comprometidos con la recuperación de nuestro país. Juntos, Puerto Rico se levanta.” “El descuento que necesitas es el mejor plan.” “!Más valor al traer tu número!” “!Para ayudar a nuestra gente a echar pa’lante!” “Smartphones gratis.”
Esos son los encabezados de algunos de los anuncios de las compañías de teléfono que han abarrotado la prensa del País en los pasados días. Así, como si tal cosa. Como si nada de lo que hubiera sufrido nuestro Pueblo durante los pasados dos meses tuviera algo que ver con ellos. Como si fuera cosa de, como dicen por ahí algunos insensibles, pasar la página.
Pocas veces en la historia moderna el Pueblo puertorriqueño ha experimentado un estado de angustia-ansiedad-desasosiego-desesperación-desamparo tan intenso como en los primeros días a partir del paso del huracán María. Grave como pudo haber sido, el tormento mayor no lo provocaron las carreteras intransitables, la falta de agua y electricidad ni la escasez de gasolina y alimento o la destrucción de decenas de miles de viviendas. El sufrimiento más terrible lo provocó la imposibilidad de poder comunicarnos de inmediato con nuestros padres y madres, con nuestros hijos e hijas y otros familiares, con nuestros amigos y allegados para saber de ellos y que ellos supieran de nosotros. Esto nos rompió el corazón, nos estremeció en lo más profundo de nuestros seres, generó los llantos más intensos.
No hay cosa más terrible que no poder saber de los suyos en momentos de crisis. Es la sensación de soledad e indefensión más aplastante, el dolor más impactante al no poder escuchar la voz de quienes uno ama y aprecia, agravado por la destrucción y las carencias de esos días.
Una conversación telefónica, por más breve que hubiera sido, hubiera devuelto el alma al cuerpo a cientos de miles de compatriotas. Hubiera representado la tranquilidad esencial en medio del caos.
Pero no pudo ser.
Luego nos enteramos que, de las mil quinientas antenas y torres instaladas a través de todo el País por dichas compañías de teléfono, más de mil cien se fueron al piso, tras el paso del huracán. Y uno se pregunta cómo eso ha podido suceder. ¿Es que estaban pegadas con “tape” o con tornillos de pulgada y media? ¿Es qué los ingenieros y las personas a cargo de esas instalaciones no sabían que Puerto Rico ubica en una zona de alto impacto ciclónico, en medio del trópico, lo que obliga a tomar medidas preventivas particulares? ¿A dónde fue a parar la inteligencia de esos vendedores de teléfonos presuntamente inteligentes? ¿De veras no anticiparon lo que les venía encima, o simplemente no les importó?
Cualquier explicación o excusa resulta inadmisible, absolutamente inaceptable. Estos señores, que se han enriquecido tras la privatización de la telefonía hace algunas décadas, han traicionado la confianza que había depositado el Pueblo en ellos. Son unos absolutos irresponsables, que deben ser juzgados en los tribunales y encarcelados. Cualquier castigo que se les aplique será poco, considerando el daño y el sufrimiento que han provocado. Son insensibles y cínicos y su incontrolado afán de lucro los lleva erróneamente a pensar que vamos a olvidar su irresponsabilidad flagrante.
Ahora aparecen con el rostro simpático recomendado por sus agencias de publicidad. Falsa filantropía; falta solidaridad; falso espíritu navideño.
Deben ir presos.
(endi.com)
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