Tengo viva en la memoria la primera ocasión en que fui a Vieques. Fue el 4 de marzo de 1972; hace casi medio siglo. Entonces presidía la Federación de Universitarios Pro Independencia (FUPI) en la Universidad de Puerto Rico (UPR). Estaba próximo a cumplir 21 años. Ese día se conmemoraba el segundo aniversario del asesinato de la joven universitaria Antonia Martínez Lagares, víctima del disparo de un policía el 4 de marzo de 1970, en medio de incidentes relacionados con la lucha contra el servicio militar obligatorio, la guerra de Vietnam y el ROTC.
El Comité del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) había organizado una actividad conmemorativa y yo era el orador invitado, compartiendo la tribuna nada menos que con Pepe y Flora, Andrés Jiménez, el Jíbaro y Antonio Cabán Vale, el Topo.
A mediados de 1973 fui designado por el PSP para dirigir la zona de Fajardo, que incluía la Isla Nena.
En esos años la lucha que se libraba en Vieques contra la ocupación militar y los bombardeos era poco conocida en el resto de Puerto Rico. Había, eso sí, un grupo de abnegados viequenses que mantenía en alto el reclamo de paz y desarrollo económico y social para su isla. Cargaban sobre sus espaldas una batalla desigual y compleja, contra la Marina de Guerra de Estados Unidos.
En esos tiempos un piquete de 25 o 30 personas en Vieques era todo un éxito y movilizar a un número mayor de personas era algo extraordinario. Desalentar la participación de la banda militar de la Marina en el carnaval viequense fue un gran logro. Sumarnos a los pescadores en sus batallas navales en defensa de su oficio fue un gran taller de solidaridad. Penetrar territorio ocupado, lo mismo para hacer un reportaje periodístico que para pescar jueyes para las alcapurrias del festival de Claridad, era una gran aventura.
Aquel trabajo de hormiga que se había iniciado años antes, en el que el movimiento independentista tuvo una participación destacada, acumularía muchas de las energías que se volcaron a partir del 19 de abril de 1999, tras la muerte de David Sanes Rodríguez.
A partir de ese día terrible y premonitorio, se desbordó toda la indignación contenida, toda la energía acumulada, toda la sensibilidad desarrollada palmo a palmo, por muchos años.
La muerte violenta de David Sanes Rodríguez fue la gota que colmó la copa. Una copa que se fue llenando gota a gota, prácticamente desde que se inició la ocupación militar a principios de la década de 1940.
Desde el 19 de abril de 1999 hasta el primero de mayo de 2003—fecha en que oficialmente cesaron los bombardeos y la ocupación militar—Puerto Rico vivió cuatro años de lucha social, de unidad nacional desde la más amplia diversidad ideológica, y de patriotismo, que no tiene precedente en la historia nacional. Asimismo, la lucha librada por el Pueblo puertorriqueño por la paz, por el fin de los bombardeos y la salida de la Marina de Guerra de Estados Unidos de Vieques, alcanzó una dimensión internacional extraordinaria.
Sin embargo y muy a nuestro pesar, el cese de los bombardeos y la retirada de la Marina no dio fin al drama viequense. Todavía muchas de las tierras de la Isla Nena están ocupadas por agencias estadounidenses. La porción oriental de la isla sigue altamente contaminada y plagada de explosivos. El resto de la isla ha sufrido el embate de inversionistas y especuladores inescrupulosos. Las condiciones de salud, educación, desarrollo cultural y transportación son deplorables.
Administración tras administración gubernamental, han dado la espalda a Vieques. El plan integral de desarrollo económico, social y ambiental que debía implementarse a partir de 2003, duerme en alguna gaveta de La Fortaleza.
La amenaza es real. Los viequenses que no abandonen su isla por falta de oportunidades de estudio, trabajo y una vida digna—como se han visto forzados a hacerlo decenas de miles en las décadas pasadas—terminarán marginados, desempeñando el rol de nativos al servicio de los nuevos dueños de la isla.
Veinte años después de la muerte de David Sanes Rodríguez y luego de una lucha heroica por la paz, Vieques ha quedado a la deriva; a merced de los federales, que nunca se han ido, de las administraciones coloniales indiferentes o cómplices y de las aves de rapiña que se van apoderando de la Isla Nena.
Al acercarnos al vigésimo aniversario de aquel 19 de abril en el que la muerte violenta de aquel joven viequense dio paso a uno de los procesos más estremecedores de nuestra historia nacional, miramos al horizonte y reconocemos que esta es una historia inacabada. Que queda mucho por hacer y mucha batalla que dar para que de veras reine la paz en Vieques. Paz que deberá ir acompañada de prosperidad económica, elevación de la calidad de vida, protección de sus inmensas riquezas naturales, educación y salud dignas de ese pueblo querido.
Paz que debe conducir a la felicidad tan merecida para los compatriotas de la Isla Nena.
(Tomado de El Nuevo Día)
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