La inminente intención del Congreso de Estados Unidos, de imponernos una Junta Fiscal Imperial para satisfacer los reclamos de los bonistas y acreedores, constituye una agresión y una ofensa mayor contra todo el Pueblo puertorriqueño.

Tiene razón más del ochenta por ciento del electorado viequense, cuando decidió quedarse en sus casas en lugar de ir a votar en el referéndum celebrado el sábado pasado. El mentado puente entre la Isla Nena y la Isla Grande es una imposibilidad económica, que traería funestas consecuencias sociales y por lo pronto, es una crueldad que genera falsas expectativas e ilusiones. Es una fantasía en un país en bancarrota, que no tiene ni para pagar las cuentas más urgentes.

Es cierto eso que dicen de que no hay peor ciego que el que no quiere ver; como también es cierto aquello de que a buen entendedor, con pocas  palabras basta.

Contaba diez y siete años cuando me incorporé formalmente a la lucha de independencia de Puerto Rico. Recién finalizaba mi primer año en el Colegio Regional de Arecibo (CRA-UPR) cuando fui reclutado por varios compañeros del Movimiento Pro Independencia (MPI) y la Federación de Universitarios Pro Independencia (FUPI).