Hostos y la masonería |
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Escrito por Alejandro Torres Rivera |
Miércoles, 28 de Mayo de 2025 07:38 |
80 GRADOS
Hostos: las religiones, la moral y la masonería
25 de mayo de 2025 Nos convoca hoy ofrecer nuestros comentarios en torno al tema “Hostos: su concepto sobre la religión, su postura personal en torno a la misma y la relación entre religión, moral y la masonería”. Lo hacemos a partir de la exposición hecha por el distinguido filósofo hostosiano, Dr. Carlos Rojas Osorio. En su ensayo La filosofía en Hostos, el autor nos introduce al Volumen IX, Filosofía, Tomo I del Tratado de Moral de las Obras Completas de Eugenio María de Hostos, Edición Crítica. Su presentación al Volumen IX antes mencionado nos permite proponer algunos comentarios al tema seleccionado para esta exposición.
Bajo el sub tema Moral natural o de la religión, Rojas Osorio indica que “los deberes ‘naturales’ son para Hostos, deberes religiosos”. Esto es así, señala, porque “lo que su moral natural enseña es la ligazón entre la dependencia del hombre con la ‘causa desconocida’ de todas las cosas.” Sin embargo, más adelante, el propio autor nos indica que Hostos no deja de tener “oscilaciones más o menos violentas” con respecto a este tema de la religión, y en específico, “con respecto a la existencia de una causa primera.”
Indica al respecto Rojas Osorio, citando a Hostos, lo siguiente:
“No puede negarse que exista una Causa Originaria de la naturaleza y de nosotros mismos; pues esto sería tanto como negar la realidad efectiva del principio de la causalidad.”
Señala que Hostos, al referirse a esa “causa primera”, utiliza varios “epítetos”: “causa desconocida, causa de las causas, causa primera, lo absoluto, lo absoluto incognocible.” Aclara, sin embargo, que tal causa próxima o causalidad no significa en Hostos el concepto de Dios que conocemos. Señala que para Hostos, “ninguna religión es la verdadera”; que para él, todas son “interpretaciones humanas de la causa originaria.” Concluye señalando, que si para Hostos “ninguna religión es la verdadera y todas son meras interpretaciones, entonces no cabe ningún dogmatismo, intolerancia y mucho menos fanatismo.” Por esto, nos dice Rojas Osorio, para Hostos “ni el fanatismo religioso ni fanatismo ateo” son aceptables. Para él, sólo es aceptable o válida “la tolerancia fundada en la libertad de todas las religiones o creencias sobre la base de que no se puede afirmar nada de la causa desconocida.”
Esta noción en Hostos de “causa primera” no dista mucho de las lecciones que recibe el ser humano cuando se inicia en la masonería de la cual Hostos también formó parte. Si bien la masonería no es propiamente una religión, reconoce la existencia de una “causa originaria”, la cual, utilizando el lenguaje simbólico de los constructores de templos (masones) de la Edad Media, le adjudica a ésta el nombre de “Gran Arquitecto del Universo”.[1] Se trata de la conceptualización que en el plano personal cada ser humano tenga sobre tal principio o causa originaria, noción que venimos llamados a respetar en otros hermanos y hermanas los masones, de la misma manera y con la misma exigencia que tendríamos de la noción propia de dicha causa primera u originaria.
Si como muestra un botón fuera suficiente, por ejemplo, en el primer viaje simbólico que da el ser humano profano al iniciarse como aprendiz masón, se le apercibe por parte del Venerable Maestro que preside la Logia que “el fanatismo es un extravío moral”. En sus admoniciones al profano que se inicia, se le informa que el fanatismo obscurece la inteligencia y embarga la razón. Al referirse al fanatismo religioso, el Venerable Maestro le indica que éste “lleva al ser humano a la superstición; despierta el odio del hombre para con sus semejantes; produce grandes males como consecuencia de las persecuciones y del derramamiento de sangre; y origina el furor y destruye en el ser humano el sentimiento de piedad.”
La relación de Hostos con la masonería se encuentra documentada en escritos como el publicado en la Revista Entre Columnas, editada por el Gran Oriente Nacional de Puerto Rico de agosto de 1989. En dicha edición se reproduce un artículo escrito por el propio Eugenio María de Hostos bajo el título Sí la Masonería influye en la familia. Sobre el particular nos dice el H:. Nelson W. Canals lo siguiente: “…Publicamos por primera y gracias a la gentileza del profesor Manuel Maldonado Denis, el ensayo “SÍ LA MASONERÍA INFLUYE EN LA FAMILIA”, que fuera descubierto por los profesores Vivian Quiles y Julio César López y que es prueba contundente de la calidad de masón de nuestro excelso patricio.” La revista Entre Columnas recoge también, entre otros documentos, entre ellos un ensayo del H:. Nelson W. Canals titulado ¡Hostos Masón! y la cronología de Eugenio María De Hostos. Este escrito fue también reproducido en la Revista Exégesis, publicada por la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao. En el ensayo que nos lega Hostos, a pesar de que el papel sobre el cual escribió el Maestro tiene partes que el tiempo ha destruido, puede leerse claramente, con elementos añadidos por la profesora Quiles y el profesor López: “La masonería es esencialmente, en la esencia de su doctrina y en las entrañas de su altísimo ideal, el modo orgánico de hacer efectiva la familia humana.
Hijos de Dios, todos los hombres son hermanos. Ese es el principio principal de la Institución.
Hacer efectivo el sentimiento de amor universal, de confraternidad universal, de comunión universal del ser (destruido) en la misma aspiración de verdad, bien y abnegación.
Religión sin altares, sin sacerdotes, sin iglesias, sin libros sagrados, sin intereses, sin raíces en el suelo (destruido) (san)ciones en el cielo, la falange masónica de todos los (tiempos, pueblos) ha constituido, sin embargo, una verdadera religión, un (verdadero) sacerdocio, una verdadera revelación; la religión del (destruido); el sacerdocio de los buenos, la revelación evidente de la verdad) experimentada y experimental de que so(lo) la práctica de las virtudes constituye fuerza de (bien) bastante para conseguir de la incoercible (voluntad) individual de cada hombre la armonía (total) de las funciones de la vida social correspon(diente); ellos debe corresponder a la armonía planeta(ria) sieral, al concierto sublime que en el es (fin). Su fin ha establecido para siempre la simple ley de la atracción universal.” (Énfasis suplido)
Refiriéndose a la masonería como institución, Hostos la describe diciendo que es una “institución inconmovible.” Aún así, en su infinita sabiduría, Hostos nos lanza este reto:
“Si atendemos a lo que en nuestra región masónica acontece, yo os pregunto con deseo de que se me responda en verdad. ¿Podemos estar satisfechos de nuestra obra masónica–-nótese que aunque Hostos habla en plural, habla en primera persona–-, lo está alguien, debe estarlo, cuándo, fuera de nuestro doctrinarismo levítico, nada trascendente a nuestra pobre sociedad dominicana quedemos o sabemos hacer o logramos hacer?”
Sobre el tema de la masonería en Eugenio María De Hostos, el Hermano Masón Luis E. Santiago Ramos, ex Venerable Maestro de la Resp:. Log:. Loarina Núm. 17 de los Valles de Bayamón, publicó en la revista Acacia, órgano de la Gran Logia Soberana de Libres y Aceptados Masones de Puerto Rico (2003), un artículo que tituló Eugenio María De Hostos: el Masón. Allí hace referencia al Hermano Masón José González Ginorio, Gr. 33, autor del importante libro Las Fuentes del Derecho Masónico (1933). González Ginorio, además de su grado en la Orden, fue ex Gran Maestro; Gran Secretario y Gran Instructor General de la Gran Logia Soberana de Libres y Aceptados Masones de Puerto Rico. En su libro Luminarias, señala que Hostos “se inició en la logia Puritanos de España entre el periodo de 1868 a 1870.”
El Hermano Santiago Ramos da cuenta, además, de una carta escrita por Hostos a Bonocio Tió el 29 de abril de 1874 en la cual le pregunta si era masón. De acuerdo con Santiago Ramos, Bonocio Tió pertenecía a una obediencia masónica correspondiente a las logias españolas que operaban en Puerto Rico.3
Otro dato no menos significativo que nos aporta el Hermano Santiago Ramos, son las palabras pronunciadas por Hostos en una de sus estadías en la república de Chile, allá para el año 1892, en referencia a Segundo Ruiz Belvis. De ellas cita lo siguiente:
“Y el de la muerte oscura, secretamente sufrida en el rincón de un hotel, casualmente presenciada por uno o dos hermanos...¡Ah! Ya recuerdo. El hermano médico que lo vio morir...”
Nótese en la expresión de Hostos el uso del término “hermano”, nombre por el cual los masones se reconocen unos a otros independientemente el país o la obediencia a la cual pertenecen o bajo la cual fueran iniciados. A fin de cuentas, recordemos que los masones, en todas las latitudes, además de hermanos, se consideran a sí mismos como “hijos de la viuda”.
Con relación a la virtud, otro concepto también presente en Hostos, la masonería nos enseña que se trata de una “energía moral.” Por ella, el ser humano, al practicarla, se habitúa al bien, al deber y a la justicia. Es ésta, un impulso natural hacia la honradez; una predisposición al sacrificio en favor de los demás seres humanos; es la resolución de dominar las malas pasiones combatiéndolas con firmeza y decisión, para obrar en armonía con la razón perfeccionada, que siempre induce a hacer el bien. La virtud, señala la masonería, es el triunfo de la voluntad sobre los deseos; y es también el resultado del trabajo incesante del ser humano para acercarse a la perfección por el camino que existe para alcanzarla, que es la caridad; es decir, “por la devoción a los semejantes, por la abnegación de la personalidad, por el sacrificio.” Así lo aprende también el profano próximo a ser iniciado como aprendiz masón, mientras se encuentra en la Cámara de las Reflexiones.
De la “virtud”, nos dice el Hermano Roberto Ramos Perea, de la entonces Logia Simón Bolívar Núm. 9 del GONPR, al referirse a Hostos como la “piedra pulida de la conciencia de América”, en escrito publicado en la Revista Entre Columnas antes citada, bajo el título Hostos y la Fraternidad, lo siguiente:
“Hay una piedra bruta en cada conciencia; piedra que se esculpe con moral, virtud, heroísmo, y tantas cosas que no sólo la rectitud exige, sino también la fraternidad.
Y si mayor placer del hombre, y en especial de masón, es la fraternidad, no habría otro medio de alcanzarle que no fuera a través de la capacidad para la virtud. Así podría desprenderse del escrito titulado Estímulos, de la pluma del Educador filósofo y hasta dramaturgo, Don Eugenio María de Hostos y Bonilla.”
Sobre el tema de la religión o religiones, Hostos, al analizar las principales modalidades en Occidente, nos presenta una aproximación muy crítica de la Iglesia Católica en el Libro Tercero del volumen citado, titulado Tratado de Moral, el cual figura su texto Moral Social. En él, en su Segunda Parte, Capítulo XXVIII, que lleva por nombre La moral y la Iglesia Católica, señala que “el catolicismo no ha pasado todavía de la edad de bronce.” Indica a tales efectos:
“El Sillabus, el dogma de la concepción inmaculada, el de la infalibilidad, las canonizaciones, la acerba lucha por la reconquista del poder temporal, son otros tantos arietes puestos contra la dolorosa constitución de los progresos humanos, contra la fábrica de verdades de la biología y de la fisiología, contra el monumento de ingenuidad levantado por el positivismo y por la antropología a la verdad, cuando reconocen, declaran y acatan la falibilidad necesaria y la providente limitación de la razón humana; contra la obra cooperativa de la moral, del derecho, de la libertad y del gobierno constitucional, cuando condena los esfuerzos de Irlanda para cumplir con el deber de ser patria de sus hijos, cuando anatemiza los derechos individuales, cuando pasa todo el siglo en apoyar tiranos contra pueblos, y cuando, por fin, quiere restaurar el gobierno temporal, que no solo ha sido una inmoral contradicción, sino que volvería a ser el peor ejemplo de autócratas, déspotas y usurpadores.”
Más adelante en el texto, cuestionándose la posibilidad de cambio en el rumbo histórico de la Iglesia Católica indica, quizás en su dimensión profética, que esto podrá ocurrir “en cuanto llegue al gobierno de la Iglesia un Papa reflexivo.” Sin embargo, para que ocurra tal cambio, Hostos aboga por que la transformación de esta Iglesia se haga a partir de lo que ha sido su existencia como institución, no de su desintegración absoluta, sino “con los materiales intactos de la obra demolida y con las fuerzas virtuales que sirvieron para ella.” Señala a tono con lo anterior:
“…la aniquilación del elemento religioso, es imposible: las raíces no se arrancan sin matar la planta, y raíz de la conciencia, como fin que es de vida humana, es el elemento religioso en toda vida. Se puede llegar, se llega y es bueno llegar individualmente a desasirse de toda divinidad tradicional, a fabricar por sí mismo la suya, a hacer de la humanidad un ser divino y de la civilización un culto, o a convertir la actividad de la propia conciencia en religión y culto de los deberes de la vida; pero suprimir la conciencia de las causas, que hace del principio de la causalidad en todos los procedimientos empleados por la razón como una de las cuatro piedras angulares de toda construcción intelectual, una de las células del ser consciente, además de imposible, es inútil.” (Énfasis suplido)
Hostos propone hacer del catolicismo “una religión progresiva”. Para ello, establece varios puntos a manera de agenda, donde el primer paso es la separación del papado temporal; se sigue con la separación de los intereses de la Iglesia de los intereses del Estado; en tercer lugar secularizando la escuela; seguido por resolver por medio del derecho, “el problema del celibato de los curas.” El día en que el Papa favorezca las reformas—señala—se pondrá al catolicismo “al nivel de la civilización” y se preparará el advenimiento del orden moral no impuesto”. Ese día será para la Iglesia el comienzo de “una civilización más completa, porque será más moral.”
Para Hostos, la aspiración final de la moral no es el dogma ni es un acto de imposición; es “el establecimiento de un orden voluntario”, un “orden de la voluntad”, al cual deliberada y voluntariamente se concurre, “a sabiendas de los medios que emplean para concurrir y los deberes que cumplen al concurrir” a ella.
El trato de Hostos al protestantismo, sin embargo, es distinto. Hostos considera esta corriente del pensamiento religioso como uno que está “más adelantado en la evolución religiosa que el catolicismo.” Así lo expresa en la primera oración del Capítulo XXIX del texto previamente citado, al indicar que Martin Lutero, en su reforma, en su lucha contra el dogmatismo imperante en la Iglesia Católica, “acepta franca y resueltamente el progreso moderno, el fundamento científico de ese progreso, las consecuencias que de él se desprenden, y la obra que ha empezado y continúa así en el orden material como en el inmaterial.”
Al referirse al catolicismo como antítesis del protestantismo, Hostos describe al primero como “ciego de razón o necio de intención o loco de fanatismo”; como institución que “desperdicia en nonadas su fuerza y su influencia.”
A pesar de ello, Hostos deposita su confianza en la posibilidad de cambio de la Iglesia Católica como institución. Señala que eventualmente el catolicismo tendrá la misma evolución religiosa que el protestantismo. Esta evolución, indica, la moverá “la fuerza de las ideas que arrastran fatalmente a las instituciones que no quieren ni deben perecer antes de tiempo.”
Al referirse al tema de “las religiones”; es decir, más allá del catolicismo o protestantismo, en la medida que también hace referencia a distintas religiones orientales, Hostos señala el carácter “inmortal” de éstas:
“…Las religiones son inmortales: dicho es no en el sentido vano y tonto en que se suele emplear esa palabra, dándole alcance metafísico o poético, sino en el sentido histórico y humano: son inmortales, no porque sean revelación, pues entonces ninguna sería falsa o todas serían verdadera, sino porque son una de las construcciones de la actividad genial del ser humano en todos los momentos de su tránsito por el tiempo y el espacio.”
Hostos finalmente convoca a la transición, desde la religión positiva a la religión filosófica, señalando que esta última es el “humanismo”, al que también llamará “religión de la Humanidad”, “positivismo religioso” o “catolicismo filosofado”, despojado del dogma, la metafísica y la escolástica. Para él ni el culto a un “dios”, ni el culto a “dioses”, ni el culto a la “naturaleza”, tiene el potencial, ni “tiene la fuerza sociológica, ni la fuerza moral que podría desplegar el positivismo religioso. Todas ellas las considera “eflorescencias metafísicas o científicas que llevan las consecuencias del pensar metafísico o del inducir científico, hasta una afirmación arbitraria las primeras, o hasta una afirmación comprobada la última; pero de ahí no pasan.”
A partir de lo anterior, Hostos propone llevar a las “multitudes” una perspectiva distinta, sembrando en ella lo que son o deben ser sus deberes. Así, en la Nota al calce 120 del tomo indicado en la Edición Crítica, sus editores consignan:
“…el humanismo de Hostos apunta hacia unos niveles más altos de eficacia social porque llega a constituir una nueva propuesta de transformación colectiva fundada en un sistema que garantiza la armonía entre el reconocimiento de derechos y el cumplimiento de deberes. Desde esta perspectiva, la postulación humanística de Hostos…se reviste de un carácter más revolucionario.”
Finalmente, en cuanto a esta estructura religiosa, Hostos ve en esa posibilidad de cambio y transformación de la Iglesia Católica un “movimiento necesario” en el cual “no se puede aniquilar esas conciencias”, que no se debe aniquilarlas, aunque se pudiera, y que el deber consiste en construir con ellas y con sus creencias: primero, una religión activa y progresiva, como el protestantismo; un orden social para los pueblos católicos, semejante al de los pueblos protestantes, que indudablemente son superiores en moralidad pública y privada, en dignidad política y en fuerza civilizadora, a los pueblos que se sustrajeron a la Reforma.
En el Tomo X, de las Obras Completas, Edición Conmemorativa del Gobierno de Puerto Rico, 1839-1939, en el escrito titulado La Cuna de América, a las páginas 195-196, Hostos expresa en torno a la masonería lo siguiente:
“Bien sea por las costumbres ultra democráticas que estableció a la fuerza brutal la dominación haitiana, bien por benéfica influencia del régimen de igualdad política y civil bien por las repentinas ascensiones sociales y políticas que los trances de la revolución favorecen, hay una especie de secreto respeto de sí mismo que en todos impone, y a veces exige, la consideración para todos.
A éste ha concurrido con su enseñanza práctica de la fraternidad una institución que reina allí sin oposición, después de haber tenido que reñir duras batallas con sus hostilizadores naturales. No hay necesidad de decir que hablo de la masonería, la cual, reuniendo y asociando en su seno a individuos de todas las procedencias y condiciones sociales, no sólo por la práctica de la más dulce y benéfica de las virtudes los disciplina, sino que a sus propios ojos los eleva, poniéndolos al mismo nivel de los deberes comunes que a todos impone y compeliéndolos a la dignidad de las relaciones del deber.
Cuando se contemplan las instituciones como se debe desde el punto de vista de su influencia en la organización social y de su aptitud para concurrir a ella y mantenerla, no hay perjuicio filosófico ni prevención sectaria que disminuya el mérito social de instituciones cualesquiera, políticas, filosóficas, religiosas, económicas , que cumplen el fin de disciplinar al hombre por medio del deber.
Así, no es posible desconocer la sana influencia que la masonería ha ejercido y ejerce en aquella sociedad abandonada a sus propios instintos de organización y orden.
Miembros de esa institución ricos y pobres, desvalidos de siempre o poderosos de un día, altos y bajos, jóvenes y viejos, y compelidos, primero por los compromisos que con la asociación masónica contraen, y después por sus propios hábitos, hacen de las logias un centro de reunión tanto más frecuentes cuanto que, además de las relaciones, prácticas y deberes que a ellas los llaman, muchos son profesores en las escuelas nocturnas y gratuitas que todos los centros masónicos tienen, y casi todos intervienen en su administración, sostenimiento y vigilancia.
De este frecuente trato y del carácter que él sostiene, resulta una general apreciación exacta de los deberes de la vida urbana y un tacto manifiesto en la conciencia social.
Contribuye también a generalizar los procedimientos de la vida urbana la cooperación de todos, indistintamente, son llamados a prestar a la comunidad en el gobierno y los servicios municipales.” (Énfasis suplido)
Otros textos de Eugenio María De Hostos, también nos dan la dimensión masónica en su pensamiento, sobre todo cuando hablamos de los deberes y las obligaciones. Al igual que la masonería distingue en sus liturgias internas, aquellas que nos debemos con relación a nuestros semejantes de aquellas a las cuales nos debemos para nosotros mismos; Hostos distingue en la vida profana unas de otras, aunque puntualizando el principio que el principal de los deberes es el cumplimiento de todos los deberes. Así individuo, familia, patria, nación y comunidad internacional de naciones toman forma en una sola estructura en el cumplimiento de los deberes. Esa es la dimensión a la cual aspira la masonería cuando nos habla, tanto en el plano individual como colectivo, del pulimento de la piedra bruta, de la edificación de un nuevo ser humano a partir del alcance de la virtud.7
En la carta (plancha grabada) enviada por la Resp:. Log. Fiat Lux de Coamo el 24 de agosto de 1903 dirigida a la “Señora Vda. é hijos de Don Eugenio M. de Hostos”, se indica, luego de hacer referencia a un acuerdo adoptado en “sesión ordinaria”por dicha Logia, lo siguiente:
“...Rogamos al Gran Arquitecto del Universo os dé resignación en la desgracia que os ha traído la pérdida del esposo que lloráis, que fue tan buen padre de familia cuanto buen puerto-riqueño é inmejorable masón....”
Poco se ha adelantado en el examen de la huella masónica en Eugenio María De Hostos. Invitamos a ustedes, Hermanos y Hermanas pertencientes a la masonería patriótica, como también a historiadores y futuros historiadores, personas para quienes el rescate de nuestros próceres, vistos los mismos en la dimensión de realidades y no de mitos, la importancia en la forja de una nación de asumir la tarea de investigar el papel jugado por la masonería en nuestras luchas anticolonialistas del Siglo 19.
Como parte de ella, claro está, saldrán a relucir las aportaciones de la masonería al proceso político puertorriqueño y con ellas, el papel jugado por muchos de nuestros próceres, los pasadoss y los presentes.
LIBERTAD-IGUALDAD-FRATERNIDAD
NOTAS [1] Desde el momento mismo de su iniciación como aprendiz masón, se advierte al profano que se inicia en la masonería que ésta admite en su seno a personas “de todas las ideas religiosas”, destacando que reconoce “la existencia de un Principio regulador, absoluto e infinito, al que el nombre de GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO y comprendiendo que la Razón humana debe ser el único medio de investigación de la Causa Suprema, respeta el medio que cada cual adopta para rendir el culto a Dios”.
3 Para un examen detallado del desarrollo de la masonería española en Puerto Rico sugerimos consultar el libro escrito por José Antonio Ayala, titulado La Masonería de obediencia española en Puerto Rico en el siglo XIX, publicado por el Secretariado de Publicaciones, Universidad de Murcia, 1991. Véase, además, Alejandro Torres Rivera, La Masonería en las Antillas Mayores y su desarrollo particular en Puerto Rico: apuntes generales, Revista Patrimonio, Revista Oficial de la Oficina Estatal de Conservación Histórica de Puerto Rico, Oficina del Gobernador, Volumen 5, 2012. 7 Todo masón sabe que entre las instrucciones que recibe cuando viene de la vida profana a la masonería se encuentra la explicación de lo que constituye la virtud para el masón, al decir: “La virtud puede definirse diciendo que es una energía moral por la cual adopta el hombre la práctica habitual del bien, del deber y de la justicia; es un impulso natural hacia la honradez, una predisposición al sacrificio en favor de los demás hombres; la resolución de dominar las malas pasiones combatiéndolas con firmeza y decisión, para obrar en armonía con la razón perfeccionada, que siempre induce a hacer el bien; es el triunfo de la voluntad sobre los deseos, es el resultante del trabajo incesante del hombre para acercarse a la perfección por el camino que existe para alcanzarla, por la caridad; es decir, por la devoción a los semejantes, por la abnegación de la personalidad, por el sacrificio. Es para terminar, el ideal de la Masonería en acción, porque ésta se compone de hombres virtuosos– de hombres y mujeres afirmamos nosotros, cuyos beneficios alcanzan, no solo a los miembros de las Institución, sino al mundo profano.” |
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