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Las falacias del pacifismo PDF Imprimir Correo
Escrito por Francisco A. Santiago Cintrón / Juventud Hostosiana   
Viernes, 03 de Enero de 2014 03:37

prNo es poca cosa el conglomerado de aspiraciones y deseos que pululan en la atmósfera al empezar un nuevo año; aspiraciones y deseos que se desvanecen, en su mayoría, ante la realidad de depresión económica en que vive el pueblo puertorriqueño.



En este contexto, donde los principales culpables de la caída de nuestro bienestar, como también de los atropellos acometidos en contra de las comunidades y los más desfavorecidos, es que surgen las posiciones reales de los actores que ejercen el poder político institucional. Es en la crisis donde se observa de manera explícita los intereses reales de la legislatura; intereses incrustados en la misma azafata constitucional de la colonia, donde se salvaguarda los intereses de los bonistas por encima de las necesidades del pueblo.

Ahora, cuando el año nuevo lo celebramos no con júbilo, sino en preparación para los conflictos que se avecinan, entiendo necesario expresar algunas consideraciones sobre los sucesos ocurridos en el Capitolio, que ciertamente anteceden el porvenir de la lucha magisterial. Son estos sucesos de expresión palpable de protesta cuando se empiezan a enarbolar las banderas falsas del pacifismo, y se empiezan a construir los pedestales imaginarios de la moralidad intachable, sustentándose también en interpretaciones falaces de otros procesos supuestamente “pacifistas”.

Antes de elaborar los argumentos para sustentar mi posición hay que dejar algo claro: ningún proceso de lucha social es un proceso pacífico; nunca lo ha habido y nunca lo habrá. Para empezar el sistema como está engendrado es en sí un sistema violento que impone procesos institucionales legales para legitimar la violencia; o ¿es que no es violento el trastocar el sistema de retiro de miles de personas que con gran esfuerzo crearon la expectativa de apoyarse en el mismo en un futuro, sin que esa misma población tenga un decir al respecto? ¿Cómo no es violencia amedrentar a una población que no ha sido la principal culpable en cuanto a las malas decisiones que se tomaron anteriormente respecto a su sistema de retiro?

Es decir, en el marco de acción política institucional surgen decisiones de impacto de mucha mayor violencia que el posible orín en el Capitolio. Obvio, no condono específicamente ese acto, pero no podemos aplicar con rigor el martillo de la moralidad y el supuesto “pacifismo” cuando las decisiones que se están tomando, y en la manera que se están tomando, son decisiones cuyo impacto es mucho más violento.  

Es por ello que la clase política, y junto a ello ciertos sectores interesados, se enmascaran detrás del supuesto “pacifismo” cuando realmente no comprenden, o no les conviene comprender, que todo proceso social es un proceso de manejo de poder que tiene la potencialidad de ser violento en la medida en que afecta la vida de la población.

Se jactan de la supuesta existencia de movilizaciones “pacíficas” y citan constantemente los ejemplos de Mandela, Gandhi, y Martin Luther King, dándole las espaldas a la historia y a la realidad violenta transcurridas en todos los procesos liderados por dichos seres humanos.

Más aún, condenar todo un movimiento social que lucha por la justicia social en base a un solo acto sería también condenar todo movimiento social cuya finalidad ha sido la conquista de la mayoría de la gama de derechos que el pueblo goza actualmente. Este pedestal pacifista es una falacia cuya utilidad es servir como una medida de contención ante los ataques violentos del gobierno. Se pretende que el pueblo sufra “pacíficamente”, aunque en las calles se manifieste de forma físicamente violenta dada la descomposición social, las decisiones tomadas a nivel gubernamental que crean las condiciones de violencia que se viven actualmente en Puerto Rico.

Es muy cierto que no necesariamente los procesos de ruptura violenta son sinónimo de manifestaciones físicas de la violencia, pero no es menos cierto que el acto de protesta es un acto de reacción violenta ante la violencia ejercida por el Estado. La forma de manifestación que tome el acto de protesta en el proceso de ruptura se manifiesta coyunturalmente de acuerdo a las disposiciones y creencias de los grupos que tomen parte en el proceso en la medida en que cada cual entienda sea la acción correcta y en la medida en que la situación social sea o no precaria.

En el Puerto Rico del 2014, donde se ha sufrido el batir de una crisis estructural en la cual el pueblo nunca ha tenido el decir, se ha llegado a niveles de insostenibilidad la precariedad social en que se vive el día a día. Y no, este artículo no es una incitación explícita a la violencia física, pero sí una afirmación indiscutible de que el pueblo no aguanta más, de que la lucha magisterial y toda lucha a favor de los sectores sociales trabajadores son causas justas, y que lo que prosigue para este próximo año son procesos de ruptura en pro de la solidaridad, la justicia social, la democracia participativa, y la organización social. En este proceso de ruptura, las falacias del pacifismo solo tienen espacio en el zafacón.

 

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