Desde que el fallecido Comandante Hugo Chávez Frías recibió de su pueblo el mandato de echar a andar el proyecto bolivariano de rescate nacional y justicia social en Venezuela, el imperialismo estadounidense –junto a sus aliados y monigotes en nuestra región y el mundo– no ha descansado en su conspiración y acciones para derrocarlo. Hizo historia aquel intento de golpe contra Chávez del 2002, cuando la conjura chapucera entre los medios de comunicación privados de Venezuela y sectores de la oposición, con el respaldo y financiamiento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, fracasó malamente en su intento por derrocar al entonces mandatario. Chávez liquidó la conjura con el respaldo masivo de su pueblo y sus Fuerzas Armadas, y así consolidó su liderazgo como líder no sólo de Venezuela sino de toda nuestra América.
En este momento, un nuevo golpe se urde contra Venezuela. Otra vez, lo encabeza el gobierno de Estados Unidos en conjuro con las fuerzas de la sedición venezolana. El monigote de turno se llama Juan Guaidó, quien funge como Presidente de la Asamblea Nacional, y a quien hasta ahora nadie conocía ni dentro ni fuera de Venezuela. La semana pasada, con gran fanfarria mediática, Guaidó se autoproclamó “presidente interino” de Venezuela, declaró ilegítimo al gobierno de Nicolás Maduro y recibió el espaldarazo diplomático de Donald Trump. Todo esto ocurrió en cuestión de unas pocas horas. Para ello, Estados Unidos contó con el respaldo de los países afiliados al llamado Grupo de Lima y a la Organización de Estados Americanos (OEA), organizaciones satélites de Estados Unidos, que se aprestaron a “reconocer” al supuesto gobierno paralelo encabezado por Guaidó.
En Washington pensaron que el golpe sobrevendría fácil. Calcularon que al gobierno de Maduro le bastaría con un empujoncito para derrumbarse. Además, contaban con la salvaguarda de Guaidó es un desconocido. En esta ocasión, les era imposible echar mano de cualquiera de sus veteranos aliados de la oposición venezolana. Estos están demasiado desacreditados y debilitados, y el pueblo de Venezuela los conoce y los detesta. Por eso optaron por este incondicional de pasado nebuloso, confiando en que el “shock” que provocaría el anuncio de su nueva jefatura, y el peso del reconocimiento y respaldo de Estados Unidos, serían suficientes para lograr que el gobierno de Maduro se viniera abajo.
Ya estaba calculado también en los planes de la CIA que se provocarían oleadas de disturbios civiles, con el propósito de ir desgastando al gobierno y obligándolo a movilizar efectivos policíacos y militares para controlar multitudes y reprimir la oposición. El cálculo incluyó también intentar socavar la moral hacia dentro del gobierno de Maduro, instigando al abandono y la traición a sus fuerzas internas más leales, y presionar a otros países y gobiernos para que le retiraran su apoyo diplomático, económico y político. Con esto lograrían aislar a Venezuela y consumar la derrota total de los derechos soberanos de su pueblo. Asestar un golpe de facto con Guaidó a la cabeza era su principal objetivo, y hacia eso el imperialismo enfiló todos sus recursos.
Hoy, la Venezuela de Chávez y el proyecto bolivariano se enfrentan nuevamente a sus enemigos. La soberanía del hermano país se encuentra en este momento en el centro del debate internacional, tanto en los escenarios diplomáticos como en los niveles ciudadanos y de los gobiernos del mundo, muchos de los cuales saben que la suerte de Venezuela podría ser la de ellos también, más temprano que tarde. Esto es más patente aún en América Latina, donde el gobierno de Estados Unidos nunca ha cesado de conspirar durante siglos para sofocar la soberanía y el progreso de nuestros pueblos, y así mantener nuestros países como su traspatio, en manos de truhanes y corruptos, y con sus recursos naturales usurpados para beneficio de los intereses imperiales, y de las oligarquías parasitarias de la región.
Venezuela no es un estado fallido ni un país sin recursos. Tiene una institucionalidad vigorosa y funcional, y posee la mayor reserva de petróleo en el mundo, lo que le da poder e influencia para la negociación. Precisamente detrás de esa riqueza petrolera es que andan el gobierno de Estados Unidos y su industria petrolera, para privatizarlas y explotarlas para su beneficio particular y el de sus intereses geopolíticos en la región y el mundo.
Juan Guaidó es solo una ficha de turno, como lo son Bolsonaro, Macri, Duque y toda la nueva cepa de gobiernos de derecha e incondicionales que el imperialismo estadounidense patrocina en nuestra región. Si el gobierno de Estados Unidos se saliera con la suya, y lograran nuevamente los grandes intereses petroleros apropiarse de las reservas de Venezuela para su lucro y pretensiones hegemónicas, la soberanía y la independencia de todos nuestros pueblos estarían ante uno de sus más graves retos. El golpe contra Venezuela representa la peor afrenta, la más grave agresión del imperialismo contra nuestra América desde los tiempos horrorosos de las dictaduras.
En CLARIDAD, periódico de la nación puertorriqueña que lucha y resiste contra el dominio colonial de Estados Unidos, nos hacemos eco de los gobiernos y voces independientes y progresistas que en, América Latina y otras partes del mundo, denuncian este intento de golpe del gobierno de Estados Unidos contra el gobierno legítimo de Venezuela y su presidente, Nicolás Maduro. Con ello, cumplimos la máxima humanista y fraternal de que “la solidaridad se enlaza con más solidaridad”.
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