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Los sesenta años del ELA PDF Imprimir Correo
Escrito por Julio A. Muriente Pérez / Copresidente del MINH   
Viernes, 03 de Agosto de 2012 11:28

Julio Muriente Pérez/Copresidente MINHEl aniversario 60 del Estado Libre Asociado –que coincide con el aniversario 114 de la invasión militar de 1898 y con el aniversario 34 de los asesinatos del Cerro Maravilla– ha debido servirnos para llevar a cabo una reflexión detenida, un pase de balance de lo que ha significado para nuestro pueblo esa criatura política, económica y social, más allá de cualquier consideración menor.

 



Una reflexión que no se ha hecho porque, o a algunos no les ha parecido pertinente, o han estado de prisa otros para irse de vacaciones y precisamente desconectarse de todo, o porque los hijos putativos del ELA, los Populares, siempre en negación, se han conformado con politiquear como una forma cobarde de evadir el análisis serio y profundo de lo que han representado estas seis décadas para nuestras vidas.

Lo cierto es que la inmensa mayoría de nosotros y nosotras hemos nacido o hemos vivido gran parte de nuestras vidas “bajo el ELA”. Lo que somos y, sobre todo, lo que hemos dejado de ser, está en relación directa con las virtudes y deficiencias que podamos encontrar en esa fórmula de pretendido cambio y anunciadas soluciones, que arrancó con la aprobación de la Ley 600 en el Congreso de Estados Unidos en 1950 y luego con su imposición virtual sobre nuestro pueblo.

Se suponía que la fundación del ELA, el 25 de julio de 1952, representara para el pueblo puertorriqueño el comienzo de la suma mayor imaginable de bondades de todo tipo. Bueno, para la parte que se quedara aquí, pues sería preciso expulsar del país a los que no encontrarían acomodo en el nuevo modelo industrial que desplazaría la monoproducción azucarera. Éramos demasiados y demasiado pobres, habían diagnosticado los planificadores del norte, contratados para evaluar la situación y ofrecer recomendaciones. Había que expulsar a cientos de miles al extranjero e invitar a los inversionistas provenientes de ese mismo extranjero, a invertir y ganar.

Es cierto que modernizaron el país a la manera que ellos dispusieron. Nombraron a un geógrafo prominente a la presidencia de la flamante Junta de Planificación. Pero no para que planificara, sino para que sirviera de sello de goma al también prominente farmacéutico que le entregaría el país a los inversionistas desde Fomento Industrial, sin que la planificación o el orden fueran criterios a considerar.

Es cierto que el asta de la vieja-nueva bandera—antes, de la lucha de independencia, antes, perseguida, ahora, domesticadamente del ELA, siempre subversiva— está a la misma altura que la de Estados Unidos; y que ahora tenemos dos banderas y dos himnos y dos escudos oficiales, en vez de uno, los de ellos. Pero hasta ahí.

No podrá ser éste el espacio para la reflexión exhaustiva que más nos vale hagamos de este ELA con el que cargamos hace ya demasiado tiempo. Pero sí conviene mencionar un par de asuntos que pueden servir como medida, como veredicto.

De un país exitoso la gente no se va, ni se resigna a lo peor. En un país exitoso la gente no se suicida, mucho menos los jóvenes. En un país exitoso la crisis económica no es la norma por décadas. En un país exitoso la fuente principal de sustento es el trabajo, no el narcotráfico o el mantengo. En un país exitoso se respeta y exalta la vida, no son la muerte y la violencia cosa de todos los días. En un país exitoso hay empleo, hay riqueza para distribuir y hacer buen uso de ella. En un país exitoso la gente es feliz, se siente segura, sale a la calle confiada, sin pretensiones de abundancia material, pero con la alegría de la abundancia espiritual. En un país exitoso, hay poder para hacer cosas en beneficio de la población y no se está sometido a las decisiones de otros. En un país exitoso, se rinde culto a la naturaleza, se protegen los ríos, se cultiva la tierra, no se destruye el entorno que es y da vida.

Un país exitoso es un país feliz, un país que ama la vida, que ve con alegría y seguridad el porvenir, que trabaja con alegría, que es rico en el más sublime de los sentidos.

Sesenta años de ELA después, ¿es Puerto Rico un país exitoso? ¿Cuán felices somos? ¿Cuán seguros y confiados estamos en el porvenir?

¿Debemos celebrar?

 

Última actualización en Viernes, 03 de Agosto de 2012 11:32
 

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