Conocí al compañero Hugo Chávez a mediados de la década de 1990, en San Salvador, en ocasión de celebrarse en la capital salvadoreña uno de los encuentros del Foro de Sao Paulo.
Entonces era sólo un militar que gozaba de reconocimiento por haber encabezado un levantamiento militar en Venezuela, pocos años antes, como consecuencia de lo cual había permanecido en prisión por varios años.
Le recuerdo entusiasta y sonriente con todos, aunque resultó evidente el recelo que provocó su presencia en algunos participantes del evento latinoamericano y caribeño —en particular de representantes de países que habían sido víctimas de dictaduras militares en décadas anteriores— precisamente por tratarse de un militar. En lo que respecta a la delegación de Puerto Rico, desde un primer momento se generó una relación de amistad, respeto y solidaridad mutua. Posteriormente nos hemos encontrado y recordado juntos aquel encuentro de San Salvador y nos hemos encargado con la vehemencia que se requiere de subrayar la hermandad bolivariana que existe entre nuestros pueblos.
Aquella suspicacia de algunos, hasta donde la hubiera, se fue disipando en los años siguientes y era cosa del pasado en 1998, cuando Chávez ganó las elecciones presidenciales venezolanas. El gran triunfo electoral de hace catorce años fue el punto de partida de lo que se ha conocido como la Revolución Bolivariana de Venezuela. Pero no sólo eso. La Revolución Bolivariana de Venezuela ha sido el eje central de diversos procesos democráticos, progresistas y revolucionarios que se han dado en Nuestra América en estos años, en Bolivia, Ecuador, Nicaragua, las Antillas Menores, Argentina, Brasil, Uruguay y El Salvador. Asimismo, el proceso iniciado en 1998 con Chávez a la cabeza le ha dado nuevos bríos a la presencia de cinco décadas de la Revolución Cubana y ha dado paso a lo que se ha conocido como la lucha por el Socialismo del siglo veintiuno.
En todo caso, el compañero Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana de Venezuela han sido razón inequívoca para renovar la esperanza, para dar lustre a las utopías liberadoras y para mandar un mensaje contundente a los escépticos y descreídos, que pregonaban que tras la caída del socialismo real no había otra opción que la resignación a la nada.
En lo que respecta a la lucha por la independencia de Puerto Rico, en Venezuela Bolivariana hemos tenido un aliado firme y decidido, valiente y consecuente. Afirmar que la independencia de nuestra Patria forma parte de la agenda inconclusa del Libertador Simón Bolívar, ha dejado de ser una expresión formal o retórica, y el bolivarianismo del siglo veintiuno se ha proclamado continuador militante en el cumplimiento de esa tarea pendiente. Venezuela Bolivariana y el compañero Presidente Chávez en particular, han dado cara por nuestra causa en múltiples escenarios, desde Caracas hasta cualquier punto del planeta.
A nadie debe extrañar, entonces, que haya sido un golpe tan duro el que hemos recibido los luchadores y luchadoras de todo el planeta, al saber del deterioro de la salud del compañero Chávez. Precisamente unas semanas después de haber obtenido una extraordinaria victoria electoral —otra más—, en octubre pasado. Precisamente cuando cobra vuelo la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños—CELAC—. Precisamente cuando Venezuela Bolivariana va constituyéndose en una de las columnas más sólidas de la lucha por un futuro mejor, justo y democrático.
Por eso, en esta hora dramática, nuestros más caros sentimientos se unen a los de millones de hombres y mujeres en todo el orbe que esperan, sin disimulada ansiedad, la recuperación del querido compañero Presidente Chávez. Por eso no podemos esconder nuestra tristeza y nuestras preocupaciones, unido a la esperanza de que de esta batalla salga también victorioso.
Comoquiera que sea, ahí está la criatura rebosante que es la Revolución Bolivariana de Venezuela y su contundencia en todos nuestros pueblos. Que no se equivoque ni por un instante el enemigo, que hay revolución para rato. Y, confiamos de todo corazón, que hay también Chávez para rato. |