«Nosotros no tenemos armas para echar a pique sus fuerzas navales, pero tenemos el arma para echar a pique su prestigio en el mundo.» Pedro Albizu Campos
La Batalla de Vieques ha sido una de las más importantes de las muchas que ha librado el pueblo de Puerto Rico. Ha sido la ocasión más clara en la que se confirma el potencial de lo que en el 1898 nuestro mentor, Eugenio María de Hostos llamó la Liga de Patriotas.
El 19 de abril de 1999, el País despertó con la noticia de la muerte de David Sanes por una bomba lanzada sobre el Puesto de Observación (OP) en el polígono de tiro de la Marina en el Vieques. Ismael Guadalupe, para entonces delegado del Congreso Nacional Hostosiano (CNH), dio la voz de alerta sobre la nube de polvo y las ambulancias dirigiéndose al lugar de los hechos. La prensa nacional de inmediato se dirigió a cubrir la noticia. Oficiales de la Marina expresaron que David Sanes, empleado de seguridad, había salido al patio del OP a “fumarse un cigarrillo”, implicando que era el propio David el responsable de su muerte. Luego se supo que el viequense no fumaba. El piloto del avión es un misterio. No se sabe su nombre, ni pruebas toxicológicas que indiquen si estaba bajo los efectos de drogas o alcohol, su experiencia como piloto. En fin, es otro “Brian” como el francotirador que mató a Filiberto Ojeda Ríos.
Ojos que no ven, corazón que no siente
La masividad de la cubierta de la prensa, que por primera vez en más de 60 años pudo tener acceso al área de prácticas militares y documentar los estragos causados por los bombardeos, fue un factor determinante para la configuración de la exitosa Liga de Patriotas que eventualmente derrotó a la Marina de Guerra de Estados Unidos. “Ojos que no ven, corazón que no siente” parece haber sido la consigna de la Marina al ocultar por 60 años lo que allí estaba pasando. Los ojos de todo Puerto Rico vieron por primera vez, en vivo y a todo color, los destrozos causados, las lagunas contaminadas, los inmensos cráteres, las bombas sin explotar y la impresionante belleza de las playas de ese sector de Vieques. Los ojos del pueblo vieron y su corazón sintió. Eso generó tal indignación que al fin, viequenses y otros puertorriqueños de toda procedencia, creencia política, religiosos y ateos, nos juntamos en un sólido ¡Basta ya! ¡Paz para Vieques!
El establecimiento de los campamentos
Pocos días después del incidente que cobró la vida de David Sanes, Tito Kayak dejó establecido el primer campamento de desobediencia civil. Se encadenó a uno de los maltrechos tanques utilizado como blanco por la Marina y dijo “de aquí no me voy”. Luego siguió el Campamento del PIP, el del CNH y la construcción de la Capilla Ecuménica, el de Todo Puerto Rico con Vieques y muchos más. En pocas semanas, cerca de 20 campamentos de desobediencia civil se habían esparcido por todo el polígono de tiro, paralizando totalmente las maniobras militares. Así comenzó el desafío abierto que duró casi 5 años y que finalmente condujo a la salida de la Marina de la Isla Nena el 1 de mayo del 2003.
El campamento del Congreso Nacional Hostosiano, conocido como La Escuelita, fue una sólida estructura de madera, donde se recibía a todos y todas quienes llegaran en lancha para solidarizarse con su presencia, corta o prolongada, en el área de tiro. Posteriormente se construyó una barraca con 20 literas en las que se acomodaban 40 personas. No se le preguntaba a nadie sobre sus creencias o no creencias. El único requisito era creer en la Paz para Vieques y en la desobediencia civil pacífica. Se le orientaba sobre las normas de convivencia, medidas de seguridad, ley seca, así como tareas y responsabilidades que debía asumir. Durante el año que transcurrió antes de los desalojos, nunca hubo un incidente de indisciplina en nuestro campamento.
El 31 de diciembre del 1999 fue memorable. Hasta un lechón asamos ese día los cientos de personas que despedimos el año allí, incluyendo a Juan Mari Brás. A las doce de la noche todo se detuvo en un acto solemne en el que nos agrupamos alrededor del asta que enarbolaba nuestra bandera para cantar el himno revolucionario. Hubo fuegos artificiales y todo. Fue un momento inolvidable.
Y llegó el día de los desalojos. Fuentes internas nos habían alertado que durante la madrugada del 4 de mayo del 2000, efectivos de la Marina desembarcarían para arrestar y sacar por la fuerza a los ocupantes de los campamentos. Efectivamente, los buques se divisaron en el horizonte al amanecer. Un momento de mucha tensión. Había que mantener la resistencia pacífica a los arrestos. Los ocupantes del campamento del CNH comenzaron a cantar el himno nacional mientras comenzaban los arrestos. El oficial de la Marina a cargo del operativo detuvo los arrestos en señal de respeto a nuestra bandera. Una vez la bandera fue arriada, el oficial se acercó al compañero encargado del campamento y lo dijo al oído: “Keep on the good work. You are going to win this fight”. (“Mantengan el buen trabajo que están realizando. Van a ganar esta lucha). Fue un momento muy especial, donde quedó demostrado, una vez más, que el enemigo respeta al contrario que lucha con dignidad y valentía por sus derechos.
Otros momentos especiales fueron la reconstrucción de la Capilla Ecuménica en la Lomita de los Vientos; la constitución de la Primera Flota Naval Boricua que convocó decenas de embarcaciones de la isla grande y de pescadores para desafiar los intentos de la Marina de reanudar los bombardeos, la toma del Castillo del Morro y la marcha multitudinaria que arropó el Expreso Las Américas con más de 100,000 personas. Pero particularmente para mí, quedará para siempre en mi memoria el llanto de una mujer soldado de la Marina, que mientras esposaba a la veintena de médicos que penetraron el área restringida con sus batas y estetoscopios, advirtiéndoles a los propios soldados que desalojaran el área contaminada por su propio bien, expresaba sollozando en inglés, que nunca hubiese imaginado que estaría arrestando médicos por estos cumplir con su deber de cuidar de la salud de los ciudadanos. Todavía se me aguan los ojos mientras lo escribo.
La agenda inmediata
La negativa de la Marina de Estados Unidos a responsabilizarse por los destrozos causados al ambiente, la naturaleza y a la salud de los viequenses es un acto de venganza por la derrota recibida tras años de lucha, guerra sicológica y desobediencia civil del pueblo de Puerto Rico. Constituye además un craso desprecio al derecho a la salud y a la vida de los viequenses y una falta de respeto a todos los puertorriqueños y puertorriqueñas.
Independientemente del costo de la limpieza y descontaminación, Estados Unidos tiene el deber moral, legal y político de asumir responsabilidad total por los daños causados. Cientos de viequenses han sufrido diversos tipos de cáncer y enfermedades atribuibles a intoxicación con metales pesados y uranio radioactivo. La negativa de Estados Unidos de asumir su responsabilidad constituye una acción genocida. Garantizar la descontaminación, la devolución de las tierras y el desarrollo de Vieques es la agenda inconclusa del pueblo puertorriqueño.
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