21 de marzo de 2021
Tenía cerca de 16 años cuando conocí a Francisco Piñeiro Medina, conocido también como Pancho o Francis. Nuestra amistad se inició por esas ventanas humanas y alegres que la vida nos regala, pues, Pablo Juan, su hermano mayor (por solo 11 meses), y a quien adoro, se convirtió en mi cuñado. Mi hermana, Rosalía Rivera Santana y el hermano de Francis, iniciaron un romance que dura hasta el día de hoy. Y con tan sensible vínculo llegó a nosotros, a los Rivera Santana, la familia Piñeiro Medina, una familia hermosa, de profundos valores y sentimientos. Desde entonces, en lo que a mí respecta, la vida nos permitió entablar un vínculo firme de amistad, a lo que se unió las afinidades políticas profundas que nunca se extinguieron.
Fue Francis (Pancho) una de las personas que me transmitió ideas y conocimientos políticos en esos años de adolecencia temprana. Nunca olvido el momento en que me prestó para su lectura, entre otros, el libro “El Movimiento Libertador en la Historia de Puerto Rico”, escrito por su abuelo Ramón J. Medina Ramírez, quien fuera presidente y destacado dirigente del Partido Nacionalista de Puerto Rico. La lectura de tan formidable obra, a esa temprana edad, me marcó para siempre por lo que, desde entonces, me considero un discípulo de Francis y de su abuelo.
En su trayectoria como luchador independentista, podemos decir que Francis fue fiel continuador del ejemplo de su abuelo. Su militancia la hizo siempre desde los espacios organizados ¡no le gustaba estar al garete! Tenía clara conciencia que la lucha requiere coordinación y organización. Ciertamente, el trabajo y los esfuerzos individuales son importantes, pero adquieren mayor fuerza si ocurren en el espacio colectivo, en el espacio concertado pues ahí es cuando se convierten en potente energía y generan la fuerza para provocar los cambios necesarios. Francis lo sabía y lo practicaba. Por eso su trabajo lo hizo, primero desde el Movimiento Pro Independencia (MPI), en la Misión de Barrio Obrero, luego en el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP), en el Comité de Levittown, y posteriormente en nuestra organización, el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), desde Caguas. Igualmente, lo vimos incorporado a las convocatorias y esfuerzos dirigidos a construir la unidad del patriotismo y de las diversas luchas sociales y reivindicativas.
Resultaba una excepción, muy rara, no encontrarse a Francis y a su familia, en las diversas manifestaciones del independentismo y en las múltiples actividades de protesta escenificadas en nuestro País. Nunca le faltó la consistencia y la perseverancia.
Su compromiso fue ejemplar y dedicó los mejores años de su vida, a garantizar la publicación del periódico CLARIDAD desde Impresora Nacional. Allí, fue un pilar en ayudar a forjar una familia de compañeros y compañeras que dieron todo, en condiciones muy difíciles y adversas, para que el periódico de la Independencia no dejara de circular.
De las muchísimas virtudes de Francis, siempre admiré su entusiasmo, consistencia y dedicación. Expresaba una convicción firme sobre la victoria de nuestra Patria y lo hacía con su trabajo y su participación permanente en las tareas que demandaba el momento, no importando el riego que implicara. Era una persona muy inteligente, con respuestas y comentarios agudos, sencillos y condimentados con frases jocosas. No era de discursos, porque su discurso era su ejemplo. Y su forma de vida, sin ningún apego a lujos materiales, transmitía un mensaje moral, tan pertinente como necesario hoy.
Nuestro pueblo ha tenido la bendición de contar con hijas e hijos como Francis, cuya presencia se siente, aunque no figuran en el protagonismo visible de los medios de comunicación. Afortunadamente, gracias a su dedicación y perseverancia, estos hombres y mujeres han sido la columna principal que ha garantizado la continuidad de una lucha que avanza hacia la victoria.
En el caso de Francis se da una conjunción especial de valores. Para mí tenía los tres más importantes: 1. El amor a su familia, a su esposa y compañera, sus hijos, hijas, nietos, nietas, sus padres, hermanos, sobrinas y sobrinos. 2. El amor a sus compañeros y compañeras de lucha, esa familia extendida, presente siempre y solidaria. 3. El amor a la Patria, la que, al decir de Hostos, nos conecta al Universo y nos hace humanos.
Esa trilogía, Francis la practicó como fiel hostosiano, con alegría, responsabilidad y actitud amorosa. Fue y es, porque seguirá entre nosotros, pura humanidad ¡Qué ejemplo maravilloso! Nos queda a nosotros honrar su memoria y continuar su legado, su vocación de patriota y de ser humano excepcional. A su familia le expresamos el cariño y la reafirmación de honrar su memoria continuando la lucha por la independencia de nuestra querida Patria, a la que él dedicó su vida. ¡Gloria eterna a Francisco Piñeiro Medina, a nuestro querido Pancho, a nuestro querido Francis!
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