Es imposible no sentir coraje y frustración por el país que vivimos, máxime cuando quienes han guiado al mismo al desastre financiero, político y social, destinan sus energías a la demagogia o, como narra la canción, a “la hipocresía y la falsedad”. El viernes 6 de abril, el exgobernador Luis Fortuño publicó una columna que titulaba “Las rutas para combatir la pobreza”. En la misma comienza haciendo un análisis de la pobreza como si él fuera un experto en la materia.
Fortuño adjudica la pobreza de nuestro país a la ausencia de oportunidades, acceso a la justicia y Estado de derecho. En su descripción señala que para que las oportunidades individuales se materialicen, debe haber libertad de expresión, libertad para trabajar y espacio para emprender. Al leer esto, parecería que el señor Fortuño no recuerda que bajo su mandato se lanzó uno de los ataques más violentos de parte de la Policía de Puerto Rico a cientos de estudiantes que en su pleno derecho de libertad de expresión se manifestaban en contra de las políticas públicas que implementó en su gestión gubernamental. Parece también que olvida que fue precisamente bajo sus órdenes que se arrestaron decenas de estudiantes, incluyendo la expulsión de la UPR de al menos media docena de estos. Parecería ser, además, que el señor Fortuño olvida que fue bajo su administración que se despidieron de sus empleos a más de 30,000 puertorriqueños, muchos de estos jefes/as de familias que vivieron la tragedia de no poder llevar el sustento a su casa. Familias que posteriormente tuvieron que trabajar con la depresión y desesperación que trae la inestabilidad e inseguridad de no saber si sus hijos tendrían comida.
Sigue Fortuño en su escrito narrando las valiosas aportaciones de organizaciones sin fines de lucro en el periodo post huracán María. Señala que la ayuda inmediata sirvió para sacar a las personas del “estado precario”, todo esto como si la pobreza se curara con un par de zapatos usados o con varias cajas de botellas de agua. Luego añade que para que las personas salgan de la pobreza tienen que los individuos verse como los actores de su propio destino, todo esto para “superarse y progresar”.
Evidentemente, estas expresiones vienen con un alto nivel de desprecio por el otro. Al parecer, el exgobernador entiende que la culpa de la pobreza que vivimos recae en los hombros de los pobres, como si al pobre le encantara la pobreza, la disfrutara y se sintiera bien con ella. Bajo ninguna circunstancia adjudica responsabilidad al Estado, quien mediante los gobiernos del PNP y PPD han llevado a cabo un sinnúmero de medidas que solo benefician a las compañías y patronos privados. Tampoco reconoce que parte de la pobreza que vive el país, se debe al endeudamiento que los gobiernos de los partidos antes mencionados provocaron. Endeudamiento que ha sido punta de lanza para la implementación de las políticas públicas más perversas que jamás hayamos visto en nuestra historia reciente. Olvida Fortuño que fue precisamente bajo la administración de él y Aníbal Acevedo Vilá que se tomó prestada la mayor cantidad de dinero, cosa que precipitó el descalabro que vivimos actualmente.
Fortuño aparenta olvidar que fue bajo su administración que se trató de cortar derechos a los ciudadanos poniendo en una situación vulnerables a aquellos que han sido acusados por un sistema judicial que en tiempos recientes nos ha mostrado sus grandes fallas. Parece olvidar que fue él quien destinó millones de dólares a la promoción de un gasoducto, el cual nunca gozó del endoso del pueblo, la comunidad científica ni los expertos en energía. Parecería que olvida que en tiempos recientes el gobierno federal ha puesto en duda la credibilidad del gobierno al encontrar cuentas de bancos con dineros públicos que nadie sabía dónde estaban (queda por preguntarse: ¿para qué escondían ese dinero?). Parece que olvida que nadie sabe cómo se gastaron más de trece mil millones de dólares de fondos ARRA bajo su administración.
Señor exgobernador, su análisis de la pobreza nos sabe mal. Nos sabe mal a aquellos que nos levantamos todos los días con incertidumbre y temor de perder lo poco que tenemos. Nos sabe mal porque usted no es como nosotros. Y un análisis de la pobreza de parte de usted, que hoy tiene contratos con la empresa a la que le regaló la autopista 22 o de quien nunca vio un conflicto de interés en que su esposa siguiera produciendo millones de dólares utilizando la influencia de su puesto, nos sabe a mierda.
Para que haya una “ruta” que combata la pobreza, el primer paso deber ser que gente como usted, su esposa, Acevedo Vilá, Eduardo Bathia y otros tantos, dejen de estar en puestos de gobierno. En la medida en que ustedes no estén, la política pública podrá dejar de mirar la pobreza como un problema individual y comenzará a asumirlo como un problema del gobierno. En la medida en que ustedes no estén, podremos privilegiar al ciudadano pobre por encima de las compañías privadas.
Su opinión solo demuestra insensibilidad y desprecio. Su opinión es peor que sus acciones.
(Publicado en 80grados) |