Como si extraído de un capítulo de “Crónica de una muerte anunciada”, de García Márquez, ya andamos en vela por la muerte final del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, que por años desde distintos sectores se ha argumentado fue solo el antifaz de la continuación de las relaciones coloniales en Puerto Rico.

Este antifaz ha sido destruida, de una vez y por todas ocasiones en el día histórico del 9 de junio de 2016. En la posición del Gobierno de los Estados Unidos en el caso del Tribunal Supremo Pueblo v. Sánchez Valle en donde la fiscalía del gobierno estadounidense dio un giro total en lo que ha sido su postura internacional ante el caso de Puerto Rico: argumentando públicamente que los EEUU gozan de amplios poderes plenarios sobre la isla, y que no existe un pacto bilateral entre iguales. Pretendiendo lucir novedades, para quienes ingenuamente o maliciosamente lo han creído, el gobierno estadounidense aceptó una vez más ante el mundo que efectivamente Puerto Rico es una colonia. Esta posición, a su vez, fue aceptada por el Tribunal Supremo de Estados Unidos, dando así la última estocada a la falsa del ELA. Pero la meta de este artículo no es regocijar con la realidad afirmada por el sector independentista desde su lucha contra España, sino aportar al análisis de opciones políticas ante una Junta de Control Fiscal, con poderes dictatoriales, que se avecina.

Por tanto, a lo que nos enfrentamos no es meramente el empuje del neoliberalismo en la isla, con una legislación en pro de los ricos del país inclusive antes de la implementación de la junta, sino también de la eliminación total de los derechos civiles y políticos mínimos por la cual se operaba en el país. Y es que la Junta de Control Fiscal es un mero instrumento político para adelantar unos intereses económicos y políticos particulares en la isla. Estos intereses, alineados con los sectores pudientes del país, y que en el mundo se conoce como neoliberalismo, han sido implementados inclusive anterior a la Junta y mediante los gobiernos coloniales. Se debe hacer hincapié, porque muchas de las propuestas que la Junta viene a implantar son propuestas históricas de los pasados diez años impulsados por el PNPPD y los sectores pudientes del país. Tanto así, que propuestas como la privatización de servicios públicos, el desmantelamiento de la legislación laboral, la baja en el salario mínimo federal para la juventud y la creación de una Junta democrática preceden a la mal llamada PROMESA. Estas recetas, ahora plasmadas en potencial legislación laboral son impulsadas precisamente por ambos partidos coloniales que hoy día se presentan como paladines contra el recrudecimiento de la relación colonial. Curiosamente, dentro de la oposición de los partidos coloniales al proyecto de ley no existe la oposición a las medidas a imponer sino por quiénes será impuestas. A su vez, se observa un silencio complaciente ante la ausencia de la auditoría pública que amplios sectores de la ciudadanía han estado exigiendo. Son estas las razones por la cual grandes sectores del pueblo observan la Junta como un fiscalizador contra quienes claramente han impulsado las mismas medidas neoliberales que la Junta Federal va a profundizar. Por tanto, es imperativo aclarar que nuestra lucha no es meramente contra la Junta de Control Fiscal, sino precisamente contra aquello que pretende esforzar: el colonialismo y el neoliberalismo.

El avance ante la muerte del ELA este pasado 9 de junio de 2016 solo se concretizará en la medida en que la lucha sea en contra de las medidas ideológicas que se quieren imponer y a favor de proyectos políticos alternos progresistas. De solo afincarnos a la lucha contra un mero instrumento, que es la Junta de Control Fiscal, no solo limitamos como movimiento nuestro imaginario de cambio sino fracasaremos en articular una solución ante la crisis económica que vivimos en la actualidad. Nuestra meta debe ser contraria: ver la Junta de Control Fiscal por lo que es, un instrumento dictatorial que viene a profundizar el colonialismo y el neoliberalismo en el país. Ante ello, nos toca construir no tan solo una oposición a, sino también una propuesta política alternativa. Es menester no ya seguir reaccionando a instrumentos, sino tomar la ofensiva política mediante la presión por soluciones distintas.

Pero si las condiciones objetivos nunca han estado tan maduras, difícil se puede argumentar lo similar en cuanto a las condiciones subjetivas. Lo que hemos observado por los pasados diez años en Puerto Rico es un debilitamiento crónico, hasta se puede argumentar estructural, de la izquierda puertorriqueña entre sus matices más diversos. Esto no significa que no ha sido efectiva al momento de llevar a cabo ciertas luchas por la justicia social, la defensa del ambiente entre otras, pero que todas se han caracterizado por ser luchas defensivas ante ofensivas neoliberales. Como punto de referencia de posible accionar reciente del independentismo y de la izquierda surgen la huelga estudiantil del 2010-2011 y las luchas contra el gasoducto y el referéndum en torno a la fianza. Por tanto, se observa que si bien como sector único no gozamos  de una fortaleza numérica, sí hemos logrado en instancias particulares unas fuerzas hegemónicas y numéricas en la lucha por un mejor país. Esto significa que la gama de posibilidades en torno a una ofensiva contundente de las fuerzas progresistas siguen latentes dentro de la fibra del pueblo, en tanto y en cuanto las condiciones objetivas de crisis hacen mella tanto materialmente como en el statu quo político.

No cabe la menor duda de que el movimiento independentista tiene ante sí un movimiento coyuntural histórico que será definido en gran parte, a mi entender, por nuestra capacidad de actuar a la altura de la coyuntura. En esa dirección es menester aplicar las lecciones aprendidas en un pasado con la verticalidad y la ruptura con aquellos sectores nacionales que también han sido culpables de la crisis y que gran parte del pueblo les tiene amplio desdén. Por tanto, se mantiene firme ante la coyuntura las cuatros posturas llevadas por el MINH y su brazo juvenil, la JH: desobediencia civil, propaganda y organización política, lucha internacional y la búsqueda de alianzas y convergencias a fines con nuestros objetivos. No cabe la menor duda de que venceremos ante la coyuntura.

Francisco A. Santiago Cintrón
Miembro de la Juventud Hostosiana