Ya volvieron los Cinco. Ahora nos faltan Oscar López Rivera y Ana Belén Montes.
Conversaba el Prócer cubano Antonio Maceo con el internacionalista boricua Mascaró, quien le relataba: «Muchos puertorriqueños han venido al campo insurrecto al conocer que en la base primera del Partido Revolucionario Cubano se dice: "El Partido Revolucionario Cubano se organiza para obtener por medio de las armas la independencia de Cuba, y auxiliar y fomentar la de Puerto Rico."» Ante estas palabras, el Titán de Bronce respondió: «Cuba, triunfadora en su empeño emancipador, no puede, por muchas razones, olvidar a la Isla hermana. Invadiremos a Puerto Rico y obtendremos su independencia.»
En ese mismo diálogo, Maceo comentó que si caía en combate, debía ser el General puertorriqueño Juan Rius Rivera «el llamado a sustituirme» [1]. Dicho oficial, pese a haber nacido en el seno de una familia de hacendados en Mayagüez, y haber tenido la oportunidad de labrarse un futuro fácil en España, prefirió los riesgos de la dura lucha internacionalista por Cuba, participando en incontables combates y en la Protesta de Baraguá. A ese hombre tan valeroso (quien en 1897 cayó prisionero tras recibir tres heridas de bala, pero rehusó el soborno que le ofrecían los colonialistas españoles, y quien luego repudiaría públicamente la odiosa Enmienda Platt yanqui), no resulta extraño que el Partido Revolucionario Cubano lo designara como «jefe militar del proyecto de invasión para liberar a Puerto Rico.» [2]
La figura de ese heroico guerrero mayagüezano, tan anheloso de independizar a su patria natal como de ayudar a la hermana Isla de Cuba, nos recuerda a otros dos hijos del pueblo borinqueño: Oscar López Rivera, encarcelado en EEUU desde hace 34 años por su lucha independentista, y Ana Belén Montes, incomunicada en USA hace ya 14 años por haber ayudado a la República de Cuba a subsistir ante el peligro militar estadounidense.
Uno y otra tienen mucho en común con Rius Rivera: el amor incondicional a Puerto Rico y a Cuba; la renuncia a una vida «normal» para enfrentar con valentía los peligros, en nombre de sus ideas; su no-claudicación ante las imposiciones imperialistas norteamericanas, y su no-deserción en el presidio.
Uno y otra seguramente hubieran sido alabados por Antonio Maceo y Grajales.
Y aplicando la citada sentencia del héroe («Cuba... no puede... olvidar a la Isla hermana»), aseguramos que ni uno ni otra serán olvidados por el pueblo de Cuba, naturalmente hermano del de Puerto Rico, con quien nos unen tradiciones, símbolos, historias y héroes comunes.
Ya volvieron los Cinco. Ahora nos faltan Oscar López Rivera y Ana Belén Montes.
[1] Tomado de "Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida", por José Luciano Franco, Habana, Ciencias Sociales, 1975, tomo II, página 181.
[2] "Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba", La Habana, Verde Olivo, 2004.
Douglas Calvo Gaínza, Coordinador Comité Cubano pro Trato Más Humano para Ana Belén Montes. |