Cualquiera se muere del susto si te avisan que en menos de un mes vas a ocupar la responsabilidad de delegada en La Habana, como me pasó. Nunca me había visto como diplomática ni estaba en mis planes mudarme a otro país. A pesar de que había atendido algunas tareas fuera de Puerto Rico, en Chile, –¡huy!, poco antes del golpe–, en Cuba, con el Instituto Laboral de Educación Sindical y en eventos feministas.
El trabajo diplomático es uno de los sombreros que deben tener los cuadros políticos. Como yo siempre me he considerado una buena militante de esta lucha, acepté la designación cuando me lo dijo Carlos Gallisá en un piquete de la Hermandad de Empleados Exentos No Docentes, frente a la Universidad en mayo de 1983. Aunque no estaba en mis planes, dije rápido que sí. Esa generación de los sesenta queríamos ser como el Che. Nos íbamos para donde nos necesitara la lucha. Eso tiene una mística, que no pretendo abordar en este momento.
La Misión me dio la oportunidad de potenciar y aportar al trabajo internacional unas valiosas destrezas como militante desde una perspectiva muy amplia. Para trabajar la solidaridad internacional –a nivel formal o informal– hay que ser una buena militante, acompañada de mucha capacidad de trabajo y conocimientos de los procesos políticos a nivel nacional e internacional, necesarios para tomar decisiones. Traía esa marca de fábrica.
Valoro enormemente la confianza que depositó en mí el Partido Socialista Puertorriqueño al designarme delegada de la Misión de Puerto Rico en Cuba. El PSP reconocía a la Misión como uno de los más preciados haberes de la lucha de Independencia y por el socialismo. Muy consciente de que la solidaridad internacional es uno de los pilares estratégicos de la lucha patriótica. De esa experiencia pude apreciar por qué nuestra organización valora el trabajo en foros como el Movimiento de Países No Alineados, el Foro de Sao Paulo, el trabajo del Comité de Puerto Rico en la ONU y otros espacios similares a los cuales pude asistir en mi rol de delegada y dirigente política. Por ellos rendimos buenas cuentas y doy fe de que los hemos cuidado como tesoros. Es que sin este trabajo, nuestra lucha sería invisible para la comunidad internacional.
La Misión no podía localizarse en otro lugar que no fuera Cuba, el primer territorio libre de América. Hemos tenido tan cerca la sabiduría revolucionaria de Fidel, del Partido Comunista de Cuba y de un pueblo con tanta dignidad y valor. Desde Cuba, el Colectivo de la Misión–bajo la responsabilidad política del delegado o delegada– se encargaba de las relaciones y la solidaridad con la Revolución Sandinista, con diversos procesos de Centro América y el Caribe, a la par con la gestiones con los países y movimientos africanos. Fui responsable de gestionar el voto africano del Comité de Descolonización, para lo cual tenía que hacer un periplo por Tanzania, el Congo, y Etiopía. Cogía pon en los aviones que transportaban en verano a los miles de estudiantes africanos que se hacían médicos en la Isla de Juventud y en otras provincias cubanas. Hablaban español y conocían la música del Sonero Mayor. Así visité a Angola.
Fui corresponsal internacional del periódico CLARIDAD, y facilitadora de las relaciones y acercamientos de pueblo a pueblo con organizaciones de masas cubanas: la Federación de Mujeres Cubanas, (FMC), la Central de Trabajadores de Cuba, (CTC); el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblo (ICAP) entre otros. Desde la Misión se han gestado muchas, muchas iniciativas con representantes de luchas antiimperialistas quienes han reconocido que en las buenas o las malas Puerto Rico no se quita. Desde la Misión empecé a conocer ese Caribe mágico y fiero.
La Misión, si bien era parte de la institucionalidad del PSP, –ahora del MINH– siempre ha sido esa embajada de todos y todas las puertorriqueños(as). Siempre ha estado dispuesta a facilitar y promover esfuerzos políticos y culturales amplios a todos los niveles, incluyendo a otros sectores políticos que querían relacionarse con la Revolución Cubana. La Misión ha mantenido abierto ese camino. Aprendimos a escaparnos de las disputas de la izquierda. Recíprocamente hemos contado a nivel nacional con el reconocimiento de miles de puertorriqueños y puertorriqueñas apoyando sus esfuerzos y el gran trabajo político que se realiza desde ella. El tiempo y la historia no serán suficientes para contarlo. Soy muy feliz al celebrar su cincuenta aniversario.
*Artículo redactado para el programa de mano de la celebración del 50mo. aniversario de la Misión de Puerto Rico en Cuba Juan Mari Brás. |