Lourdes, antes secretaria del delegado(a) me avisó que había llegado a la Misión el Dr. José Millar – para que nos ubiquemos, y me ubiqué rápido – miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y asistente de Fidel, apodado “Chomy”.
Era cuando la Misión estaba situada en 27 y G en el Vedado donde también ubican un sinnúmero de hospitales. Nuestra sede en esa zona era una casa muy simpática – llena de recovecos, de dos pisos, con 11 cuartos incluyendo dos bibliotecas.
Chomy era un hombre trigueño, ancho, alto pero ni tanto, de espejuelos de marco negro, y por supuesto muy gentil en sus maneras. Cuando nos sentamos, de inmediato fue al trasfondo de su visita.
Fidel acostumbraba hacer visitas relámpago (y como suelen ser las visitas relámpago, sin avisar) a distintos lugares para escuchar a la gente y tomar nota y acción sobre sus inquietudes y quejas. Recientemente, había visitado varios hospitales del área del Vedado y la gente se le quejó mucho de la ineficiencia administrativa. De inmediato hizo un plan de acción con Chomy para atender la situación.
Parte del plan era una propuesta para que la sede de nuestra Misión en aquel momento fuera convertida en laboratorio y lugar de récords médicos. Por supuesto, teníamos que mudarnos ¡tremendo proyecto! Pero Chomy rápido me dijo que nos acomodarían en un lugar adecuado, que nos mostraría varios para escoger y que pronto visitaríamos algunas opciones. Y así, tranquilo como era él, me dijo que se comunicaba.
En varios días llamó para decirme que había casas para enseñarme y ¿cuándo podía ir a la Misión? Y así empezó la travesía.
La primera casa que ví era amplia pero un poco decaída y su gran piscina no tenía mucho potencial, no era exactamente un haber. Tuve que preguntarle a Chomy sí podía ver otra opción.
La próxima era muy, retirada –demasiado. Y otro lugar que me enseñó a los dos o tres días, estaba bastante bien pero era en el piso 16 de un condominio. ¿Y si teníamos una actividad y de pronto se iba la luz? Cero ascensor. Yo tenía que pensar en eso. Me sentía incómoda porque sabía la prioridad de Chomy de resolver aquello, pero si mal no recuerdo no tuve ni que decirle nada.
Me dijo de una casa en Miramar. De inmediato le pregunté si me la mostraba. De camino, le dije lo innecesario para alguien como él, que lamentaba que no había podido escoger pero la decisión era importante, para largo tiempo, etc. El entonces me explicó que el área de Miramar la estaban zonificando para área de embajadas y empresas, incluyendo empresas extranjeras.
Mientras más me hablaba, más yo me entusiasmaba. ¡Por fin llegamos! Por suerte, ya me había dicho también que la casa la restaurarían… y es que la casa número 511 de la calle 22 entre 5ta y 7ma avenida en Miramar, La Habana, estaba en escombros, con un jardín de piedras y gravilla al frente…
Chomy, me explicó, ya casi amigo, que las casas de esa zona fueron utilizadas de albergues para estudiantes de enseñanza media al triunfo de la Revolución durante aquella gran ofensiva educativa y de alfabetización en los campos y ciudades de Cuba. Pero los estudiantes no habían tratado con mucho cariñito esas casas y tampoco hubo para reparación y pintura hasta ese momento en que con gran sacrificio se estaba logrando.
Antes de que llegáramos a la casa en escombros con el jardín de piedras y gravilla, Chomy me contó que cerca había una casa prácticamente gemela que ya había sido restaurada. Con la esperanza de luego ver su versión restaurada, me tomé mi tiempo en ver bien la cuarta casa que Chomy me ofrecía, la del “jardín”. Era de dos pisos; abajo balcón, sala amplia, antesala, comedor, cocina y patio, dos baños. Arriba, como saben muchos de los que leen esto, hay varios espacios, su buena terraza y otro baño. Dicho sea de paso, lo único intacto eran los pisos, clásicos, de losetas blancas y negras en posición diamante. Techos altos y muchos arcos.
El potencial era claro y no hice más que entrar a su versión restaurada y la decisión estaba tomada –le pedí a Chomy– muy contento de ver su misión cumplida –que esa (la del jardín de piedras) era la que era y que me avisara cuando completaran la restauración.
Y así fue que ese pedazo de nuestra Patria Puertorriqueña que conocemos ahora como la Misión de Puerto Rico en Cuba terminó en Miramar, La Habana –ese pedazo de Patria que desde siempre ha sido embrión de la futura Embajada de Puerto Rico en Cuba.
En un futuro glorioso, quizás –probablemente – luego de varias etapas, desde esa Embajada ahora embriónica, también nuestro país desarrollará al igual que desde otras Embajadas Boricuas y al igual que hacen las Embajadas Cubanas a través del mundo, esa política exterior deseada de dignidad, de paz, fraternidad y solidaridad; de respeto a los demás países y pueblos, de respeto a nuestro planeta tierra; de intercambio comercial, cultural y de toda índole sobre la base del beneficio mutuo y de la igualdad de todos los países de la comunidad internacional.
¡Qué viva la Misión de Puerto Rico en Cuba en su Quincuagésimo Aniversario!
¡Qué viva nuestra lucha por la independencia, por sitial entre los demás pueblos y países del mundo!
La autora fue Delegada del Partido Socialista Puertorriqueño en Cuba, 1986-88
*Artículo en el programa de mano del 50 aniversario de la Misión de Puerto Rico en Cuba Juan Mari Brás.
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