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Tricontinental, una epopeya trascendental PDF Imprimir Correo
Escrito por Giraldo Mazola   
Domingo, 19 de Junio de 2016 23:19

tricontinental

La primera reunión de las organizaciones políticas y gobiernos independientes de 82 países de tres continentes  en enero de 1966 en La Habana que dio paso a la creación de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL), constituyó una verdadera epopeya.



La Revista Tricontinental me ha solicitado escribir mis recuerdos sobre aquel destacado hecho, cuando son perceptibles cincuenta años después, los transcendentales cambios ocurridos en esos tres inmensos continentes, debido a la sagaz visión de mancomunar esfuerzos y promover una coherente solidaridad universal en la lucha conjunta para eliminar de esos territorios los vestigios de la opresión colonial, enfrentar el surgimiento de modalidades neocoloniales y el avasallador poder del imperialismo norteamericano.

Esto, como es lógico, implica realizar una valoración sumamente abarcadora y multifacética.

No se trata de relatar anécdotas de aquella época y detalles de su organización sino valorar la trascendencia  que tuvieron los debates de aquel cónclave, en el complejo contexto que existía entonces, e identificar con precisión las fuerzas que favorecían abierta o encubiertamente el mantenimiento de la explotación del llamado Tercer Mundo, así como haber podido delinear una clara plataforma antiimperialista para consolidar las precarias independencias conquistadas y además, lograrla en los múltiples países donde se reprimían los intentos de alcanzarlas.

La esperanza surgida en el vasto mundo colonial que consideró que la victoria sobre los fascismos alemán y japonés extendería a sus países las proclamas de libertad y democracia que se enarbolaron entonces, se vio pronto disuelta cuando se evidenció que las potencias coloniales y el imperialismo, no pretendían extenderlas a esos territorios.

Aunque era evidente que como consecuencia de aquella devastadora II Guerra Mundial, se habían estremecido las bases del sistema colonial, se intentó mantenerlo a sangre y fuego.

Casi 20 años después de aquella guerra muchos territorios africanos seguían oprimidos por la bota colonial. Surgían aguerridos movimientos insurreccionales en la antigua Zaire, Guinea Bissau, Angola, Mozambique y Zimbabwe. América Latina continuaba siendo el traspatio de Estados Unidos donde para atajar el impacto de la victoriosa Revolución cubana se instauraron gobiernos fascistas que reprimieron con saña las fuerzas populares.

Surgieron brotes de rebeldía armada en Argentina, Nicaragua, Guatemala, Perú El Salvador y Venezuela, a la par que tropas estadounidenses con el disfraz de la OEA reprimían con saña una insurrección popular en República Dominicana.

En Asia se acosaba a la República Popular China, aislaban a la República Democrática de Corea mientras se desataba una guerra genocida contra el heroico pueblo vietnamita por parte de Estados Unidos. En Indonesia se realizaban asesinatos masivos para liquidar el movimiento popular anti imperialista. Cambodia y Lao eran atacadas.

La Unión Soviética hizo enormes esfuerzos por apoyar a los emergentes estados independientes de África y Asia pero el llamado campo socialista europeo no jugó cabalmente el papel de solidaridad internacionalista que le correspondía. El Che, con certera visión, lo denunció tempranamente en Argelia.

A su vez la política de coexistencia pacífica que se trataba de establecer entre las dos grandes potencias mundiales confundía la justa lucha popular y en ocasiones la consideraba como un obstáculo a esos fines.

En aquellos días los medios informativos occidentales en coordinación perfecta divulgaban todo tipo de calumnias contra la revolución cubana y contra Fidel al desconocerse el paradero del Che Guevara, incapaces de concebir su voluntad de llevar a cabo precisamente los ideales que se debatían y acordaban en la Tricontinental.

Antes, en un intento por socavar el evento, asesinaron a uno de sus promotores y presidente de su comité organizador, el destacado dirigente marroquí, El Mahdi ben Barka, pocos días después de su visita a Cuba para impulsar sus preparativos.

Previamente, en septiembre de ese año, Ben Barka presidió en El Cairo la reunión de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África y Asia, OSPAA, que decidió convocar en enero de 1966 en La Habana, la primera reunión Tricontinental.

Osmany Cienfuegos, secretario de la Comisión de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, fue designado para presidir la delegación cubana que integramos Joaquín Mas y yo. También acudieron representantes de los movimientos revolucionarios de Venezuela, Puerto Rico y Guatemala, esta última representada por el inolvidable Rolando Ramírez.

Osmany no llegó a tiempo a la reunión. Nos parecía a Joaquín, Rolando y a mí que como consecuencia  de las contradicciones chino-soviéticas y de sus divergencias con lo que pensábamos los cubanos y los movimientos revolucionarios de nuestra región, la decisión sobre la fecha del evento podría dilatarse.

Ben Barka, hábil parlamentario y hombre audaz y decidido, que compartía los criterios nuestros sobre la urgencia de acelerar la lucha revolucionaria en nuestro continente, nos aseguró que se tomaría la decisión y eso hizo. En medio de una discusión dilatoria, dio un malletazo y lo acordó dejando estupefactos a los que pretendían posponer ese acuerdo.

Supimos mucho después que la demora de Osmany se debió a que cumplía una misión del Comandante en Jefe que lo llevó primero a donde entonces el Che combatía al lado de los revolucionarios lumumbistas en Zaire.

Además del asesinato de Ben Barka, primer mártir de la Tricontinental y de todos los obstáculos que se interpusieron para dificultar el arribo a Cuba de los representantes de los movimientos populares, incluso un grupo de mercenarios fuertemente armados intentó penetrar en el territorio cubano en vísperas del inicio de la conferencia y fueron apresados por miembros de tropas guarda fronteras y de la marina de guerra.

Era imprescindible pues delinear que la lucha por la paz universal se conquistaba en el Tercer Mundo consolidando una clara plataforma común de combate contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo. De eso se trataba.

Hoy ese panorama ha cambiado.

En América Latina y el Caribe la existencia de numerosos gobiernos progresistas y revolucionarios y la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) expresan diáfanamente que los sueños de Bolívar y Martí, base y sustento de la OSPAAAL, avanzan inexorablemente y Cuba, antes aislada, consolida y hace más eficiente su
socialismo.

En África solo permanece sometida al yugo colonial el territorio de Sahara Occidental. Se logró alcanzar la independencia de todas las ex colonias portuguesas y de Namibia y se eliminó el oprobioso sistema del apartheid con
el apoyo de las fuerzas internacionalistas cubanas.

Vietnam infligió una derrota contundente al imperialismo norteamericano y unificó definitivamente su país. China se desarrolla como la mayor potencia económica del planeta.

Aquella primera conferencia Tricontinental organizada con premura en La Habana, cuando carecíamos de experiencia para un evento de tal magnitud, requirió del concurso de miles de compatriotas, que pusieron todo su empeño para brindar a sus participantes las mejores condiciones en los debates.

El ulterior constante y sistemático trabajo de la Secretaría de la organización recién creada posibilitó que las ideas de unidad y solidaridad del movimiento revolucionario se difundieran, contribuyendo de manera decisiva al resultado
que hoy apreciamos en los tres continentes.

Al escribir estas reflexiones desde Namibia, uno de los países africanos que luchó con bravura para conquistar su independencia, que hoy exhibe una envidiable estabilidad política-económica, y donde sus dirigentes mantienen inalterables los principios que enarboló la Tricontinental en su primera histórica reunión, puedo afirmar que la visión de Fidel de promover aquel evento y propiciar con su celebración la consolidación de una plataforma común de lucha contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo, el racismo y el sionismo, fue estratégicamente necesaria.

Son pues aún vigentes en las actuales condiciones del mundo estos objetivos junto a la lucha por la paz y el desarrollo del ahora llamado Sur.

También es el momento de rendir homenaje al Che, quien predicó con su ejemplo personal la aplicación de estos conceptos revolucionarios en África y América Latina así como a las decenas de miles de combatientes internacionalistas cubanos que igualmente hicieron suyas estas ideas.

 

Fidel al clausurar el evento dijo:

“Ha sido esta una gran victoria del movimiento revolucionario.

Nunca había tenido lugar una reunión de tal amplitud y de tal magnitud, en que las representaciones revolucionarias de 82 pueblos se reunieran para discutir problemas de interés común.

Nunca una reunión tan amplia, porque aquí han estado representados los pueblos de tres continentes, los movimientos revolucionarios de los pueblos de tres continentes, que tienen una común posición antiimperialista, que representan la lucha de sus pueblos, desde distintas ideas o posiciones filosóficas, o desde distintas creencias religiosas, representativas en muchas ocasiones de distintas ideologías, pero que tienen algo de común: lo más común que une hoy a los pueblos de estos tres continentes y de todo el mundo, que es la lucha contra el imperialismo, la lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, la lucha contra el racismo y, en fin, todos esos fenómenos que son la expresión contemporánea de lo que debemos llamar imperialismo, cuyo centro, cuyo eje, cuyo soporte principal es el imperialismo yanqui.”

 

Giraldo Mazola: Destacado dirigente revolucionario cubano, actualmente Embajador de Cuba en Namibia

 

Fuente: Bohemia

 

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